DOMINGO 4 ADVIENTO CICLO B
EL HIJO DE DAVID
1. "Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos"... Romanos 16, 25. Dios había anunciado el misterio oscuramente, a los primeros padres: "Una mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Pondré enemistades entre tu descendencia y la suya"... Fue el primer anuncio del Mesías. Después le será anunciado a Abraham: "Sara te dará un hijo, Isaac. Yo estableceré con él mi alianza perpetua para ser su Dios y el de su descendencia". "¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, cuando ha de convertirse en un pueblo grande y fuerte por el que serán bendecidas todas las naciones de la tierra?" Todo misterioso... También a David: Israel había dejado de ser un pueblo seminómada. El rey tenía su palacio, pero el arca estaba depositada en una tienda de campaña. David piensa construir un templo. Le confía a Natán su plan. Natán lo aprueba. Aquella noche tiene Natán una revelación profética. Dile a David que no. Pero por su generosidad le promete a David que su pueblo se afincará definitivamente en Palestina, donde echará raices y vivirá en paz y prosperidad. Y afirmará la continuidad y perpetuidad de su reino 2 Samuel 7,1.
Es como si un rey, que conoce las vicisitudes de la historia que ha extinguido tantas dinastías, dudase de la permanencia de la suya: "No quiere ser Isabel la última", dice a su hijo Carlos la Reina de Inglaterra. Tu dinastía, David, no se acabará nunca. Reinará eternamente. Tu trono durará por siempre.
2. A esa dinastía prometida a David se refiere el Salmo 88: "Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono por todas las edades". "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre": "Yo seré para él padre, y él será para mí Hijo".
3. Cuando María, en el asombroso y bellísimo relato, uno de los más nucleares del evangelio por su riqueza teológica, ha terminado de exponer al ángel con suma delicadeza, su pasmo y extrañeza, escucha el mensaje: "Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin" Lucas 1, 26.
4. Ese es el "misterio mantenido en secreto durante siglos" de que habla san Pablo, y que nosotros ya conocemos, en el que aparece el maremoto de la acción de Dios, actuando desde la profundidad de su Sabiduría. Abraham y David lo veían en una nube llena de oscuridad. Los anuncios del misterio mesiánico eran eso, misterio. Pero no podían sospechar, a pesar del mucho amor declarado por Dios que experimentaban, que el mismo Dios llegara a la "locura" de hacerse hombre. Pero Dios no es un Dios espectador insensible, que contempla inactivo el devenir de la historia, sino el Dios-Amor, cuyo dinamismo está atento a la decisión de la virgen elegida para Madre de su Hijo Redentor, en quien se van a cumplir las esperanzas de Israel. Esperando la respuesta de la humanidad, se abre el diálogo entre el ángel de Dios, Gabriel, y el ángel de la humanidad, María, llena de gracia: "Has encontrado gracia ante Dios", en el que se decide la entrega entre personas. -Si tú quieres, yo quiero. Si me haces un sitio en tu seno, me quedo. Habla el ángel, expresión de la cercanía de Dios, en su nombre. María acepta la Palabra, el Espíritu la cubre con su sombra, y el Verbo se hace carne en sus entrañas, "porque para Dios no hay imposibles". El Espíritu que desde la creación ha ido conduciendo a los hombres hacia Cristo, ha tomado posesión de María para convertirla en su madre y ofrecernos su misericordia y su salvación. Dios ha actuado creadoramente por el Espíritu Santo; y se ha hecho presente en el Hijo que va a nacer de María, en quien se concentra toda la espera de Israel, que en ella es bendecido. María, es la figura del Adviento, en quien Dios se hace cercano: "Emmanuuel". En este precioso momento ha sido alterada cualitativamente la historia del hombre. Se ha roto la infinita soledad cósmica y ha sido derribado el muro de la muerte.
5. Cuando nazca Juan, su padre, Zacarías, cantará al Dios que mantiene la promesa: "Bendito sea el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado un poderoso salvador, en la casa de David".
6. "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" gritaba a Jesús el ciego de Jericó. Como: "Hijo de David", le aclamarán el domingo de Ramos. El mismo Jesús confirma su relación con David: "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?". "El mismo David dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha...¿Cómo puede ser hijo suyo si le llama Señor?". La gente que le oía estaba muy contenta de que se le recordase todo el mesianismo davídico, con una dimensión nueva, que no podían entender: Que fuera hijo y a la vez su Señor. Dijo el Señor, el Padre, a mi Señor, mi hijo, es decir, mayor que su padre David.
7. En el libro de los Hechos, Pablo, rememorando las palabras de Zacarías, habla en Antioquía: "De la descendencia de David, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús".
8 Cuando Pablo experimenta que se complace en la ley de Dios según el hombre interior, pero que siente en sus miembros la ley del pecado, se pregunta: "¿Quién me librá de este cuerpo de muerte?". Y se responde: "La gracia de Dios, por Nuestro Señor Jesucristo". Como él, todos los hombres estamos sujetos a la ley del pecado, y necesitamos un salvador, un Redentor, que nos libre de la esclavitud. Gracias, Señor, porque vas a venir a salvarnos y a redimirnos.
9. Dice María al ángel: "He aquí la esclava, hágase en mí según tu palabra". Gracias. Señor, porque la mujer que tú has elegido para traerte al mundo, fue fiel y dijo que sí. Digamos también nosotros: hágase, nazca en mí... Va a nacer sobre el altar. Venid, adorémosle y comámosle para la vida eterna.
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es