DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSE

SIETE DOMINGOS DE SAN JOSE

 

Esta piadosa devoción a san José, la inició el venerable P. Jenaro Sarnelli en 1744, discípulo de san Alfonso María de Ligorio, y los Papas Gregorio XVI y Pío IX la enriquecieron con indulgencias. Para lucrar la Indulgencia plenaria basta rezar esas oraciones con un Padrenuestro, Avemaría y Gloria al final de cada una, durante los siete domingos anteriores a la fiesta de san José o en cualquier otra circunstancia.

Jesus Marti Ballester

 

 

TERCER DOMINGO DE SAN JOSE

TERCER DOLOR

LA CIRCUNCISION

Desde los orígenes de la civilización se utiliza el lenguaje de las imágenes como vehículo de expresión de conceptos. La Iglesia también se sirve, para la propagación de su fe, de los infinitos recursos que suministra la plástica.

"Es natural a los hombres contemplar a Dios por imaginaciones y figuras", " tenemos necesidad de consideraciones sensibles". Los predicadores traducen a menudo en imágenes pensamientos o metáforas. "Hágase presente a los razonamientos, represéntelos vivamente a los oyentes", aconseja a los oradores San Francisco de Borja. San Ignacio codifica en sus Ejercicios Espirituales un sistema de meditación llamado a obtener un éxito clamoroso. El método consiste básicamente en aplicar las facultades de los sentidos en la consideración de las circunstancias que rodean a la sagrada historia objeto de reflexión.

En el Decreto de la sesión 25 del Concilio de Trento. Dicho Decreto canaliza la retórica de las artes plásticas por una triple vía: la instrucción, la convicción y la persuasión. El discurso debe rociarse con las lágrimas del arrepentimiento si quiere producir una beneficiosa fijación del mensaje ideológico.

TERCER GOZO LA ALEGRIA DEL REDENCION, EL SALVADOR. El primer pensamiento del cristiano, según los maestros de la vida devota, debe dirigirse a la estimación de los beneficios que Dios concede a la humanidad y el principal de todos ellos reside en el misterio de nuestra Redención. La reflexión parte cuando se inicia el derramamiento de sangre del Salvador: el acto de la Circuncisión. Y es precisamente en este contexto pasional donde la piedad de la Contrarreforma conforma las modalidades iconográficas.

La escena se presenta como el pórtico de los dolores de Cristo.

El acto de circuncidar al varón constituye uno de los hechos distintivos del pueblo de Israel. En él se ratifica un pacto de alianza entre Yavé y el pueblo elegido renovado con el patriarca Abraham (Gen. 17, 9-14). La fiesta se realiza a los ocho días del nacimiento del niño (Lev. 13,3) y en ella recibe un nombre, escogido por el padre. Desde ese momento el niño pasa a formar parte de la comunidad y a participar de las promesas divinas. La celebración, que tenía un carácter social, se efectuaba en la mejor habitación de la casa. El padrino o Sandak sujetaba al niño en su regazo, mientras el mohel -persona especializada en realizar la delicada operación de seccionar circularmente la piel que cubre el bálano- efectuaba la intervención. Para la desinfección de la herida se utilizaba un sistema de succión llamado Mezizah que absorbía con la boca llena de vino, la sangre de la herida que se cubría con polvo medicinal antes de ser vendada. Durante la ceremonia, los asistentes al acto entonaban cánticos de alabanza y acción de gracias. A continuación, el oficiante mostraba en sus manos una copa de vino del que había tomado algunas gotas para depositarlas en los labios de recién nacido. Se reservaba un sillón al Profeta Elías, considerado como testigo de excepción. "Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el Ángel antes de ser concebido en el seno" (Lc 2, 2l).

Los Santos Padres y Doctores de la Iglesia consideran la Circuncisión como un precedente del sacramento del Bautismo. Si la mutilación de la carne corresponde a la del espíritu, parangonar los dolores físicos con los esfuerzos destinados a suprimir vicios o pecados, resulta una consecuencia. "Circuncidad, cortad y quitad los prepucios de vuestros corazones", dice San Bernardo.

La imitación del Maestro, "ajustando nuestra vida (con la de Cristo) y conformando nuestras costumbres con las suyas", dice Rivadeneyra, determina principios al creyente. Con amor y humildad se somete como vil pecador al del precepto. El derramamiento de sangre demuestra la naturaleza humana del Mesías.

Las razones que llevan al Salvador a padecer por la humanidad en la edad más tierna se rodean de resortes sentimentales. El derramamiento de sangre prefigura los dolores del Calvario y se insta a llorar con el Niño, según San Buenaventura: "hoy comenzó a derramar su santísima sangre por nosotros, a padecer quien nunca hizo pecado".

TERCER GOZO LA REDENCION

Según era costumbre entre los israelitas en el momento de la Circuncisión se impuso al Niño el nombre de Jesús, anunciado por el Ángel en el mismo instante de su concepción (Mt 1, 21 y Lc 1, 31). Esta circunstancia inspira una amplia gama de reflexiones, recogidas por el pensamiento piadoso. La significación del nombre, Salvador de nuestras miserias, como mediador ante el Padre y como guía en los difíciles caminos de la vida cristiana. La Presentación en el Templo del hijo varón, según relata el Éxodo (13, 2), se celebraba una vez cumplidos los días de la purificación de la madre. La oblación a Yavé del Infante se simbolizaba con el sacrificio de un par de tórtolas. La presencia del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén constituyó un acontecimiento de especial relevancia. Las palabras del anciano Simeón y de la Profetisa Ana testimoniaron el cumplimiento de las esperanzas mesiánicas para el pueblo de Israel (Lc. 2, 22).

 

 

 

Jesus Marti Ballester

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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