DOMINGO 3 DE PASCUA. CICLO A
LES EXPLICO LAS ESCRITURAS
1. Es la tarde del domingo de Pascua. Cristo ya ha resucitado. Ahora va buscando a dos ovejas que sufren la desilusión y el desengaño: <¡Nosotros esperábamos que El fuera el futuro liberador de Israel!> Habían puesto una esperanza falsa en Jesús. Sólo aspiraban a éxitos terrenales. Por eso, cuando ha llegado la realidad, han puesto de manifiesto su falta de horizonte trascendente, de fe. No habían comprendido a Jesús.
2. Nos puede ocurrir a nosotros. Podemos mirar a Jesús con miras terrenas: en busca de éxito, como motivo para encumbrarnos, o modo de conseguir consuelos y regalos espirituales: "Muchos siguen a Jesús hasta partir el pan, pero no hasta beber el cáliz". Y cuando llega la cruz, como los de Emaús, nos sentimos defraudados. Y entonces, como ellos, cedemos a la tentación de volver a nuestro mundo viejo, a nuestras viejas costumbres.
Pero Jesús nos sale al encuentro. Y nos hace entender que nuestro sitio está en la Comunidad. Aquellos, en medio de la noche volvieron a los hermanos. Habían descubierto que donde están los hermanos está Jesús. "¡Qué necios sois y torpes para no creer lo que anunciaron los Profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Lucas 24, 13.
3. Como Jesús, todo hombre tiene que padecer, trabajar, ser incomprendido, perseguido, unos más, otros menos, hemos de sufrir la enfermedad, experimentar que va llegando la decadencia, y la muerte. Y a los cristianos, nos cuesta asimilar y entender la vida cristiana, que es la reproducción de la vida de Cristo. Nos negamos a aceptar el misterio de la Pascua. La reparación. Así lo habían dicho Moisés y los profetas. Es necesario aceptar el sufrimiento como Éxodo, camino de la pascua de Resurrección.
4 "Hizo ademán de seguir". Caminando con ellos, ellos ruegan que se quede. Oran. Primero escucharon, después oraron. Cristo aceptó el hospedaje. No quería otra cosa. Partió el pan y se les abrieron los ojos. Así fue el proceso de recuperación: Se dejaron buscar y encontrar por Jesús. Le escucharon. Leerle. Cuando leemos y oramos la Palabra le escuchamos. Practicaron la hospitalidad recibiéndole en su casa. Comieron el pan de la eucaristía. Y reconocieron que mientras caminaban con él les ardía el corazón.
Y Jesús les explica las Escrituras, les expone los acontecimientos salvíficos de la historia de la salvación. Proyecta luz sobre su sentido. Y "su corazón ardía". Ahora mismo Jesús nos está explicando las Escrituras y a través de ellas, como a los de Emaús, nos ilumina el designio de Dios sobre el hombre y sobre la historia, el camino de la justicia, de la verdad, de la fraternidad; y se nos presenta él mismo Resucitado, como clave de la historia.
5. La Escritura nos ofrece la llave de la esperanza, de nuestra búsqueda de Dios, de la verdad y del sentido de la vida. Ella nos enseña el camino para huir de la desesperación y del miedo. Nos hace comprender que la predicación de Cristo Resucitado es el sello de Dios sobre la historia de la salvación del mundo. Un regalo que debe ser explicado, ampliado, y aplicado a la vida del hombre de hoy.
6. "Recostado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron". Nosotros ahora, reunidos por él para escuchar la explicación de la Palabra, vamos a partir el pan y a comerlo y a recibir la iluminación y la fuerza. Igual que los abatidos discípulos de Emaús. El se fue para que ellos lo busquen en la comunidad. Donde están los hermanos, está Jesús. Unos a otros se comunican las propias experiencias, sobre todo la aparición a Pedro, que aparece en el texto en lugar destacado, como garante de la fe de la comunidad, que todos y cada uno han de construir.
7 Como ellos se reintegraron a la Comunidad de la que habían desertado, "heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño", y testificaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan, nosotros, unidos a la comunidad orante, hacemos presente la palabra y permitimos que su acción y la del sacramento nos llenen de coraje para anunciar que Cristo ha resucitado, y que no hemos sido creados para morir, sino para vivir e inyectar la vida de Cristo resucitado en el mundo: "No me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción; por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena" Salmo 15.
P. JESÚS MARTÍ BALLESTER
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