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El esfuerzo de Jesús Martí Ballester Con 93 años cumplidos el sacerdote valenciano, Jesús Martí Ballester, sigue trabajando y mucho. A sus instancias hemos construido esta página de Reportaje con tres piezas fundamentales. La primera es la historia y las motivaciones de la fundación y larga vida de “Amor y Cruz”. Al final de la misma damos reseña del libro, de gran formato, que habla de la fundación del grupo. Luego están las reseñas de sus dos últimos libros “Beato Pablo V, Gran timonel del Concilio” y “Así oraba y nos propone orar Santa Teres”, uno más de Martí Ballester sobre la santa de Ávila, sobre la cual el padre Martí Ballester está considerado como experto a nivel mundial. Esperamos que todo ello sea del aprecio de nuestros lectores.
2015 AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA “Amor y Cruz”: una Institución nueva en la Iglesia. FUNDADOR: Padre Jesús Martí Ballester Un deseo de crecimiento en la santidad personal propia, extendido al grupo primero como medio para la evangelización, conversión y crecimiento en la fe y en las demás virtudes evangélicas de la parroquia de Sinarcas, de la Archidiócesis de Valencia, de la que el Fundador, Jesús Martí Ballester, era párroco, dio origen a esta Institución. Fueron unos años de mucho sufrimiento e incertidumbre, titubeos y consultas, oración y sacrificio e incluso carismas místicos. Parecía un sueño, pero la parroquia toda se conmovió. Como medio eligió la oración, de la que la Obra será abanderada practicando con las obras y predicando con las palabras el recurso infalible que nos ha dejado el Señor para extender y profundizar la semilla del Reino, leyendo profundamente la Sagrada Escritura, siguiendo la doctrina de los Padres, el magisterio los teólogos, y el seguimiento permanente de los tres Doctores de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresita del Niño Jesús. La oración contemplativa será su meta. Y éste es el carisma de la Obra. Todas las otras actividades sólo serán medios para sobrevivir y para comunicar a quienes deseen compartir sus dones y su experiencia de Dios. Y como “oración y regalo no se compadecen”, dice Santa Teresa, aquella irá acompañada de sacrificio y penitencia. LAS PRIMERAS PERSONAS Como dadas las cualidades y características de las primeras personas en las que consiguió contagiar el ideal, no les podía pedir ni la clausura, como la de las carmelitas descalzas, aunque iban a encarnar el mismo espíritu, ni deseaba que vistieran hábito, ni que residieran en grandes monasterios metidas entre rejas, comprendió que esa era la voluntad de Dios, pues que no le daba otra posibilidad. Pero siempre pensaba que eso eran cosas accidentales y, que en el futuro, esa vida carecería de atractivo para las generaciones venideras de jóvenes. Lo que sí era sustancial era la oración y la contemplación. Se trababa de crear un molde en el que se posibilitara lo esencial para que éste no se perdiera por métodos accidentales. De este modo, AMOR Y CRUZ formaría contemplativos en el mundo y, si se quiere, monjes y monjas en la ciudad, que junto al espíritu teresiano-sanjuanista, uniría la estética benedictina, para que Dios en Cristo y el Espíritu fuera el Señor absoluto por quien se viviera y a quien se inmolaran. Las actividades a que se dedicarían deberían siempre dejar a salvo su carisma y actividad principal, fundamental y sustancial. La lectura y estudio de la Palabra, el conocimiento de los Padres y del Magisterio de la Iglesia deberían ser la raíz de su vida contemplativa. Con el beneplácito del Arzobispo de Valencia, D. Marcelino Olaechea participó, con otros cuatro sacerdotes en las oposiciones a Magistral de la Catedral de Valencia. El haber sido destinado a la ciudad de Valencia y después a la de Carcagente, le hizo ver el querer de Dios de que la Obra debía abrirse a nuevos horizontes. Así fue. Con la debida aprobación del Arzobispo de Valencia, de los Cardenales de Barcelona y de Madrid, y del Obispo de Teruel, se comenzó a extender la Obra. Y Dios nos probó. En poco tiempo el Señor se nos llevó a las dos Teresianas de Amor y Cruz más jóvenes. Una con 22 años de edad. Y comenzó a escribir, con la intención de publicar, porque escribir sin esa, lo venía haciendo desde seminarista. La edición del primer libro CANTICO ESPIRITUAL no fue fácil. San Juan de la Cruz no estaba de moda y él era un escritor novel y desconocido. Por fin salió a luz, y en un mes se agotó la edición que ya ha alcanzado la 7ª. De sintió acogido con aquel best-seller, y siguió escribiendo. LA ACCIÓN DEL ESPIRITU SANTO EN LOS FUNDADORES El Espíritu Santo, alma de la Iglesia, con su inagotable creatividad, suscita, cuando a Él le place, a determinadas personas, a quienes prepara, coloca en situaciones apropiadas y significativas, y a su manera, siempre misteriosa, no sin dejar algunos cabos sueltos, por los que con el tiempo se hace verificable su acción, las va trabajando y capacitando para sembrarles una idea fecunda, les afina la percepción para que puedan recibir una onda, una iniciativa, un matiz, y después inspira y hace capaz a la persona para responder al impulso divino de lo que hoy, en expresión ampliamente difundida y repetida, se llama carisma. Ese carisma significa una iniciativa, una peculiaridad, que el Espíritu concede en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. En virtud de esa designación divina, estas personas reciben una experiencia especial que les causa una visión muy realista de un problema determinado, son conducidas por el Espíritu a ofrecer una solución, más o menos general, más o menos modesta, siempre dentro de la Comunidad eclesial. Es eso lo que les hace llegar a la raíz del problema, dejando de lado los accidentes, los temas superficiales y las cuestiones marginales. Ahí justamente se atisba la acción de Dios, que les comunica su sabiduría en el momento preciso. Esta elección les hace ser realistas y les enseña a no caminar dando palos de ciego, debatiéndose en minucias, y a no malgastar energías y perdiendo el tiempo dando vueltas siempre alrededor de la situación, sin encontrar la solución. Estas personas no son una propiedad privada de una familia religiosa, sino un patrimonio eclesial pues, su misma persona es intrínsecamente eclesial; no sólo porque ha nacido y ha crecido y se ha formado en la Iglesia, sino porque expresa su vitalidad más profunda, que consiste en "manifestar cada día mejor, a fieles e infieles, a Cristo, ya sea entregado a la contemplación en el monte, ya sea anunciando el Reino de Dios a las multitudes, sanando enfermos y heridos, convirtiendo a los pecadores, bendiciendo a los niños, haciendo el bien a todos, siempre obediente a la voluntad del Padre que le envió" (L.G., 46). Ellos solos, por otra parte, no pueden abarcar todo el panorama que el Señor les ha hecho intuir, ni pueden aportar todo el remedio a la carencia intuida y sentida, ni agotar toda la creatividad del carisma recibido, que por ser vivo, es dinámico y evolutivo. Necesitan la fuerza del grupo, el aliento de la comunidad, las energías de los hijos a quienes contagian su idea, educan y estimulan con su vida, hasta llegar a conseguir una plena sintonía y una íntima y espiritual compenetración. CARISMA Y PRECARIEDAD La necesidad del grupo para estas personas, es pues, evidente, por la misma naturaleza del carisma y la precariedad de la vida humana. Pero no sólo de su grupo humano. Necesitan también ser arropados por la Iglesia y ser respaldados por Ella, que es la que les envía y les confiere la misión para trabajar en la misma viña, con un mismo fin. "A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien de la comunidad" (1 Cor 12). Esta garantía y este apoyo es el que hace crecer a la Iglesia y, a la vez, garantiza al Fundador la autenticidad de su carisma, a cuya intrínseca naturaleza le corresponde la dimensión comunitaria. Es San Agustín quien exhorta a no desperdiciar ni una sola partícula de bien: "particula boni doni non te praetereat"; y San Pablo nos manda "no extinguir el Espíritu" (1 Tes 5, 19). Según esto, cuando el Espíritu envía a la Iglesia una chispa de luz, de fuego, de vida, todos tenemos el deber de fomentarla para que crezca y para que su capacidad innovadora encuentre campo propicio de siembra, de desarrollo y de cultivo; para que nos aleccione y aproveche su intuición de futuro, y la previsión de su profecía nos encuentre atentos. Cuando el nuevo carisma arraiga en la Tradición, que también es obra del Espíritu, se logra prolongarlo, y enlazar uno y otro con las necesidades de los tiempos nuevos, pues lo propio del que recibe del carisma nuevo es poseer la suficiente clarividencia para leer los signos de los tiempos y flexibilidad, capaces de evolucionar. HOMBRES DE DIOS Se aseguró con el parecer de hombres de Dios, como el Padre Francisco Segarra, S.J, el primero, y después con el de los Padres Marceliano Llamera y Emilio Sauras, O.P., y D. Pascual Ortells, Operario Diocesano y Rector del Templo de Santa Catalina de Valencia; y le garantizaban las declaraciones del Dr. Gabriel Solá, Canónigo de Barcelona y el Dr. Xavier Alert, Magistral de Sevilla, de que la "Institución AMOR Y CRUZ", llenaba una labor de una dimensión tal, que hoy difícilmente se puede valorar como es debido, si no es desde una gran sensibilidad espiritual y desde una singular perspicacia pastoral. De la misma manera, las publicaciones de D. Jesús Martí Ballester, sacerdote del Presbiterio de Valencia, eran el suplemento y la extensión de ese mismo espíritu. De igual parecer era el Cardenal de Toledo, Don Marcelo González Martín. CARTA DE FR. EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, OCD, AL AUTOR Lo más hermoso de las cosas es lo que tienen de Dios. Estamos ante un libro delicioso, que versa sobre el agua, el agua que en Valencia se convierte en vida vegetal, y que en Castilla, por arte de santa Teresa, se convirtió en vida eterna por su paralelismo con la gracia cristiana que santa Teresa puso en evidencia en esos capítulos fascinantes de su Vida (CC. 11-22), que son tema de tu delicada obra, Cuatro grados de oración... Lo más hermoso de una flor de pétalos delicados, como tejidos en el aire, perfumados con esencias increíbles, pintados con los colores más peregrinos, es verla brotar de un tronco adusto y espinoso, que por muy incompatible que parezca es “lo suyo”; esa flor que nace en el extremo de una planta espinosa no nacería en la punta de una tierna escarola. Misterio de la tierra que evoca los misterios de Dios. Esa misma agua en la que también tú nos recreas no nace de la punta de un naranjo, sino de un manantial que brota de las entrañas de una tierra adusta o de unos peñascales abruptos y áridos, que parecen incompatibles con la cristalina fuente que mana de allí como la cosa más natural. ¡Misterios de la tierra, evocación de los misterios de Dios! El agua surge del erial y del peñasco; la flor, de un tronco espinoso; y la gracia de Dios, “flor de las flores”, del Árbol de la Cruz. No cerremos los ojos: la gracia cristiana, la más hermosa y delicada de las flores, no brota tanto de Jesús adolescente entre los letrados del Templo, ni de las Bodas de Caná, donde Él convierte el agua en vino, sino de la peña del Calvario, cuando Él, inclinada la cabeza, exhala el espíritu, de puro dolor, de un amor que se entrega sin condiciones, alcanzando el perdón de aquellos que “no saben lo que hacen”. Este libro que nos ofreces, querido don Jesús, es una flor de pétalos blancos, sedosos y puros como la nieve de Navidad. Mi curiosidad querría encontrar la conexión que une a tu vida sacerdotal ese temario tan sugestivo que nos ofreces en todos tus libros; pero más llamativamente en este del agua, de esa agua que san Francisco llamaba “la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde; ¡loado, mi Señor!”. Cuando pretendo hacer el recuento de tu vida, recuerdo páginas brillantes, que prometían de ti un insigne porvenir. Criado en un ambiente de intensa cristiandad, parecías un superdotado en la palabra y en la pluma. Desde tu juventud te deslizaste por las corrientes de la más noble literatura y de una elocuencia inflamada, contagiosa. Prometían tus dotes naturales ser una eminencia gloriosa, en la oratoria y en la pluma, acompañadas de un físico retador, hecho para triunfar en todos los frentes. Te viste encerrado desde el principio en la humilde parroquia de Sinarcas; pero el eco de tu voz tras tus oposiciones a Magistral de la Catedral de Valencia y el aroma de tu ejemplo sacerdotal, que perfumaba el ambiente, hizo que se percatasen de tus valores humanos y te llevasen a Carcagente, ciudad feraz de la campiña valenciana y a la capital del Turia. Allí fueron tus charlas radiofónicas y tus solicitadas predicaciones que sacudieron las conciencias adormecidas y te hicieron ser conocido. Si hubieses pensado sólo en ti, te veías en un pedestal prometedor para triunfar en todo lo humano. Pero el peñascal, que eras tú, se endureció en sí mismo, y en vez de ser tú el vergel, preferiste ser manantial, para que los vergeles fuesen otros, otros campos, regados con las aguas que brindaba tu peñascal. Y Dios te selló con el carisma de Fundador, fundador de una obra entrañable, revestida con tus dos divisas: Amor y Cruz. No disimulabas. Era tu vida: en ti nacía todo el Amor que Cristo te había confiado como "cinco talentos” para que los negociases. Y la Cruz, que de pronto no imaginabas que lo fuera de verdad, era el eco auténtico de tu “primer amor”. Y no te dabas cuenta de que, como Cristo, te habías comprometido con la Cruz. Y tu Obra, que parecía ser una corona de laurel, se convirtió, como la de todos los amigos de Cristo, en corona de espinas. Los que lo ven se quedan consternados: ¿Cómo puede ser vilipendiado un varón de Dios que sólo piensa en ser fuente y repartir el agua para los demás, que-dando él, como el peñascal, sin gota de agua? Yo diría, querido don Jesús, que esa divisa de “tu Cruz” es la respuesta de Aquel a quien te consagraste. Él te quiere unir consigo, y no en la Transfiguración, sino en la Cruz del Redentor. Eso veo en las corrientes de agua que manan y corren por el canal de tu presente libro. Es el símbolo de tu vida, la respuesta de tu Amigo: No temas, que Yo estoy contigo. Abrázate a tu suerte y no te dejes llevar por el vaivén de las opiniones terrenales, que suelen ser tanto más fugaces cuanto más falaces. Métete en las corrientes del “agua viva”, y recuerda las palabras de tu maestro, san Juan de la Cruz: “Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras, porque es de noche”. Con un abrazo. Fr. Efrén de la Madre de Dios. OCD SEMILLAS DE FUNDADOR La predilección del Fundador por los Doctores Místicos, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Santa Teresita, vendrían a ser una de las principales conexiones con la Tradición. ¿Por qué esta preferencia? Se encuentra por medio la nube del misterio, pero también se dan algunos indicios, que nos permiten aventurar hipótesis de seguimiento. Pero antes, en su niñez, comenzó a conocer y a leer asiduamente a Santa Teresa del Niño Jesús. Ella les descubrió a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, que le han acompañado durante toda su vida sacerdotal. Su lectura prolongada y su estudio le han permitido vivir sin grandes dificultades, las crisis y transformaciones de estos últimos tiempos en la Iglesia. En ellos ha bebido el amor a la oración. Ellos le han enseñado a orar. Con ellos ha podido aprender a enseñar a orar y desde ellos, Fundadores, sobre todo desde Teresa, ha prendido en su espíritu el carisma de fundador. Por eso no resulta extraño que haya escrito tantos libros sobre ella y San Juan de la Cruz. Los múltiples y eminentísimos Prólogos y Presentaciones de sus libros, se fijan principalmente en él como escritor, y sólo sugieren su carisma de Fundador, cualidad ésta que, tratándose de un carisma tan vital para la Iglesia, hay que potenciar y estimular y aprovechar para su servicio y para toda la humanidad en la cual, necesariamente, también redundará. Aunque todo es muy poca cosa", hay que tener en cuenta que en el orden sobrenatural, no se puede decir que algo es poca cosa. De entre los centenares de cartas recibidas que ponían la oportunidad y el momento de gracia que suponían las publicaciones, podemos transcribir la carta del Padre Federico Ruiz Salvador, Carmelita Descalzo, profesor del Pontificio Instituto de Espiritualidad “Teresianum” de Roma, en la que da su impresión sobre sus libros: “Para mí mismo, resulta agradable y eficaz esta refundición. Se mantiene en el plano de la expresión y del lenguaje; pero hoy sabemos que el lenguaje implica la experiencia, la mentalidad, las zonas de interés, sensibilidad, etc. Todo ello gana en luminosidad con los retoques. Ganan en nitidez los textos bíblicos también, y en general todo el estilo de frase corta, que facilita la comprensión y la memoria. Le felicito por el esfuerzo bien compensado y por el servicio que ha prestado a los Doctores Místicos y a los lectores. Sólo el amor a unos y a otros y una prolongada asimilación de las experiencias de ambos ha podido darle luz y valentía para llevar a cabo una obra que requiere mucho cariño, arte y competencia. La constante demanda de los lectores y la continua sucesión de nuevas ediciones, manifiestan el conocimiento profundo que de nuestros Místicos castellanos posee y confirman con la experiencia la necesidad y los deseos de sus seguidores. Con estima y afecto, Federico Ruiz Salvador, O.C.D. ¿POR QUÉ SE VALORA TANTO LA ORACION EN ESTA FUNDACIÓN? En la historia de la Iglesia se han dado y se darán distintas líneas y estrategias de pastoral, en los sacramentos y su recepción por los fieles, en los organismos de gobierno, etc. Pero si cambia la pastoral, no cambia el Evangelio. Siempre será verdad que he venido para que tengan vida abundante; si el grano de trigo no muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto; si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida?; ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios quien hace crecer. Si en la vida cristiana, en la vida religiosa, no se trata de tener, sino de ser, hemos de acudir a Dios: Esto es la oración. La oración siempre será necesaria y fecundará el fruto de los sacramentos. Sin vino se puede vivir, sin agua no. Los sacramentos serían el vino, más preciosos, la oración sería el agua. Es en ella donde Dios nos recrea, nos infunde su Espíritu, nos entrega su entraña. DISTINTAS SON LAS FILOSOFÍAS Distintas son las filosofías que, en la práctica, pueden movilizar la acción, incluso pastoral: A) La materialista: Se destaca por la obsesión por el número, la productividad y la producción. Si no se produce, no vale. De ahí, los ancianos abandonados…hasta la eutanasia. Existe el peligro de confundir el ser con el producir. Y no es lo mismo producir un objeto, que realizar un acto. Un robot nos producirá todos los objetos que le programemos. Pero ningún acto interior. B) La mundana: La lucha por el carrierismo. La ley del amiguismo. La práctica del arrimarse al sol que más calienta. La fuerza del enchufismo, que expuso en los "Intereses creados" D. Jacinto Benavente: "No hay hombre sin hombre". Y la otra: cuando las cosas no se ven claras, no comprometerse. Y cuando ya lo son, unirse al carro del triunfador. C) La divina: La renovación del mundo comienza en el corazón de cada persona (Juan Pablo II en la India). En efecto, es más fácil calzarse unas zapatillas, que alfombrar de moqueta todo el mundo. Y ¿qué es renovarse? Dejarse cambiar el corazón. “Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su cuerpo el corazón de piedra y le daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas, y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios” (Ezequiel, 11) Es más fácil evadirse en el trabajo, que también aturde y gratifica. Es más difícil esperar, callar, sufrir, tener paciencia, amar a fondo perdido y no para que nos quieran o porque nos quieren. Es más difícil quemar una hora en la oración árida que ocho en la oficina con el teléfono repiqueteando a todo gas. Santa Teresa propone como fin de su gran reforma: “me determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, pues el Señor tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que esos fuesen buenos (Camino 1). “Son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos (Vida 15). La reforma de Santa Teresa está en la línea del ser, no del producir, aunque a la larga es la línea que más produce, sin intentarlo. Los mayores activos han sido los más grandes contemplativos. Por eso dice San Gregorio Magno: “Sea el Obispo el primero en la acción y el más alto en la contemplación”. “En muchos años, sólo se aprovecharon tres de lo que les decía; y después que ya el Señor me había dado fuerza en la virtud, se aprovecharon muchas. (Vida 13). En realidad, ¿qué es más eficaz en el Reino? Hay que Mirar al Calvario. Hay que perseverar y aceptar el largo plazo. Apetece más el “veni, vidi, vici”. Esta no es la ley del Reino, como no lo es la del crecimiento de la vida en ningún orden: en una planta, un animal, un niño, y menos, en un Dios por participación, que crece contra natura. Sembrar sin ver la cosecha, con la seguridad, la certeza de la cosecha. Sembrar sin recompensas humanas…Era lanzarse al kamikaze. Practicarse el harakiri. Cuando se empezó se sabía que se había terminado la carrera humana. Pero había un fuego dentro que cegaba todas las razones y sorteaba todos los obstáculos, tribulaciones, asechanzas, aislamiento, desconfianza, celotipias, inseguridades e incertidumbre. Se comprende el aislamiento y también la soledad. Para amar hay que comprender, estar en la misma onda, por eso los hombres que quieren hacer algo grande por Dios, necesariamente tienen que verse o solos o poco acompañados. Don Marcelo González Martín, ex primado de Toledo, y biógrafo de San Enrique de Ossó, fundador de la Compañía de Santa Teresa, refiere que en los papeles de D. Enrique, consta: “Mossén Sol, quedó a deberme ciento cincuenta o doscientos duros. Están perdonados. Eran los dos únicos amigos. Los dos fundadores, éste de los Operarios Diocesanos: “La sangre y la vida darán por las empresas de Dios, las almas de Dios" (Santa Teresa). LA FIEBRE DEL NÚMERO Si habláis de la obra, casi siempre escucharéis la misma pregunta: ¿Cuántos? Pero el número no lo es todo, no es decisivo en nada de verdad. En cuanto al número, oigamos a Cristo que dice a los doce: “¿También vosotros queréis marcharos? Está dispuesto a quedarse solo. Una sola ascua contiene energía para provocar un incendio gigantesco. Sin meternos con el átomo. El día 10.11.99, el Presidente de la CONFER, Jesús María de Lecea, decía en la inauguración de la VI Asamblea General de religiosos y religiosas españoles que “la vida religiosa se prevé minoritaria pero lo importante no es la cantidad sino la calidad. Al ser menos y con menos fuerza y poder, se nos abre el camino evangélico de realizar un servicio desde abajo: “Si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”. En realidad, ¿para qué sirve un ejército millonario de mediocres o cobardes? Este es el ideal con que se empezó: vivir una vida en una gran vibración sobrenatural…No tendrán clausura, ni hábitos, ejercerían un trabajo corriente, en medio de los hombres, pero con un espíritu cien por ciento evangélico. “Sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía” (Noche oscura). Un grano de trigo fue enterrado en el Calvario. La espiga llena ya toda la tierra. De esa espiga somos un grano. Y la vida de la Trinidad que en ella vive corre hoy por nuestras venas. “Es necesario que yo disminuya para que él crezca” Es verdad que todo es muy poca cosa, pero ¿en el orden del amor se puede decir que algo es poca cosa? LA ORACIÓN, ACTIVIDAD PRINCIPAL DE LA OBRA --Para Teresita del Niño Jesús la oración es un impulso, una sencilla mirada elevada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en la prueba como en la alegría. --Para San Juan Damasceno es la elevación del alma a Dios o la petición de bienes convenientes. --Para Donoso Cortés “si una hora de un solo día la tierra no enviara al cielo una oración, esa sería la última hora del universo. Santa Teresita está más cerca de San Agustín para quien la oración es una elevación de la mente o del corazón a Dios. Santo Tomás resume las dos definiciones: “levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Esta definición da lugar a que los teólogos radicales de la secularización, llamen a Dios el tapa-agujeros del hombre. Los teólogos cristianos para evitar esta acusación, han potenciado más la vida teologal y han destacado que junto a la petición está la alabanza, acción de gracias, adoración. Porque Dios es bastante grande para que el hombre le inmole su ser y su tiempo en la oración. Desde la humildad, que es la base de la oración, y la disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios, dice San Agustín. Cristo es el primero en buscarnos: “Si conocieras el don de Dios” y el que nos pide de beber. La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed (San Agustín). Nuestra oración es una respuesta a la queja de Dios vivo: “Tú le habrías rogado a él y él te habría dado agua viva”. Me dejaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas rotas” (Jeremías 2,13). La oración es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo; es comunión con Cristo y con toda la Trinidad. En el Antiguo Testamento, la creación ya es un diálogo, y Dios le habla a Adán “¿Dónde estás? ¿Por qué lo has hecho? Y el Hijo al entrar en el mundo, le dice al Padre: “Vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad”. La oración por tanto se encuadra entre la caída y la restauración del hombre. --Abraham se pone en camino como se lo ha dicho el Señor. Y Abraham, que es hombre de hechos más que de palabras, en cada etapa levanta, como respuesta, un altar al Señor. --Moisés es el mediador y habla con Dios cara a cara. También David es hombre de oración, y compone los Salmos. Y los Salmos son la oración del pueblo, que pide, suplica, da gracias, se queja, confía, ama, espera, y puede irse en paz con el Señor, a quien se dirige e increpa. Y Elías, atrae la sequía a Israel, y los profetas, no sólo hablan con Dios sino que también escriben de Dios. --Jesús oró incesantemente. El, que pasó su vida en oración, comenzó también su Pasión orando en el huerto de Getsemaní (Lc 22,41). María recibió al Arcángel en oración: “Fiat mihi secundum verbum tuum” y comenzó a ejercer de Madre de la Iglesia, orando en el cenáculo con los apóstoles (Hech.). El evangelio de Marcos 9, refiere que el padre de un joven endemoniado se dirigió a Jesús, después de que sus discípulos habían fracasado y no habían podido lanzar al demonio: "Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y donde le coge le tira; echa espuma, rechina los dientes y se pone rígido. He pedido a tus discípulos que lo alejen, pero no lo han conseguido". Cuando le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Por qué no hemos podido expulsarlo nosotros? Jesús respondió: Esta especie sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno" (Mc 9,28). Habían fracasado los discípulos de Jesús, a quienes él estaba formando para continuar su acción; los que mientras Jesús oraba en Getsemaní, dormían (Lc 22, 45), y sólo el Espíritu Santo en Pentecostés les enseñará a decidirse por la oración: "Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra" (Hech 6, 4). Y San Pablo exhorta: «Orad sin interrupción» (1,14). AGUA, ALIMENTO... Como el agua para los árboles y las plantas, como los alimentos para el cuerpo, como la sangre para el organismo, como los cimientos para la casa, como el estómago para la digestión, y el oxígeno para la vida, es la oración para la vida cristiana. En ella se aprenden verdades, no teóricas, sino sapienciales. Al Niño Dios, lo vieron muchos, pero sólo fue reconocido por Simeón y Ana, personas de oración, y como Hijo de Dios y Mesías, sólo por San Pedro (el corifeo) entre sus discípulos, porque no lo supo por los sentidos corporales, sino por la promesa de Jesús. Así como las manzanas no hay que rimarlas, sino morderlas para saborearlas y el perfume de la rosa hay que aspirarlo y no contentarse con saber de la rosa en la lectura de las Enciclopedias, a Dios hay que saborearlo para saber a qué sabe (San Juan de Ávila). Lacordaire, el gran orador de Nôtre Dame de París, en la cresta de la ola de su fama de sabio, fue a ver y a escuchar al Cura de Ars, que había sido ordenado por misericordia. Y sentenció: Ha dicho con gran sencillez una idea, tras la cual voy yo muchos años. Me ha enseñado a conocer al Espíritu Santo. ORAR NO ES ESTUDIAR. ORAR PARA ESTAR CON DIOS. Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, él, que es la placa de la expiación colocada sobre el arca de Dios y el misterio escondido desde el principio de los siglos. El que mira plenamente de cara esta placa de expiación y la contempla suspendida en la cruz, con la fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración, alegría, reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la pascua, esto es, el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido, y descansa con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo Cristo al ladrón que estaba crucificado a su lado:” Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto, dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo. Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos. Este fuego es Dios, cuyo horno, como dice el profeta, está en Jerusalén, y Cristo es quien lo enciende con el fervor de su ardentísima pasión, dice San Buenaventura. No se trata de orar para conseguir nueva claridad de ideas, intuiciones, enfoques, sin someterse a la Palabra por encima de los intereses personales. Ha dicho Juan Pablo II: “Se ha discutido mucho,…pero se ha orado poco”. Y San Juan de la Cruz: “Adviertan los que son muy activos que quisieran ceñir el mundo con sus predicaciones, que harían más con una hora de oración, aparte del buen ejemplo que darían. Lo contrario todo será dar martillazos o envanecerse” (Cántico, 29). No hacemos oración para adquirir fuerza, que también, sino para ofrecer nuestras fuerzas a Dios, aunque sea en la Noche. En la vida cristiana, no podemos estar siempre gastando energías. Necesitamos reposo, sosiego, paz: Y así como el agricultor no pierde el tiempo cuando afila la guadaña, «si yo realizo el trabajo difícil de orar, caerán todas las murallas» (Wernher von Braun). Pero este trabajo nos resulta el más molesto. Y cuando comer, que restaura y recrea, cuesta más trabajo que el trabajo, mata la anorexia. Qué epidemia de anorexia se extiende por el mundo, aun por el cristiano, que haría a Jeremías repetir: “los niños pedían pan, y no había quien se lo repartiera” (4,4). Pero he aquí que siempre se nos ocurren cosas que hacer cuando decidimos ir a orar. Porque la dificultad no sólo nos viene de la naturaleza, sino del príncipe de este mundo, que sabe que su reino lo tiene perdido si oramos. “MARTA, MARTA…” “Marta, Marta, estás inquieta y nerviosa por tantas cosas: una sola es necesaria". Ella quería darle un buen hospedaje a Jesús. Honra al huésped y se olvida del Maestro. Quiere honrar a Jesús y termina por reprenderle. Hay que hacer la síntesis. Cuando Marta, ansiosa, tensa, agobiada y celosa, pidió a Jesús que reprendiera a Marta, consiguió ser ella la amonestada: No reprendió su servicio, sino el modo de servir. ¿Por qué estaba tensa? Quería hacer un buen papel delante de su huésped. Buscaba más ganar prestigio de buena anfitriona, que acoger a la persona del Maestro. Con amor de sí misma, se olvidó del amor al Señor. En vez de dedicarle a él la atención y el afecto y el cariño, la mirada y el acatamiento, la dedicó a los pucheros, y a las achicorias y a las manzanas, a los higos y dátiles y a la carne que estaba cociendo, al mantel y a la colocación de los muebles y esteras. No es que esto estuviera mal, pero es que lo otro era mejor, y es lo que hizo María, que supo elegir la mejor parte, que no se la quitarán (Lc 10,38). ¿Acaso será el Señor, el único amo que no paga a sus trabajadores, cuando es él quien manda hacerlo a los patronos? SÍNTESIS NECESARIA La Iglesia tiene que hacer la síntesis de las dos posturas. No excluir una en detrimento de la otra, sino integrar las dos. De la intensidad de la atención al Señor brota la iniciativa del servicio y la permanencia en él, aunque no sea gratificante. Porque sensiblemente casi siempre es menos placentero atender a Dios, que parece que no nos dice nada aunque nos pasemos la noche en oración, que dar de comer a un enfermo que nos corresponde con una sonrisa, o limpiar a un subnormal, siempre sonriente. Y seguramente es más apetecible organizar un club de muchachos agradables, que dedicar la mitad del tiempo a estar sentado a los pies del Señor como María, o estar de pie con los ojos fijos en él, como Abraham. Un esposo que trabaja toda la semana y cuando llega por la noche cansado, apenas le dice cuatro palabras a su esposa, y el viernes por la tarde le entrega el sobre abultado con el salario ganado y cree que porque ha estado enfrascado en el trabajo para la esposa ha cumplido con su deber de esposo, no se ha dado cuenta de que la atención a la persona de su esposa y al diálogo con ella es más importante. ¿Pueden estar toda la semana mirándose a los ojos? No, hay que integrar las dos actitudes. Primero, el corazón a la esposa y desde ahí, el trabajo con mayor ilusión. "Cuando estás en casa te entretienes jugando con el ordenador, y salimos de paseo con los niños, y te vas a ver a tu prima", se quejaba dolida a su esposo una esposa con razón. Santa Teresa decía que “entre los pucheros anda el Señor”, pero si no se enciende por la mañana el motor de la calefacción, estamos todo el día destemplados, pensando sólo en los pucheros. Para encontrar al Señor entre los pucheros, hay que cultivar su amistad. De lo contrario el Señor se va difuminando y quedando en la penumbra hasta desaparecer del horizonte, y entonces aparece la tensión, se pierde la calma y sólo cuenta el trabajo y "tantas cosas". Una Iglesia que centre más su atención en el trabajo de Dios que en la persona de Cristo, ni ha entendido el amor, ni ama de veras, y además, se agota en la esterilidad. NO SE PUEDE DEJAR LA ORACIÓN “¿Por qué han de dejar la oración? Por cierto, si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que la oración les dé contento. Cierto, les tengo lástima, que a su costa sirven a Dios; porque a los que hacen oración el mismo Señor les hace la costa, pues por un poco de trabajo da gusto para que con él se pasen los trabajos” (Vida, 8,8). Pero cuando comenzó a hacer oración, dice que estaba más atenta al reloj. Sacaba agua del pozo con esfuerzo. Después vendrá la noria, y el río o arroyo y la lluvia con descanso y gozo. Por eso hay que cultivar y estimular la oración de la Iglesia, y en lugar preeminente, la oración de los hombres de Dios, de los consagrados, las consagradas, que son nuevos Moisés. Pero también de las familias. Hay que fomentar la oración en familia, al comienzo del trabajo, antes y después de comer. A veces se siente vergüenza de hacerlo, porque nos parece que eso indica debilidad, y como menos hombría y, sobre todo, menos modernidad. Parece que el hombre ha de crecer a costa de Dios. Como si el recurso a Dios testificara la debilidad y minusvalía del hombre, cuando es lo contrario. “Nunca es más grande el hombre que cuando está de rodillas” decía Donoso Cortés. En la unión con Dios, que la oración establece, es el hombre el que sale ganando, como quien se une a un sabio, o a un rico poderoso, que gozan de sus riquezas y poder. De los primeros cristianos en Roma, decían los paganos: "Son hombres que oran". Preguntaba ya Pablo VI, angustiado:"¿Saben orar nuestros cristianos hoy? Hoy se apaga adrede la plegaria.” ORAR NO ES REZAR MECANICAMENTE No basta rezar, hay que rezar con fe, "si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt 17,19). "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lc 18,1). Jesús veía lo difícil que es mantener esa fe viva, esa confianza en Dios Padre que vela por nosotros, y por eso propuso la parábola de la viuda que pedía justicia al juez injusto, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. La oración pues, está en función de la fe. Orar para tener fe. Y tener fe para orar. Lo importante es la fe, que respira por la oración. Si la fe no respira, se muere. La crisis de la oración es consecuencia de la crisis de fe, y la falta de fe produce el decaimiento en la oración. Sin fe, a quién orar, para qué orar. Si creemos en la humanidad y en la divinidad verdaderas de Jesús, el Salvador, que nos introduce en la fe, en el conocimiento de Dios y de su adoración, hacemos nuestra oración confiada en su nombre, y es escuchada por su reverencia. Y lo primero que conseguirá la oración humilde y perseverante y tenaz, será nuestra conversión, y nuestra entrega al amor, a la bondad, a la paz y a la justicia. Porque no dirigimos nuestra oración a un Dios tapa-agujeros, que alimenta la teoría de la alienación, sino a un Padre que nos transforma en hijos y que nos hace semejantes a Él en su compromiso con el mundo y con los hombres, y nos participa su misericordia, su amor, su dicha y su justicia. La oración, al convertirnos, transforma el mundo de selvático en humano, y de humano lo hace divino. Y así se comienza la mejora del mundo por donde debe comenzar: por el cambio del corazón de la persona, que es lo que está más a nuestro alcance, pero es lo más difícil, porque cambiar de costumbres es morir. Y se prefiere más hacer planes y proyectos y pronunciar discursos y escribir libros, que cambiar de vida porque compromete más. Si se comienza la casa por el tejado, nunca habrá casa. Lo que Santa Teresa diría: "hacer castillos en el aire". Si Moisés baja radiante del Sinaí es porque había permanecido con El (Ex 34,29). Si Agustín veía resplandecientes en la catedral de Milán a los jóvenes salmodiando, es porque oraban. Y esto le cuestionaba y se decía: “¿Lo que pueden éstos y éstas no lo podré yo?” «No se puede ser cristiano sin oración" ha escrito Urs Von Balthasar. Se nota pronto cuando una persona ora o no ora. Cuando habla, cuando obra, porque al escucharle se experimenta frío, o calor de alto voltaje. Predicar no es estar una hora hablando de Dios, sino que venga a ti un demonio y salga hecho un ángel (San Juan de Ávila). La oración propicia la conversión diaria. Cuando San Agustín, el del gran corazón e inquieto buscador de la verdad, conoció a Dios en la oración, exclamó con belleza: "¡Tarde te conocí, hermosura tan antigua y tan nueva”! Pero llamaste, clamaste, y quebrantaste mi sordera. Brillaste, alumbraste y acabaste con mi ceguera. Exhalaste tu perfume y respiré y estoy anhelándote. Gusté y tengo hambre y sed. Me tocaste y ardí, deseando tu paz”. Es el mismo clamor a Dios del salmista: “Muéstrame tu rostro”. Santo Tomás escribe que la enseñanza y la predicación brotan de la plenitud de la contemplación. He ahí el gran remedio que necesita nuestro mundo: la oración. Ha escrito Trueman Dicken: "El único remedio al que nuestro señor mismo prometió coronar con el éxito..., no ha sido aplicado seriamente: el remedio de la oración... La oración es la clave indispensable de la situación" (El crisol del amor). Si Santa Teresa pudo corresponder tan vigorosamente a los deseos de Dios fue debido a la oración. Santa Teresa menciona tres clases de oración: vocal, meditación y contemplación sobrenatural, llamada hoy oración infusa. Bien es verdad que el pueblo sencillo conoce sólo la vocal, y quiera Dios que conozcamos las otras dos los consagrados. LA CRISIS DE LA ORACIÓN Han sido años difíciles, los pasados, para el tema de la oración. Digo el hábito de la meditación por cuanto formaba parte del horario de cada día, que no propiciaba mucho el hábito, al menos interior y de profunda convicción. En realidad no sé había hecho una pastoral pedagógica y eficaz de la oración, en todos los niveles. Fuera de una plática dedicada al tema de la oración en los ejercicios espirituales anuales, ya no se trataba más. Se consideraba tema sabido. Ocurría como en la ficha de la mili: Valor: se le supone. Era asunto supuesto. Los jueves y los domingos, se oían pláticas en las que se vertían ideas. Pero nada de ejercicio personal de oración. Esto era en general; siempre, en todos los campos, hay alguna excepción que confirma la regla. De todos modos se tenía conciencia de que había que hacer meditación. Quizá en los años cincuenta se mantiene, pero a la baja, esta conciencia. Y ya en los sesenta se invierten los términos: en vez de ir al sagrario, hay que ir al hermano, es mejor tomarse unas cervezas en el bar con unos muchachos, que estar un rato de rodillas ante el Señor. Y entonces comienza el rumor y la sospecha sobre la oración: es una evasión, urge el compromiso, hay que actuar ya. Se retrasaron un poco. En España siempre se retrasan los movimientos, sean del orden que sean. Ese movimiento del «activismo» se había iniciado y desarrollado en los Estados Unidos de América, a finales del siglo XIX. Lo descalificó León XIII en una carta al Arzobispo de Baltimore, Testem benevolentiae del 22 de enero de 1899. El Papa en esa carta condena el «activismo» y acuña un nombre para designarlo: el «americanismo», y que posteriormente Pío XII convertiría en la «herejía de la acción». Aún en el año 1945 publica un libro el cardenal Spellman, Arzobispo de Nueva York, con el significativo título de «Acción ahora mismo». Vemos que por aquellas fechas España aún andaba bastante regular. En el año sesenta y dos comenzó el Concilio y, lo que se esperaba una bocanada de aire fresco en la Iglesia que vivía con las ventanas cerradas, se convirtió en un huracán, que se llevó tras de sí aquellas conciencias, ya poco sólidas, de los años cuarenta. Se ridiculizó el rezo de oraciones tan venerables y arraigadas como el Rosario, se desmantelaron trisagios, adoraciones eucarísticas, triduos de cuarenta horas, novenas, ejercicios del mes del rosario, de las almas y de mayo, todo en nombre del Concilio, que no había dicho eso, sino todo lo contrario. Había rutinas y polvo de siglos que sacudir y poner al día, pero, de ninguna manera, extinguir. Al pueblo se le quitó lo que tenía sin darle ninguna sustitución. Comenzaron a cerrarse los templos por la mañana y abrirlos sólo por la noche para la misa vespertina, y se condenó a muerte la piedad popular. Ya Pablo VI se lamentaba y decía: «Un célebre escritor de nuestro tiempo hace decir a uno de sus personajes, un cultísimo e infeliz sacerdote: "Yo había creído con demasiada facilidad que podemos dispensarnos de esta vigilancia del alma, en una palabra, de esta inspección fuerte y sutil, a la que nuestros antiguos maestros dan el bello nombre de oración"» (Bernanos, L´impost). El Espíritu Santo que vela por la Iglesia va a intervenir. Ha escrito Oscar Cullman, teólogo protestante, que cuando la Iglesia deja la oración el Espíritu Santo la deja a ella. Quizá la expresión no es muy acertada, pero es gráfica e indica una situación psicológica, más que teológica, porque en realidad lo que hace el Espíritu Santo es corregir la dirección y curar el desvío. Y lo hará allí mismo donde comenzó el error. El americanismo, herejía de la acción y escape de la oración, comenzó en Estados Unidos. En la película americana “Siguiendo mi camino”, protagonizada por Bing Crosby. Este encarna a un sacerdote joven que llega a una parroquia americana, y que responde con una sonrisa irónica a la pregunta del sacerdote mayor sobre si hace oración. Pues allí, en Estados Unidos, entre los universitarios, nacerá la Renovación Carismática, que es la revalorización de la oración. Entre los laicos. Es tan vital la oración que, cuando las vocaciones de consagrados están pasando su invierno, el Espíritu Santo hace germinar la primavera en el pueblo llano, para que vengan a ser como los primeros cristianos, de quienes los paganos decían que eran «hombres que oran, y hombres que aman” CONTEMPLACIÓN… La contemplación es tarea de todos los hombres como todas las realidades elementales que están en la base de nuestro ser. En la oración mental alimentamos las ideas, que son necesarias para vivir con coherencia el evangelio. Hemos de esforzarnos por razonar, juzgar actitudes, discernir y decidir. Es verdad que las ideas, siendo motores como son, "mens agitat molem", a fuer de humanas, no tienen capacidad de hacer mucha hacienda, en frase de san Juan de la Cruz. Por eso viene el Espíritu en nuestro auxilio a orar al Padre con gemidos inefables, por medio de la oración contemplativa infusa, por pura gracia cuando Él quiere. Y no sólo puede infundir esta gracia a quienes hacen meditación, sino también a los que rezan vocalmente. Y santa Teresa dice que el Maestro divino les está enseñando, sin ruido de palabras, suspendiendo las potencias mientras rezan. Pero sabemos también que el soplo de Dios puede llegar mientras se están realizando los trabajos dispuestos por la obediencia. Basta recordar al beato Rafael, saltando de júbilo de Dios en la cocina mientras está pelando nabos, a la misma santa Teresa en éxtasis con la sartén en la mano y, más cerca de nosotros, a Carlo Carretto, que le gustaba vestirse con ropas viejas para ir a la oración en el desierto para, cuando llegara el gozo de Dios, poder revolcarse en la arena. Santa Teresa escribe que con la oración le vino todo, porque antes "no entendía como lo había de entender, en qué consiste el amor verdadero a Dios". Pero tuvo que cambiar: Cuando aún no era monja, pensaba antes de dormirse en la oración del Huerto. Después en el convento tuvo que aprender un método complicado, que fue la causa de su enfermedad. Tenía que atenerse a puntos meticulosamente escogidos por días. Como tenía que dejar todo lo que hacía en el mundo, dejó también su forma de orar. Su oración era vida y ahora empezó a ser un ejercicio. El ejercicio produce especialistas y técnicos. Su oración era vida y pasó a ser tormento. Después la definirá que es tratar de amistad con quien sabemos nos ama, estando muchos ratos a solas con él. Pero al "Príncipe de este mundo" le interesa que no se dé con el remedio, y que se vayan dando palos de ciego, a ver si se acierta por casualidad. La solución no es disparar al blanco, sino hacer diana. "No luchamos contra la carne y la sangre, sino contra los imperios y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos", que saben lo que se juegan cuando una persona se decide de veras a vivir el misterio de la cruz y del amor. "Les presenta el demonio tantos peligros y dificultades ante sus ojos, que no es menester poco ánimo para no volver atrás, sino mucho y mucho favor de Dios". Así lo testifica Orígenes: "En el edificio de la Iglesia conviene que haya un altar, y son capaces de llegar a serlo los que están dispuestos a dedicarse a la oración, para ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones y a inmolarle las víctimas de sus suplicas. Como los apóstoles que perseveraban unánimes en la oración y oraban concordes con una misma voz y un mismo espíritu" (Homilía en la Dedicación de la Iglesia). GRADOS DE ORACIÓN Hay Educación primaria y secundaria. BUP. Selectivo. Carrera. Licenciatura. Doctorado y sigue estudiando. Cuando se habla de oración se habla de vocal, poco de mental y menos de infusa. Pero esa es la oración de principiantes. No han dejado el libro para la oración y la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, exclusivismo y petulancia, no se corrigen. Pero todo el pueblo de Dios está llamado a la santidad. Caminando por la vía ascética, somos principiantes, gusanos, dice Santa Teresa llamados a convertirse en mariposas, por la vía mística. Acción de las virtudes o acción de los Dones. Navegar a remo, o a vela y motor. No tendrán nunca madurez y suavidad que es propia de los frutos. Paul Claudel tiene una parábola cuyos personajes Animus y Anima, son modélicos. Animus es pedante, vanidoso, tiránico. Anima la intuición, la originalidad y la fantasía creativa. El hombre occidental es acusadamente lógico, racionalista, voluntarista, crítico, intelectual; más Animus que Anima. Anima es ignorante, la creen tonta, porque jamás fue a la escuela. Pero la región de Anima es la más rica y profunda del hombre. Un día Anima comenzó a cantar y Animus se sorprendió. Era una hermosa canción, que al sentirse descubierta no repitió jamás. Cuentan los monjes del Zen que un padre viudo quedó aferrado ante las cenizas del hijo que creía muerto, y cuando regresó vivo, no quiso recibirlo, aferrado a las cenizas del que creía carbonizado en el incendio de su casa. Santa Teresa habla de oración de principiantes: las cuatro aguas, y comienza sacando agua del pozo, y cuando llegaba sacar una gota, se veía afortunada. San Juan de la Cruz quiere hacer contemplativos, entre otras razones, porque ya conocía el magisterio de la Madre. De hecho, tenemos un paradigma en el evangelio: Pedro, el activo, se echa al agua para salir al encuentro de Jesús, que estaba en la orilla. Pero aunque ha hecho tantos esfuerzos para sacar la red repleta de peces, no ha conocido al Señor. Nos ocurre lo mismo en medio de los afanes del mundo. No descubrimos al Señor presente a nuestro lado. Lo imaginamos demasiado lejano, demasiado celeste. He aquí una frase de Enrique Líster, el marxista: "El marxismo está más lejos que Dios". Pero Jesús está a la orilla de cada actividad, de cada trabajo o empresa, de cada fracaso, de cada penalidad y disgusto y contradicción y de cada murmuración y de cada traición, para darnos su pan, alimento para cada día y para la vida eterna, y para examinarnos de amor. Más importante que dedicarse a las actividades de Dios es dedicarse a la persona de Cristo. Es Juan, el contemplativo, el que reconoce a Jesús y le insinúa a Pedro su presencia. Pedro escucha atenta y dócilmente, como debe hacer todo pescador, todo pastor. La Iglesia petrina y la joanea gozan carismas complementarios, pero no deben existir la una sin la otra. Para reconocer a Jesús es necesaria la contemplación. "La Iglesia ha de vivir entregada a la acción y dada a la contemplación" (Vaticano II). Sin fe a quién orar. Sin fe para qué orar Y sin orar cómo mantener la fe. Pero con la oración renace la fe como en primavera echan brotes los árboles y se entreabren los capullos.
EL LIBRO DE “AMOR Y CRUZ” Volumen de gran formato con ilustraciones de mucha importancia y que narra en pormenor la fundación, primera hora y consolidación de la obra “Amor y Cruz”. El texto que presentamos en la presente página es un resumen del mismo escrito por la pluma de Jesús Martí Ballester lo que da un mayor atractivo a nuestro texto. La segunda ilustración corresponde a la contraportada de dicho libro.
BEATO PABLO VI Gran timonel del Concilio Por Jesús Martí Ballester Colección Testigos Editorial EDICEP, Valencia, España
Densa, importante y muy vivida por el autor es esta biografía del beato Pablo VI. Martí Ballester –como coloquialmente se dice—ha echado el resto en la construcción de este relato biográfico de quien fue, sin duda, el gran timonel del Concilio Vaticano II. Cuenta con un prólogo –muy interesante—del obispo de Teruel-Albarracín, monseñor Carlos Escribano Subías. Y decir, antes de nada, que en Teruel tiene “Amor y Cruz”. Y, también, que algunos capítulos de este libro también se publicaron en la presente sección de “Reportaje” de Betania. Como decimos es una biografía muy completa del beato Papa Montini y nosotros llamamos la atención de la importancia enorme de sus últimos capítulos por su singularidad, precisión y actualidad
ASÍ ORABA Y NOS PROPONE ORAR SANTA TERESA Por Jesús Martí Ballester Colección Tu Rostro Buscaré Editorial EDIBESA, Getafe, Madrid, España
Tras una importante –muy luminosa—introducción de Jesús Martí Ballester sobre el tratado de oración escrito para Santa Teresa de Jesús, aparece la carta que Fr. Efrén de la Madre de Dios, OCD, que ofrecemos en cursivas y el texto largo de esta página referido a la obra “Amor y Cruz. Y a continuación el Capitulo Cero, que es una biografía apasionada de Teresa de Jesús, relato de enorme interés y que nadie puede perderse. Inmediatamente después viene el texto escrito por la Santa de Ávila, provisto de un buen número de notas que, sin duda, constituyen una excelente brújula para seguir las enseñanzas teresianas sobre la oración. Esta parte está escrita en castellano actual pero guardado estilo y ritmo del español de la santa. Hay que recordar que don Jesús Martí Ballester llegó a ser uno de los autores religiosos más leídos en España por verter al castellano moderno la mayoría de la obra de los místicos españoles y fundamentalmente de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Y como decíamos en la introducción de la presente página, Jesús Martí Ballester es uno de los grandes expertos a nivel mundial de la santa de Ávila
NOTA DEL EDITOR.- Don Jesús Martí Ballester fue el primer sacerdote que espontáneamente se acercó a Betania en las primeras ediciones. Tenían don Jesús y Ángel Gómez Escorial, un amigo común, el gran periodista sevillano, Antonio Burgos de Sevilla. Martí Ballester diría años después que él había intuido que el Espíritu Santo estaba muy cerca de esa web. “Piropo” que un recién convertido como era Ángel Gómez Escorial le sonó a cielo, sin duda. Fue, asimismo, el primer sacerdote en publicar homilías en esta web. Y no se olvide que hemos cumplido 18 años y que estamos recorriendo el año 19 de nuestra existencia. Tras las homilías, Jesús Martí Ballester se encargó de la sección de Reportaje y mantuvo el ritmo hasta hace no mucho de uno por semana, aprovechando la adaptación de algunos ya publicados pero que necesitaban ser actualizados. Martí Ballester fue, asimismo, el primer Escritor del Año de Betania en 1998. Dotado de una salud de hierro a sus 93 años sigue escribiendo y con nuevos proyectos. Muy ayudado por las monjas teresianas de “Amor y Cruz” continúa en la brecha por el bien de la Iglesia y de los hermanos.
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EN EL V CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE S. TERESA
“AMIGOS FUERTES DE DIOS”
AMOR Y CRUZ
Una Institución nueva en la Iglesia.
FUNDADOR: Padre Jesús Martí Ballester.
Un deseo de crecimiento en la santidad personal propia, extendido
al grupo primero como medio para la evangelización, conversión y crecimiento en
la fe y en las demás virtudes evangélicas de la parroquia de Sinarcas, de la
Archidiócesis de Valencia, de la que el Fundador era párroco, dio origen a esta
Institución. Fueron unos años de mucho sufrimiento e incertidumbre, titubeos y
consultas, oración y sacrificio e incluso carismas místicos. Parecía un sueño,
pero la parroquia toda se conmovió.
Como medio eligió la oración, de la que la Obra será abanderada practicando con
las obras y predicando con las palabras el recurso infalible que nos ha dejado
el Señor para extender y profundizar la semilla del Reino, leyendo
profundamente la Sagrada Escritura, siguiendo la doctrina de los Padres, el
magisterio de los teólogos, y el seguimiento permanente de los tres Doctores de
la Iglesia: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresita del
Niño Jesús. La oración contemplativa será su meta. Y éste es el carisma de la
Obra. Todas las otras actividades sólo serán medios para sobrevivir y para
comunicar a quienes deseen compartir sus dones y su experiencia de Dios. Y como
“oración y regalo no se compadecen”, dice Santa Teresa, aquella irá acompañada
de sacrificio y penitencia.
Como dadas las cualidades y características de las primeras personas en las que
consiguió contagiar el ideal, no les podía pedir ni la clausura, como la de las
carmelitas descalzas, aunque iban a encarnar el mismo espíritu, ni deseaba que
vistieran hábito, ni que residieran en grandes monasterios metidas entre rejas,
comprendió que esa era la voluntad de Dios, pues que no le daba otra
posibilidad. Pero siempre pensaba que eso eran cosas accidentales y, que en el
futuro, esa vida carecería de atractivo para las generaciones venideras de
jóvenes.
Lo que sí
era sustancial era la oración y la contemplación. Se trababa de crear un molde
en el que se posibilitara lo esencial para que éste no se perdiera por métodos
accidentales. De este modo, AMOR Y CRUZ formaría contemplativos en el mundo y,
si se quiere, monjes y monjas en la ciudad, que junto al espíritu
teresiano-sanjuanista, uniría la estética benedictina, para que Dios en Cristo
y el Espíritu fuera el Señor absoluto por quien se viviera y a quien se
inmolaran.
Las actividades a que se dedicarían deberían siempre dejar a salvo su carisma y
actividad principal, fundamental y sustancial. La lectura y estudio de la Palabra,
el conocimiento de los Padres y del Magisterio de la Iglesia deberían ser la
raíz de su vida contemplativa.
Con el beneplácito del Arzobispo de Valencia, D. Marcelino Olaechea participó, con otros cuatro sacerdotes en las oposiciones a Magistral de la Catedral de Valencia. El haber sido destinado a la ciudad de Valencia y después a la de Carcagente, le hizo ver el querer de Dios de que la Obra debía abrirse a nuevos horizontes. Así fue. Con la debida aprobación del Arzobispo de Valencia, de los Cardenales de Barcelona y de Madrid, y del Obispo de Teruel, se comenzó a extender la Obra. Y Dios nos probó.
En poco tiempo el Señor se nos llevó a las dos Teresianas de Amor y Cruz más jóvenes. Una con 22 años de edad. Mª. Teresa Rodríguez Pastor, era el primer racimo de la viña recién nacida, con lo que el Señor nos demostraba que nos había tomado en serio porque nos podaba.
Hemos trasladado sus restos desde Barcelona a Vall de Almonacid, en el cementerio donde también han sido enterrados sus padres.
EN EL TRASLADO DE LOS RESTOS DE M. TERESA
7 de Junio de 2005.
Queridos hermanos, amigos, hijos.
Todos sabéis que mis deseos eran estar hoy con vosotros, también sabéis que me lo habéis desaconsejado y hasta persuadido. Sin embargo quiero estar presente ahí con vosotros, con estas palabras dirigidas a vosotros desde lo hondo de mi corazón.
Me han contado que cuando llegué a Carcagente el papá dijo a Gema, a Mª. Teresa y a Eulalia que se confesaran conmigo. Ignoro las razones de tal consejo. Sólo sé que semana a semana fueron fieles, aunque yo a veces, tuve que sacrificar mi descanso tras una noche larga y breve, después de cualquier reunión, que las teníamos casi cada día, y que había terminado a las tantas de la madrugada, de las distintas organizaciones y movimientos. El resultado fue que Gema es dominica, María Teresa murió teresiana de Amor y Cruz en Barcelona y Eulalia la siguió reemplazando su lugar. A todos estoy sumamente agradecido.
Considero que Mª Teresa fue quizá el mayor regalo que coseché en aquella querida parroquia de tan gran solera cristiana. Estaba yo dirigiendo Ejercicios a hombres y jóvenes de Carcagente en Onteniente, cuando llamé a Barcelona y desde allí hablé con Mª Teresa, que había llegado esa tarde, con una alegría que ni soy capaz de expresar, ni vosotros, seguramente de comprender. Por ello doy las gracias a vuestros papás que habían dejado la cosecha a punto, con su ejemplaridad, vuestra educación y cuidado. Gracias, Vicente. Gracias Mª Teresa. A veces pasaba algún tiempo en la relojería porque me gustaba hablar con él, que tenía confianza en mí. Allí podía ver y hablar con Gema y con Mª Teresa, aunque menos, con Eulalia. Y no se me olvida aquella noche que os visité al final de la cena, donde con tanta cordialidad y atención amistosa me recibisteis toda la pollada.
Cuando murió Mª Teresa, tras una enfermedad enigmática en la que los mejores médicos no acertaban, hasta que el Dr. Pont de la Cruz Roja, a donde, careciendo nosotros de Seguridad Social, la había podido ingresar con la influencia de un jesuita amigo, el padre Rafael Pericas, ya fallecido, y que me ayudó mucho en aquellos tiempos de fundación dura de la Obra, me llamó por teléfono y me dio el diagnóstico cruel, que yo presentía por una frase de la misma Mª Teresa, que me comunicó por teléfono pues no sentía su pierna. Fueron días durísimos por nuestra situación tan precaria y escasa de medios en tierra apenas conocida.
Mª Teresa murió en olor de santidad llamando a su Esposo Cristo. Hasta vuestra tía Manolita exclamó el día que le administré la Santa Unción, rodeado de todos los hermanos y hermanas, “Santa Teresita del Niño Jesús con su comunidad”. Estaba como transfigurada. La velamos en el mismo hospital. Cuando había pedido que me trajeran la Biblia para leerle el Cantar de los Cantares y caminaba hacía el Hospital Clínico me dicen que acaba de morir y a mí me había invadido una inmensa paz de Dios.
Convocamos a nuestros contados amigos de Barcelona y le hicimos un solemne funeral concelebrado con un sacerdote de Teruel, que me ha sido fiel siempre, hasta ahora, que aún vive.
Todos vosotros lleváis en el alma algo de mí; a uno he casado, Manuel José y Manolita, que también se confesaba conmigo y Mª Teresa actuó de madrina, y con aquel abrigo elegante la amortajamos. A Manuel José lo recuerdo de una manera especial con su gran don de gentes y simpatía, de cuando estaba en Aaiún y en la Noche Buena tocando la batería en la Misa del Gallo.
Gema entró dominica. A Vicente y a Ximo los recuerdo arrodillados en mi confesonario. A Magda en el colegio de Navarro Darás y en mi catequesis. A Eulalia en mi confesonario, en mi despacho y ahora en Teruel con la Comunidad de Amor y Cruz, como teresiana de Amor y Cruz. Al papá también en mi confesonario. A todos os recuerdo y a todos quiero mucho.
De Mª Teresa: El Padre Gispert-Sauch, jesuita catalán, sacerdote de nuestra Parroquia, donde también celebramos un funeral, dijo estas palabras: “La primera santa de la Orden”.
Os leo algunas palabras que escribió en su diario: “¡Qué bueno eres, Señor! He comprendido tan claramente el amor que me tienes, aun por encima de todas mis faltas y pecados, que no he tenido por menos el llorar unas lágrimas, lágrimas suaves que dan paz. Es tan grande, tan inmenso el amor que tienes a todos los hombres que, si pudiéramos comprenderlo solo un momento, creo que dejaríamos de ofenderte para siempre jamás. Con qué ternura y con cuánto amor perdonas cuando, arrepentidos de nuestros pecados, acudimos a ti pidiendo perdón. Creemos que tú nos vas a perdonar medio a regañadientes y con cara larga y circunspecta, y sin embargo, nos recibes con los brazos abiertos, y estás esperando ese arrepentimiento para abrazarnos como Padre amorosísimo que eres.
Padre…Padre…Padre…qué grande es esta palabra y que dulce es poderte llamar Padre, me lleno de gozo al pronunciarla. Y mi lengua parece que se quiere derretir al solo silabeo de la palabra…Padre”.
Habéis dado sepultura en el lugar de vuestras raíces los restos de Mª Teresa. Me congratulo por ello y celebro el cariño de sus hermanos que se han tomado el trabajo de trasladarla. Es una excelente idea. Esos restos son el grano de trigo que está dando y seguirá dando espigas nuevas en vuestros hogares familiares y en el hogar de la Obra, que tanto amaba y donde tan bien había encajado.
Hoy pido a Mª Teresa que alcance salud para todos y que se haga sentir entre vosotros muy presente participándoos una chispa de su felicidad eterna, que deseo para todos.
JESÚS MARTÍ BALLESTER
El segundo golpe mortal: la enfermedad de
diez meses de Fina Salón y su muerte. Dios la probó a fondo. La trituró. Cuando
Dios quiere a un alma purificada no le duelen prendas como cuenta Maritain de
su esposa Raïsa. Fue un tumor cerebral, que la anonadó. Como dijo Don Juan
Barcia que la operó, duró diez meses. Le pelaron la cabeza y daba la impresión
de que sufria un despojo total. Su madre quiso llevarla a enterrar al
cementerio de Sinarcas en el panteón familiar.
Conchita, una víctima de amor por la obra Mi hermana Conchita, ejemplo de fidelidad. La manera en la cual el sufrimiento nos acerca a Dios la podemos contemplar en esta historia de dolor y oración.
Día 15 de diciembre de 1980. Una fecha que quedará impresa en mi memoria para siempre.
Los días anteriores ya habían sido de angustia, pero siempre, ante la duda, quedaba una tenue esperanza, a la que en los momentos de mayor zozobra me agarraba con fuerza. La situación de la Clínica del Radiólogo ni la recuerdo. Hoy no acertaría a encontrarla. Pero sí que recuerdo perfectamente que el enfermero me dijo: el Dr. hablará después con usted. Me pareció un mal presagio... que se fue disipando a medida que el Radiólogo lanzaba placas y placas con frases optimistas.
Al terminar la faena me hizo pasar con disimulo a su despacho y sin más me dispara el bisturí. Tengo que darle una mala noticia. Creo que me hundí de golpe por dentro. Me lo dijo brutalmente y garantizando sus afirmaciones con su larga experiencia. Un millón de pacientes han pasado por sus manos.
No había apelación. Era la Noche. La Noche tenebrosa y oscura, el tambaleo de alguien que no sabe donde caerá, mejor, que intuye lo peor. Y sin embargo, Dios está ahí.
¿Disimular? ¿Quién puede disimular? Como un autómata bajo y acompaño y camino y me corroe a mí el mal del dolor, de la angustia.
Al médico del digestivo. Ya no puedo disimular más. Llega el llanto y los sollozos. Y la gran compasión. Inmensa compasión. Infinita ternura. Una enorme compasión y ternura por mi hermana, como si fuera mi hija amenazada, tiranizada y yo sin poderla defender. Teniendo que dejar hacer.
Al cirujano Ahora, hay que trabajar mucho. Y la espada contra natura. No lo comprendo. ¿Por qué? ¿Por qué?..
El doctor me llama aparte y me habla de gastos: 200.000 sólo la Clínica...
No las tenemos, pero es lo que menos me importa. Dios proveerá, le he dicho.
¡Adelante! El médico, con misericordia, me dice que cuente con sus servicios...
Al llegar a casa los tres abrazados en el sofá, llorando con amargura y escozor inconsolables. ¡Cómo nos debe de mirar Dios de complacido y compasivo en esta noche de Getsemaní!
¡Trague esos bocados amargos, que cuanto más amargos son para ella, tanto más dulces son para Dios! -diría San Juan de la Cruz.
Después la misa por ella. Cuarenta misas celebradas. Es la Sangre de Cristo.
¡Cristo ten piedad!
Y el mendigar de todos los amigos oraciones por ella, por ella. Señor, su vida, sálvala, la necesitamos.
Monasterios de Salamanca y Oviedo, de Madrid, Puigerdá y Valencia, de Barcelona y Teruel, amigos buenos, almas santas, Dios os lo pague.
Y el rosario de los análisis y el talonario de los cheques que se escapa y las pesadillas de las noches largas de la larga espera…
Día 23 de diciembre. A las 6 menos cuarto sale de la habitación de la Clínica ya pinchada: dice: que se haga la voluntad de Dios, con los ojos que se van perdiendo. Hermana, ponga un centímetro más en la jeringuilla...
Se aleja rápida la camilla. ¿Cuándo volverá? ¿Qué pasará?
Que perdonen los amigos que quedaron en la habitación para consolarme y acompañarme. Yo no podía, no podía dejarla sola; quería ayudarla al máximo, todo lo que pudiera.
Y no podía hacerlo mejor que orando... ante el Sagrario. Y me fui a la pequeña capilla. El corazón latía desaforadamente. Pasa un cuarto de hora. Pasa media hora. Una hora. Todo sigue igual.
Que inocentes sufran. Que Dios elija por amor a sufrir por amor para corredimir con el dolor.
Es la corredención, es la unión con Jesús crucificado. Tormento pero en el fondo... amor.
A las tres horas de operación una monjita amigase ha comunicado por teléfono con el quirófano. Se ha podido empalmar.
Me transmiten: la noticia a la capilla pero... ¿será verdad? Es tanto el temor, que sospecho de todo y nada puede consolarme. Pero fue un respiro, un alivio.
A las 4 horas y media. Un señor que le espera. Buenas noticias.
Apresuradamente voy en su busca. Está sereno y sonriente el cirujano.
Satisfecho. ¡Sí! Ha podido empalmar. Estaba flexible y vivo. Pero ¿habrá ramificaciones? Con 99 datos a favor y uno en contra o en duda… y me quedo con la duda... Porque hay que sufrir, y esta operación no se la hacen sólo a mi hermana. Soy yo también el operado en el alma. Y conmigo muchos. Sufren todos.
Llega la camilla: Es un Cristo de Semana Santa con sus faroles que son los goteros y las sondas y no sé cuántos aparatos más.
Ya ve y oye. Me acerco cariñosamente y dolorosamente. La beso con amor inmenso compasivo: ¡Pobrecita mía! Ella lo oyó. Lo recuerda. No lo olvidará.
Llegué a casa a las 12 de la noche. Rendido, agotado, no celebré misa. La he celebrado en carne viva.
Que la mano de Dios está aquí es una frase que repiten sin cesar los médicos.
Dios nos ha ayudado. Evidentemente. Incluso hablan de milagro. Son muchas las oraciones que han subido al cielo en estos días. Y Dios ha escuchado. Nos ha probado, pero su mano se ha manifestado. A Él la gloria, el honor, el poder y la acción de gracias rendida.
Pero ¿y qué es del título de este artículo: el sufrimiento, octavo sacramento?
Pues es lo siguiente: que yo he vivido estos largos días en continua oración, en intensa intercesión, al meterme en la cama e intentar dormir, al ir y venir a la
Clínica cuatro veces al día, todo, todo ha estado saturado de oración.
Y eso, y los otros sacrificios pequeños y grandes que se van sucediendo lo considero como un fruto en todos del dolor que se ha hecho sagrado y fecundo, causa de gracia y de vida.
A los seis meses, una nueva y dolorosa operación quirúrgica y a los diez meses dolorosamente vividos, cuando cumplía 57 años de peregrinación acompañada por el canto de la Salve de las hermanas Teresianas, entregaba su alma a su Esposo Cristo. Aún conservo su rostro sonriente y gozoso después de tanto sufrimiento y amarga agonía. Destrozado y confortado celebré su funeral entre un mar de lágrimas de los asistentes
y le prediqué la siguiente homilía:
Estamos aquí reunidos en la caridad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para celebrar el acontecimiento más trascendente de la vida de nuestra hermana, su participación real en la Pascua del Señor, su comunión en la muerte y Resurrección de Cristo. Yo quiero agradecer a todos vuestra presencia que deseo sea profundamente cristiana y religiosa, vitalizada por la fe operante en la caridad, para glorificar a Dios más ardiente y eficazmente por el misterio admirable que ha realizado entre nosotros.
Nuestra hermana ha sido misteriosamente elegida por Dios para prolongar la Pasión y la Muerte de Cristo y esto la constituye en punto focal de irradiación y de salvación, quizás el mayor hoy de toda Valencia. Porque la salvación la obra Dios, no por medio de los ídolos humanos que arrastran multitudes, sino a través de estas almas escondidas y pequeñas dolientes con Cristo doliente, que con Él quitan los pecados del mundo y atraen torrentes de gracia como Imán Omnipotente de Dios. Las razones de su elección son un misterio para nosotros.
Los elige porque quiere y punto.
Por mi deseo esas campanas que suenan ahora no tocarían a muerto, sino que repicarían a gloria. Cómo he querido que las flores festivas y la presencia de Cristo Resucitado simbolizado en el Cirio Pascual pongan una nota clara de gozo santo en el Señor, porque éste es el dies natalis, el día del nacimiento de nuestra hermana para el cielo.
Si el día de su nacimiento a esta vida terrena yo gritaba por las calles, cogidito de la mano de mi padre, con cuatro añitos aún no cumplidos, «ma mare ha comprat una xiqueta», con cuánta alegría debo anunciaros a vosotros hoy, en este solemne acto, ¡mi hermana ha nacido para Dios! Porque en realidad aquel nacimiento le abría las puertas de un mundo hermoso, mas sometido al pecado y al dolor, pero éste le abre las puertas de la Jerusalén celestial, donde no hay «muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado» (Apoc 21,1). No es un castigo morir joven, queridos hermanos, sino todo lo contrario.
Dios elige a los que más quiere para llevarlos a su Ciudad Santa, porque los ama más y no quiere que «la malicia pervierta su conciencia ni que la perfidia seduzca su alma» (Sab 4, 7), como hemos leído en el libro de la Sabiduría.
Enseña san Juan de la Cruz «que es condición de Dios llevar antes de tiempo consigo las almas que mucho ama, perfeccionando en ellas en breve tiempo por medio de aquel amor lo que en todo suceso por su paso ordinario pudieran ir ganando. Porque esto es lo que dijo el Sabio: «El que agrada a Dios es hecho amado; y, viviendo entre pecadores, fue trasladado, arrebatado fue porque la malicia no mudara su entendimiento o la afición no engañara su alma.
Consumido en breve cumplió muchos tiempos. Porque era su alma agradable a Dios, por tanto se apresuró a sacarla de en medio. En el apresurarse se da a entender la prisa con que Dios hizo perfeccionar en breve el amor del justo y en el arrebatar se da a entender llevarle antes de su tiempo natural. Por eso es gran negocio para el alma ejercitar en esta vida los actos de amor, porque, consumándose en breve, no se detenga mucho acá o allá sin ver a Dios» («Llama», c. 1, 34.).
Yo estoy seguro, mis queridos hermanos, de que al Señor no han pasado inadvertidos los actos de generosidad de esta hermana nuestra que ha acudido a la cita de Dios. Desde que, adolescente, considerándose como azucena predestinada por el Padre para el servicio de la Iglesia de Cristo, fue presa del deseo de entregarse por su hermano sacerdote, ¿quién podrá medir los grados de generosidad de esta niña, adolescente, joven, cuando dejó el mundo y se consagró con fidelidad y amor a su escondida vocación? Todos permanecen escritos en el libro de la Vida y ésta es la hora de recibir la recompensa.
Con su hermano compartió la vida, los trabajos, las zozobras y soledades del sacerdocio. Cristo será ahora su seguridad y descanso y su compañía dulcísima.
Y se multiplicó para simultáneamente atender a sus padres a quienes ha cuidado con mimo y abnegación heroicos que la constituyen en mártir de su amor familiar, filial y fraternal. Por eso, «siervo bueno y fiel, entra a gozar del gozo de tu Señor». (Mt 25,21).
Días antes de morir me ha dicho, me decía mientras extendía las manos: «Con las manos vacías». Era un sentimiento de humildad. Es bueno, excelente, sentirse pobre delante de Dios ante la hora suprema del encuentro con Él. Ésa es la verdadera humildad que agrada a Dios de quien procede todo bien. Ésa es la misma humildad que le hacía exclamar a san Juan de la Cruz, moribundo, cuando el Padre Antonio de Jesús, su Provincial ahora y su compañero fundador, le recordaba para alentarle: «Padre fray Juan, anímese mucho, tenga confianza en Dios y acuérdese de las obras que hicimos y trabajos que padecimos en los principios de esta Religión. «¡No me diga eso, padre! –atajó clamorosamente el enfermo-. ¡No me diga eso, Padre! Dígame mis pecados».
Pero a continuación preguntará: «¿Qué hora es?» Le dicen que aún no son las doce. A esa hora estaré yo delante de Dios Nuestro Señor diciendo maitines». Y cuando suenan las doce en el reloj de la Iglesia al oír las campanas vuelve a preguntar:
«¿A qué tañen?» Cuando le dicen que a maitines, como si le hubieran dado la señal de la partida, exclama gozoso: Gloria a Dios, que al cielo los iré a decir» (Crisógono, «Vida», BAC, 10. ed., págs. 326-328.).
Sí, querida, entrañablemente amada hermana, la mitad de mi vida, espero que a estas horas estés ya diciendo maitines ante Dios. Si es así, hazte sentir a todos nosotros vivos sentimientos de fe y amor. Pero, si algo falta a la espera, ahora vamos a ofrecer este Santo Sacrificio de la Muerte y Resurrección de Jesús por tu alma. Es una más de las 500 misas que te he ofrecido desde que comenzó tu enfermedad que con fuerte amor has sufrido.
El Señor siente ternura por ti, como un Padre inmenso de corazón multioceánico. Él oyó tus gemidos. Vio tus lágrimas y, ahora «¡bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados!» (Mt 5, 5) se dispone a enjugar esas lágrimas y a llenarte de caricias con María, con san Juan de la Cruz, Santa Teresa, santa Teresita del Niño Jesús, nuestro padre, la tía Doloretes y todos nuestros familiares que salen a tu encuentro, llenos de júbilo porque ya has nacido, para llevarte al abrazo de Dios. Esa esperanza nos ha hecho cantar con el salmo 121: «¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén!.
Tú ya has visto el esplendor de esa Ciudad Santa a la cual todos estamos llamados. Tú nos has precedido, y te tenemos envidia santa, los que todavía nos quedamos peregrinos aquí, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Se nos escapan las lágrimas y los gemidos porque tenemos corazón y el dolor de la separación visible nos traiciona, que también Jesús lloró ante la tumba del amigo Lázaro y los judíos exclamaron: «¡Mirad cuánto lo amaba!» (Jn 11, 36).
Jesús que quiso morir la muerte de cruz y sentir el abandono de Dios, como nos ha dicho el Evangelio, pero que «terriblemente trata Dios a sus amigos» en frase de santa Teresa, nos ayude a comprender el misterio de la Cruz. Nos dé claridad de fe para valorar lo verdadero y pisotear lo que se acaba y así comprender las palabras de la Santísima Virgen dichas a santa Bernardita en Lourdes: «Te haré feliz, muy feliz, pero no en la tierra, sino en el cielo» (Lourdes-Gerard Ausina -André Doucet. Editions André Doucet -Lourdes 1981, pág. 4.). El sentido de las Bienaventuranzas es una locura para el mundo. Ésta llama dichosos a los ricos, a los que ríen y disfrutan, triunfan y dominan. Jesús proclama dichosos a los pobres, a los que sufren y lloran y a los limpios de corazón (Mt 5, 3-8). Es necesario que el grano de trigo caiga en la tierra y muera para que dé fruto.
Si no cae y muere no fructifica, pero si muere y es enterrado da muchas espigas (Jn 12, 24). Para que nazca el cristiano a la luz de Dios, es necesario que pase por los valles de tinieblas de la muerte (Sal 22, 4). Para que nazca la mariposa ha de morir el gusano de seda (Santa Teresa, 5 Moradas, 2, 2-3), para que nazca un hombre es preciso que deje el caliente seno de la madre. Pero creemos firmemente que el cambio vale la pena y que no se puede comparar el amor, la paz y las alegrías del cielo, con el peso del dolor y de la tristeza de la muerte (Rm 8,18). Que vivamos todos de tal manera que podamos escuchar a la hora de nuestra muerte las palabras de Jesús al buen ladrón, que hemos proclamado en el Evangelio: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43). Amén
HOMILIA PRONUNCIADA EN EL FUNERAL DE CARMEN SÁNCHEZ
AMORCRUCISTA EXTERNA
19 DE FEBRERO 2.008
Venerables Sacerdotes:
“Por el diablo entró el pecado en el mundo. Por el pecado entró la muerte”. Por la muerte de Cristo llega la resurrección.
¡Muerte! ¿Dónde está mi muerte?
La muerte ha sido vencida.
¿Qué es morir
“Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura”.
¿Adónde te escondiste Amado
Y me dejaste con gemido
Como el ciervo huiste
habiéndome herido,
Salí tras ti clamando
Y eras ido.
Una avispa zurea alrededor de una carita de niña como la primavera, su amorosa madre está alerta y cuando la avispa va a aterrizar en la carita tierna de la niña, la madre interpone su rostro maternal y la avispa clava su aguijón en la cara sacrificada de la madre.
Clareta Petacci, desde niña, duerme con la fotografía del Duche bajo su almohada. Ha crecido con ella su loco amor, se convierte en su amante. Condenan a muerte al Duce, que pide el favor de que le disparen al pecho. ¡Apunten! ¡fuego! ¡disparo!. Clareta se interpone y recibe ella la descarga en su cuerpo.
Gritaba David desconsolado llamando a su hijo muerto con la cabellera enmarañada en la arboleda de la encina: ¡Absalón, Absalón, hijo mío Absalón!
¿Quién me hubiera dado morir yo y no tú?, Absalón hijo mío, hijo mío Absalón.
El corazón de Dios.
Mirad a Cristo, mirad su pecho abierto, su cuerpo es una pura llaga, mirad al que traspasaron. Ved su sangre. “Un Pastorcito solo esta apenado, ajeno de placer y de contento, - en su Pastora fijo el pensamiento - y el pecho del amor muy lastimado.
Para salvar al esclavo, no perdonaste al HIJO.
Los teólogos clásicos usan una expresión muy fuerte “Mactatio Mística” que equivale a inmolación mística.
En el sacrificio histórico de la cruz, como en el de la misa, se da la mactación o la muerte: el elemento esencial del sacrificio de la cruz fue la aceptación voluntaria de Cristo, por obediencia al Padre y por amor a los hombres, morir. Sufrir los sufrimientos que preceden a la muerte y que la acompañan. Toda la vida de Cristo, desde el pesebre de Belén hasta la cruz, está encaminada al sacrificio. La vida entera del cristiano, enraizada en Cristo por el Bautismo, va a desembocar en la muerte, que es el signo del sacrificio de Cristo. Pero antes de la culminación del sacrificio Cristo ha sufrido padecimientos físicos y psíquicos, dolores y temor de la muerte que integran su viacrucis hasta su muerte.
En la Misa decimos:
“Orad hermanos para que este sacrificio “mío” y vuestro sea agradable a Dios Padre Todopoderoso”.
Oiréis a veces omitir “mío” en busca de una democratización, es un error.
Ahí está Cristo. La persona del Sacerdote personifica la persona de Cristo. El Sacerdote actúa in persona Cristi y en virtud de esa Persona y por los poderes de esa Persona va a decir: “Esto es mi Cuerpo, Esta es mi sangre”. En virtud de esas palabras el pan se transustancia el Cuerpo de Cristo y el vino en el cáliz en la Sangre de Cristo.
Por concomitancia el Cuerpo tiene alma, sangre y divinidad.
Por concomitancia también la Sangre del Cáliz tiene cuerpo, alma y divinidad.
La separación del Cuerpo y la Sangre es la representación sensible y visible de la muerte.
Cuando, más adelante, parta el pan y desprenda una partícula de ese pan al Cáliz se realiza la Resurrección.
Cristo en la Cruz vive el momento cumbre de su vida, la gesta más alta, la única capaz de glorificar al Padre más que ninguna Obra de toda la Creación; pero ella resume toda su entera vida desde el pesebre pasando por la huida a Egipto, la persecución de Herodes, las discusiones con Fariseos, sinsabores de vida pública, todos los dolores, lágrimas. Ahí está su valor Latreútico, Eucarístico, Propiciatorio e Impetratorio.
La Misa es la cumbre de toda la Liturgia Cristiana.
En el Génesis el Creador les dice a Adán y Eva: “Creced y multiplicaos y llenad la tierra”. Son padres de la inmensa familia humana.
A Jesús le dicen:
“Maestro tu Madre y tus hermanos te esperan”.
“¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos?”, contesta Jesús.
Echando una mirada alrededor: “Estos son mi Madre y mis hermanos. Los que cumplen la voluntad de mi Padre”.
La Familia humana, cuna de la Humanidad tiene vocación de conducir a esta Familia humana para entroncarla en la Familia de la Trinidad.
Hace bien la familia humana: padres, hermanos, sobrinos en dejar libertad a los que Dios llama con vocación especial para seguir la llamada de Xto. Agradecemos en nombre de la Iglesia la colaboración que prestan los miembros de la familia humana a la extensión y difusión del Reino de Dios en la tierra.
-- 1962 Amor y Cruz ya está en Valencia.
-- 1964 Amor y Cruz ya está en Teruel.
Muy pronto el Espíritu Santo va acercando a Carmen a la Obra conocida entonces por las Teresitas.
Cuando Roma beatificó a Sta. Teresita del Niño Jesús no admitió el diminutivo “Teresita” dejando Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz; por la misma razón se suprime el nombre de Teresitas y se me da a elegir.
Los Patronos de la Obra son: La Virgen María Madre de la Iglesia, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús y Sta. Teresa del Niño Jesús.
Pienso llamarlas Teresianas.
Para distinguirlas de las Teresianas de S. Enrique de Osó, que tampoco son Teresianas sino:”Compañía de Sta. Teresa” y de las Teresianas de San Pedro Poveda, que tampoco son Teresianas, sino “Institución Teresiana”, opté por llamarlas “TERESIANAS DE AMOR Y CRUZ”.
Carmen ha encajado plenamente en el Espíritu de la Obra. Ha trabajado de mecanógrafa, archivera, auxiliar administradora, pulcra, detallista, exquisita.
Ha llegado su hora, ha sido fiel hasta el final. Muy querida por todos. Misericordiosa con todos. Generosa con todos. Amantísima de su familia, respetaba y amaba a sus sobrinos. Los llamaba, se reunían como palomas en su casa, siempre hospitalaria.
Hemos de dar las gracias de una manera especialísima a Eliss y Roma que han sido en estos últimos años su Ángel de la Guarda como familia propia y a las hermanas Teresianas de Amor y Cruz, su familia espiritual, que la han atendido y cuidado con verdadero amor.
Carmen se ha enriquecido espiritualmente en la Obra. Ante Dios brillará todo el espíritu que ha recibido y le glorificará en perpetuas eternidades.
Cuando S. Juan de la Cruz oyó las doce campanadas de la torre y el sonido de la campana del convento preguntó: ¿A qué tañen? A Maitines, le respondieron.
“-Gloria a Dios que al Cielo los iré a decir”.
Ha llegado la Hora. El había cantado:
Oh llama de Amor Viva /
que tiernamente hieres/
de mi alma en el más profundo centro/
pues ya no eres esquiva/
Acaba ya si quieres/
rompe la tela de este dulce encuentro.
Hasta ahora sequedades y apuros, angustias y desamparos, soledades y túneles negros. Y la suma pobreza.
Y el pensamiento de que Dios es cruel y está hecho un erizo con ella. Es un verdadero pequeño purgatorio que él padece.
Dios al quirófano es terrible.
Pero sin quirófano no hay curación de verdad, ni salud total, ni identificación con el Ser todo puro y eternamente sereno y dichoso en plenitud sin límites.
Lo que estimula a decidirse a tal empresa es saber que tras ella viene la pacificación total y el amoroso abrazo de Dios que ampara e identifica con Él.
Llegada aquí el alma, su anhelo vuela más alto: es la muerte de amor lo que desea y pide mansa y tiernamente. Morir de amor impetuosamente al compás del romper de la tela.
La imagen del cisne que nunca canta, sino sólo cuando muere, y entonces suavemente, es la pincelada poética de S. Juan con que ilumina la gloria del justo, que se va a decir los maitines al cielo, al tiempo que los ríos, tan anchos y profundos que semejan mares, van a desembocar en el océano de Dios.
Suena entonces el griterío de las alabanzas al justo que marcha a su reino, con su estampido que se oye desde los confines de la tierra. Y el alma sube cargada de riquezas y de esplendor que Dios le deja ver para que ya empiece su gozo y se entreabra el estallido de su alegría.
¡Cauterio, fuego, llama, regalada llaga, mano blanda, toque delicado! ¡Qué obra tan maravillosa realizáis endiosando, ardiendo, amando, santificando, glorificando y llagando con la mayor llaga de amor al alma llagada, sanándola soberanamente por llagarla colosalmente!
¡Oh amador más curado cuanto más llagado!
¡Oh llaga que no cesas de llagar hasta que llegues del todo a llagar!
Y en el misterio de la llaga el serafín, con el dardo fulminante que se clava en las entrañas y las revuelve, las incendia y las sublima en un amor calenturiento, impetuoso y sin límites.
Fuego de amor que avanza en oleadas siempre crecientes que inundan de felicidad ardiente toda el alma cada vez más llagada.
Ensancha Padre la puerta
La has hecho para los niños
Y yo he crecido a mi pesar.
“Méteme Padre, en tu pecho,
misterioso hogar,
descansaré, pues vengo deshecho
del duro bregar”(Unamuno)
Frente al mar y a su oleaje
llega a rendir su viaje
la barquilla de Carmen.
Déjala ya descansar,
en tu pecho, dulce hogar. Amén.(El divino Impaciente.- Pemán)
MAESTRA DE ORACION SANTA TERESA DE JESUS
La maestra que se hace sola. Hasta que Jesús le de libro vivo
Ese personaje es santa Teresa de Jesús. De niña lee vidas de santos. Alma de heroína, emprendedora y conquistadora. En la adolescencia se desvía. El excesivo trato con un primo, movió a su padre, austero y riguroso, a internarla en el colegio de Santa María de Gracia en Ávila. Al acostarse reza hasta que se duerme, y piensa en la Pasión de Cristo. Doña María de Briceño le cuenta cómo se hizo monja, por sólo leer "Muchos son los llamados... Y el premio que da el Señor a los que lo dejan todo por él". Esta fue la causa de su primera conversión. Deja las costumbres frívolas influidas por la pariente liviana y vuelve a pensar y desear las eternas. Va perdiendo la enemistad y el miedo de ser monja. Comienza a rezar muchas oraciones vocales y a pedir que la encomienden para acertar a cumplir la voluntad de Dios. Poco a poco le entran deseos de ser monja, pero no allí, sino donde está Juana Suárez, la Encarnación, no tan austera…
Y viaja a Castellanos de la Cañada con su hermana, que vive allí, con su marido, pasando por Hortigosa, donde vive su tío Pedro de Cepeda, hermano de su padre, con el que está varios días. El tío le hacía leer libros y le hablaba de Dios y de la vanidad del mundo. Le regala las Cartas de san Jerónimo. Con la fuerza que le hacían las palabras leídas u oídas va entendiendo que todo era nada, cómo todo se acaba... y a temer el infierno... Al despedirse de su tío le pide que rece mucho por ella. Lleva ya la saeta clavada. Queda ya amiga de buenos libros. Permanece quince días en casa de su hermana María. Allí comienza a leer las cartas muy exigentes de san Jerónimo. Esto la decide a decirle a su padre que quiere ser monja. Tres meses de lucha feroz. El enemigo no quiere perder aquella pieza. Se defiende con la cabeza, más que con el sentimiento. Piensa y reflexiona que los trabajos de ser monja no serán mayores que los del purgatorio y del infierno que había merecido. Y sobre todo los trabajos de Cristo, de quien se está enamorando, se lo merecen. Conquista a su hermano: para que se entre dominico.
Proceso de su aprendizaje
Se va a la Encarnación. Con tanto empeño vivió la vida espiritual, que enfermó y tuvo que salir a casa de su padre. Para ir a Becedas a curarse, pasa por Hortigosa, donde su tío le regala el Tercer Abecedario de Francisco de Osuna que trata de oración de recogimiento. No sabía hacer oración y se decide a seguir aquel libro. Dios le regala el don de lágrimas, leía, buscaba soledad y se confesaba frecuentemente. Dios le regala oración de quietud y alguna vez de unión, que no duraba más tiempo que el de rezar el Avemaría. Procuraba traer a Jesucristo dentro de mí. Pero lo que más hacía era leer. La salva el recurso a la Humanidad de Cristo. Se entrena en la oración por el método de recogimiento aprendido en el franciscano Francisco de Osuna. Y mientras lee, se empeña en la empresa "Hasta entonces no sabía cómo proceder en oración" (Vida 4,6). "Me determiné a seguir aquel camino con todas mis fuerzas" (Ib.).
El ya recibido don de lágrimas, se hace habitual. Comenzó a tener ratos de soledad, porque no encontró maestro de oración, aunque lo buscó durante 20 años. El mal no viene sólo de hoy, ha sido general en todas las épocas. El Señor le hace muchas mercedes en estos principios. No comete pecados mortales, aunque hace poco caso de los veniales. La oración de quietud y de unión consigue que a los 24 años, tenga el mundo bajo los pies. Y sentía lástima de los que lo seguían. “Traer a Jesucristo presente dentro de mí. Esta era mi manera de oración”. Representaba a Jesús en su interior. Pero lo que más gustaba era leer. Sufre grandes sequedades en estos 18 años pero sigue perseverando.
No se atreve a hacer oración sin un libro, de no ser después de comulgar. Temía ir a la oración sin libro, como si con mucha gente fuese a pelear. Con este remedio -el libro- andaba consolada. Muchas veces, con sólo abrir el libro no necesitaba más. Unas veces leía poco, otras, mucho. Conforme la merced que el Señor me hacía. En realidad ella desde la niñez contemplaba a Cristo en el Huerto. "Cristo en la Columna. Pensar las penas que allí tuvo y por qué, y quién y el amor con que las pasó... y no se canse, esté allí con él, acallado el entendimiento. Si pudiere ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con él... Trae muchos provechos esta oración" (Vida 13,22). Esta es la primera agua, de las cuatro que descubre. La oración de sencillez y de mirada.
Hallazgo de la amistad con Jesús
Mirar al buen Jesús. "No os pido más que le miréis... Él no os ha dejado de mirar aunque hayáis pecado. Mirad que no está aguardando otra cosa sino que le miremos; como le quisiereis le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar que no quedará por diligencia suya" (Camino 26,3). "Como la mujer ha de estar triste y alegre con el marido, así vosotros con el Esposo (Ib). Si estáis alegre, miradle resucitado. Si estáis triste, miradle camino del huerto ¡qué aflicción tan grande llevaba en el alma!, o miradle atado a la columna, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, sin nadie que vuelva por él, helado de frío, en tanta soledad, y el uno con el otro os podéis consolar... O miradle cargado con la cruz... Os mirará él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis a consolar con Él. Miradle como esposo, padre, hermano. Unas veces de una manera, otras de otra. Es muy buen amigo Cristo”.
Habla con Él de todo: lo divino y lo humano. Todo es materia de conversación, de oración. Es una amistad viva y comprometida. Contagia como por ósmosis, su trato. El trato con Jesús y el trato de ella con las personas.
No es posible comprender todo el alcance y significado de la oración en santa Teresa. Pero tenemos algunas pistas para comprobar que la oración explica toda la razón de ser de su existencia. Toda su vida espiritual, su nacimiento, su progreso, sus retrocesos, su plenitud, van acordes con sus grados de oración. Sus caídas, sus dudas, sus tiempos bajos, coinciden con el abandono práctico de la oración. Cada cristiano experimenta que esto es así. En la oración Teresa se encuentra como el pez en el agua. Le sirve para todo: para tener paciencia en las enfermedades, y conformidad en las adversidades; en ella aprende el amor y el temor de Dios; encuentra fuerza para evitar los pecados y superarlos; la oración es la puerta de todas las mercedes; en sus fundaciones, es en la oración donde encuentra fuerza para superar resistencias, contratiempos, murmuraciones, críticas y malas interpretaciones. Y de la oración cosecha los grandes frutos para la Iglesia y sabiduría para orientarse en las encrucijadas y carencias.
Miles de veces hemos oído que debemos orar. Pero son muchos los que no han comenzado. Sabemos que la oración nos solucionaría los problemas más vitales y existenciales. Pero nos escudamos con que no sabemos orar. Sabemos que la natación y el ejercicio físico benefician el metabolismo, queman toxinas, triglicéridos y colesterol, alejan la arteriosclerosis y el infarto; pero decimos que no sabemos nadar y que no tenemos tiempo ni paciencia para el ejercicio. Sabemos que la oración es un grano de semilla capaz de germinar y producir un hermoso jardín y unos árboles de frutos exquisitos, pero nos excusamos con el campo, y los bueyes, el chalet, la esposa y las múltiples tareas que nos agobian y nos matan (Lc 14,18-20).
¿Qué ocurre, pues, con la oración? Ocurre que los cristianos van perdiendo la convicción y la sensibilidad de que el reino de Dios no es de este mundo (Jn 18,36); ni es comida ni bebida (Rom 14,17); que el reino de Dios es gratuidad y a ella debe seguir la adoración, totalmente desinteresada, porque Dios es lo bastante grande como para merecer que le dediquemos el tiempo y le quememos el incienso de nuestra adoración en espíritu y verdad (Jn 4,24).
Cuando los cristianos, y los consagrados primero, hayamos conseguido esta convicción, la oración y la contemplación no serán objeto de leyes; brotarán del mismo amor. Santa Teresa, maestra de oración, nos dice una palabra, que es la de Dios en ella, y nos enseña cómo, en los cuatro niveles, o grados, o distintos modos de regar el huerto, podemos rendir este homenaje a Dios en este tiempo de tan larga sequía que padece la humanidad y el mismo pueblo de Dios.
Con cristianos y consagrados dispuestos a dar a Dios todo honor y gloria, los árboles comenzarían a retoñar y verdear, a florecer y a dar frutos, desaparecería el hambre de Dios y su sabiduría llenaría la tierra como las aguas colman el mar (Is 11,9).
"El hambre profundo de la palabra de Dios que los hombres sienten, tras el hundimiento de los proyectos humanos sin Dios”, dijo san Juan Pablo II a cinco mil peregrinos de Trento, no puede apagarse con palabras humanas vacías y frías como las que no han sido escuchadas y caldeadas en la oración. Ya no me estoy refiriendo a la oración vocal, sino a la escucha contemplativa de la Palabra.
Cuenta el cardenal Suenens que preguntó durante el Concilio al padre Rahner el porqué de la minusvaloración de María en estos últimos tiempos en el pueblo cristiano. Contestó Rahner que hoy se vive el cristianismo como un “ismo”, como una ideología, como una abstracción, y las ideologías y las abstracciones no tienen madre. Podríamos aplicar esta observación del profundo teólogo a toda la concepción del cristianismo. Vivido como una ideología, intelectualizado, racionalizado, no tiene madre, no tiene vida. Se puede decir lo mismo de la evangelización. Pesan demasiado sobre nuestro mundo los proyectos y los métodos de las empresas y de los ejecutivos. Hay que producir más, mejor y con mayor competitividad. Y surge la empresa evangelizadora, y se aprestan los ejecutivos. Y se descarta, porque no se le ve provecho ni utilidad, la contemplación, la escucha de la Palabra.
"Son los que dicen que es suficiente la caridad hacia el prójimo, en detrimento de la caridad hacia Dios, a la que llegan a declarar superflua y que no sería la oración, sino la acción, la que mantendría vigilante y sincera la vida cristiana..." “Yo había creído con demasiada facilidad que podemos dispensarnos... de la oración” (Bernanos, L’impost). Todas estas palabras de Pablo VI, nacidas de su corazón dolorido, nos alertan del imperioso deber de reemprender el rumbo redentor. “Porque los cristianos se dan cuenta enseguida de si las palabras del predicador provienen de su profunda oración personal o si, por el contrario, son ligeras y superficiales como artículo de periódico. A la comunidad se le pueden dar piedras en vez de panes”, ha escrito Urs Von Balthasar. Dios habló y nos habla. El hombre “debe clavar la mirada y el corazón en Dios”, en frase feliz de Pablo VI.
En la contemplación el hombre emprende su éxodo; es el éxtasis, el salir de sí y alabar, escuchar y glorificar al Señor que ha hecho en mí cosas grandes, que es lo que hizo María, que “contemplaba en su corazón”, como nos dice Lucas, (2,19). El pensador piensa y reflexiona, y habla mucho; el contemplativo escucha y acepta la resonancia en su corazón de la Palabra, y la Palabra crea en él el corazón puro y limpio, recibe el espíritu principal, de elegancia suprema. Y de ese interior brota una corriente cálida y palpitante. El contemplativo revive la estrofa de la Noche oscura de san Juan de la Cruz.
“Quedéme y olvidóme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado”.
Ojalá que nuestra oración no se quede en los primeros grados, sino que suba, según el magisterio de santa Teresa, a regar el huerto con aguas más hondas y claras, las que da Dios a los que perseveran. ¡Qué bendición nos trae este libro al hablarnos de lo más necesario, de la mejor parte escogida por María!
Don Ricardo María Carles Gordó
Siendo Arzobispo de Barcelona, escribió que el Rvdo. Jesús Martí Ballester nos quiere llevar: a la misma experiencia cristiana, a la fe, a la esperanza, a la caridad de la santa de Ávila. A la experiencia misma de santa Teresa, que vivió la relación filial con Dios en su vida de mujer fuerte, que alcanzó las cotas más altas de la unión con Dios. Así ha dejado escrito:
“Siempre me recuerda Jesús Martí Ballester a San Enrique de Ossó y Cervelló en su enfoque del apostolado en la relación con Santa Teresa de Jesús”, en todos sus libros escritos y en su Fundación de la Institución Amor y Cruz, Congregación que ha fundado.
Conocí a Jesús Marti Ballester siendo alumno en el Colegio de las Teresianas de San Enrique de Ossó y discípulo de la madre Concepción Jiménez, mexicana, Religiosa de la Compañía de Santa Teresa, fundada por San Enrique de Ossó. A su cariño tengo que agradecer entre otras colaboraciones pastorales la confección y pintura de la cinta con que ataron mis manos consagradas el día de de mi Ordenación sacerdotal Fuimos compañeros en el seminario de Valencia recién terminada la guerra del 36. Reestructurado el seminario de Valencia, y cuando nombraron a Don Jesús Martí Ballester, Profesor de Música, le tuve de maestro y amigo y como lector de la revista Jesús Maestro de la Compañía de Santa Teresa, que leíamos conjuntamente en sus secciones formativas tanto de seminaristas como de sacerdotes, empapándonos del espíritu teresiano que rezumaba Don Enrique de Ossó.
Leyendo los libros del reverendo Jesús Martí he tenido siempre una impresión, que espero muchos lectores compartirán. Y es que al autor por fortuna, se le ha contagiado no poco, no sólo el espíritu teresiano, sino también su estilo. Gracias a ello rompe la barrera del tiempo y deja un texto austero, claro, asequible a la mentalidad actual, dentro de un gran respeto a la prosa de santa Teresa. No se trata de convertirla en una autora actual más, nos ofrece una prosa tersa e inteligible que hace más agradable y deliciosa su lectura.
Esta armonía y fidelidad a Santa Teresa y a la sensibilidad literaria moderna es un trabajo de orfebrería, cuyo resultado se inspira sin duda en una profunda comunión espiritual con la obra original en su fondo y –repito- incluso en la perenne de su forma. Y aquí es, donde el reverendo Martí Ballester nos conduce de forma directa a la oración cristiana y, por lo mismo encarnada. Efectivamente, la oración auténtica suscita en los que la practican una ardiente caridad que los empuja a colaborar en la misión de la Iglesia y al servicio de sus hermanos para mayor gloria de Dios. Hace ya cinco siglos del nacimiento de Teresa de Ávila, y cada día su figura cobra más actualidad pero, como hemos visto, en la vida de muchas personas, en pleno siglo XXI, Teresa no ha dejado de impactar con sus escritos y espiritualidad.
San Juan Pablo II, Magno, también fue un gran admirador de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, como nos dejó dicho durante su primer viaje a España, sobre todo en sus alocuciones de los lugares teresianos que visitó, en especial Ávila. Teresa de Jesús –dijo en Alba de Tormes- ha sido mi maestra, inspiración y guía por los caminos del Espíritu. En ella encontré siempre estímulo para Dios y para la causa de la libertad del hombre. El mensaje de la santa- añadió- conserva hoy toda su libertad y fuerza. Teresa habla desde las páginas de sus libros, es palabra universal de experiencia de Dios, su vivo lenguaje castellano ha entrado en la cultura religiosa de la humanidad, está presente, honrando a la Iglesia, en la literatura universal.
Los libros de Jesús Martí Ballester quieren ser instrumentos para extender esta palabra de la santa. Sean dadas gracias, por ello, a su autor. Y que Dios conceda fecundidad a su trabajo, por intercesión de santa Teresa de Jesús.
ADEMAS DE CON SANTA TERESA DE JESUS, AMOR Y CRUZ CUENTA CON SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS, QUE ES UN OMEN NOVUM,”MENSAJE NUEVO” UNA MAESTRA DE LA PEQUEÑEZ VERDADERA QUE ENSEÑA A NACER DE NUEVO POR EL AGUA Y EL ESPIRITU. EL ESPIRITU SOPLA CUANDO QUIERE Y NO SABES DE DONDE VIENE NI A DONDE VA.
EN EL ENTUSIASMO DE LA SOCIEDAD HUMANA ANTE LA BENEVOLENCIA, PACIENCIA, BONDAD Y MISERICORDIA DEL PAPA JUAN XXIII, TRASUNTO CELESTIAL ME REAFIRMO EN MI ENTREGA A LA MADRE IGLESIA QUE ENGENDRA TALES ALMAS, QUE HACEN AL MUNDO MAS DIVINO Y ME MUEVEN A PARTICIPAR MIS SENTIMIENTOS DE MI FIDELIDAD QUE POR GRATITUD COMPARTO CON MIS LECTORES.
“He nacido en la Iglesia, espacio donde actúa el Espíritu, para vivir eterna, gozosa y filialmente feliz con Dios; he crecido en la Iglesia para servirla; recibo en la Iglesia lo mejor que tengo para extenderla; realizo en la Iglesia, lo más valioso que puedo hacer por su ministerio; estoy enamorado de la Iglesia y doy día a día la vida por ella para extenderla y embellecerla; he sufrido mucho por la Iglesia por sus errores; y sigo sufriendo y deseo y lucho por una Iglesia más pura, más unida y humilde, más interior y evangélica, más samaritana y materna, más sencilla, más hogar deseable. Quien sólo ve en la Iglesia una sociedad humana y pecadora y no sabe ver su calidad de santa por vivificada por el Espíritu de Cristo, rico en misericordia, siempre con ella como Esposo enamorado y soldado vigoroso en medio del fragor de la guerra, pronto se escandalizará, y dejará de aceptarla y de creer en ella. Quien la vea como un pueblo maravilloso que viene de lejos, atrayéndose a todos los pueblos, asimilando todas las civilizaciones, traduciéndose en todas las culturas, hablando en todas las lenguas, siempre haciendo el bien, aunque no lo haya hecho siempre bien, la amará como a una madre anciana y amada, a pesar de las arrugas que contrajo en la lucha y en los años.
Cuando yo comencé a necesitar mentores, había poco que escoger: la furia marxista había martirizado en la guerra a una gran parte del clero español, la más granada y mejor. Pero la Iglesia me ofreció un acervo de revelación y de literatura, de águilas y de santos, de místicos y de genios actuales, que han forjado mi personalidad. Los errores que he detectado en la Iglesia, siempre los he visto rectificados por otros hombres más lúcidos y he podido comprobar que los obstáculos ejercen de galvanizadores y las zancadillas de fertilizantes, ya que las cosas crecen por lo que nacen, y lo que nace de la cruz crece por la misma cruz, aunque al ritmo peculiar de la vida.
¿Qué sería del mundo sin el magisterio de los grandes Papas, de un León Magno subyugando a Atila?, ¿qué de un Gregorio Magno, uno de los cuatro Padres de la Iglesia latina junto con Jerónimo Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán, proclamado Doctor de la Iglesia el 20 de septiembre de 1295? ¿Qué hubiera fallado sin el magisterio y gobierno del Papa Pio XI, qué si no hubiera existido la elocuencia de un Pío XII? ¿Qué sería del mundo sin la santidad del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney sin los méritos de la belleza de su santidad, sin el fulgor de su vida bella, santa y pura? ¿Qué sería del mundo sin la cultura creada y conservada en las Abadías, sin el arte cultivado por la Iglesia? ¿Qué de las escuelas? ¿Qué de los huérfanos, drogadictos, minusválidos, abandonados? Iglesia, santa de Dios, no sólo el Papa, obispos y sacerdotes; también misioneros heroicos, santos seglares, obreros y santas madres que sufren, rezan y se inmolan por sus hijos, todos fuertes por la oración y la vida sacramental. Por la Eucaristía, la Palabra, el Perdón de Dios transmitido en y por la Iglesia.
¿Cómo olvidar al Sacerdote que me fascinó de niño hasta el punto de que quise ser como él? ¿Y a aquella pléyade de mártires asesinados en su florida y hermosa juventud? ¿Y a tantas santas religiosas anónimas y pobres, trabajando y orando por toda la humanidad en el silencio de los claustros en el jardín de su juventud inmolada?
También ¡cómo no!, barro humano. Pero ¿puede oscurecer el barro de nuestra pobreza el fulgor deslumbrante de tantos millones y millones de estrellas? ¿La Pietá de Miguel Ángel, dejará de ser hermosa, aunque tenga las manchas del tiempo y de la materia?
Veinte siglos viene caminando por esta hermosa y pobre tierra, este Pueblo de redimidos; polvo lleva en las sandalias, el polvo del mismo suelo que pisa; sus pies son de barro, pero su Cabeza de oro celestial resplandece brillante entre luceros. Mi gloria y mi vida será servir siempre a la Iglesia, y como Teresa de Jesús, morir hijo de la Iglesia: “Al fin muero hijo de la Iglesia”.
Al final de estas páginas quiero que con todos mis lectores agradezcamos al Señor que me haya dado el tiempo y la fuerzas suficientes en mi larga jubilación para escribir la vida santa de los que fueron mis Pastores y Pontífices, que gobernaron la Iglesia durante mi sacerdocio, el Venerable Siervo de Dios Eugenio Pacelli, Pío XII, San Juan XXIII, Capitán del Concilio, San Juan Pablo II, Magno y el Beato Pablo VI, Timonel del Concilio, marcados ya con la gloria de la santidad, y aunque la fragosidad y hecatombe de las guerras mundiales haya detenido su carrera de santidad Eugenio Pacelli, esperamos llegue, para la edificación de la Iglesia y honor del pueblo cristiano.
No han sido los primeros libros que escribía. Apenas se me ha autorizado a fundar comencé a traducir a San Juan de la Cruz, porque resultaba insoportable a mis hijos. Tenía que traducirlo y comencé a hacerlo con el Cántico espiritual. Yo era un autor desconocido y la gente no estaba preparada para aquella literatura. Me costó mucho encontrar Editorial que quisiera fracasar. Por fin San Pablo se decidió con el título que me inventé: Cántico espiritual leído hoy y me lo prologó Don Marcelo González Martín. San Pablo me pidió que me quedara la mitad de la edición, de 3000. El libro salió el día 6 de enero y el 7 de febrero me dicen que van a sacar la 2ª edición. Y hemos llegado hasta la 7ª edición. Después hemos publicado a Santa Teresa de Jesús, primero Diccionario del pensamiento de santa Teresa de Jesús, más tarde Vida de Teresa de Jesús leída hoy, Cuatro Niveles de oración que en el quinto Centenario lo ha reeditado Edibesa con el título de Así oraba Teresa de Jesús, Caminos de Santa Teresa leídos hoy, Moradas de Santa Teresa leídas hoy, que está reeditando este año San Pablo, Escucha, Israel, Caminos de luz, Oblación carmesí Altés. Estilo, Altés. Ideario, Altés.
P. Jesús Martí Ballester
jmartib@planalfa.es