DOMINGO 24  CICLO A

PERDONAR SIEMPRE

 

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         1. "Perdona las ofensas a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas" Eclesiástico 27, 33. Dice el Levítico: "El que lesione a un conciudadano, se le hará lo que él ha hecho: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. La lesión que causó a otro se le causará a él". Es una ley en la que domina el pago idéntico, tanto cuanto, tal cual, de ahí el nombre de ley del "talión", y que tiene su origen en la antigua legislación oriental y no en la revelación divina, que si la acepta, es para evitar más daño del recibido, y para evitar una venganza generalizada. Según esta ley al que se le ha arrancado un diente, no se le puede imponer mayor castigo, según las setenta veces del castigo de Lamec: "Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec por setenta y siete". Frente a esta venganza, derecho sagrado en la antigua cultura de Oriente, nace con la revelación, ya en el Eclesiástico, la cultura del perdón, como necesario para alcanzar el perdón de Dios. "¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?". Y fundamenta el perdón en la reflexión sobre la muerte y en el recuerdo de los mandamientos: "Piensa en tu fin y cesa en tu enojo, en la muerte y corrupción y guarda los mandamientos".

 

         2. El hombre que perdona los errores se parece al "Señor, que es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. No está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas. Aleja de nosotros nuestros delitos como dista el oriente del ocaso" Salmo 102.

 

         3. El capítulo 18 de Mateo es llamado "el estatuto de la comunidad". Todos los autores coinciden en que este discurso está más adaptado que los otros a la situación de la comunidad cristiana y a los problemas de su vida interna. Los pasajes más característicamente comunitarios son el del domingo anterior y el presente sobre el "perdón". Después de oír la catequesis del domingo anterior, "se adelantó Pedro y le preguntó: Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?" Mateo 18, 21.

 

         4. La cultura religiosa de los discípulos dependía de las instrucciones hechas por los rabinos en la sinagoga, que habían enfocado y sofocado el perdón en un sistema jurídico y legalista. La Misnah, que es una recopilación en forma de código de las leyes tradicionales del judaísmo, decía: <Si alguien peca una, dos o tres veces, que sea perdonado; pero no si peca cuatro veces seguidas>. Desde esta norma de conducta, la predicación de Jesús tenía que abrir crisis necesariamente. Y se comprende la pregunta personal de Pedro, que le originaba problema de conciencia. "Jesús le contestó: -Siete veces, no; setenta veces siete". Es la crítica con la que Jesús desautoriza la venganza de Lamek: "setenta veces siete".

         Cuando Mateo escribe este evangelio, todas las comunidades conocen cómo Jesús, que se pasó la vida perdonando, murió en la cruz perdonando a sus verdugos.

 

         5. Entre los muchos mensajes de amor que los cristianos estamos llamados a ofrecer hoy al mundo, dominado por el espíritu de odio, que prolifera en rivalidades, venganza, agresividad, fanatismo e intolerancia, destaca preeminentemente el del perdón, si queremos que el Padre del cielo no se vea precisado a hacer con nosotros lo que ha hecho el rey de la parábola: "entregarlo a los verdugos hasta que pagara toda la deuda".

         Cuando el Señor nos ha perdonado tanto, nosotros nos mostramos tan mezquinos a la hora de perdonar las insignificancias de las ofensas que unos a otros por falta de finura y de delicadeza, con tanta frecuencia nos hacemos. La virtud cristiana consiste en dejarnos que nos pisen como las flores, sin pinchar, dejando doloridos, como las ortigas, a cuantos se les acercan. Debemos ser como el grano de trigo que a la muela que lo tritura le da harina, como la uva, que al pie que la pisa le escancia vino, como el árbol oloroso del sándalo, que perfuma el hacha que lo corta, y como el camino, que al que lo pisa lo conduce a la meta, y como el arpa que al vendaval que  la azota, lo envuelve en armonías.

 

         Reconocemos que en determinadas circunstancias es difícil, resulta durísimo perdonar. Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Ha dicho Juan Pablo II en Zagreb: "No olvidar es ley de la historia, perdonar es ley de Cristo".          6. Pidamos a María, que vio atormentado cruelmente a su Hijo santísimo en el Calvario, que nos conceda saber y poder perdonar como su Hijo y como ella, en aquellos momentos terribles de soledad y de amargura. Hagamos esta súplica cuando, ante la divina Víctima inmolada sobre el altar, recemos todos juntos la oración que Cristo nos enseñó: "Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es