DOMINGO 20  CICLO A

LOS EXTRANJEROS LLAMADOS TAMBIEN

 

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         1. "A los extranjeros los alegraré en mi casa de oración" Isaías 56, 1. Así como en el primer Isaías y en el segundo predomina un clima de optimismo teocéntrico de confianza en la acción de Dios, en el tercer Isaías prevalece la observación del derecho y la práctica de la justicia y del rito. Esto manifiesta una decadencia de fe, porque cuando ésta disminuye, la carencia de interioridad se intenta paliar con actos externos. A pesar de eso, brilla la universalidad de la salvación, incluso para los extranjeros, a quienes la ley excluía del culto comunitario.

 

         2. Ezequiel critica que los extranjeros sirvieran en el templo: "Profanáis mi templo, metiendo en mi santuario extranjeros... Dice el Señor: "Ningún extranjero... entrará en mi santuario". Pero el tercer Isaías escribe: "No diga el extranjero que se ha dado al Señor: <El Señor me excluirá de su pueblo>.

         Pero no sólo hay salvación para los extranjeros. La hay también para los eunucos. "No diga el eunuco: <Yo soy un árbol seco>... A los eunucos les daré en mi casa y en mis murallas un monumento y un nombre mejores que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no se extinguirá". "Porque mi casa es casa de oración".

         La razón de la universalidad de la salvación es que Dios quiere que todos los hombres se salven. Dios no es racista. Eligió primero al pueblo de Israel, pero no para excluir, sino para comenzar. Ellos primero, pero para todos. La casa de Dios es casa de oración, y todos pueden orar, sean de la raza que sean, sean del país que sean.

 

         3. El salmo se hace eco de la universalidad, pidiendo a Dios "que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que le teman hasta los confines del orbe" Salmo 66.

 

         4. La prueba mayor de la universalidad de la salvación nos la ofrece el relato de la oración de la mujer cananea: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas" Mateo 4, 23. Hasta los discípulos le pidieron a Jesús que la atendiera porque iba detrás gritando.

         Tiro y Sidón era la tierra de los paganos. En esa tierra, una mujer cananea, o sirofenicia, como la define Marcos, y por lo tanto pagana, da un ejemplo impresionante de fe, que supera todas las barreras y humillaciones. A la primera petición de la mujer, "Jesús no respondió nada". Ni siquiera eso. La insistencia de la mujer, que es rechazada una y otra vez por Jesús, tiene por objeto iluminar las cualidades de la oración: "Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá".

 

         5. La actitud de la pobreza del hombre es pedir. La actitud de la riqueza de Dios es cumplir los deseos del hombre: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas". La fe, el reconocimiento de la omnipotencia y misericordia de Dios, contra todas las evidencias de su rechazo, la perseverancia en la oración, y el desprendimiento de pedir algo que, aunque le atañe a ella, en primer lugar beneficia a su hija, con cuyo sufrimiento se identifica, han conseguido en el país pagano, lo que en Israel pocos conseguían, por su falta de fe. Jesús, asombrado por la gran fe de aquella mujer, le dice: "Mujer, qué grande es tu fe". Es la misma admiración que le hizo exclamar ante la fe del Centurión, romano y, por tanto pagano: "En verdad os digo, que no he encontrado tanta fe en Israel".

   

         6. Vamos a partir el pan, después de consagrarlo, que es el sacramento de nuestra fe. Al aclamarlo, pidamos un aumento de fe para nosotros y para toda la Iglesia y también, el inicio de la fe para el mundo, que será su salvación.

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es