DOMINGO
31 TIEMPO ORDINARIO CICLO B
EL PRIMER MANDAMIENTO Y EL SEGUNDO
1."Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios,
es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el
alma, con todas las fuerzas" Deuteronomio 6,2. Este es el
"Shema", la oración judía principal de todos los tiempos, que es
proclamación y profesión de fe en Dios único, y confesión del mandato de amarlo
en el presente y en el futuro: "Las palabras que hoy te digo
quedarán grabadas en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de
ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado". El
Deuteronomio, para exhortar a cumplir los deberes con Dios que se ha revelado y
le ha escogido como pueblo suyo, usa otros verbos: temer, obedecer, confiarse a
él, apegarse y adherirse a él, pero el más intenso y que mejor expresa lo que
Dios se merece, como padre que les ha dado el ser, que educa a sus hijos y
que "te ha dado esta tierra, que tú no cultivaste, y que hoy mana
para tí leche y miel", que hace referencia y es profecía de la
patria eterna, es el de amarle. Al Creador y Salvador hay que recordarle
siempre y en todo momento, como expresión auténtica de la genuinidad del amor
que expresa la total entrega de la persona creada por El.
2. El amor
filial debido al Creador y al libertador del Deuteronomio, es para Oseas y para
Jeremías el amor conyugal: "Te desposaré conmigo para
siempre" (Os 2,21): "Como una mujer que traiciona a
su amante, así me ha traicionado a mí la casa de Israel" (Jr
5,20). Para ambos profetas, el amor conyugal es la mejor analogía de la
relación del hombre con Dios. Deberíamos todos leer con frecuencia el Cántico
espiritual de San Juan de la Cruz y su Llama de amor viva para entender lo que
nos dice un hombre que ha experimentado la dulzura y las exigencias del
amor del cual ya escribía
San Agustín: "Me amenazáis, Señor, con graves miserias si no os amo, ¿tan
poca miseria os parece no amaros?". Y terminaba: "Meminerim Tui;
intelligam Te; Amem Te. Auge in me ista, donec me reformes ad integrum". Lo quiero citar en latín, tal como lo escribió
el Aguila de Hipona, por su exquisitez y sonoridad, aunque lo traduzo:
"Que me acuerde de Ti; que te comprenda; que te ame. Auméntame estas
gracias, hasta que me reformes íntegramente".
3. Pero ¿qué
nos ocurre a los hombres? Tengo un vecino de dos meses y medio, y no sabe él lo
que me hace meditar. Como todos los bebés, está acolchado de cariño, ternura y
amor. Pero él no lo entiende, no se da cuenta. Así somos los hombres: rodeados
de amor por todas partes, sin merecerlo, como niños pequeños a veces,
restringido el campo de nuestra conciencia en nuestro pequeño "estado del
Yo", que limita al Norte con el "Yo", al Sur con el
"Yo", al Este con el "Yo" y al Oeste con el "Yo",
no tenemos perspicacia para verlo y agradecerlo.
4. Iba una vez
Aflicción de camino y en cuantos lugarejos encontraba detenía sus pasos, como
presa de locura: -Me sabríais decir cuál es la cosa más pequeña? Y preguntó a
un niño que perseguía un pájaro. Y el niño respondió: -El pájaro. Y a una dama
que se estaba peinando y contestó: -Este cabello pequeñísimo. Y a un sabio, que
dijo: - El átomo. Y Aflicción ya no podía andar de tanto desconsuelo. Se sentó
y lloró. Pasó Consolación y le dijo: -Aflicción, ¿por qué ese llanto tan
amargo, que tus lágrimas parecen trocitos de tu roto corazón? Y Aflicción, sin
cesar en su llanto, dijo: - Porque ni el pajarillo, ni el cabello dorado más
fino, ni el átomo me dan idea de lo más pequeño. Y preguntó Consolación: ¿Qué
es pues, lo más pequeño? Y contestó Aflicción con sollozos de profunda pena:
-¡El amor de los hombres al Amado! "El Amor no es amado" se lamentaba
San Francisco allá por los montes de Auvernia.
5. Tal como en
general se vive al margen del evangelio hoy, la vida social, política, eclesial
y familiar queda reducida a los propios intereses, con preocupación y
cavilación creciente y absorbente de las propias cosas, en un incesante vivir
para sí mismos, centrados en la propia persona, su salud, su trabajo, sus
estudios, sus planes, su familia y aislados, distantes y sólo interesados en su
tema, como si fuera el único del cosmos. Frente a las palabras de Jesús:"Padre,
que sean uno como tú y yo somos uno", se repite la parábola del Oriente: A
la puerta de su amigo llama un amigo: -¿Quién eres? - Soy tu amigo, el que te
ha hecho tantos favores, tu confidente, el que guarda todos tus secretos. - En
esta casa no hay sitio para los dos. El amigo ha comprendido. Vuelve a llamar:
¿Quién eres? - Yo soy tú. Y se abrió la puerta de par en par. No se puede
entrar en el Reino mientras el hombre no se haya adherido a Dios. Sólo cuando
se identifique con Dios, se encontrarán las puertas abiertas. De ahí la
necesidad de la purificación en esta vida, o la del Purgatorio, en cuya
maceración el hombre se funde con Dios y se hace igual a El, puede entrar en el
Reino de Dios: Por eso el evangelio de Jesús nos dirá: "Sabéis que se dijo: Amarás a
tu prójimo y odiarás a tu enemigo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que
os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir
el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 44).
6.
La coincidencia de Marcos con el Deuteronomio hoy es total: A la pregunta del
letrado, conocedor y maestro de la Ley, por el primer mandamiento de todos, Jesús
responde con el Shemá: "El primero es: "Escucha, Israel, amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con
todo tu ser. El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a tí
mismo" Marcos 12,28. "No hay mandamiento mayor que
éstos". Jesús con su
originalidad nueva, ha situado juntos y unificados los tres amores, que no son
más que uno: a Dios, a tí mismo y al prójimo. Un río y dos afluentes. El
letrado, que había preguntado con curiosidad y quizá con inquietud a Jesús
porque su enseñanza le intrigaba, refrendó su doctrina, como buena y segura.
Jesús, a su vez, calificó al letrado de cercano al Reino de Dios.
7. La novedad
de Jesús sobre Moisés está en la unión que establece entre el amor a Dios y el
amor al prójimo, es decir, une el texto del Deuteronomio y el del Levítico.
Dios y el hombre no son una misma cosa, pero son inseparables, porque Dios ama
al hombre. El judaísmo quiso desentenderse del prójimo para amar a Dios, como
se desprende de la parábola del samaritano en Lucas (Lc 10,33). El humanismo
"puro" "impuro" pretende desentenderse de Dios para amar al
prójimo. Pero la experiencia nos dice que donde se niega a Dios, queda el
hombre sin dignidad y sin destino, mutilado y desprotegido, porque sin Dios
¿quién puede mandarme amar al prójimo?. "Nuestro amor tiene una raiz muy
dañada" dice Santa Teresa. Igualmente donde se niega al hombre, Dios es la
disculpa para el egoísmo y para el odio. Se desencadenan guerras y se mata en
nombre de los distintos nombres de Dios, cuando en Dios no hay ni guerra santa
ni hay odio, y sólo amor infinito.
8. El prójimo
es el próximo, el cercano, el doméstico, pero el prójimo no termina en el clan,
en la raza, en los que profesan el mismo credo, como terminaba en la casuística
del literal Antiguo Testamento, tal como los judíos lo interpretaban, siempre
tan amigos de la letra y poco del espíritu. Eso es lo que intuye el escriba. En
Cristo y para Cristo no hay ningún hombre lejano. Todos son amados por él y
todos son llamados a integrarse en su cuerpo místico para conseguir la
felicidad eterna.
9. El himno de
la caridad de 1 Cor 13 resume los deberes con los hermanos, que completan el
cumplimiento del mandamiento del amor: "La
caridad es paciente, es servicial; no es envidiosa, no se pavonea, no se
engríe; no ofende, no busca su propio interés, no se irrita, no piensa en el
mal que le han hecho (¡yo creía que lo habías olvidado! -¡No, si lo que
pretendo es que no lo olvides tú!); no se alegra de la injusticia, se complace
en la verdad: ("la
verdad, no tu verdad - y ven conmigo a buscarla; la tuya, guardátela"
(Machado). La caridad
todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera".
10. "Como a tí mismo". En cada situación, cuestionarse: ¿cómo
quisiera yo que me trataran, si estuviera en esa situación? ¿De pobreza, de
ignorancia, de enfermedad, de humillación, de desconsuelo, de noche oscura, de
cansancio, de fracaso, discusión, abandono, depresión, tristeza..., o de éxito
y de bienestar?. "Tratad
a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros" (Lc 6,31). Jesús ha convertido el mandato
negativo del Antiguo Testamento: "Lo
que no quieras para ti, no lo quieras para nadie" (Tb 4,15) en positivo. "Amar a Dios
y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios", apostilló
el escriba. "¿Se
complace tanto el Señor en los holocaustos y los sacrificios, como en la
obediencia a sus palabras?" (1 Sm 15,22). "Porque yo quiero amor, no
sacrificios" (Os 6,6). "No estás lejos del Reino de Dios", dijo Jesús al letrado. Porque había
comprendido el corazón de la Revelación, que Jesús enseñará y practicará toda
su vida y su muerte de cruz, para que "por
medio de él nos acerquemos a Dios, porque vive siempre para interceder por
nosotros"Hebreos 7,23.
11. Para
compensar esa falta de amor, completemos hoy el Salmo 17: "Yo te amo, Señor", con el segundo mandamiento en la
práctica de la caridad fraterna, para lo que en la eucaristía encontraremos la fuerza
de la roca, que nos libera de nuestros prejuicios y de nuestro propio carácter
personal.
Jesús Martí Ballester
jmartib@planalfa.es