DOMINGO 6 DE PASCUA - CICLO A

ALEGREMONOS CON JÚBILO

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         1. Durante los cincuenta días pascuales resuena la alegría en las antífonas y en la oración de la Iglesia, al recordar y hacer presente la redención y la victoria de nuestro Dios: "Con gritos de júbilo anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra" Isaías 48, 20. Lo hemos proclamado en la antífona de Entrada.

 

         2. Si sólo el hecho de reunirnos los que estamos en lugares distintos ya es un motivo de gozo y una fiesta pues: "Toda asamblea es una fiesta" (San Juan Crisóstomo), cuando nos reunimos para aclamar la resurrección de Cristo "que ha reconstruido lo que estaba derrumbado; que no cesa de ofrecerse por nosotros y de interceder por todos ante el Padre"; "que inmolado, ya no vuelve a morir, y sacrificado, vive para siempre" (Prefacios pascuales 3-4); el motivo de gozo jubiloso está mucho más justificado, "porque en la muerte de Cristo y en su resurrección hemos resucitado todos" (Ib 2). "El se nos ha revelado como fiesta y solemnidad porque <ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo>. El es nuestro júbilo: nos libra de los males que nos rodean y en esto consiste el verdadero júbilo pascual, en vernos libres de nuestros males reformando nuestra conducta y meditando asiduamente" (San Atanasio). Por eso no nos hemos de cansar de saborear el "regusto estelar de eternidad" (Ortega), que nos regala cada año la pascua.

 

         3. Felipe, uno de los siete primeros diáconos, predicaba a Cristo en Samaría con general aprobación del gentío, maravillado por sus muchos milagros y curaciones. Romper la frontera nacional-judía, ha sido el primer paso decisivo para introducir el evangelio en los pueblos gentiles, realizando así su vocación de universalidad. De no haber salido habría quedado estrangulado.

 

         4. Cuando la Iglesia Madre, en Jerusalén, se enteró de que Samaría había recibido la palabra de Dios, envió allá a Pedro y a Juan. Había que vigilar el crecimiento de la fe de esa Iglesia, porque los samaritanos eran considerados herejes, y el misionero de Samaría era Felipe, un hombre helenista y progresista. Era pues muy importante y muy delicado asegurar la unidad de la Iglesia. A medida que vayan naciendo otras Iglesias serán tuteladas igualmente por la Iglesia Madre.

 

         5. Oraron Pedro y Juan sobre los fieles y les impusieron las manos pues, aunque habían sido bautizados, no habían recibido en forma pentecostal y clamorosa el Espíritu Santo. Desde entonces los samaritanos, que estaban excluidos de la comunidad judía, entran a formar parte de la comunidad cristiana Hechos 8, 5.

 

         6. "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" Juan 14, 15. Los primeros mandamientos de Dios en la Biblia se encuentran en el relato de la creación. La ley divina, donde había caos, soledad y tinieblas, introdujo luz, esplendor, armonía y vida. Y el hombre encontró un sitio para vivir.

         El pueblo liberado de la esclavitud de Egipto, recibió los mandamientos del Sinaí, donde Dios les dice: Si queréis seguir siendo libres de la esclavitud, guardad mis mandamientos.

 

         7. Últimamente Jesús nos da los suyos, que se resumen en el mandamiento del amor. Como cada vez se le pone más alto el listón, el hombre con sus solas fuerzas no los puede cumplir con la intensidad y perfección que Jesús los ha guardado. Por eso nos envía al abogado defensor, al Espíritu Santo: "Yo le pediré al Padre que os de otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". El nos ayuda, nos da fuerza para cumplir los mandamientos, y hasta pone alegría y gozo y paz y magnanimidad cuando su observancia se hace ardua, para que no sólo podamos, sino que podamos cumplirlos con alegría, la alegría que rebosan las almas santas y fieles, que han comprendido "que es mejor padecer haciendo el bien, si esa es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió una vez por los pecados, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu" 1 Pedro 3, 15.

 

         8  Jesucristo se va pero no nos abandona. Nos deja al Espíritu Santo que hará crecer a la Iglesia. En la sesión 3ª del Concilio Vaticano II, el 16 de septiembre de 1964, dijo Ziadé, Arzobispo Maronita de Beirut: "La Iglesia latina, cuya cristología está muy desarrollada, todavía es adolescente en Pnaumatología". León XIII designó al Espíritu Santo como "el gran desconocido". Efeso habló del Padre Creador y del Hijo Redentor, pero omitió la acción del Espíritu Santo. El Vaticano II, por fin, dice que: "Consumada la Obra del Hijo, fue enviado el Espíritu en Pentecostés para que indeficientemente santificara a la Iglesia y los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. El es el Espíritu de vida, fuente de agua viva... que salta hasta la vida eterna. El Espíritu Santo habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo y ora y da testimonio de la adopción de hijos. Dirige a la Iglesia con dones jerárquicos y carismáticos y la enriquece con todos sus frutos, la rejuvenece, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada. El Espíritu y la Esposa dicen: Ven" (LG 4). He ahí la respuesta del Padre a la oración de Cristo.

 

         9  "El Defensor", en las costumbres judías, era el Abogado, una persona de gran categoría y ascendencia por la cual podía influir favorablemente con su sola presencia, ante el Juez. En el evangelio de Juan es prometido este Espíritu, no sólo de forma escatológica, sino también para el presente de los discípulos, cuando se hallen en dificultades por razón de su fe: "Cuando os lleven a los tribunales no os angustiéis, el Espíritu os dirá" (Mc 13,31). Esta es la base de la práctica ascética de mantenernos en la presencia de Dios. De estar atentos a su soplo, a su inspiración... Esta presencia del Espíritu facilita nuestra oración constante, el orar sin interrupción (He 10,2). Atentos al Espíritu, sabiéndonos inhabitados por El, nos resultará más fácil la mortificación de los sentidos, en especial el de la vista y el oído.

 

         10  "El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce". No puede ver al Espíritu porque le falta fe, así como los discípulos lo ven por la fe. "El mundo no me verá", porque Jesús se va. Pero los discípulos "vosotros me veréis", porque creen en él. Y Dios por él nos da la gracia, que es una realidad creada que nos hace partícipes de su naturaleza divina. Realidad que lleva consigo la gracia Increada, que es el mismo Dios Uno y Trino, que inhabita nuestras almas: nos participa su vida íntima y nos transforma en Dios, como un hierro metido en el fuego; y nos da la plena posesión y la fruición de las divinas Personas. El viene de una manera especial por la Palabra. Y su acción está presente en la Iglesia, en los sacramentos, en los bautizados, y especialmente en la eucaristía. Por eso "Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente" Salmo 65.

 

P. JESÚS MARTÍ BALLESTER

jmartib@planalfa.es