DOMINGO 3 PASCUA CICLO B
1. "¿Por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud?" Hechos 3,13. Los apóstoles, siguiendo la práctica judía, acudían a orar al templo, dos veces al día, una por la mañana y otra, a las tres de la tarde, hora en que se ofrecía el sacrificio del cordero, en el altar situado delante del Templo. Los judíos que no acudían personalmente, como lo han hecho Pedro y Juan, interrumpían sus ocupaciones para unirse a este sacrificio. Todos los días llevaban a la puerta Hermosa del Templo a un pobre tullido para que pidiera limosna. Viendo el pobrecito a los dos hombres que iban a entrar en el templo, les tendió su mano. Pedro lo miró fijamente y le dijo: "Míranos. En nombre de Jesucristo, el Nazareno, anda. De un salto se puso en pié y entró con los apóstoles en el templo vitoreando a Dios y saltando". Se agolpó la gente, y Pedro comenzó a anunciar el evangelio, obedeciendo la palabra de Jesús: Curad enfermos y anunciad el mensaje de la buena noticia: "Dios cumplió lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer". "Matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos". Es decir; hecho el milagro, comenzaron a pregonar el kerigma. El paralítico curado seguía agarrado a las manos de Pedro, sin soltarse. Este milagro es una prueba de que Jesús es el autor de la vida, de la curación, de la salud, el origen de la nueva creación. El puede introducir en la Vida porque con su resurrección ha vencido la muerte y posee la vida plena.
2. Que Jesús podía vencer a la muerte lo había demostrado al resucitar al hijo de la viuda de Naím, a Lázaro, y a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga. Estas resurrecciones eran signos, indicios, anticipaciones de la suya, aunque sólo eran temporales y la suya eterna. Pero muriendo él y resucitándose a sí mismo como Cabeza, mata la muerte, que nos ha matado, y la vence en su propio terreno, en su mismo dominio, y donde había muerte pone resurrección, que es lo único que puede vencer a la muerte, como la salud a la enfermedad y el movimiento a la parálisis. Para curar, para resucitar, Jesús pide fe, como le dice a Marta: "¿Crees esto?". Quiere que le miremos a los ojos, como Pedro le ha mandado al paralítico.
3. "¿Tenéis algo que comer?". Jesús se invita a comer y le ofrecen un trozo de pescado asado. Comió con ellos. Mientras comía con normalidad, le reconocieron y se dieron cuenta de que no era un fantasma. Los fantasmas no tienen manos ni pies ni comen. "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros... Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día..." Lucas 24,35.
4 "Todo lo escrito tenía que cumplirse. El Mesías tiene que padecer". Les corrige, como tantas veces, el concepto equivocado que tienen del mesianismo. El padecer no es decisión divina, sino condición humana y social. Para que una idea nueva se abra paso en una costumbre vieja, es necesario padecer. ¿Es voluntad de Dios que los padres hoy sufran como sufren? ¿Que el Papa, los Obispos, los sacerdotes, sufran lo que tienen que sufrir? No. Pero sí que es voluntad de Dios que todos sean fieles, y la fidelidad comporta sufrimiento y dolor. Si Jesús hubiera contemporizado, si cuando le preguntó el Sumo Sacerdote: ¿Eres el Hijo de Dios?, hubiera dado una respuesta ambigua para no chocar, no le habrían crucificado. Si a los fieles a quienes se les anuncia con caridad pero con libertad, la palabra, como Pedro: "a quien vosotros crucificasteis", en vez de ese anuncio se les halagaran los oídos, se ahorrarían muchos sufrimientos.
5."Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras". «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros, en el camino, cuando nos explicaba las Escrituras?». Las Escrituras. Las podemos considerar como libros antiguos, llenos de sabiduría religiosa, de valores morales y proverbios y también de poesía. De esta manera son libros importantes para comprender nuestra cultura occidental y la religión judeo-cristiana y conocer los libros más editados y más leídos de toda la humanidad. Pero hay otro modo, mucho más comprometido, de leer las Escrituras; es el de creer que contienen la Palabra viva de Dios, como cartas que nos dirige, «inspiradas», aunque escritos por autores humanos, con la intervención directa de Dios. Libros humanísimos y divinos, que hablan al hombre de todos los tiempos y le revelan el sentido de la vida y de la muerte.
6. Es necesario estudiar la Sagrada Escritura o atender a los que las han estudiado para evitar el peligro de caer en el fundamentalismo, que toma un versículo y literalmente lo aplicar a las situaciones de hoy, sin considerar la diferencia de cultura, de tiempo, y de los distintos géneros literarios. Se cree, por ejemplo, que el mundo tiene poco más de cuatro mil años de edad que son los que se desprenden de la Biblia, cuando hoy ya se sabe que existe desde varios miles de millones. En una palabra, que las Escrituras no se han escrito en busca de ciencia, sino para ofrecer la salvación del Reino. Dios se ha adaptado a hablar en el modo que los hombres de aquel tiempo podían entender; no se ha dirigido a los hombres de la era tecnológica. Reducir la Biblia a un mero objeto de estudio y de erudición, sin aceptar y vivir su mensaje, significaría matarla, como si un novio que ha recibido una carta de amor de su novia la examinarla con el diccionario en la mano sin captar el amor que rebosa. Leer la Escritura con fe significa leerla con referencia a Cristo, captando, en cada página, lo que a Él se refiere, que es lo que Él hizo con los discípulos de Emaús.
7. Jesús se ha quedado entre nosotros de dos modos: en la Eucaristía y en su Palabra. En ambas está Él presente: en la Eucaristía, como alimento cibativo, en la Palabra, como alimento de luz y de verdad. La Palabra tiene una gran ventaja sobre la Eucaristía. A la comunión no se pueden acercar más que los que ya creen y están en estado de gracia; a la Palabra de Dios se pueden acercar todos, creyentes y no creyentes, casados y divorciados. Es más, para llegar a ser creyentes, a crecer en la fe el medio más normal es el de escuchar la Palabra de Dios.
8. Para comprender el sentido de la interpretación de la Escritura y aceptarla es necesario que el Jesús pascual, la Iglesia, nos abra el entendimiento. Sin esa visión nueva en profundidad no tiene sentido el camino de Israel., Abraham, Moisés, David, los profetas y los salmos, la esperanza y el destierro, todas las vicisitudes de la historia de la salvación reciben un encuadre y un valor que culmina en Cristo. Sólo abriéndoles el entendimiento podían entender los acontecimientos salvíficos en el contexto de la historia de la salvación. Cuando se entiende la Escritura, que nos presenta el designio de Dios sobre el hombre y sobre la historia, y nos relata la muerte en cruz y la Resurrección de Jesús, como clave de la historia, cobra significado todo el engranaje de la vida. Como Jesús, todo cristiano tiene que padecer, trabajar, ser incomprendido, perseguido, unos más, otros menos, sufrir la enfermedad, las deficiencias de la decadencia, la agonía de la muerte.
9. Es emocionante el testimonio ofrecido por el arzobispo vietnamita Van Thuan, en los ejercicios dirigidos al Papa en esta cuaresma: «Cuando era alumno del seminario menor, dice el arzobispo, había un sacerdote vietnamita que quería hacerme entender la importancia de tener el Evangelio siempre consigo. Era un convertido del budismo, de familia mandarina, un intelectual: siempre llevaba consigo, colgado al cuello, el Nuevo Testamento y el viático. Cuando se marchó del seminario para desempeñar otro ministerio, el padre José María Thich me dejó en herencia ese Nuevo Testamento, su más precioso tesoro. El ejemplo de este santo sacerdote, siempre vivo en mi corazón, me ayudó muchísimo en la cárcel, durante el período de aislamiento».
10. Monseñor Van Thuân permaneció detenido trece años en las cárceles vietnamitas a causa de su fe. De esos años, nueve los pasó completamente aislado. «Pensé entonces prepararme un vademécum que me pudiera permitir vivir leyendo el evangelio. No tenía ni papel ni cuadernos, pero la policía me proporcionaba hojas en las que debía escribir las respuestas a todas las preguntas que me hacían. Poco a poco, empecé a quedarme con algunos de esos trozos de papel y conseguí elaborar una minúscula agenda en la que, día a día, pude escribir en latín, más de 300 frases de la Sagrada Escritura, que recordaba de memoria. La Palabra de Dios, así reconstruida, fue mi vademécum cotidiano, mi cofre precioso del que sacaba fuerza y alimento. En los años de mi reclusión salí adelante porque la Palabra de Dios era "lámpara para mis pasos", "luz en mi camino".
11. "En la transfiguración Jesús manifiesta su gloria a tres discípulos: "De la nube se hizo oír una voz: éste es mi Hijo, al que he elegido: escuchadle"».«Las palabras de Jesús no son como las palabras de los demás hombres. Ya lo advirtieron sus primeros oyentes: "Él les enseñaba como alguien que tiene autoridad, y no como los escribas". El Evangelio ejerce su fascinación incluso en los que son ajenos al mundo cristiano, como por ejemplo, Gandhi, que escribió: "Cuando leí el Evangelio y llegué al Sermón de la Montaña, empecé a asumir en profundidad la enseñanza cristiana"».«El hecho es que las palabras de Jesús poseen una altura y una profundidad de la que carecen otras palabras, sean de filósofos, políticos, poetas, etc. Las palabras de Jesús son "palabras de vida", como se definen en el Nuevo Testamento. Contienen, expresan, comunican una vida, mejor aún, la "vida eterna", la plenitud de la vida». «Jesucristo, por lo tanto, la Palabra hecha carne, enviado como "hombre a los hombres", "habla las palabras de Dios" y lleva a cumplimiento la obra de salvación que le ha confiado el Padre. Cuando el camino se hace duro y muchos de los discípulos le dejan, Jesús pregunta a los doce: "¿También vosotros queréis marcharos?", y Pedro responde: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras que dan la vida eterna".
12. Toda la fuerza y la fragilidad de la esperanza penden de estas palabras. Pero no basta con acoger y vivir la Palabra. Hay que compartirla. Lo hacemos en la catequesis, en las homilías, en la predicación de los Ejercicios Espirituales. Lo que quizá no hacemos siempre es ofrecer el fruto de la Palabra. En la cárcel, los presos católicos dividían el Nuevo Testamento, que habían llevado a escondidas, en pequeñas hojitas, se lo repartían y lo aprendían de memoria. Como el suelo era de tierra o de arena, cuando se oían los pasos de los vigilantes, ocultaban la Palabra de Dios bajo tierra. Por la tarde, al oscurecer, cada uno recitaba por turno la parte que ya se sabía, y era impresionante y conmovedor oír en el silencio y en la oscuridad la Palabra de Dios, la presencia de Jesús, el "Evangelio vivo", recitado con toda la fuerza del alma, la oración sacerdotal, la pasión de Cristo. Los no cristianos escuchaban con respeto y admiración aquello que llamaban "Verba sacra". Muchos decían, como experiencia personal, que la Palabra de Dios es "espíritu y vida"».
13.«¿Cómo es posible alcanzar en este año jubilar un cambio de mentalidad, una constante re evangelización de la vida, una auténtica conversión? Cuando el Santo Padre atravesó la Puerta Santa sólo con el Evangelio en sus manos, recibí una gran lección: ésta es la imagen de la Iglesia para el tercer milenio: una Iglesia que anuncia el Evangelio de la esperanza"»
14. "Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme". Lucas nos refiere que Jesús quiere que palpen su carne. Es muy importante que admitamos la realidad física de la pascua de Jesús, su función de comienzo de la historia verdadera de los hombres, pues en la resurrección se funda la nueva humanidad de los hombres salvados.
15. "En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos". Nos cuesta entender que la vida cristiana es reproducir la vida de Cristo, vivir su Pascua, que comenzó en el Bautismo, donde morimos al pecado y fuimos sepultados con él. En la Escritura descubrimos las diversísimas experiencias humanas y en ellas nos sentimos interpretados y comprendidos. La Escritura nos dice lo que deseamos y lo que tememos, y nos ofrece la llave de la esperanza y de la consecución de nuestros deseos.
16. La Escritura es el espejo del hombre que busca a Dios, la verdad, el sentido de la vida humana. La Palabra de Dios ofrece la solución al hombre que quiere escapar de la desesperación y del miedo, que lo dominan cuando se apaga la fe y los ideales se marchitan. La comprensión de las Escrituras puede impedir que el hombre caiga. La escucha de la Palabra puede detener al hombre que siente la tentación de buscar experiencias que de momento satisfacen, pero después lo lanzan al vacío, a la tristeza, a la depresión, a la desesperación.
17. La Escritura revela el hombre a sí mismo y le hace comprender que la predicación del Resucitado es el sello de Dios sobre todo lo que se ha ido obrando en la historia de la salvación del mundo. Pero, como Jesús, hemos de explicarla, ampliarla y aplicarla a la concreta vida de hoy del hombre.
18."Jesús se presentó en medio mientras ellos hablaban". Los que hablan son los discípulos de Emaús, que les están contando a los discípulos, con entusiasmo y viveza, vueltos al Cenáculo, su encuentro con Cristo, y aunque al principio no creían lo que les acaba de ocurrir a ellos, terminaron diciendo que era verdad y que se había aparecido a Pedro (16,13). Lucas es el único evangelista que nos habla de esta aparición a Pedro. Esta aparición ocurre el mismo domingo, lo que distorsiona un poco el orden del evangelio, porque el del domingo anterior con la presencia de Tomás, pertenece al evangelio de Juan, que se adelanta una semana.
19. Cuando en la misa, oímos la explicación de la Escritura y comemos el pan, recibimos la iluminación y la fuerza. "Donde hay dos o más reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio" (Mt 18,20). "A estas conversaciones estoy yo siempre presente", dijo Cristo a Santa Teresa de Jesús, cuando conversaba de Dios con el P. García de Toledo. Igual que los apóstoles recibieron fuerza para creer y testificar la fe en el Resucitado, la Vida para el mundo, y para predicar en su nombre la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, la recibimos también nosotros hoy.
20. Como los discípulos vieron a Jesús resucitado, nosotros estamos viendo a la Iglesia, que es su prolongación, cómo muere en Ruanda, en Burundi, en Mozambique, en Palestina y en tantos lugares... Y la hemos de ver denunciando y oponiéndose al pecado personal y colectivo, incluido el de la corrupción, que estos días conmueve al pueblo entero. Y el domingo pasado la Iglesia, anunciando al Resucitado, nos previene cómo utilizar todos los medios de comunicación, especialmente la TV, positivamente y de una manera activa, y también crítica.
21. "Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro, si no ¿quién nos hará ver la dicha?". Así es "como me acuesto en paz, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo" Salmo 4.19.
22. "Os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, el Justo". 1 Juan 2,1. Precisamente el domingo pasado el Papa ha canonizado a la polaca, Josefina Kowalska, elegida por Jesús, que se le reveló como misericordioso, para difundir la devoción a la Misericordia Divina, cuya espiritualidad inspiró a Juan Pablo II la segunda encíclica de su Pontificado "Dives in misericordia". A ella le anunció Jesús "la brasa que saldrá de Polonia, para preparar al mundo a su última venida".
23. Participemos ahora en la fracción del pan, llevando al altar nuestros gozos y tristezas, nuestros planes y fracasos. Que es participar en el sacrificio de Cristo, sacrificio también de la Iglesia, con el sacerdote que le representa a él y es ministro de ella, teniendo los mismos sentimientos de alabanza y expiación al Padre por nuestros pecados y por los del mundo entero, y comer la víctima sagrada otra vez inmolada, reparadora y curadora de nuestras dolencias.
P. JESUS MARTI BALLESTER
jmartib@planalfa.es