LA LLAMADA
Jesús ha pasado la
noche en oración. La voz de cristal de los grillos, el aullido de los
chacales y el tranquilo aire de la noche, le han hecho compañía. Al sereno
amanecer se ha postrado adorando a su Padre. Cuando se incorporó bajó a la
mitad del monte. La gente le esperaba abajo con ansia. Majestuosamente
comenzó a llamar radiante el rostro: Simón, Santiago, Juan, Andrés, Felipe,
Bartolomé” (Mc 3,18). Bartolomé o Natanael, forma parte pues, del grupo de
los primeros llamados, Juan, Andrés y Pedro. Todos son de Betsaida y
pescadores del lago de Genesaret. Nadie podía pensar que el Mesías pudiera salir de Nazaret,
un pueblo apenas conocido, no así como Belén, que sí es citado en la Biblia
por el profeta Miqueas. Para Dios no cuenta ni la progenie humana ni la
estirpe topográfica. Su elección sigue parámetros diferentes de los del
mundo: Ahí están Nazaret, Asís, Lourdes, Aljustrel,“Bienaventurados los pobres de espíritu...”
NATANAEL BAJO LA
HIGUERA
Estaba debajo de la higuera. Sombra,
calma y monotonía al fresco de la tarde, con sus pergaminos y su lectura y
sus reflexiones. Es hombre de pensamiento y buscador. Sabe que Nazaret no
existe en la
Biblia. De Nazaret puede salir algo bueno?. Además, eran pendencieros y testarudos los paisanos
de Jesus. Pero aunque Natanael responde a Felipe remarcando su incredulidad
en alguien que viene de Nazaret, es honrado y creyente al reconocer de
inmediato en Jesús al Hijo de Dios, al Rey de Israel. Por ahí anduvo el
Espíritu del Padre que, antes que a Simón Pedro, ya le ha revelado a
Natanael la divinidad de Jesús, su filiación divina. No se ha equivocado
Jesús cuando ha dicho de él que “es un israelita de verdad, en quien no hay
engaño”. San Juan, siempre con su tesis de que los suyos no le recibieron,
recuerda y destaca la presentación
hecha por Jesús de Natanael, para contraponer a la cerrazón de los judíos
que se niegan a aceptar la divinidad de Jesús, la fe sencilla del buen
israelita, conocedor de la Escritura, y el buen sentido del pueblo creyente
sin prejuicios. Algo que debemos aprender de Jesús en este caso, es la
presentación elogiosa que hace Jesús
de él. Se da una praxis supuestamente piadosa y eclesial que pocas veces
reconoce los valores de los otros, dicen que para no fomentar la vanidad,
pero yo creo que la motivación es menos gloriosa: la envidia. Si el
otro lo oye y se lo cree, nos considerará inferiores. ¡Cuidado, pues!
DATOS ESCASOS DE
LOS EVANGELIOS
Es una lástima que
los Evangelistas no nos hayan transmitido más noticias del Apóstol
Bartolomé. Más, los pocos pero valiosos datos consignados en la Escritura
nos permiten conocer su personalidad. Los tres sinópticos se contentan con
incluirlo en la lista de "los Doce", presentándolo como el
"hijo de Tholmai", que significa
Bartolomé, y lo colocan siempre a continuación de su amigo Felipe.
San Juan es ya más
explícito y además de su nombre propio -Natanael-, y lugar de nacimiento
-Caná-, hace constar algún detalle de su vocación apostólica.
"Al día
siguiente determinó Jesús salir para Galilea, y halla a Felipe y le dice:
Sígueme. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe se
encuentra con Natanael y le revela: "Aquel de quien escribió Moisés en
la ley, y los profetas, le hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de
Nazaret". Y le dijo Natanael: "¿De Nazaret puede salir algo
bueno?". Y le responde Felipe: "Ven y lo verás". Vio Jesús a
Natanael venir hacia sí y dice:: "Ahí tenéis
a un verdadero israelita en quien no hay dolo". Y Natanael: "¿De
dónde me conoces?". Respondió Jesús: "Antes de que Felipe te
llamase, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi".
Respondió Natanael: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de
Israel". Jesús le dijo: "¿Porqué te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Mayores cosas que éstas
verás". "En verdad, en verdad os digo, veréis el cielo abierto y
a los ángeles del cielo que suben y bajan sobre el Hijo del
hombre"".
Sólo conjeturas
podemos hacer de lo qué había sucedido debajo de aquella higuera, que bastó
la mención de Jesús, para que el hijo de Tholmai
le reconociese inmediatamente como al Hijo de Dios, el rey de Israel. Es y
será un secreto para nosotros pero el conocimiento manifestado por Jesús
fue suficiente para que corazón generoso de Bartolomé se le entregase sin
reservas. En efecto, Natanael era un israelita sin doblez ni engaño. Había
preguntado irónicamente a su amigo Felipe: "¿De Nazaret puede salir
algo bueno?". Y ahora, ante el destello de la sabiduría divina cree, y
se da enteramente y en seguida se integró con los otros elegidos para seguir
al Maestro. No tardarían sus compañeros en sentir simpatía hacia él, por su
veracidad y transparencia, lejos de falsedad y malicia. Junto con ellos
seguirá el largo camino de su transformación hasta llegar a ser un
verdadero Apóstol.
SEGUIMIENTO
Con los otros Once,
y siguiendo a Jesús, recorre pueblos y aldeas, predica a las gentes. Por
dos veces es enviado junto con otro compañero a evangelizar los pueblos de
Galilea, con poderes de arrojar demonios y realizar milagros. Conoce lo que
es la falta de tiempo para comer y dormir.
Pero junto a todas
las penalidades convive íntimamente con Jesús, es testigo de sus obras y de
su sed insaciable de entregarse. Todo va dejando su huella en aquel corazón
abierto a la verdad, y aun cuando pasará momentos de duda terrible al ser
testigo de la Pasión y Muerte del Maestro, su fe se mantendrá incólume, y
merecerá ser testigo de su resurrección. Bartolomé está allí en el
Cenáculo, cuando a través de las puertas cerradas se les aparece a los
discípulos Jesús: "La paz sea con vosotros. Yo soy; no temáis. Mirad
mis llagas". ¡Qué emoción! ¡Cristo está vivo! Aún le volverá a ver e
incluso comerá con él: cuando después de una noche de pesca infructuosa,
Jesús se presenta en la ribera del mar de Tiberíades y les dice: "Muchachos,
¿tenéis algo qué comer? Respondieron: "No". Él les dijo:
"Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis". La echaron,
y no podían arrastrarla por la gran cantidad de peces. Cuando saltaron a
tierra, vieron brasas puestas y un pescado asándose, y pan. Y Jesus les
dijo "Venid, almorzad". Y toma el pan y se lo reparte y asimismo
el pescado".
TESTIGO DE VISTA
Cuando hubieron
comido, Bartolomé oyó cómo Jesús confería el primado a Pedro: “Tu eres
Pedro. Apacienta mis ovejas”. Y presenció la maravilla de la Ascensión del
Señor a los cielos en un medio día delicioso y perfumado. Y la eclosión de Pentecostés cuando descendió
con el fuego de las lenguas la fortaleza y la llama del Espíritu Santo
sobre él y todos. Y los Evangelios ya se callan, y ya no conocemos nada más
de la historia de Bernabé. Ni sabemos dónde predicó, ni dónde murió. Es
legendario que llegara a la India y allí sembrara el Evangelio. También se
habla de Mesopotamia, Locoavia, Armenia y el país
de los Partos. En Armenia, el rey Astiages lo
martirizó con crueldad inaudita por causa de la predicación de la fe. Le arrancaron la
piel y le decapitaron.
Como nos suele ocurrir
poco debía pensar Natanael, en su primer encuentro con Jesús, las fatigas y
penalidades que sufriría por su nombre. Pero al final de su vida debieron
parecerle pocas, cuando abrió los ojos a la eternidad para encontrarse
definitivamente con el "Hijo de Dios y Rey de Israel".
LA
ESPOSA DEL CORDERO
Leemos en el
Apocalipsis 21,9) “Ven y te mostraré
la novia, la esposa del Cordero”. Aunque el autor sagrado describe la
ciudad santa como una ciudad material, hemos de entenderla como una entidad
divino-humana glorificada. Se trata de una novia, de una esposa, y la
esposa no es un edificio, sino una persona con capacidad de relaciones y
expresión de sentimientos. Aquí habríamos de pensar en el texto de la
última cena: “Te ruego, Padre, que sean uno, como tú y yo somos uno”. Lo
que el ángel le muestra al vidente de Patmos es la consumación de la unidad
del Cordero con su esposa la Iglesia, a la cual ha llegado la entera
humanidad. Está transfigurada, porque ha sido purificada en la sangre del
Cordero. Es la manifestación del amor del Cordero a su esposa, que ha
querido purificar con el baño de su sangre. Así es como Dios será todo en
todos. Una ciudad santa y envidiable. Todo lo desordenado ha pasado. El
primer mundo ha pasado. La ciudad nueva sustituye al viejo mundo. Todo lo
que aquí nos hace sufrir y llorar y gemir, ha sido transfigurado. Ya no hay
llanto ni dolor. Alegría perpétua, fiesta
siempre, porque campea el amor y el amor siempre hace fiesta porque es gozo
y paz en el Espíritu Santo. No hay muerte. La muerte ha sido vencida por la
muerte del Cordero degollado. Todos se aman. Nadie pasa a la otra acera
para no encontrarse con el que está enemistado. Todos son amigos, todos
forman parte del mismo Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. Todos se alegran con
la felicidad de todos. Cada uno goza con el bien de cada uno y todos con el
de cada uno.A esta unidad y felicidad estamos
todos llamados y podemos y debemos vivirla ya aquí, venciendo el pecado
que, aún acecha en este mundo, y será imposible en la ciudad celeste.
Jesús constituyó así el grupo de los
Doce: Simón Pedro, Santiago Zebedeo y su hermano Juan, Andrés, Felipe,
Bartolomé” (Mc 3,18). Bartolomé o
Natanael, forma parte pues, del grupo de los primeros llamados, Juan Andrés
y Pedro. Todos son de Betsaida y pescadores del lago de Genesaret.
Nadie podía
pensar que el Mesías pudiera salir
de Nazaret, un pueblo apenas conocido, no así como Belén, que sí es citado
por el profeta Miqueas. Para Dios no cuenta ni la progenie humana ni la
estirpe topográfica. Su elección sigue parámetros diferentes de los del
mundo: Nazaret, Asís, Lourdes, Alsustrel,“Bienaventurados los pobres de espíritu...”
LOS NOMBRES DE LOS
APOSTOLES DEL CORDERO
“El muro tenía doce
cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los Apóstoles del
Cordero”. Sigue materializando el vidente la realidad espiritual
sobrenatural en muro y cimientos: El significado es que los doce apóstoles,
entre ellos San Bartolomé, construyeron la ciudad sobre el diseño y los
planos que les dejó Cristo. A su generosidad y sangre, fatigas y desvelos
estamos agradecidos, Dios, el Supremo agradecido, que sabe recompensar
hasta el vaso de agua, cuanto más la sangre derramada, el primero, pero
todos los salvados después, porque gracias a ellos, participamos en la
salvación y en la unidad con Dios.
JESÚS
MARTI BALLESTER
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