DOMINGO 22 CICLO A
LA PERSPECTIVA DE LA CRUZ
1. "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" Jeremías 20, 7. Jeremías, elegido por Dios su profeta a los veinte años, encarna en su vida su misión. Profeta de desgracias y catástrofes, no es aceptado ni por el pueblo ni por los dirigentes, que buscan siempre que el profeta les halague los oídos. Como no es así, es perseguido y martirizado de forma tal que su figura y su vida parecen un evangelio anticipado de Jesús doliente, al igual que una fuente de inspiración del Deuteroisaías para plasmar los cánticos del Siervo de Yavé. Así, teniendo que llevar esta vida, comprendemos que Jeremías confiese que ha sido seducido por Dios, como una mujer joven débil, forzada y vencida y encima, humillada. La palabra le exige gritar violencia y destrucción.
2. El Señor le tocó la boca y le dijo: "Yo pongo mis palabras en tu boca..., para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar". Comienza a hablar y las palabras no se cumplen y se convierte en hazmerreir de la gente, que lo considera propalador de falsas alarmas, y de amenazas incumplidas. "La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio".
3. El profeta ha visto destrucción, pero ¿dónde está la construcción que se le prometió? Tan fuerte fue su depresión, tan agudo su sufrimiento, que decidió no hacer caso de la palabra, "pasar" de la inspiración. Pero no pudo conseguirlo porque "la palabra era en mis entrañas fuego ardiente". Fuego ardiente que se apodera del profeta que intentaba contenerlo y no podía, silenciar la palabra y se le hacía imposible. Le quemaba las entrañas. Estamos ante la confluencia del misterio de la acción de Dios a través de la inspiración y la libertad humana que, aunque a su pesar, tiene necesidad de obedecer, hacer y decir lo que Dios le impone. Ni la inspiración divina anula la obra del hombre, ni la intención del hombre impide la acción de la inspiración.
4. A pesar de todo, el profeta, como el salmista, "está sediento de Dios, le contempla admirado en el santuario, viendo su fuerza y su gloria, promete que le bendecirá toda su vida, y sus labios le alabarán jubilosos, porque sabe que el SEñor es su auxilio y que su diestra le sostiene" Salmo 62.
5 "Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día" Mateo 16, 21. En esta predicción, Jesús manifiesta su aceptación y la voluntad indeclinable del Padre, expresada en "el tiene que ir".
Jesús se revela como el Siervo de Yavé doliente, triturado y abrumado por el sufrimiento, por eso esta lectura va enlazada con la de Jeremías, ya comentada. Ha sido inmediatamente después de la confesión por Pedro de su filiación divina, y de la promesa al mismo del primado. Para que los discípulos no se hicieran falsas ilusiones acerca de su futuro y del de Pedro.
6 Como Pedro ha sido encumbrado en el pasaje anterior, toma ahora la palabra considerándose constituído superior y responsable, disuadiendo a Jesús de la profecía: "¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a tí eso!".
No olvidemos, no obstante, que al anunciar Jesús la cruz y la muerte, profetiza también su resurrección al tercer día. Pero no deja de decirle a Pedro que es un tentador, y que su idea del Hijo de Dios no es la de Dios sino la de los hombres.
7. Y si esto le va a suceder a él, les ocurrirá lo mismo a "los que quieran venirse conmigo". "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga".
¿Qué clase de cruz han de tomar sus discípulos? Algunos habrán de tragarse su mismo cáliz sangriento. Los más, habrán de cargar con la cruz de sus propias personas, de sus circunstancias, de las personas de su convivencia diaria, de su trabajo, de su enfermedad.
¡Dichosos los que sepan aceptar y amar su cruz, porque, aunque en ello pierdan la vida, la recuperarán glorificada. Porque el que le sigue en la cruz, le sigue en la gloria de la resurrección. Por algo en la predicción él ha unido los dos aconteceres de la Pascua: morir y resucitar.
8 "El es la vid y el Padre es el labrador, y limpia los sarmientos que dan fruto, para que su fruto sea más abundante". A nuestro mundo, que rehuye con todas sus fuerzas la cruz, y busca con todas sus ansias el placer, le resulta anacrónico este lenguaje, pero, al igual que la vid no puede dar buena cosecha sin el llanto de la poda, y los sabios galardonados con el premio Nobel, no han llegado a tal honor sin el sacrificio del estudio y de la investigación constante, el hombre, el cristiano, no pude llegar a la Vida, sin perder la vida por Cristo.
9. Por eso nos dice San Pablo: "No os amoldéis al mundo éste". "Presentad al Señor vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable" Romanos 12, 1.
10. Pero esto ni lo hacemos solos, ni con solas nuestras fuerzas. Tenemos la compañía del Señor y sus sacramentos, especialmente el de la Eucaristía, que nos robustece y nos da auxilio.
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es