DOMINGO 12  CICLO C

 

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MIRARAN AL QUE TRASPASARON

         1."Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?", oyó Pablo, camino de Damasco: "Soy Jesús, a quien tu persigues". Saulo perseguía ferozmente a los discípulos de Jesús, y Jesús se identificaba con ellos: Eran su cuerpo. Perseguir a los miembros era perseguir a la Cabeza, Cristo.

 

         2. Pero antes de Jesús, Yavé, según Zacarías, ya se había atribuido la transfixión: el pecado en su doble dimensión: contra él y contra sus ungidos, sus fieles: "Me mirarán a mí, a quien traspasaron". La profecía de Zacarías tiene su cumplimiento en Cristo crucificado, con el corazón atravesado por la lanza y herido en sus manos y pies; y por esas llagas, el Señor derramará sobre la dinastía de David un espíritu de consuelo y arrepentimiento. Arrepentidos de su inmenso pecado, llorarán como se llora al hijo primogénito. Más no basta llorar, porque el llanto humano no puede purificar sus conciencias del pecado. ¿Pues, qué? "Aquel día manará una fuente para que en ella puedan lavar su pecado y su impureza" Zacarías, 13, 1. De las llagas de Jesús nace la Iglesia y manan los sacramentos y la gracia, fuentes de agua viva que curan y otorgan al mundo la vida eterna.

        

3. A Jerusalén camina Jesús, a que le crucifiquen y le hieran su costado, para merecer el arrepentimiento y el perdón a los hombres, que tienen el alma reseca como tierra yerma y desierta; el corazón duro, encerrado en sus paredes estrechas, enroscado en el caparazón de su egocentrismo, en su coraza inmisericorde. No tienen amor, no tienen virtud, carecen de mansedumbre; les voy a infundir el fruto de mi Espíritu: amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí".

 

         4. Aunque muchos lo ignoren, la humanidad está sedienta de la gracia y de la misericordia de Dios: "Mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua". Pero ya tiene donde apagar su sed de trascendencia: "Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos" Salmo 62, por la dulzura del agua de la fuente de tus llagas: "Hemos sacado aguas con gozo de las fuentes de la salvación".

 

         5. Jesús quiso saber lo pensaba de él la gente, lo que decían de su identidad. Y quiso conocer también, la opinión de sus discípulos. Pedro, en nombre de todos, confesó que era el Mesías. Y no era poco, aunque no era adecuada la confesión. Para los judíos, el Mesías era la esperanza de su pueblo. El conquistador de todos los pueblos que les habían dominado a ellos, y el vengador de todas las injusticias y expolios que había soportado, dotado de un marcado espíritu religioso. Así pensaban también los discípulos, en tardío ambiente prepascual. Después de la Pascua, Pedro confesará y pregonará al Mesías que ha muerto colgado de un madero, a quien el Señor ha resucitado, que está sentado a su derecha y que ha sido constituido Señor y Juez de la historia.

 

         6. Pedro y los demás discípulos tenían que madurar mucho hasta poder asimilar la profecía de Jesús: "El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día" Lucas 9, 18.

 

         7. Hagámonos también nosotros la misma pregunta: Para mí, ¿quién es Jesús? Los teólogos de todos los tiempos han inquirido la identidad de Jesús. La Iglesia nos enseña unas cuantas verdades inmutables sobre su naturaleza divina y humana, y sobre su Persona. Pero para llegar a su conocimiento más íntimo y pleno, es necesario toda una vida de contemplación de esa maravilla de amor que el Padre nos ha entregado por amor. Y no bastará una vida, ni todas las vidas y todos los corazones del mundo, que han existido, existen y existirán, si no nos lo revela el Padre, y el auxilio de su Madre Santísima, pues "hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van hallando en cada seno nuevas venas de riquezas acá y allá" (San Juan de la Cruz).

 

         8. El camino mejor y más seguro para prepararnos a ir conociendo a Cristo es asociarnos a su cruz, llevarla con paz cada día y seguirle con abnegación. El seguimiento es causa de conocimiento, como el mayor conocimiento, conduce a seguirle con mayor fidelidad, aun en medio de la noche del sufrimiento y a través de la muerte. Porque el conocimiento engendra amor. El amor que nos ha traído hoy a celebrar y cantar su amor escuchando decir al Maestro: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo".

 

         9  "Coger la cruz", es escuchar el mensaje del Reino, imitar al Maestro y seguir su ejemplo hasta el fin: ofrecer siempre el perdón, amar sin límites, vivir abiertos al misterio de Dios y mantenerse fieles, aunque esto signifique riesgo de muerte; es aceptar vivir en el mundo que vivimos, lleno de envidias y rencores, de competición y de empujones para subir más alto y de pisotones para que no se llegue, y de tirones de chaqueta para que no se suba. Es aceptarse uno a sí mismo, con sus defectos y limitaciones.

 

         10 "Para entrar en las riquezas de su sabiduría la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos".

        

         11  Con el corazón abierto a la acción de gracias por todos sus dones, acerquémonos todos al altar a inmolar nuestro viejo hombre con Cristo para poder recibir con fruto de vida eterna su sacramento de amor.

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es