DOMINGO 1 DE ADVIENTO CICLO A
CONVERSION ANTE LA VENIDA DEL SEÑOR
ANTE LA DESPREOCUPACION DE LOS HOMBRES, OLVIDADOS DE LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE, DEBEN ACENTUAR LOS CRISTIANOS LA ACTITUD OBEDIENTE Y VIGILANTE DE NOE.
SAN PABLO, COMO SAN PEDRO, NOS INVITAN A DEJAR LAS ACTIVIDADES DE LAS TINIEBLAS Y A VESTIRNOS DEL SEÑOR JESUCRISTO.
1. Comenzamos hoy el Adviento con la urgente llamada de la Palabra de Dios a dirigir nuestra mirada en profundidad al pasado y al futuro de la historia humana y eclesial y de nuestra historia personal. Como el piloto en vuelo siempre ha de estar dispuesto a rectificar el rumbo de su nave si la hoja de ruta se lo demanda, el hombre, y sobre todo el cristiano, siempre tiene la oportunidad de dar un golpe de timón en su vida, cuando el evangelio le pide que rectifique; pero el Tiempo de Adviento de una manera singular e inminente, le invita a examinar, y controlar su camino, para rectificar los desvíos. Para eso la Palabra del Adviento nos recuerda que "cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos". Lo leemos de corrida y no lo negamos, pero tampoco hace mucha mella en nuestro espíritu. Pasamos en seguida a otro tema. Es el mal del tiempo.
2. La desmesurada cantidad de información que recibimos, y que no somos capaces ni de retener, menos de asimilar, y sobre todo, profundizar. Y tenemos necesidad de que nos machaquen los medios con imágenes terroríficas para que movamos un dedo en favor de los pobres. Pero el mensaje divino ni tiene tantos altavoces, ni encuentra una sensibilidad preparada, aunque es una verdad importantísima y trascendental, colectiva e individualmente. De ahí, que no podamos conformarnos con leer rápidamente el evangelio, sino que tenemos que pararnos a meditarlo, con reposo y oración, con detenimiento y responsabilidad, sobre todo los que estamos más cerca del Señor; los que teniendo la Palabra en nuestra boca, tenemos mayor obligación de practicarla. Pues, si no la practicamos, difícilmente la diremos en su integridad y con eficacia. San Juan de Ávila ha escrito que lo que no se practica no se predica. Hoy los estudios de la ciencia nos dan la razón de esa afirmación y es que psicológicamente es inviable condenar las propias acciones. Las palabras no son para decirlas, sino para vivirlas. Han de ser convertidas en realidad. Si predicamos el amor y la solidaridad y practicamos el egoísmo, la soberbia, la ambición y la envidia, lo que sembramos por el día, lo arrancamos por la noche. Hace pensar que San Pedro el día de Pentecostés predicó un sermón y se convirtieron 3000 judíos. Hoy predicamos tres mil... más... y no se convierte nadie. Santa Teresa nos dará la explicación: "Hasta los predicadores van componiendo sus sermones para no descontentar". El Padre Báñez, que revisó el texto, escribió al margen: "Legantpraedicatores". Adviento es tiempo de reflexionar para corregir y ordenar. Pienso que porque se discute mucho y se medita y ora poco, nos estamos quedando en el chasis. Lo dijo Jeremías: "Toda la tierra es desolación, por no haber quien recapacite en su corazón" (Jr 12,11). Una cosa es leer para conseguir ideas originales para decirlas, y otra leer y contemplar para entregar a los demás, no lo leído, sino el fruto maduro de lo contemplado. Los oyentes se dan pronto cuenta de si hablamos de profesión o si hablamos de corazón, porque cuando se habla desde ahí, las palabras, no sé lo que tienen, pero son como granos de pimienta que abren el apetito de conversión y vuelta a Dios, como decía el padre Doria de las palabras de san Juan de la Cruz. Por el contrario cuando se habla de rutina, nos quedamos fríos y con hambre, como quien ha comido rancho frío. Pero, "la Palabra de Dios es ascua llameante" (Sal 140) y no se puede servir recién sacada de la nevera. Hace unos años el Prior de Taizè dijo que los católicos de determinado país influirían poco porque estudiaban poco y oraban poco. Las prisas, el vértigo, la pérdida del hábito de la lectura y de la oración se apoderan de las personas y se ofrece vino aguado que no embriaga.
3. Sión, capital del reino de Judá, es una ciudad subyugada y oprimida, y agotada por los tributos y por el abuso de sus dirigentes. Y en el momento de su mayor depresión, Dios le concede a Isaías un suplemento de vista con la que ve a lo lejos: Veo el Monte del Señor más alto que todos los montes y que vienen a él todos los gentiles y pueblos numerosos. Y vienen cantando: Subamos al monte del Señor para que nos enseñe a caminar según su Palabra, y a seguir su ley. La metáfora de los montes tiene por base el culto de los pueblos paganos a sus dioses en los montes. El Monte del Señor será más alto que todos Is 2,1. En 1945 en Yalta, preguntó Stalin a Winston Churchill, que le hacía presente el deseo de paz del papa Pío XII: "¿Con cuántas divisiones cuenta el papa de Roma?". En 1989 hemos visto derrumbarse el dominio de ese régimen estalinista, que creíamos inexpugnable. En la homilía de la misa del inicio de su pontificado, proclamaba Juan Pablo II en la plaza de San Pedro: "Abrid las puertas a Cristo, abrid las puertas de los Estados, de los sistemas económicos y políticos". Vemos ahora que aquellas invitaciones clamorosas eran proféticas. ¿Quién hubiera podido predecir estos acontecimientos? Y es que: "Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor".
4. Si el mundo, si los pueblos todos, escuchan la Palabra y cumplen la ley de Dios, fundirán las espadas y las convertirán en arados; y convertirán las lanzas en podaderas. Un pueblo no disparará el cañón contra otro pueblo; y ya no se tendrán que ejercitar para ir a la guerra. "Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor". Esta es la revelación y la luz del Señor: Llega el desarme. Es como si dijera el Profeta: El mundo se salvará de la corrupción de los gobernantes, de las mentiras políticas y del hambre y de las guerras interiores y del pillaje y los terroristas abandonarán el terrorismo. La paz entre los pueblos es un don mesiánico, pero vienen con él otros, que anticipan y anuncian la llegada a la ciudad de Dios.
5. Isaías ha visto los tiempos mesiánicos. Ha llegado, como un fruto maduro, la paz universal: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". Sobre la cumbre del Monte Sión, una tarde negra, moría Jesús, sellando la Alianza Nueva con su Sacrificio. Desde la Cruz lo atraía todo hacia Sí, aunque todavía no va todo hacia El.
6. Ante el anuncio de la llegada del Señor, irrumpe la inspiración del salmista en cantos de alegría: "¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor! Tenemos puestos ya los pies en los umbrales de Jerusalén, ciudad fuerte y compacta, tribunal de justicia mesiánica, palacio de David, que alberga entre sus muros la seguridad y la paz" Sal 121.
7. Pero los cristianos, queriendo hacer llegar el día del Señor, debemos estar alerta y vigilar, porque "aún vivimos en la noche" y nos puede sorprender "el ladrón". Debemos vigilar porque vivimos en el “ya”, pero “todavía no·. Vigilar es orar para no caer en la tentación (Mt 26,41). Vigilar es, vivir como corresponde a los miembros de la familia de Dios.
7. Vivir como Noé, en medio de un mundo perverso. Se burlaban de Noé cuando construía el arca Mat 24, 37. También de los cristianos fieles se burlarán. Pero ellos, nosotros, sabemos que hemos de abandonar "las actividades de las tinieblas, las comilonas, las borracheras, la lujuria y el desenfreno" Rm 13, 11. Los cristianos saben que hay una ley de amor que ordena la pureza, aunque el ambiente corrompido proclame una falsa libertad. Tampoco son propias de los cristianos "las riñas ni las pendencias" de partidismos: "Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas" (1 Cor 1,12). "Sin malos deseos ni provocaciones con el cuidado de nuestro cuerpo. Vestíos del Señor Jesucristo": de humildad, de paciencia, de caridad y de entrega hasta la muerte de cruz. "Estad en vela, y pertrechaos con las armas de la luz", la caridad, la oración. Portémonos con dignidad de cristianos. En tiempo de Noé la gente comía y bebía y se casaba... Vivían despreocupados de su salvación y de Dios y de su Ley. Llegó el diluvio, que nadie esperaba, y se los llevó a todos, menos a Noé, el hombre justo y obediente. Noé salvado es el signo de que Dios no abandona a la humanidad.
8. ¿No
vemos en este mundo nuestro un aturdimiento semejante, una despreocupación de
su deber de escuchar la Palabra, de subir al monte del Señor, de cumplir sus
mandatos? Y sin embargo, la paz está condicionada al interés y responsabilidad
de todos los hombres, y de cada hombre, por cumplir sus deberes de criaturas.
El ejemplo nos lo ofrece Noé: Su actitud es la del hombre de fe que cumple la
voluntad de Dios sin comprenderla, que se confía a sus mandatos. El dechado es
Noé, heraldo de justicia, y no sus contemporáneos porque "dos
estarán en el campo: a uno se lo llevarán, y a otro lo dejarán, porque
pertenece a Cristo". Y esto cada día, en el molino, en el trabajo, en
el descanso y en todas las actividades humanas.
9. Jesús habla en parábola. Si supieras cuándo va a venir el ladrón estarías en vela para no dejarte robar. Pues así debéis estar vosotros preparados, porque no sabéis cuándo vendrá la muerte. No es prudente dejar el problema de la conversión para última hora, porque no sabes si tendrás tiempo, ni si se te dejará la conciencia despierta. Y porque debes hacer rendir tus talentos (Mt 25,15).
10 Convirtámonos ahora, antes de comer el Cuerpo del Señor, pues: "Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles y mueren muchos. Examínese pues el hombre y entonces coma del pan y beba del cáliz" (1 Cor 11,23).
P. JESÚS MARTÍ BALLESTER
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