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DOMINGO 8   A

ELPADRE CUIDA DE NOSOTROS

            1. "¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?" Isaías 49, 14. Los israelitas deportados no lo pasaban tan mal en el destierro, pues eran muchos los que allá habían adquirido propiedades y hasta algunos incluso habían conseguido cargos y puestos de relevancia. Por eso la repatriación que Isaías les anuncia no les tienta demasiado. ¿Qué van a encontrar en Jerusalén? Desolación y ruinas y necesidad de trabajar desde cero para reconstruir y reinstalarse. Ya les puede cantar el profeta la transformación con que se van a encontrar: "A lo largo de todos los caminos se apacentarán; en todas las alturas desiertas encontrarán pastos. No sufrirán  hambre ni sed, no les alcanzará ni el viento árido ni el sol ardoroso, porque el que se apiada de ellos los conducirá a las aguas manantiales"[62]. No le creen, todo lo contrario, están convencidos de que "el Señor les ha olvidado y abandonado. No, Israel, oruga de Jacob, no te ha olvidado el Señor. No puede abandonar una madre a su niño de pechos, que llevó en sus entrañas. Y, si la madre perdiera por excepción extraña su amor de madre, que está por encima de todas las situaciones, "yo no me olvidaré de ti. Te llevo tatuada en la palma de mis manos"[63].

            2. Después de este enternecedor texto y bellísimo, no desmerece el lirismo de Jesús: "Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta" Mateo 6, 24.

            Ocupación sí, colaborando con nuestro trabajo con el Creador y Redentor. Agobio y angustia, no, porque la confianza en el Padre los debe desterrar. Entonces, ¿qué les decimos a los parados? Que hagan lo que puedan, soliciten, busquen, clamen, y todos los demás apliquemos nuestro talento y nuestro trabajo en funcionamiento ordenado y constante al servicio del Reino y al bien de todos nuestros hermanos. El hecho de buscar el Reino de veras trae la justicia, también la social. Buscando el Reino se comienza a fraguar el eslabón de una cadena, que enlazando los trabajos y los esfuerzos y las oraciones de unos, los multiplica con los de los otros y así hasta que el Reino de Cristo esté establecido en el mundo. Eso será el mundo nuevo, creado según los planes y deseos del Creador. "Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva"[64]. "Hago nuevas todas las cosas"[65]. Nosotros no somos paganos, sino cristianos que saben que tienen un Padre en el cielo que conoce nuestras necesidades.

            3  "Donde está tu tesoro allí está también tu corazón"[66]. Se disputan nuestro corazón Dios y el dinero. A Dios hemos de darle fuerzas, corazón, alma[67]. El dinero reclama fuerzas, corazón, ansiedad, preocupación, amor. Ante el becerro de oro, los israelitas en el desierto proclamaron: "Ahí tienes a tu Dios, Israel"[68]. Cuando el hombre adora el Dinero comete idolatría: "El avaro es un idólatra"[69]. "La codicia es idolatría"[70]. "La raíz de todos los males es el afán del dinero"[71]. Cuando el hombre pone en el dinero su confianza más absoluta y su seguridad, diviniza el dinero. Y en vez de tener seguridad necesita cajas de seguridad, cajas fuertes, puertas blindadas, alarmas electrónicas, porque la seguridad del dinero es falsa. Es un ídolo y los ídolos "tienen boca y no hablan, ojos y no ven, orejas y no oyen, nariz y no huelen, pies y no andan, manos y no tocan, no tiene voz su garganta"[72]. Jesús quiere que usemos el dinero como medio, no como fin. El médico no receta a ningún enfermo másantibióticos de los justos para cortar la infección. Los clásicos hablaban de la "sagrada hambre de oro", "Sacri auri fames". Séneca dice: "El hombre posee las riquezas igual que decimos que tiene fiebre, cuando en realidad es ella la que nos domina. Deberíamos decir: <las riquezas le tienen a él y le atormentan de mil modos>. Pero el avaro sigue ciego para no ver la miseria moral en que le sume su pecado. Por eso en la mitología greco-romana, Plutón, dios del dinero, era ciego.

            4  El que sirve al dinero vive angustiado y Cristo nos dice: "No os angustiéis por vuestra vida pensando qué vais a comer". "No os agobiéis por el mañana": "Marta, Marta, estás muy inquieta y nerviosa"[73]. "La semilla que cayó entre espinas, y las preocupaciones del mundo, las riquezas y ambiciones sofocan la Palabra"[74]. El que vive para el dinero, además de vivir ansioso y cansado, cuando llega la muerte, ve su fracaso: "Necio, esta noche se te pedirá tu alma"[75]. Es el fracaso eterno del epulón, que sólo pensó en sí mismo y no supo ver a Lázaro[76]. "De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?"[77].

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5. Sabemos con certeza de fe que el Señor nos tiene en su mano, que cuida de nosotros, como de los pájaros, pero más, pues "valemos más que ellos"; y cuanto más preciosa y valiosa es la joya, mayores cuidados recibe de su dueño. Y quienes han recibido una misión en la Iglesia para su crecimiento y eficacia, pueden  estar seguros de gozar de una providencia especial del Padre celeste e inmortal.      

            Cuando vemos cómo crecen los lirios y las margaritas silvestres, ¿no nos eleva su contemplación a la mano amorosa y suave que los hizo brotar y los pintó de tan bellos colores?

            Y es natural que cuidemos nuestra vida y salud, pero sin obsesión. No somos capaces "de alargar nuestra vida una sola hora". El Padre del cielo sabe mejor que nosotros lo que más nos conviene, lo mejor.

            6. La excesiva preocupación por el dinero en que vive nuestro mundo, uncido al yugo de su esclavitud, más que servirse de él, debe ser superada por el discípulo de Cristo, que no se agobia por el mañana, sino que trabajando ordenadamente, vive confiado, en el Padre que está cuidando de todos. Jesús nos quiere llevar a que "buscando por encima de todo el reino de Dios y su justicia", esperemos que "todo eso se nos de por añadidura". La razón para que vivamos sin agobio, es que tenemos un Padre que si alimenta a los pájaros, y viste a los lirios, ¿qué no hará con nosotros, sus hijos? A la viuda generosa que socorrió a Elías no le faltó el aceite[78]. El Dios de Jesús no es un espectador, es una Padre, una Madre, que se conmueve por las necesidades de sus hijos. No es un Dios de madera; tiene ojos y ve, boca y habla, corazón y ama. No es algo. Es Alguien. Es un Dios Viviente. A él pueden acudir los hombres y confiar en él, a pedirle, a quejarse, a suplicarle ayuda. Dios no está muerto. La teología de la muerte de Dios hizo sus estragos y dejó sus huellas. Del Dios de los filósofos griegos y de los deistas nos hemos de convertir al Dios de Abraham, al Dios de Jesús, que tiene contados hasta el número de nuestros cabellos[79]. "Que está esperando a la puerta y llama"[80]. Que espera al hijo pródigo[81]. Que si le pedimos pan no nos da una piedra; si un huevo, no nos da una víbora[82]. Un padre que está contigo[83] que nos ama mucho[84]. Es el maquinista que conduce con amor y seguridad. Que nos da todo lo demás por añadidura, pues "él cuida de nosotros"[85]. Con sus ojos veremos, "porque quien a Dios tiene nada le falta - Sólo Dios basta".

            7. Y "Mientras esperáis y aceleráis la venida del día de Dios, cuando los cielos incendiados se desintegrarán, para dar paso a los nuevos cielos y nueva tierra[86], concentrémonos en la oración del salmista: "De Dios viene mi salvación y mi gloria; él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en él, desahogad en él vuestro corazón" Salmo 61.             

            8  Vamos a consagrar y a comer el pan del Reino que nos estrechará más al Corazón del Padre que nos da a su Hijo como prenda de su amor cariñoso y eficaz, en los brazos de María, la Madre de Dios y de la Iglesia.

P. JESÚS MARTÍ BALLESTER

jmartib@planalfa.es