Mañana, 5 de noviembre, a las 8
de la tarde se cumple el plazo. Era el año 1921, ¡93 años! El fruto del
amor de mis padres, secundando el amor de Dios, se cumplirá mañana y vendré a
este mundo siguiendo los planes de Dios Creador.
La alegría viene conmigo y Jesús
me redime muy pronto con el Bautismo. A los quince días, el Cardenal Reig y Casanova, Arzobispo de Valencia me dotará con la
fuerza del Santo Crisma que me armará adulto soldado de su ejército de paz,
con el sello del Santo Espíritu. Comenzaré un camino lento, que llegará hasta
hoy en que me paro a pensar en las maravillas que ha obrado en mí el todo
Santo. Escuela, Seminario de Vocaciones, Estudiante de filosofía y teologia en el Seminario Conciliar de Valencia,
Ordenación Sacerdotal, Párroco, Estudiante de Teología en Salamanca,
Fundador, Internauta, Predicador. Almas. Ese ha
sido mi objetivo.
ALMAS. DA MIHI ÁNIMAS,
COETERA TOLLE.
Siempre, las almas, estudio para
las almas, fichas para las almas, libreta de chistes, juegos, música para las
almas, siempre pensando en las almas, las almas que me serán confiadas. Me
esperan las almas. Dame almas, Señor, almas, que se conviertan, que te amen,
te sirvan que se salven, pedían conmigo los acólitos al hacer la visita al
Señor conmigo. Me convertiré en apóstol contra el infierno, digo en una nota
de mis ejercicios espirituales. Siempre pienso en vosotros. No os conocía,
pero oraba por vosotros, os amaba, me entregaba, no pensaba en mí sino en mi
servicio para vosotros. En una visita a Alba de Tormes
en el libro de firmas de visitas a Santa Teresa, escribí: ?Bendice a las
almas que me serán confiadas?.Un compañero sacerdote de Uruguay que me
acompañaba, curioso, quedó edificado por mis deseos allí formulados. Es
verdad que muchas veces me ha pesado la cruz, me he desalentado, he sufrido
mucho, pero todo era con el mismo objetivo, nunca bastardeado, por la
misericordia de Dios. Nunca busqué mi colocación, mi vidita, mi medro. Las
maravillas de Dios, lo que él ha querido hacer por mis manos a favor vuestro.
Mañana. Es el tiempo de agradecer, de compartir. Por aquel entonces
apareció una obra dramática del genial poeta católico Paul
Claudel: L´ Anuntiatión fait a Marie. Su
lectura me pareció profética y me exaltó. Me produjo las mismas vibraciones
que a Martín Descalzo, que reproduzco:
Una muchacha Violaine ojos azules, pelo rubio,
voz prodigiosamente blanca, vivía las alegrías del amor. Jacques la quería y
ella quería a Jacques. El amor brillaba en sus ojos y en su vestido y salía hasta
convertir el aire en pura primavera.
Pero Violaine sabía que el amor también
era caridad. Y aquella amanecida en que Pierre de Craon, el constructor de catedrales, pasó a su lado, con toda la
tristeza de la lepra en sus ojos, Violaine tembló de ternura. Miró al leproso, al hombre a quien nadie
quería y había tenido la debilidad de enamorarse de ella. La miraba con esos
ojos de perro golpeado que no piden mucho: una caricia simplemente. Y Violaine recordó que el amor
también era caridad, se acercó a Pierre y puso sus labios en la frente del
leproso. Pierre sonreía.
También sonreía Mara, la hermana envidiosa, la de
los ojos negros, que había visto la escena desde su escondite. Y, como, si la
caridad tiene pies, la envidia tiene alas, segundos después estaba junto a
Jacques diciéndole que había visto a Violaine «besándose» con Pierre de Craon. Y es que también Mara está enamorada de Jacques y espera sólo la ocasión de
desbancar a su hermana.
Pero Jacques no lo
creerá. No lo creerá hasta el día en que, en plena primavera, en la más alta
alegría, Violaine le
enseñará la blanca flor de la lepra nacida en su costado. Y ahora Violaine tendrá que irse a la
montaña porque no ha nacido para esposa de Jacques, sino para pudrirse día a
día en una gruta.
Pasará el tiempo y
Jacques se casará con Mara. Y nacerá una niña, la pequeña Albana, ojos negros,
negrísimos como los de su madre. Mientras, los ojos azules de Violaine serán unas dulces
carroñitas perdidas por la montaña. Únicamente Violaine verá en su interior, y Dios florecerá en su alma mucho más
deprisa que la lepra en su cuerpo.
Y llegará una trágica
mañana de Navidad. Y
Albana morirá. Y sus ojitos negros habrán dejado de ver antes de los cuatro
años. Y ahora Mara
subirá a la montaña para «exigir» a Violaine que resucite a su hija. «¿Para qué sirve tu vida si no eres capaz de resucitarla?, Y Violaine, tem1blando, porque sabe
que ella no es una santa, tomará a la niña entre sus brazos. Y entre sonidos
de campanas navideñas, cuando todo huele a nacer, Albana volverá a la vida.
Pero sus ojos ya no serán negros como los de su madre, serán azules. Como los
de Violaine.
Y en Mara nacerá la envidia y cogerá a
su hermana de la mano. «Ven, te conduciré a casa de nuestro padre». No, no la
llevará a casa de su padre. Bajo una carreta de arena morirá Violaine, porque Mara no puede soportar la doble
maternidad.
Y al día siguiente volverá
Pierre de Craon,
curado ya de la lepra, y volverá a buscar una reliquia para la última piedra
de su última catedral. Y será Violaine esta última piedra, Violaine, la dulce carroñita de los ojos azules.
Bajó el telón. Bajó el telón lenta y
gloriosamente. Y, mientras los espectadores aplaudían frenéticos, yo
intentaba secar las lágrimas de mis ojos. Imposible. Y ¿para qué? ¿Por qué
necesitaba ocultar a los hombres que allí, sobre las tablas, acababan de
contar mi historia, la de todos los sacerdotes que hay sobre la tierra?
Porque yo había
comprendido que nosotros somos los hombres que un día tuvimos la audacia de
besar al Gran Leproso. Al que tuvo la desgracia de amarnos y se contagió de
nuestra lepra, al que va por las calles con un gesto de perro golpeado
esperando tan sólo una caricia, ésa que todos le niegan. Violaine -nosotros-
hemos tenido el coraje de besarle y, naturalmente, Dios es contagioso. Así
¿qué tiene de extraño que tengamos que huir a la montaña, que nos veamos
convertidos en perros apestosos, que nuestra paternidad ?porque nosotros
también estuvimos enamorados de la vida, sabedlo? caiga como una dulce
carroñita por todos los caminos del mundo? Luego otros tendrán los hijos que
debieron ser nuestros y aun irán a «exigirnos» que se los resucitemos cuando
han muerto. Y entonces tenemos mucho miedo, porque nos piden milagros que nos
exceden. Y aun así cogeremos a sus hijos en nuestros brazos y se los vamos a
devolver vivos, pero coro el color de nuestros ojos, nuestra pobre paternidad
perdida en algún monte.
Y, ay,
comprendí también que los hombres no soportasen este milagro, este terrible
desdoblarse de la sangre ?porque hay muchos niños por las calles que son mas
hijos míos que de sus madres?. Sí, lo comprendí. Vi como algo natural que el destino de todos los
curas sea morir bajo la carreta. Somos testigos molestos de muchas muertes
que se quisieran olvidar prontamente. Era lógico. La carreta, el incendio de
conventos, los fusilamientos, la soledad de nuestros entierros, las calumnias
que cada día ruedan por las calles. Todo perfectamente lógico.
Y luego la
alegría: al final el leproso resucitado vendrá a buscar las últimas piedras
para sus catedrales. Sí, brillaremos sobre ellas por los siglos de los
siglos.
Y ¿cómo no llorar cuando se descubre
todo esto, cuando al fin se entiende nuestra vida? Salí del teatro. Las
calles de Roma ardían de luces fosforescentes y se veían invadidas por
oleadas de coches. Iban las gentes deprisa, caminaban como tontas «hormigas
con palitos», topándose acá y allá, sin saber dónde iban. Y, en medio, aquel
muchacho de los ojos azules, con sus 23 años, la alegría en el corazón. Dios
en el alma. Miraba a derecha e izquierda y comprendía que tenía obligación de
saltar y ser feliz, de coger a los hombres por la solapa y gritarles mi
gloria y mi alegría. Y mi llanto también. Pero ¿que importaba el llanto
cuando podía apellidársele esperanza?
Después se han ido
los años. Ya veis, 1 697 días. Y ahora los hombres de mis ojos azules no son
«los hombres», son Ricardo, Manolo o Julio; o Carmen, Julia y Rosa y Angela. Y ahora los
milagros que pasan por mis dedos no son frases poéticas sino esos seis, o
siete o diez diarios (y alguno de los otros, de esos que uno tiene que llamar
casualidades para no asustarse demasiado). Y también la carreta, cuántas
veces la carreta de arena... No, no hablemos.
¿Qué
pienso de los curas? ¿Que espero de ellos? No sé. Habría que hablar mucho o
quizá llorar mucho. Comprenderás que no voy a decirte si me gustan alegres o
cultísimos. No tengo prisa Ya les veré algún día ?con sus manías y sus
defectos? sobre la última piedra de la catedral. Y sé que muchos, os guste o
no, tendréis todos el color de nuestros ojos. La vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño
de quiméricos. Todos llevamos dentro encendida una estrella. Y «1a estrella
es tan clara que mucha gente no la ve». Muchos la confunden con las tenues
estrellas del capricho. Y ninguna búsqueda es más importante que ésta. Unamuno decía
que la verdadera cuestión social no es un problema de mejor reparto de
riquezas, sino un asunto de reparto de vocaciones.- J. L. Martín Descalzo.
ESA ES TAMBIEN LA
HISTORIA MIA. UN DIA MIRE A CRISTO Y ME
FASCINO Y ME DEJE FASCINAR, Y AHÍ ME TIENES, DESPRECIADO POR EL MUNDO PERO
RESUCITANDO ALMAS QUE BRILLAN CON MIS PROPIOS OJOS AZULES. ESO HA HECHO DIOS
EN MI.
JESUS MARTI BALLESTER.
Como Jesús,
que desde toda la eternidad ha pensado en cada uno de nosotros, mi pobreza ha
sido vivida desde mi existencia terrena, por vosotros porque Dios os quería y
disfrutaba pensando en vosotros y en vuestra fidelidad que alcanzaría a todo
el orbe de la tierra y a toda la
Iglesia, que se purifica, que trabaja y que goza con la
Corte del Cielo, donde todos se aman sin rencillas, sin
odios, de verdad, gozando cada uno del gozo de todos y todos del de cada
persona singular, en la comunión de los Santos, en la gloria de la familia
entera, por los siglos de los siglos.
* En el
año octogésimo octavo de mi vida y en el sexagésimo segundo de mi
ordenación sacerdotal, el cuadro expresa mi
itinerario apostólico: en el
plano superior, a la izquierda, Cristo en la cruz,
cuya llamada he seguido,
a la derecha, los mentores que me acompañaron
por el camino; después, en el
plano siguiente inferior, derecha mi primera
parroquia, Sot de Ferrer, y
después Montán con Fuente la Reina y después la
Universidad de Salamanca y
las parroquias de Andilla, Osset, La Pobleta de
Andilla y Artaj y Canales y
Calles y Chelva y Sinarcas y las Torres de Utiel
y las Oposiciones a
magistral de Valencia,la creación de la
Parroquia de la Preciosísima Sangre
y la de Carcagente y la Escuela Universitaria
del Magisterio "Eugenio
D´Ors" de Barcelona y la Parroquia de San
Pancracio y el Instituto de
Enrique d'Ossó y después la Parroquia de San
Juan y San Vicente en Valencia
y la Institución Amor y Cruz y mi ejercicio de
escritor, predicador e
internauta con página propia.
JESUS MARTI BALLESTER
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