DOMINGO 28 TIEMPO ORDINARIO CICLO A
INVITADOS A LA BODA DEL HIJO DEL REY
1. Lógicamente, después de escuchar el salmo 129 con que hemos comenzado la celebración eucarística: "Si llevas cuenta de los delitos, Señor, quién podrá resistir" tu presencia, hemos reconocido nuestros pecados, pues sólo ponemos la confianza en El, "porque de El procede el perdón".
2. Iluminado Isaías por la intuición profética, describe un cuadro fascinante, en que resplandece en toda su amplitud el universalismo mesiánico. Presenta Isaías a Dios como un gran Señor, que da un banquete a todas las naciones, en su palacio, en el Monte Sión, en Jerusalén: "Manjares suculentos, enjundiosos, vinos generosos" Isaías 25, 6. Se queda corto el profeta, porque no llegó a vislumbrar en toda su realidad espiritual y universal el banquete mesiánico, la Eucaristía, prenda del banquete de la bienaventuranza.
Dios inaugurará con este banquete una era de alegría sin fin. Quitará el velo, signo del luto que pesa sobre los pueblos, por la desgracia de su castigo. Dios enjugará las lágrimas y aniquilará la muerte. Los cananeos que celebraban cada año al comienzo de la primavera, la victoria de Baal, dios de las alturas, sobre Mot, dios de la muerte, entendían la inmortalidad, pero no podían entender el grito de la resurrección: "¿Dónde está, muerte, tu victoria?". "Muerte, yo seré tu muerte".
3. A este festín están invitados todos los pueblos de la tierra. Aquí toma origen la parábola de hoy, que se basa en otra, procedente de la cultura religiosa judía. Jesús conoce la cultura de su pueblo y la utiliza. Del Cántico de la viña de Isaías, sacó la parábola del domingo anterior, y hoy, la de la boda del hijo del rey, que tiene este precedente: Un publicano rico murió y recibió honrosa sepultura. Se declaró luto en la ciudad y acudieron todos a su entierro. Murió también un escriba pobre, pero piadoso, y a su entierro no fue nadie. Y se preguntaban: ¿Dónde está la justicia de Dios que no vela por los suyos y permite que los impíos sean glorificados por todos? La explicación era la siguiente: el publicano rico había hecho una obra buena y, merecía ser recompensado por ella. ¿Cuál? Preparó un banquete e invitó a toda la gente representativa: fariseos, escribas, sacerdotes. Estos no quisieron acudir a la invitación del publicano, para no rebajarse comiendo con él. Ante su fracaso, el publicano rompió con la aristocracia religiosa y puritana, e invitó a los pobres al banquete para que no se estropease la comida. Con este trasfondo, Jesús crea su parábola, y para poner de relieve la bondad de Dios, compara al rey con este publicano que ofrece el banquete. Los oyentes, escuchaban complacidos la parábola porque ellos eran los puros que habían rehusado el banquete del publicano; los santos que habían respetado la pureza legal. Jesús, según Lucas, ha terminado de hablar, diciendo: "Os digo que ninguno de aquellos invitados gustará mi cena". ¿Qué ha querido decir Jesús? Mi invitación a entrar en el Reino, a aceptar mi persona y mi mensaje, es la invitación de Dios mismo. Ninguno de vosotros tendrá parte en el banquete del Reino de los cielos. Mateo 22, 1.
4. La boda del Hijo del rey, nos sugiere las bodas del Hijo de Dios con la Iglesia, como camino de la humanidad, a la que se entrega por amor. Y esa boda prefigura y es camino de las bodas eternas del Cordero.
5. "Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta". El vestido de boda significa la acción de Dios sobre el hombre: "me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo", el triunfo de la justicia y la santidad de Dios, participada por el hombre mediante la gracia santificante. El que no llevaba el traje, la gracia, ha sido excluído del banquete, "atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores", lejos de Dios, a la gehena del fuego: "Allí será el llanto y el rechinar de dientes".
6. Terminemos como hemos comenzado: "Si llevas cuenta de los pecados, Señor, ¿quién podrá resistir" tu juicio? Pensando esto, se cura nuestro orgullo, y participaremos con gratitud en el banquete Eucarístico, que "es la mesa que prepara para nosotros la bondad y la misericordia del Señor. Las verdes praderas en que nos hace recostar, y las fuentes tranquilas en las que repara nuestras fuerzas, para seguir caminando, si es preciso, por cañadas oscuras, hasta llegar a habitar en la casa del Señor, por años sin término" Salmo 22. "Es la magnificencia con que el Padre nos provee, conforme a su riqueza en Cristo Jesús" Filipenses 4, 12.
P. JESUS MARTI BALLESTER
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