DOMINGO 2 TIEMPO ORDINARIO

SIERVOS AMADOS DEL PADRE

 

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         1. "He visto al Espíritu como paloma descender del cielo y posarse sobre El" Juan 1, 29. Juan ha comenzado su Evangelio con un himno a la Palabra que existía desde el principio y que se ha encarnado. Confiesa que hemos contemplado su gloria. Que Juan Bautista había dicho de Él que venía detrás de él, pero que era primero que El. Y sigue diciendo que a Dios nadie lo ha visto jamás, pero que su Unigénito que está en su seno, nos lo ha revelado.

 

         2. Los judíos enviaron a preguntar a Juan Bautista: ¿quién eres?  -"Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno que no conocéis; es el que viene después de mí y a quien no soy digno de desatar la correa de su sandalia. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba".

 

         3. Hacía muchos siglos que Dios había prometido que la estirpe de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Habían vivido Patriarcas y muchos Profetas. A los Patriarcas les hablaba Dios, preparando la sementera. Después los Profetas hablaron al pueblo lo que Dios les inspiraba. Le comunicaban esperanza y corregían sus pecados, que Dios purificaba. El último Profeta ha sido Juan Bautista, que ha preparado ya los caminos del Señor. Y el Señor ya está aquí. Lo ha bautizado él en el Jordán, como hemos meditado el domingo pasado. El Padre dijo que El era su hijo Amado. Hoy es Juan Bautista el que dice: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Este es el Hijo de Dios, el que: "A todos los que le reciben los hace capaces de ser hijos de Dios".

 

         4. Por eso somos amados por el Padre, como hijos, como lo es Jesús, todos los que hemos sido bautizados. Si una madre no agota su maternidad en el primer hijo, menos el Padre agota la suya en su Hijo Unigénito. Pues su Amor sin límites le pide prolongar su paternidad en hijos innumerables. Somos hijos de Dios en el Hijo, y por la sangre del Hijo, que borra con ella el pecado del mundo.

 

         5. Pero para que ese manantial de Sangre redentora que brotó en el Calvario del Costado abierto del Cordero de Dios, Jesucristo, produzca efectos individuales, es necesario que vayamos a recoger la sangre que nos corresponde, en los sacramentos. No basta que haya una fuente siempre manando, hemos de ir con nuestro cántaro a la fuente: "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación" Jesús, con sus llagas abiertas, nos ha abierto el cielo que estaba cerrado. Nos ofrece la posibilidad de ser hijos de Dios, de vivir su misma vida divina, la que él recibe del Padre.

 

         6. Por eso, todos y cada uno de los bautizados podemos escuchar como pronunciadas sobre nosotros, las palabras abismales y consoladoras: "Tu eres mi siervo de quien estoy orgulloso. Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra" Isaías 46, 3.

 

         7. Palabras dirigidas a la Iglesia, "a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó" 1 Corintios 1, 1, a todos los miembros de la Comunidad llamada a difundir la gran riqueza de la filiación divina a todos los hombres.

 

         8. Nuestra respuesta la hemos dado en el Salmo 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Como la ha obrado el primogénito, al dar cumplimiento a su vocación de reunir a Israel; de convocar a la Iglesia y a la humanidad por ella; de purificar a la Iglesia en el Espíritu Santo, por el Bautismo, la penitencia, la Eucaristía; al morir por la Iglesia, como Cordero de Dios, Cordero Pascual, "Cordero de pie, como degollado". La nobleza y el honor nos obligan a vivir una vida digna de hijos de Dios. Cesen las guerras. Luchemos personalmente con el pecado. Y luchemos también socialmente contra las estructuras de pecado.

 

         9. En la misa vamos a sacrificar al Cordero de Dios. Lo vamos a comer. Lo comen buenos, lo comen malos, pero el resultado es diferente: de vida o de muerte. Formemos bien nuestra conciencia. Hay un sacramento para perdonar los pecados que excluyen de la comunión: la penitencia. Aunque no somos dignos de que entre en nuestra casa, acerquémonos con conciencia limpia, a recibir al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es