DOMINGO 15 CICLO A
LA SIEMBRA DE LA PALABRA
1. "Salió el sembrador a sembrar"...Mateo 13, 1. "Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo" Isaías 55, 10. Dios siembra su palabra como lluvia, abundantemente, copiosamente, todos los días, siempre... Su semilla son dones y gracias, regalos de Dios.
2. "Al principio ya existía la Palabra". Era la Palabra eterna que el Padre pronunciaba en el seno de amor de la Santa Trinidad. Después fue la Palabra creadora: "Mediante la Palabra se hizo todo". Dios sembró su palabra en la creación, maravillosa y armoniosa, y sembró la vida en los hombres, los primeros hombres, el primer hombre y la primera mujer. Pero ellos frustraron la palabra de Dios, desobedeciéndola Romanos 8, 18.
Pero "la creación expectante, está aguardando" el cumplimiento de la palabra de Amor, de Dios. Pronunció después la palabra dialogante a Abraham, a Moisés, a los profetas. ¿Quién, qué hombre, será tan leal y fiel, que lleve a cumplimiento laborioso y sangriento, la palabra salvadora? Cuando los tiempos llegaron a la plenitud, la Palabra se hizo hombre, y habitó entre nosotros".
3. Esta vez no habrá fracaso, sino éxito total, porque ha enviado a cumplir esa palabra a su Hijo, que es la Palabra encarnada y personal, que no vuelve al Padre vacía, sino que hace su voluntad y cumple su encargo. Y su encargo es sembrar y sembrarse. Ahora es Jesús el que sale a sembrar. Jesús ha venido a sembrar la palabra, a transmitirnos lo que piensa y lo que quiere el Padre; a revelarnos el camino de la felicidad; a contagiarnos sus sentimientos y sus deseos, a regar con su sangre la siembra de su Palabra y a dejarse sembrar en el sepulcro. "Los gemidos de parto de la creación, que esperan y desean la manifestación de nuestra filiación divina", no van a ser ya defraudados.
4. Jesús siembra en todas partes, en los caminos, en el terreno pedregoso, entre zarzas, en tierra buena. A un agricultor no se le ocurrirá sembrar trigo en la carretera, o sobre el pavimento de su casa, o entre las zarzas y los erizos del monte, porque sabe que el camino o las zarzas o las piedras, serán siempre camino, zarzas o piedras.
Pero la semilla de la palabra que se siembra en el corazón de los hombres sí que puede ablandar el camino, y convertirlo en tierra fértil y en campo productivo; las zarzas y las piedras pueden desaparecer y la tierra limpia puede recibir la semilla buena de la palabra de Dios y llegar a producir frutos de virtud y de santidad.
5. Todos los días recibimos gran cantidad de semilla buena, de ejemplos buenos, de consejos estimulantes, de correcciones caritativas, estamos envueltos en acontecimientos salvíficos movidos por un Dios que no duerme, de gracias de Dios que nos ama y nos quiere salvar. Depende de nosotros que esa semilla produzca frutos o se esterilice.
6. El enemigo sembrará la inconstancia y la falta de raíces nos hará sucumbir en las pruebas y en las tentaciones. Las preocupaciones y las inquietudes, el nerviosismo y el estrés y la ambición y el afán de las riquezas, o el deseo de los placeres, pueden hacer estéril la palabra sembrada, pero eso ya dependerá de nosotros.
Dicen los sociólogos que se va extendiendo una religión hedonista, que no valora el pecado. Esa religión no produce frutos, no estimula a las generaciones jóvenes a entregarse por Jesús y como él a las almas, ni a una fidelidad constante ante las tentaciones. "Pasarlo bien" es su lema.
7. La Santa Virgen María, la tierra virgen disponible a la acción del Espíritu y los santos han sido la tierra buena que ha producido el ciento por uno. ¿Por qué no lo hemos de ser nosotros? "Dichosos vosotros porque oís lo que estáis oyendo. Muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que vosotros veis y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo vieron ni lo oyeron".
8. Al recibir la palabra de la Escritura y al comer la palabra encarnada eucarística que nos une con Dios, somos felices, pero también responsables de los frutos.
9. Con la Eucaristía y con la Palabra, "el Señor riega la tierra y la enriquece". La semilla necesita riego, pues bien, ahí llega "la acequia de Dios, rebosante de agua". El Señor "prepara los trigales, riega los surcos, su llovizna que él envía deja los surcos mullidos", y a medida que van saliendo "los brotes, él los bendice". "Los pastos del páramo rezuman abundancia, las colinas se orlan de alegría. Las praderas se cubren de rebaños y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan" mientras se orean y se balancean Salmo 64. De esta acción de Dios, vive, brota, fructifica, la vida de la Iglesia.
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es