DOMINGO 12 CICLO B
SEÑOR, SALVANOS QUE PERECEMOS – NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
1. "Se levantó un fuerte huracán y la olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua" Marcos 4, 35. Cuando Jesús habló del Reino no lo comparó con un gran cedro, sino con el grano de mostaza. Hoy que la barca simboliza la Iglesia, no es un poderoso acorazado, sino una barca pequeña y humilde de pescadores. Las tempestades son las persecuciones. También la barca es cada hombre. La tempestad son los trabajos, fatigas, dolor, enfermedades, contrariedades, disgustos, fortuna adversa, humillaciones. Junto a esta barca en que va Jesús dormido, van otras de sus compañeros, que se encuentran con el peligro de un ambiente hostil, desproporcionadamente amenazador.
2. El liderazgo de Jesús dormido, parece desvanecerse ante la imponente grandeza de la furiosa tempestad. Dios permite la tribulación. La permitió en su propio Hijo: "¿El cáliz que me dio mi Padre, no lo he de beber?". Y los que se lo acercaban a los labios eran Judas, los fariseos, los escribas, movidos por el demonio: "Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas".
3. Dios se hace el dormido mientras prueba a los que ama. "Administra medicina para sanar, no para matar" (San Agustín). "Yo, al que amo, reprendo y castigo". Dios prueba como Padre: ¿No estás en el número de los probados? Pues no estás en el número de los hijos. Un hombre a un niño que está jugando y haciendo daño le pega. Ese es su padre (Ribadeneira). "¿Qué padre hay que no corrija a su hijo? Si os exime de la corrección, será que sois bastardos y no hijos". "Talaré sus viñas y sus higuerales" (Os 2, 14).
4. Dice san Juan de la Cruz: "En la oración me parecía que me arrojaban y me tiraban a un rincón". Doria decreta su ostracismo. Y comenta el Doctor Místico: "Estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios... Y donde no hay amor, ponga amor y sacará amor". Cuando el peligro arrecia, lo inmediato es pedirle cuentas al Señor, que nos ha dejado en tal situación: "<Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?>. Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: <¡Silencio, cállate!>". Y como un perro furioso que obedece a la voz de su dueño "el viento cesó y vino una gran calma". Y después, la enseñanza. "Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
5. Los Apóstoles habían contemplado muchos milagros ya a estas alturas. Pero aún no se fiaban en plenitud del Señor. No estaban seguros de su divinidad. Si Jesús es Dios, Dios es el que ha hecho el mar y "lo cerró con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, y le puso nubes por mantillas y niebla por pañales y le impuso límite diciéndole: "Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas". El grito de Jesús al mar: "Silencio. Cállate", es un paralelo del libro de Job Job 38, 1.
6. Si Jesús domina el mar como el Creador al principio, es que es Dios. Los discípulos espantados, dijeron: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!". El es el Creador y Señor del mundo, como le responde el mismo Dios a Job, que se atreve a pedirle cuentas de su comportamiento con él. El libro de Job reflexiona sobre el problema del mal en el mundo y Job no entiende su sufrimiento, que él cree que no merece y por eso se atreve a cuestionar a Dios. Discute con Dios. Expone los alegatos de su inocencia y el castigo inmerecido. Y termina: "Que responda el Todopoderoso, que mi rival escriba su alegato". Hasta que Job enmudece ante el misterio.
7. Y Dios contesta con la lectura de hoy. Ante el muro del misterio, en la barca de nuestra tribulación y tempestad, Jesús, tranquilo y en paz, dormido, pero presente a todas las tempestades, todo lo dispone o permite para bien, por amor. Tantas veces nos sucede: ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y sigue la enumeración de nuestras buenas obras que acreditan nuestra inocencia. Dios no da explicaciones a Job. Sólo afirma su omnipotencia, que se manifiesta en la naturaleza: "Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano". Y Job tiene que confesar su ignorancia y renunciar a erigirse en juez del Señor. Y por fin, tras la noche oscura, amanece la aurora: "Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron la olas del mar" Salmo 106.
8. La intervención extraordinaria del Señor no nos autoriza a esperar milagros constantes. Debemos trabajar como si todo dependiera de nosotros, y esperar la ayuda de Dios como si todo dependiera de Él. El no vendrá a reparar todas las consecuencias de nuestros fallos y cobardías. Ni nuestra ociosidad y despreocupación. Oremos como los discípulos: "Sálvanos, que perecemos". ¿Y si no se hubieran salvado? Se hubieran ido al fondo, pero con Jesús. Al final todo saldrá bien.
9. Jesús quiere que sus discípulos se planteen la cuestión de su divinidad. Cristo dormido, es profecía de Cristo que se despierta del sueño de la muerte, de su resurrección. En la catástrofe del Calvario, aquella turbulenta tempestad sobrecogió también a sus discípulos que, se sintieron perdidos, y con la misión evangelizadora por delante. Puede que nos asuste el lanzarnos a actividades superiores a nuestras fuerzas, y que sintamos la tentación de quedarnos en el puerto y no arriesgarnos a meternos en alta mar, porque la barca, es decir, los medios con que contamos, nuestras moneditas, son pocas. Nos sentimos como un pobre tomillo desvalido y sin fuerzas.
10. Depositar nuestra confianza en el cedro oloroso, sabiendo que, como Jesús, que ha hecho la travesía y con su poder, saldremos vencedores. Prenda de esa victoria es la Eucaristía, y la protección de la Estrella de los mares. Por eso, en la tempestad: "Mira la estrella, invoca a María".
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es