PREPARACIÓN PARA EL TRIDUO PASCUAL

MIÉRCOLES SANTO

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1. Durante toda la Cuaresma nos hemos preparando con obras de penitencia y de caridad. Hoy, cercana ya la Noche Santa de la Pascua, inauguramos con toda la Iglesia, la celebración de los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. 

2. Muchos cristianos comenzarán una semana laica de vacaciones. Nosotros, fieles al Señor, debemos acompañarle de una manera más intensa en esta Semana,“centro del año litúrgico y de nuestra vida cristiana”, con la contemplación de estos misterios y con la oración, para suplir la falta de los que no se acuerdan de que Dios les ama en su Hijo Jesucristo, Hermano nuestro y Siervo Paciente. Ha comenzado con el Domingo de Ramos anuncio del triunfo real de Cristo, y de su Pasión. La bendición de los ramos tiene relación con la procesión que le sigue. Los ramos conservados en las casas recuerdan la victoria de Cristo sobre la muerte, que se ha celebrado con la procesión. Es un sacramental, como el agua bendita. La misa crismal es una manifestación de la comunión entre el obispo y los presbíteros en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo. Los santos óleos son recibidos en las parroquias en la misa del Jueves Santo. Antes de la Cena del Señor, el sagrario debe estar vacío y se consagran hostias para la comunión de los fieles del jueves y del viernes santo.

3. Después la Adoración al Santísimo prolongada durante la noche del Jueves Santo. Pasada la media noche la adoración debe hacerse sin solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la Pasión. Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece silenciosa junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos y esperando su resurrección. La vigilia pascual, solemnidad de las solemnidades, celebra la resurrección de Cristo, fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza; por los sacramentos somos injertados en su misterio pascual. El cirio pascual ha de ser de cera, nuevo cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la Luz del Mundo. El cirio en las exequias, debe colocarse junto al féretro, para indicar que la muerte del cristiano es su propia pascua. 

4. Días de oración, de lectura y de contemplación, deben ser para nosotros estos días santos en que el Hijo del Hombre nos da la máxima prueba de amor para crearnos hombres nuevos por el Espíritu Santo. Días de mortificación y de ascesis, base de todo progreso y de todo auténtico camino cristiano, convencidos de que la belleza de la ascesis de cada día, vivida en las cosas pequeñas, y a veces heroicas, puede salvar al mundo.

5. El cuerpo debe ser moderado con discreción. El ayuno, las vigilias, las peregrinaciones, el cilicio, las flagelaciones y las prácticas penitenciales tienen la finalidad de mantener a raya los instintos de la carne para implorar la gracia salvadora de Dios, para «vivir moderada, justa y piadosamente en el presente siglo» (San Pablo). Pero a la gente le mola lo nuevo, lo de nunca. La cuaresma ya tiene moho; yo oía hablar de eso a mi madre, a mi abuela, al cura, comentó el cliente de la peluquería cuando le dije que los españoles hablaban más del ramadán musulmán, que de la cuaresma. Y continuó: «Hoy guardan abstinencia y ayunan esos millones de humanos que hacen dieta para estar delgados, para mantener la silueta», lo hacen porque está de moda; en mi, casa los viernes de cuaresma no se come carne porque así lo aprendí de mis padres desde siempre. Ni siquiera puedo decir que lo haya aprendido de niño. Nací con ello. Mis hijos y mis nietos hacen lo mismo. Todos somos católicos y mantenemos las tradiciones católicas. 

6. Para poder comer carne se compraba la bula que concedía indulgencias». La lucha fratricida entre creyentes a raíz de las indulgencias supuso el resquebrajamiento del mundo cristiano de entonces (Lutero, Alemania, 2005. Dir Eric Hill). El hombre moderno vendió su alma al diablo para llegar a ser un creador (Goethe, Fausto), y proclamó la muerte de Dios (Nietzsche, Así habla Zaratustra). Entonces, delante del cadáver divino, se proclamó a sí mismo creador, pero su maravillosa creación empezó a devorar y a destruir todo lo que al hombre era más querido (M. Shelle, Frankenstein). A pesar de todo, creyó que habitaba el mejor de los mundos y que había encontrado la felicidad (A. Huxley, Un mundo feliz). El tiempo pasó, y él mismo se convirtió en monstruo (Kafka, Metamorfosis), se vació completamente (f. Mann, La montaña mágica), y se dio asco (Sastre, La náusea). Entonces, el hombre descubrió con amargura que es un ser caído, expulsado del paraíso y arrojado en el mundo, cuyo horizonte existencial es la muerte, límite y punto final de todo (M. Heidegger, Ser y tiempo). A pesar de todo, el hombre sigue siendo el ser del límite y, por lo tanto, un ser abierto a lo que pueda haber más allá del límite: el misterio (E.Trías, La razón limítrofe). 

7. Tal vez el afán por desvelar este misterio sea la travesía del desierto de nuestra sociedad. Y puesto que el corazón tiene razones que la razón no entiende, el hombre de nuestros días vuelve a Dios, aunque sea fuera de toda iglesia y de toda institución. Después de todo, y como siempre, la posmodernidad se ve obligada a hacer un lugar en su vida a Dios, al alma y a la libertad, aunque para ello tenga que «suprimir el saber para dejar sitio a la fe, como Kant (Crítica de la razón pura). Las modas cambian, los gustos también; los hombres nacen, crecen y mueren, pero la naturaleza humana sigue ahí. «Natura non facit sal tus» (la naturaleza no da saltos), decían los latinos. Un filósofo popular me dijo lo mismo de una manera mucho más chusca e inteligible para el hombre cibernético de la era del botellón: «El hombre desde que es hombre, ha orinado siempre por el mismo sitio. Y, con un poco de suerte, puede que, al menos por un poco más de tiempo, siga haciéndolo a pesar de la luz eléctrica».

8. También guardan abstinencia y ayunan esos millones de seres humanos que hacen dieta para estar delgados, para mantener la silueta, conservar la figura; todos los que no comen jamón ni chorizo ni mantequilla, ni una fabada asturiana, ni yogures que no sean light, ni beben leche entera. La anorexia es una prueba del rigorismo moderno, del desprecio al cuerpo en aras de la imagen. Todos practican la abstinencia y el ayuno con más frecuencia y con más rigor que lo practicaban los fieles cristianos cuando la cuaresma era la cuaresma.

9. Mucha gente, cuando sale rendida y agotada del trabajo, va y se arroja en los brazos de acero de una máquina y se cruje viva durante una hora o dos para transformar su cuerpo, mejorar su imagen y hacerse aceptar por la sociedad. Los expertos dicen que el sufrimiento, el esfuerzo y la renuncia son elementos importantes en la construcción de la propia identidad. ¿Para qué quieren llevar cilicio y darse disciplinas los que llevan una argolla en la punta de la lengua o en el ombligo, en la nariz y en las orejas, los que van cargados de cadenas, arrastrándolas día y noche, como una procesión de condenados? ¿Para qué quieren más peregrinaciones a lugares santos los que los viernes después del trabajo, peregrinan a la casa de la playa o al chalet de la sierra y han de estar cuatro o cinco horas con los brazos en cruz los hombres y las mujeres que se someten a operaciones, a veces, de riesgo, para eliminar las arrugas, para sacudirse de encima unos kilos? ¿Para qué quieren ir a confesarse, como era costumbre preceptiva hacerla, al menos, una vez al año y comulgar por Pascua florida, todas esas personas que van a la televisión a proclamar delante de todo el público, que el es el rey de los Estados; que te zurré la badana porque tenía miedo a perderte»? Los antiguos practicaban la cuaresma para disfrutar en el cielo de las cualidades de los cuerpos gloriosos; los posmodernos practican su cuaresma particular para lucir, aquí en la Tierra, un palmito celestial. 

10. El cardenal Martini, que ha estudiado los escritos de la beata Gianna Beretta Molla, muerta a los 39 años, en Milán en 1961, después de dar a luz al niño, consciente de que su nacimiento la iba a matar, ha definido la ascesis como la práctica contraria al modo de actuar difundido en nuestros días, que consiste en no querer tomar decisiones, no afrontar directamente las cosas, y que conduce a la pereza sistemática, a la acidia, a la ilusión que nos viene incluso de la tecnología, en la que basta pulsar un botón para solucionar un problema y, a la larga, para resolver todos los problemas. 

11. La vida cristiana exige esfuerzo, empeño en la decisión diaria de entregarse a Dios. La ascesis se transforma en algo bello cuando se pone la Eucaristía en el centro de nuestra vida, porque constituye la invitación a entregarse a Dios con alegría. La Eucaristía es un sacrificio que salva y con su fuerza y ejemplo, el cristiano puede esforzarse en imitar este modelo en todos los actos de la vida cotidiana. 

12. Ascético es, incluso un pequeño gesto, como cambiar de canal en la televisión o no hacer algo que habitualmente realizamos sólo porque se hace desde hace tiempo o porque lo hacen todos. Es necesario tener presente un “slogan”: “Aprender que hay más alegría en el sacrificio, porque hay más gozo en dar que en recibir”. Contemplar el misterio de la Redención de la belleza venerando a los que, como Jesús en su pasión, no tienen forma ni belleza ni esplendor, es decir, los crucificados de hoy, los pobres, los postergados y condenados al ostracismo, los marginados, los enfermos. Cristo, ante quien se oculta el rostro, se convierte en el más bello de los hombres, la madre Teresa de Calcuta que estrecha en sus brazos a un niño con infinita ternura o que tiene entre sus manos la cabeza de un moribundo, a pesar de todas sus arrugas, es un esplendor, un espectáculo de belleza redimida. Una madre joven muerta por traer un hijo al mundo, es una belleza. Un Juan de la Cruz, vestido de harapos, sucio y lleno de piojos, por ser fiel a su vocación, volando en el lirismo de los versos de su Cántico espiritual, se convierte en una hermosura. Un Mahatma Gandhi y un Carlos de Foucauldacribillados a balazos, son un poema maravilloso. Un Papa herido, encorvado, envejecido, aquejado de párkinson, a quien se le cae la baba y que tiene mucha dificultad para caminar y para hablar, entregado al amor, es un motivo estético estimulante y carismático. El famoso escritor ruso Fiódor Dostoievski: «No será el amor de la belleza quien salve al mundo, sino la belleza del amor». Que el Señor no nos tenga que decir como a Pedro y a los discípulos dormidos en el huerto: "¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación" (Mt 26, 41). 

P. JESÚS MARTÍ BALLESTER

jmartib@planalfa.es