TIEMPO DE ADVIENTO

 

DOMINGO 1 ADVIENTO  CICLO B

¡MARANA THA! VEN, SEÑOR JESÚS!

 

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         1. Cuando está a punto de terminar el año natural comienza el Adviento cristiano. De una manera especial en este adviento que inaugura la preparación para celebrar el Jubileo del año 2000 del nacimiento de Cristo. Los creyentes en Jesús nos vestimos de primavera cuando casi está encima el invierno. Adviento, tiempo de esperanza y de vigilancia. Esperamos al Amado que vino y está a punto de llegar y le cantamos: "¡Marana tha! Ven, Señor Jesús! (1Cor 16,22).

        

2. Toda la liturgia de Adviento está sintetizada en el Prefacio de hoy que nos anuncia: "la venida del Señor en la humildad de nuestra carne, y la promesa de que vendrá de nuevo en la majestad de su gloria". La expectativa ante el retorno del Señor polariza nuestra atención y nutre nuestra oración: "A tí, Señor, levanto mi alma. En tí confío. No quede yo defraudado. Que no triunfen mis enemigos sobre mí" Salmo 24, 1 de la antífona de entrada.

 

         3. Si aguardamos a Cristo, nuestra espera no debe ser pasiva, sino dinámica para "salir a su encuentro, con nuestras buenas obras" Oración Colecta: la oración, los sacramentos, la caridad y todo el séquito de las virtudes.

 

         4. En este domingo comenzamos la fase preparatoria, que durará tres años, para el jubileo del año 2000, que ha de tener un carácter claramente cristológico. "Para conocer la verdadera identidad de Cristo, es necesario que los cristianos vuelvan con renovado interés a la Sagrada Escritura <en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual>". (Ante el Tercer milenio).

 

         5. Jesús nos dice en el evangelio: "Velad". Cuatro veces repite en diez líneas, el mismo mandato: "Velad". Si la repite tanto, es porque es fundamental. Velar de noche, la noche de la peregrinación de la fe en este mundo, exige mucha paciencia, perseverancia y constancia.

 

         6  San Pablo nos dice: "Que Nuestro Señor Jesucristo nos mantendrá firmes hasta el final" 1 Corintios 1,3. Así pues, la esperanza cristiana es una fidelidad en la fe y un combate que tiene a Cristo como actuante principal.

 

         7  El Señor manda velar, no sólo a los Apóstoles, sino a todos: "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos" Marcos 13, 33. Ya nos lo ha dicho en la parábola de las vírgenes necias (Mt 25,1). Y lo dijo en Getsemaní: "Velad y orad, para no caer en la tentación" (Mt 26,41). Si caemos es porque no oramos, o porque no oramos bastante. Porque nos alimentamos poco.  

 

         8. Isaías, que es un gran poeta, nos ha dejado esta patética oración, una joya de la literatura bíblica Isaías 63, 16. El profeta se adelanta a Jesús a llamar a Dios, Padre y Redentor. Parece que así oraba ya entonces Israel. Es un grito angustiado y confiado, proferido por los israelitas cuando ven todavía lejos el día de la intervención salvífica de Dios. ¿Por qué nos sigues dejando en el pecado? ¿Por qué no borras en nosotros sus huellas? ¿Por qué no nos creas un corazón nuevo?. No hay pelagianismo en ese esperar de Dios la liberación del pecado, pues "Es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar" (Flp 2,13). Tú eres quien nos ha de arrancar de raiz este cáncer que llevamos dentro, este hombre podrido que somos. Tú eres el autor del hombre nuevo, "creado a imagen de Dios, en justicia y santidad" (Ef 4,24).

 

         9. Reconozcamos la realidad del pecado, que rompe nuestra relación con Dios y con los hermanos. Reconozcamos con Isaías que "nuestra justicia es un paño sucio y manchado". "Hemos caído a tierra como hojas secas sin savia y sin vida. El viento nos ha arrebatado en todas direcciones. Nuestra salvación sólo está en Dios". Por eso: "¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras, derritiendo los montes" de nuestra soberbia, insensatez, autosuficiencia, "con tu presencia"! Mira, Señor, cómo nos debatimos en medio de una sociedad decadente y caduca y paganizada. "Hago el mal que no quiero y no hago el bien que deseo. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,19.24). Cuando "bajaste" al Sinaí "derretiste los montes con tu presencia" y tu fuego. ¡Derrite ahora nuestra dura cerviz!. "Nos has ocultado tu rostro".

 

         10. Ven a salvarnos, Pastor de Israel. Muéstranos ya tu Rostro. "Nos has dejado en poder de nuestras culpas". Adelanta el día de nuestra liberación. "Porque tú eres nuestro Padre". "Nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero. Somos todos obras de tu mano". Rómpenos y recréanos. "Mira que somos tu pueblo". "Renovemos el tema de la penitencia y reconciliación. La Iglesia no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy" (TMA, 32-33).

 

         11. "Ven a visitar tu viña, que tú plantaste. Que brille tu rostro y nos salve. Danos vida, para que invoquemos tu nombre"  Salmo 79.       

 

         12  Velemos, porque vendrá y nos sorprenderá su venida como el ladrón en la noche (Mt 24,23). Vendrá el Señor que se fue de viaje, y "no sabemos si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer". Vendrá a juzgarnos y a revelarnos el misterio de su actuar poderoso y de su paciencia y quietud, el misterio de sus palabras y de sus silencios. Esperemos su retorno. Que María nos despierte. "María Santísima, que estará presente de un modo transversal a lo largo de toda la fase preparatoria del Milenio, debe ser contemplada en este primer año en el misterio de su maternidad divina" (TMA, 43).

 

         13  Madre del Redentor, Virgen fecunda, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Prepáranos tú limpiando nuestro corazón para recibir la eucaristía, a punto de ser inmolada en el altar, con la que nos alimentas para darnos las fuerzas que necesitamos. Lávanos como la madre lava a sus niños, para que la recibamos santamente y descubramos por ella el valor de los bienes eternos para poner en ellos nuestro corazón.

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es