DOMINGO 11 CICLO B

 

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SEMBRAR CON ESPERANZA

 

         1. "Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré en la montaña más alta de Israel para que eche brotes y de fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma" Ezequiel 17, 22. El retoño crecerá con dimensiones cósmicas, mesiánicas y escatológicas. Porque "El Señor humilla los árboles altos y ensalza los humildes".

 

         2. Cuando Jesús narra la parábola del grano de mostaza, tiene presente el texto de Ezequiel que hoy leemos Marcos 4, 26. El alto cedro es el judaísmo. Jesús no es amigo de comenzar de cero. Aprovecha lo que ya existe y lo renueva. El judaísmo era el árbol viejo. Arranca una rama de ese árbol y la planta en el monte alto.

 

         3. En la parábola de la semilla dice que crece sin la ayuda del hombre. En la descripción del proceso no se alude a las tareas del hombre (arar, escardar, limpiar, regar), sólo se destaca la iniciativa divina: "Ni el que planta ni el que riega hace crecer, sólo Dios". El hombre sólo aparece para "meter la hoz porque ha llegado la siega". Es una indudable referencia al juicio escatológico.

 

         4. El Reino de Dios es una iniciativa divina. Aun aceptando una colaboración humana, el que guía es el Señor, no el hombre. La pequeñez del grano de mostaza nos habla de la capacidad de crecimiento del Reino. Todo el meollo de la parábola está en la antítesis entre la pequeñez de la semilla y la altura del árbol. Pero la Grandeza que destaca no es la extensión cósmica de la Iglesia, sino su grandeza escatológica. El crecimiento anunciado por el Señor no es el intramundano, sino el trascendente. El es el grano de mostaza cuya fuerza y poder ponen en ebullición los sufrimientos y persecuciones (San Hilario). El instrumento del crecimiento es la humilde predicación del evangelio.

 

         5. "La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga". La semilla crece entre éxitos y fracasos. Cuando los apóstoles se acobardan porque la palabra es rechazada, Jesús les dice que la palabra da fruto a su tiempo. Quiere infundirles confianza en que la palabra sembrada sigue avanzando sola. Quiere que la siembren con valor, sin esperar a que se presenten oportunidades mejores. Y quiere meterles hondo que no crean que son ellos los dueños de la palabra. Que no fuercen la libertad, pero que faciliten la acción de Dios. Jesús enseña con cortesía, condescendencia, ternura, misericordia. Jesús no tiene prisa, por eso no lo dice todo inmediatamente. Jesús acepta que no entiendan. Plantea interrogantes; siembra inquietudes.

        

         6. Sembrad y podéis ir a acostaros; no penséis más en ella, que por sí sola dará fruto. Tened confianza absoluta en que la palabra fructificará. Sembrad una semilla pequeña, humilde, escondida, y a pesar de las dificultades o en medio de contrariedades, crecerá, fructificará y se hace visible y grande. Al sembrar depositáis en la tierra del corazón la independencia de una vida nueva.

 

         7. Por tanto, sembrar en nuestro interior y en el de nuestros hermanos, con la conciencia de que estáis confiando una vida a su desarrollo vital; de que se ha iniciado un proceso viviente. Hacedlo con confianza, con valor, paciencia y perseverancia. Hacedlo como Jesús que no nos arroja la palabra a la cara, como un arma, sino que la difunde con el sentido de la oportunidad de los tiempos.

 

         8. Con frecuencia sembramos la palabra, padres, educadores, sacerdotes, esperando ver la cosecha. Pero la realidad nos confirma que las cosas siguen igual. Parece que nuestra siembra ha caído en saco roto, ha sido estéril. Y nos desanimamos. Hemos de contar con la fuerza de la semilla y de la siembra y tener en cuenta el factor tiempo. "Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares".

 

         9  ¿No vemos cómo "el justo crece como una palmera, y se alza como cedro del Líbano? Seguirá dando fruto en la vejez, lozano aún y frondoso" Salmo 91.

 

         10. Quizá nosotros no veamos la cosecha y otros recojan el fruto de nuestra dura siembra. Pero es seguro que habrá cosecha. Y seguramente, aunque oculta hoy a nuestros ojos, ya se han dado esos frutos. Con toda seguridad hay almas en el cielo que son fruto de nuestra oración y flores de nuestra siembra. Hay personas que han rectificado su vida o le han dado una dirección más espiritual y cristiana por una palabra que nos escucharon o por un consejo que de nosotros recibieron. El día de la eternidad ocurrirá la gran manifestación del fruto de la cosecha, que en esta vida terrena queda oculta a nuestros ojos. Trabajar sabiendo que nada se pierde y con la seguridad de que el Reino, aunque ya ha comenzado, sólo está en sus comienzos.

 

         11. Y aunque no veamos, saber ver. Hay que cerrar los ojos ante lo que parece realidad y abrirlos ante la verdadera realidad y misteriosa del Reino de Dios que está creciendo silenciosamente, mientras no nos damos cuenta y que dará fruto a su debido tiempo. "Alzad vuestros ojos y contemplad las mieses que ya blanquean para la siega". Nosotros cosechamos lo que no sembramos. Otros cosecharán y recogerán los frutos de nuestro trabajo, de nuestro dolor, humillación, sufrimiento, y de lo que parecía nuestro fracaso. Estamos trabajando por el Reino, que a la vez, influye en el desarrollo y perfección del mundo.

 

         12. Con la fe iluminada de que Jesús se siembra en nuestra persona en la Eucaristía, como semilla de resurrección, ejercitemos la esperanza de que mañana será mejor. De que todo terminará bien.

 

P. JESUS MARTI BALLESTER

jmartib@planalfa.es