II DOMINGO DE PASCUA CICLO B
DOMINGO DE LA MISERICORDIA
CREAR COMUNIDAD
LA VICTORIA QUE VENCE AL MUNDO ES NUESTRA FE
1 "En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: todo lo tenían en común" Hechos 4,32. Se realiza en ellos el misterio de la Iglesia a imagen de la Trinidad. En el mundo griego Dios no ama; es un espectador y la meta a la que aspiran los impulsos de los hombres. Los dioses griegos eran mitos que encarnaban las fuerzas humanas y las pasiones. Apolo, era la mente que aclara y simplifica. Atenea, la decisión, la seguridad y la certeza. Afrodita encarna el erotismo. Artemis el misterio de la mujer. Zeus el rayo. Prometeo la fuerza. Hoy serían dioses nuestros ídolos de cine o del fútbol. Como los dioses griegos de ayer, los ídolos de hoy, son metas de belleza, fuerza, ciencia, protección. En contraposición a éstos, el Dios de Jesús es un Padre que ama: hacia dentro y hacia fuera. Por eso Jesús ha rogado que sean uno, como nosotros somos uno. La Iglesia ha dispuesto el rito de la paz, para prepararse a la comunión: "Daos la paz", como símbolo y parábola de la unión fraterna. Si asistimos a misa como a un espectáculo, ignorando a los que están junto a nosotros, somos islas, pero no comunidad.
2. Crear comunidad no es fácil. No se puede hacer por decreto. Sólo desde el amor. El instinto religioso de los hombres quisiera entenderse directamente con Dios. Pero somos relación con Dios y con los otros. No hay relación con Dios sin relación con los hermanos: "Quien no ama a su hermano a quien ve ¿cómo amará a Dios a quien no ve?" (Jn 4,20). Pero como lo que nos constituye personas es la relación, el que pretende edificar su trato con Dios sobre los escombros del trato con los hermanos, se encuentra con el vacío personal. Sin los otros no podemos ser, pero menos contra los otros. Pero muchas veces los hombres se experimentan rivales y desean afirmarse eliminando o distanciando a los otros, como si les sobraran. Es tanta la ambición de la excelencia propia, que eso es la soberbia, que les parece que la sombra que los otros proyectan, les impide a ellos su crecimiento. Su vanidad les lleva a desear el peregil de todas las salsas. Y en el bautizo quisieran ser el niño, en la boda la novia, y en la onomástica, el que la celebra. Yo guardo una foto de mi tiempo de seminario, premonitoria de lo que cada uno será después, a juzgar por la colocación. Para actuar la estructura relacional es necesario educarse en la actitud contemplativa del otro, del mundo y de la historia. Si no es así, el hombre se encierra en sí mismo y se convierte en manipulador. En vez de contemplar despaciosamente, admirativamente, intenta conquistar y dominar. No se tiene sensibilidad para recibir el ser de Dios, de las personas y de las cosas, porque se está lleno de sí. Por eso, los hombres son cortos siempre en las alabanzas, que se reservan para el funeral, cuando la persona ya no es un rival. A la mirada contemplativa, corresponde el otro con el desvelamiento de sí mismo. Por el contrario, a la mirada posesiva y dominadora, como las campanillas en la noche, se cierra y se oculta la verdad, y entonces sólo se ve la superficie. La mirada contemplativa crea comunión, y la egoísta soledad. Aquella, que se ofrece sin complejos ni orgullo, sino con sencillez y verdad, apoya y ayuda a crecer y es una riqueza para los demás. Crea comunidad.
3. Al comenzar a escribir la homilía del Segundo Domingo de Pascua y recitar las primeras vísperas de la Divina Misericordia, del año 2005, en la tarde amarga del sábado, y prolongarse la agonía, con la angustia con que vivimos estas largas horas atentos a las noticias, pienso que va a prevalecer la Misericordia a la promesa de la Virgen. Pero, ¡maravillas de la Virgen con su hijo fiel y querido, “Totus tuus”!, Dios anuda en caricia maternal y signo de predestinación, la promesa de la Virgen del Carmen y la fiesta de la Misericordia, instaurada por Juan Pablo II, que de joven conoció, trató y comprendió a Faustina Kowalska, hoy Santa Faustina, canonizada por él, cuando, no sólo era incomprendida, sino aislada, perseguida y humillada. Las revelaciones a Santa Faustina sobre la Divina Misericordia, marcaron tanto como San Juan de la Cruz y Santa Teresa al jovencísimo Karol Wojtyla. Según el Papa no se puede comprender al hombre sino desde Cristo, “Cristo revela el hombre al hombre”.
4. Sor Faustina había escrito en su diario, en mayo de 1938: “Cuando estuve rezando por Polonia, yo oí estas palabras: ‘He amado a Polonia de modo especial y si obedece mi voluntad, la enalteceré en poder y en santidad. De ella saldrá una chispa que preparará el mundo para mi última venida’. Ni Faustina ni Karol comprendían que esas palabras misteriosas le profetizaban como Papa. El joven Wojtyla comprendió a Faustina porque se esforzaba por aprender y conocer a Cristo. Los que no comprenden a Juan Pablo ahí pueden encontrar la razón de su incomprensión. En una rueda de prensa televisada donde alguien confiesa negar que el sufrimiento y el dolor sea cristiano, se quedó sin palabras cuando uno de los contertulios le citó el capítulo 52 de Isaías. Lo que había sido el Padre De la Colombiere para Santa Margarita en Paray –le-Monial, será el Cardenal y Papa Wojtyla para Sor Faustina.
5. Entre los años 1959
y 1978, las revelaciones de Sor Faustina, que habían sido mal traducidas,
permanecieron prohibidas por el Santo Oficio y la Congregación de la Fe.
Nombrado Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla, ordenó el estudio teológico de
los documentos originales del diario de Sor Faustina, estudio que duró diez
años, al padre Ignacy Rózycki, antiguo profesor de Karol Wojtyla, y director de
su tesis sobre Max Scheler. Resultado del estudio fue que el 15 de abril de
1978, la Santa Sede autorizó las revelaciones. Había sido fruto de la
intervención del entonces Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, tan sólo seis
meses antes de ser elegido Papa Juan Pablo II. Tres años después, el 22 de
septiembre de 1981, el Papa Juan Pablo II dijo en el Santuario del Amor
Misericordioso, en Collevalenza, Italia: “Desde el principio de mi Pontificado
he considerado este mensaje como mi cometido especial. La Providencia me lo ha
asignado". El 30 de abril del año 2000, al canonizar a la beata Sor María
Faustina Kowalska, el Papa Juan Pablo II concluyó un proceso que él mismo había
iniciado en 1965, como joven Arzobispo de Kracovia. El fue, el que, en 1967, ya
nombrado Cardenal, clausuró el proceso informativo diocesano, y en 1993, ya
como Papa Juan Pablo II, la beatificó y la canonizó. Como Jesús debió soportar
no sólo los ultrajes de los romanos sino también la traición y el abandono de
los suyos, muchos profetas, santos y místicos de diversas épocas tuvieron
que afrontar los ataques, persecuciones y el hostigamiento de amigos, compañeros,
hermanos y superiores, aun dentro de la misma Iglesia.
6. Dios reveló anticipadamente a Santa Faustina todo lo que tendría que sufrir como “Secretaria y Apóstol de la Divina Misericordia", por acusaciones falsas, pérdida de credibilidad y el sufrimiento físico por los dolores de la Pasión de Cristo que, durante la Cuaresma de 1933, experimentó invisiblemente, dato conocido únicamente por su confesor y relatado en sus escritos: “Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas". Todo fue causa de desconfianza, burla y desprecio de su congregación y de algunas autoridades de la Iglesia: “Al darme cuenta de que no obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar más de esas cosas interiores. “Durante mucho tiempo fui considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lástima, y la Superiora tomó precauciones respecto a mí. Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera así". “Hasta aquí se pudo soportar todo. Pero cuando el Señor me pidió que pintara esta imagen, entonces, de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aún más. Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado. Y se puso a compadecerme" (Diario 125). “Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría. Me dijo: Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte. Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza" (Diario 129) “Una vez, me llamó una de las Madres de mayor edad y de un cielo sereno empezaron a caer truenos de fuego, de tal modo que ni siquiera sabía de qué se trataba. Me dijo: ‘Quítese de la cabeza, hermana, que el Señor Jesús trate con usted tan familiarmente, con una persona tan mísera, tan imperfecta. El Señor Jesús trata solamente con las almas santas, recuérdelo bien' " (Diario133). Se la condenó a una especie de cautiverio, para mantener a la religiosa en constante vigilancia y observación. “Veo que soy vigilada en todas partes como un ladrón: en la capilla, cuando hago mis deberes, en la celda. Ahora sé que además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; a veces esta presencia humana me molesta mucho. Hubo momentos en que reflexionaba si desvestirme o no para lavarme. De verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces. Una hermana me dijo que cada noche me miraba en la celda." (Diario128).
7. Cuando Juan Pablo II empezó a escribir Redemptor hominis, no concebía su primera encíclica como panel inicial de un tríptico trinitario, como una reflexión sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Su gran impulso era que el humanismo centrado en Cristo fuera el tema conductor de su pontificado, y así quiso anunciarlo a la Iglesia y al mundo. La Reflexión sobre la dignidad de la persona humana redimida por Cristo le condujo a la meditación del Dios, Rico en Misericordia, que ha enviado a su Hijo como Redentor de los hombres; y al Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo para proseguir la obra redentora y santificadora de Cristo resucitado. Con lo que el crecimiento lógico de la Redemptor Hominis dio origen a dos encíclicas más, Dives in misericordia, sobre Dios Padre, y a la Dominum et vivificantem, sobre Dios Espíritu Santo. La Dives in misericordia, la encíclica de mayor intensidad teológica entre todas las de Juan Pablo, refleja dos dimensiones personales de su vida espiritual. Kracovia había sido elegida para renovar la teología católica sobre la misericordia de Dios, conducente a la renovación de la vida espiritual. La Divina Misericordia del Padre, que envió al Redentor del hombre al mundo para renovarlo por el Espíritu Santo, Dominum et Vivificantem, y regaló a la Iglesia para la humanidad a un Papa grande y humilde, padre y misericordioso, le puso en los labios las conocidas frases con que abrió su servicio pontifical: ¡”No tengáis miedo”! ¡Abrid las puertas a Cristo de par en par”! Eran las mismas expresiones que dirigía a Santa Faustina Kowaska a quien un día Jesús le dijo: "La humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, 132).
8. Hagamos saber al mundo que ha construido la ciudad al margen de la piedra angular, que Cristo es la piedra que han desechado los arquitectos, y que sólo rectificando está a tiempo de encontrar la alegría y el gozo verdaderos. "Porque el Señor es su fuerza y su energía y su salvación" Salmo 117. El Corazón de Jesús ha dado todo a los hombres: la redención, la salvación y la santificación. De ese Corazón rebosante de ternura, santa Faustina Kowalska vio salir dos haces de luz que iluminaban el mundo. "Los dos rayos -le dijo el mismo Jesús- representan la sangre y el agua" (Diario, p. 132). La sangre evoca el sacrificio del Gólgota y el misterio de la Eucaristía; el agua, según la rica simbología del evangelista san Juan, alude al bautismo y al don del Espíritu Santo (Jn 3, 5). A través del misterio de este Corazón herido, no cesa de difundirse también entre los hombres y las mujeres de nuestra época el flujo restaurador del amor misericordioso de Dios. Quien aspira a la felicidad auténtica y duradera, sólo en él puede encontrar su secreto.
9. "Dichosos los que crean sin haber visto" Juan 20,29. "La fe es una virtud sobrenatural por la que, con la inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos que es verdadero lo que El nos ha revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas percibida por la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos". Esto enseña el Vaticano I. Y dice santo Tomás: "Mucho más cierto puede estar el hombre de lo que le dice Dios, que no puede equivocarse, que de lo que ve con su propia razón, que puede caer en el error. Por la fe la persona humana puede ver las realidades tal como las ve Dios. Así vemos los misterios de la gracia y de la gloria, sin verlos, porque la fe es de non visis.
10. El Apóstol Tomás pudo haber metido su mano en el costado de Cristo, y sus dedos en los agujeros de los clavos y haber seguido siendo incrédulo. La fe, la de Tomás y la de todos, es obra de Dios en nosotros con nosotros; es obra de la gracia. Por tanto es puro don, regalo gratuito. Fe es aceptar la Resurrección, no porque he visto o porque he tocado, sino porque he oído su palabra y la he aceptado.
11. La falta de fe de Tomás ocurrió cuando no estaba con la comunidad. La fe se recibe y crece en comunidad: "Los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Y él no tuvo fuerzas para aceptarla. No se puede vivir la fe por libre, ni a la intemperie.
12. "Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor" Hechos 4, 32. Los apóstoles han sido testigos de la Resurrección y ellos son los encargados de ejercer el ministerio de proponer al mundo lo que han visto y han aceptado también por la fe. Pero aceptar la palabra de Dios transmitida por la Iglesia es puro regalo de Dios, que ayuda nuestra incredulidad. Cuando nos demos cuenta de que nuestra fe se tambalea, hemos de actuar como cuando nuestros ojos corporales tienen defecto de visión, que acudimos al oculista para que los trate y subsane el defecto con cristales correctores. La falta de fe la debemos tratar con el Señor, como los discípulos: "Señor aumenta nuestra fe" (Lc 17,5).
13. No nos dice el evangelio que Tomás llegara a tocar las llagas del Señor, como él había dicho que necesitaba para creer. Le bastó la palabra de Jesús pronunciada en medio de la comunidad, para creer y profesar su fe: "Señor mío y Dios mío". "Dichosos los que crean sin haber visto". Esa es la dicha que tenemos nosotros. Creer sin ver. Y "esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" 1 Juan 5,1.
14. Por eso, porque la fe es una criatura viva, puede crecer, desarrollarse y llegar a su plenitud, "ilustradísima, (San Juan de la Cruz), o atrofiarse por falta de ejercicio, y debilitarse por falta de nutrientes y de oxígeno, debemos pedirla al Señor y a la vez alimentarla y ejercitarla para que su desarrollo sea completo, y no se quede en un bonsai, en una criatura enana: "Si no practicáis virtudes, os quedaréis enanas", decía Santa Teresa.
15. Por la fe vemos como el Señor ve, porque participamos de su misma Verdad, su presencia en los hombres, en las demás criaturas y en todos los acontecimientos.”Estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios”, escribió San Juan de la Cruz.
16. Señor, yo creo, pero aumenta mi fe. Antes de operar a un niño que iba a quedar ciego a causa de la intervención. Quisieron sus padres que hiciera un viaje con ellos para que viera las bellezas del mundo. <¿Cómo podré ver todo esto después?- preguntó con candor>. - <Con nuestros ojos, hijo>. Pues, por la fe vemos con los ojos de Dios.
17. Agradezcamos al Señor la fe, cantando con el salmista: "Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. La diestra del Señor es poderosa, es excelsa. No he de morir, yo viviré. Me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte" Salmo 117.
18 Vamos a hacer presente a Jesús vivo y resucitado, sacramento de nuestra fe. Ejercitemos con intensidad por el Espíritu Santo la fe, que es lo que a Dios enamora, y le admira: "Grande es tu fe", y recibámosle con la confianza de que viene a cristificarnos y a participarnos su corazón manso y humilde.
Jesús Martí Ballester
jmartib@planalfa.es