DOMINGO 16 TIEMPO ORDINARIO CICLO A
EL TRIGO Y LA CIZAÑA
1. "No hay más Dios que tú, que cuidas de todo para demostrar que no juzgas injustamente" Sabiduría 12, 13. En el admirable orden del universo brilla la justicia distributiva de Dios. El, que ha destinado a cada ser una naturaleza y una misión para conseguir el fin último, que es la manifestación de su bondad infinita, de su sabiduría insondable, y de su belleza inmensa, ha otorgado a cada uno las propiedades de su naturaleza, y lo ha situado en su jerarquía, y ha repartido sus dones y sus gracias, ministerios y carismas, con la riqueza que corresponde a su fin, para que todos puedan dar su propia nota en el universo, que construya la armonía y la felicidad. Y todo ello, no porque Dios deba nada a las cosas creadas, sino porque lo debe a su propia justicia que, por ser una perfección, ha de estar en Dios infinitamente, que es la perfección absoluta. Así lo testifica San Dionisio: "Que la justicia de Dios es verdadera, se comprueba viendo que da a todos los seres lo que les corresponde según la dignidad de cada cual, y que conserva la naturaleza de cada cosa en su propio sitio y con su propio poder".
2. La Revelación nos dice: "En sus días se salvará Judá, Israel vivirá en paz, y le darán el título "Señor, justicia nuestra". "Lo que has hecho con nosotros está justificado, todas tus obras son justas, tus caminos son rectos, tus sentencias son justas". "Porque el Señor es justo y ama la justicia: los honrados verán su rostro". "En la siega... se revelará el justo juicio de Dios, que pagará a cada uno según sus obras". "Mía es la venganza, yo daré lo merecido". Y pudo decir San Pablo: "Ahora ya me aguarda la merecida corona con la que el Señor, juez justo, me premiará el último día".
3. Porque es justo y eterno y además es amor que no quiere que nadie perezca, sino que todos se salven, espera pacientemente a que sus criaturas se realicen y lleguen a su madurez, y a que los pecadores se conviertan. Entre tanto les rodea de oportunidades de salvación, les prodiga abundantemente su palabra, les edifica y les llama por medio de los ejemplos de los buenos, les envía sus gracias y toques por los méritos de la oración de su pueblo consagrado y por los innumerables medios que tiene su poder infinito, desconocidos para nosotros pobres hombres.
4. "El es grande y hace maravillas" Salmo 85. Las mayores maravillas del Señor las ha obrado y las está obrando en los hombres, en los que, con su gran sabiduría, va realizando siempre y ahora y mañana, la conversión y liberación de sus corazones. Y el establecimiento de su reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Porque "es clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal". Pídamosle que nos mire y que tenga compasión de nosotros.
5. El ha sembrado la buena semilla de su Palabra, que es él. Y se ha sembrado en el surco de la tierra esperando el fruto bueno de toda la creación para entregarla a su Padre. Pero el enemigo sembró la cizaña. La impaciencia de los buenos, que siempre se creen los mejores y juzgan a los demás como cizaña, quiere precipitar el desenlace. Esa actitud impediría la verdadera selección, porque él ha dado a su pueblo, a sus hijos, la dulce esperanza de que da lugar a que los pecadores se arrepientan. Tengamos paciencia, tanto si la cizaña brota en nuestro corazón y, aunque luchamos sin cesar, ahí está tozuda la raiz, como, y mucho más, si crece a nuestro lado. Dejemos obrar al tiempo y a la gracia, hasta la hora de la siega.
Por lo demás, el Reino pide una gran paciencia. La que se necesita para que el grano de mostaza se convierte en un árbol, y que un puñado de levadura fermente toda la masa.
6. "Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano". Si él tiene paciencia y espera culminar la obra de sus manos con éxito; si tanto nos ha esperado y espera, debemos nosotros acompasar nuestro paso al de Dios y ser tolerantes y respetuosos con el ritmo de los hermanos, esperando que todo saldrá bien el día de la siega.
7 Ahora, consagrado su cuerpo y su sangre por el ministerio del sacerdote que obra in persona Cristi, en su propia representación, apresurémonos a comer de ese pan, que siembra en nuestro ser personal para que demos mucho fruto. Fruto de vida eterna.
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es