Su Santidad el Papa, Sus Majestades los Reyes de España, los Obispos de España, la Iglesia de España, el Carmelo de la Iglesia, los jóvenes del mundo, Amigos fuertes de Dios, los clásicos, los poetas, los pintores del Siglo de Oro, la revista Betania… exultan de gozo en el Quinto Centenario del nacimiento de Santa Teresa, lanzan las campanas al vuelo en la fiesta de santa Teresa de Jesús. Y le dedican, para perpetua memoria, el siguiente reportaje en cuatro actos: Primera parte Maestra para la vida Por Jesús Martí Ballester SANTO TOMÁS DE AQUINO Y SANTA TERESA DE JESUS DOS DOCTORES PARA LA IGLESIA Santa Teresa consigue que sus carmelitas reciban la doctrina de la suma de Santo Tomas de Aquino que nació en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el año 1225, en el seno de una noble familia italiana. Su padre, Landolfo, descendiente de los condes de Aquino, era pariente del emperador Federico II. Su madre, Teodora, era hija de los condes de Taete y Chieti. Recibió Tomás su primera educación, a partir de los cinco años, en la abadía de Montecasino, de la que era abad su tío, y permaneció en el monasterio hasta que el emperador Federico II decretó la expulsión de los monjes. Allí realizó los estudios ordinarios de gramática, latín, música, moral y religión. A los diecinueve años ingresa en la Orden de Predicadores. Esta opción juvenil de Tomás decepcionó a sus padres, hermanos y hermanas pues habían deseado que Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino e hicieron todo lo posible para destruir su vocación. Incluso tendieron trampas a su virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló e imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y mientras dormía,. DOS ÁNGELES SE LE APARECIERON Y LE DIJERON:"TE CEÑIMOS EL CINTURÓN DE LA VIRGINIDAD PERPETUA" . En adelante jamás experimentó el movimiento de la concupiscencia. Enterados de que Tomás se iba a dirigir a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería enviado a París para continuar sus estudios, fue raptado por sus hermanos y retenido en el castillo de Roccasecca, intentando disuadirlo de su ingreso en la orden. Al fin se dirigió a París donde permaneció hasta 1248 como estudiante, ganándose la confianza de Alberto Magno quien se sintió atraído por sus grandes posibilidades intelectuales. Con él se dirigió a Colonia regresando a París donde recibió su licenciatura en 1256. Fue nombrado Magister ese mismo año, ocupando su cátedra hasta el 1259. En 1259 se trasladó a Italia, para enseñar teología en la Corte pontificia. En todos estos años residió en varias ciudades italianas, Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo, y fue invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus traducciones, entre ellas algunas que se estaban prohibidas:(De Anima, De Sensu et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Sto. Tomás comentará, junto con otras de Aristóteles como la Física y la Metafísica. En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio entre polémicas contra y entre las órdenes religiosas, y por las controversias con suscitadas con los averroistas latinos, encabezados por Siger de Brabante, que habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando las enseñanzas aristotélicas que Alberto y el mismo. Tomás habían introducido en la facultad. Regresó a Nápoles en 1272 para establecer un studium generale, y abandona su actividad docente y de autor, arrebatado por experiencias místicas que le absorbían. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo en el viaje de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio X. ALBERTO CONVENCE A TOMAS DE LA NECESIDAD DE PROFUNDIZAR EN ARISTÓTELES, EL FILÓSOFO DE LA RAZÓN La razón es don de Dios y a él debe ordenarse. A los 32 años Tomás de Aquino es maestro de la cátedra de Teología de París. En Tomás, la Palabra de Dios en la Escritura tiene la primacía sobre las otras ciencias, y hace de la oración la fuente de sus investigaciones. En París, Tomás y los hermanos Predicadores elaboran en comunidad filosofía y teología, para hacerla presente en la universidad. Escribe muchas obras que destacan por su profundidad, admirando a maestros y estudiantes por la claridad, la distinción, la sutileza y la verdad con que explicaba tan distintas materias, como demuestran los cuatro libros que escribió sobre Pedro Lombardo, el Maestro de las Sentencias. En estos años dio tales muestras arguyendo, discutiendo y respondiendo que, según el sentir de la universidad, sólo Dios podía dar tanto ingenio. Por toda Europa volaba su fama, difundida por los que iban a estudiar a la Sorbona y luego regresaban a sus tierras cantando la sabiduría del maestro. Tomás de Aquino murió en la abadía de Fossanova el siete de marzo de 1274 cuando iba de camino al concilio de Lyon. Fue canonizado en 1323 por Juan XXII. San Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia. León XIII, en 1880, lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas. ENTRE LOS TEÓLOGOS DEL SIGLO XIII, TOMÁS FUE EL GRAN ADALID DEL PROGRESO. La teología tradicional,
heredada del siglo XII y codificada en el libro de las Sentencias de Pedro
Lombardo, era hostil al uso de la razón en la explicación de los dogmas y se
limitaba a coleccionar y ordenar los argumentos de los Padres, especialmente
del mayor de todos, San Agustín. Santo Tomás cristianizador de Aristóteles,
es el principal creador del "sistema seguido por la Iglesia". Con
lo que, el buey mudo de su clase, el Doctor Angélico, se convirtió entre los
teólogos del siglo XIII, en el gran adalid del progreso, cuyos mugidos de ese
buey han resonado en el mundo entero, como Alberto había profetizado. En
efecto, la teología tradicional, heredada del siglo XII y codificada en el
libro de las Sentencias, hostil al uso de la razón en la explicación de los dogmas
se limitaba a coleccionar y ordenar los argumentos de los Padres. Llegó a
tiempo Alberto Magno para advertir la necesidad de revisar las mutuas
posturas, tratando de armonizar en la Filosofía a Platón con Aristóteles, con
lo cual unía a San Agustín, representante del platonismo, con Aristóteles.
También la teología debía utilizar los servicios de la Filosofía,
permaneciendo como "ancilla Teologiae". Un estudio profundo sobre el
Estagirita y sobre San Agustín le descubrió que el espíritu de ambos no era
divergente y podía ser y dejaría la culminación de esta empresa colosal a su
discípulo predilecto, Tomás de Aquino. Éste, con la aprobación de la Santa
Sede, trabajó sobre una traducción directa de Aristóteles, armonizado. Con
una síntesis propia y personal hizo suyo el espíritu de ambos, y situó en la
base la experiencia y la técnica aristotélicas y en el vértice las geniales
intuiciones agustinianas, enriquecidas con sus agudas aportaciones
personales. Este trabajo y agudeza determinará que, a partir de él, la
Teología se convierta, sin perder nada de su altura y afectividad, en
verdadera ciencia. Ya no será puramente mística y subjetiva, sino también
científica y objetiva. En adelante, será más difícil su estudio, pero en
compensación, resultará más rica y fecunda. Por eso con Santo Tomás comienza
una época nueva para la Teología y para la Filosofía. Fue un cambio profundo
y gigantesco. ALBERTO ESCRIBE Y ENSEÑA Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del "studium" de Colonia, se distinguió por su talento práctico, por lo que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Asistió al capítulo general de la orden en París. Su prestigio había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. Lo que costó a Santo Tomás y a San Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado. Alberto defendió en Italia a las órdenes mendicantes atacadas en París y en otras ciudades de cuyos ataques había participado Guillermo de Saint-Amour con su panfleto "Sobre los peligros de la época actual". En Roma, San Alberto fue maestro del sacro palacio, lo que hoy sería teólogo y canonista personal del Papa. Y también predicó en las diversas iglesias de la ciudad. ES CONSAGRADO OBISPO DE REGENSBURGO En 1260, el Papa lo consagró obispo de Regensburgo, cuando se había convertido en "un caos en lo espiritual y en lo material". Allí permaneció dos años, hasta que el Papa Urbano IV aceptó su renuncia, para regresar a la vida de comunidad en el convento de Würzburg y a enseñar en Colonia. Pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares. La aceptación de su renuncia por el Papa causó gran gozo en el maestro general de los dominicos, Beato Humberto de Romanos, que ya había querido impedir que fuera consagrado obispo. Alberto volvió al "studium" de Colonia, hasta que recibió la orden de colaborar en la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona. Vuelto a Colonia, se dedicó a escribir y enseñar hasta 1274, en que se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. CONOCE LA MUERTE DE SU DISCÍPULO, TOMÁS DE AQUINO. A pesar de su avanzada edad, Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, y junto con el Beato Pedro de Tarantaise, futuro Inocencio X y Guillermo de Moerbeke, trabajó por la reunión de los griegos, y apoyó la causa de la paz y de la reconciliación. Defendió la obra de Santo Tomás cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente sus escritos. LA VIRGEN LE CONCEDIO EL TALENTO Dictando una clase, súbitamente le falló la memoria y perdió la agudeza de entendimiento. Alberto refería que, de joven, le costaban los estudios y por eso una noche intentó huir del colegio donde estudiaba. Pero al subir por una escalera se encontró con la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy ´causa de la sabiduría´? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. y para que sepas que fui yo quien te la concedí, cuando te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías". Lo que sucedió como la Virgen le dijo. San Alberto Magno, apenas tomado el hábito de Santo Domingo estuvo a punto de abandonar su vocación a causa de su poca capacidad para el estudio de filosofía, pero su devoción a la Santísima Virgen, a quien recurrió piadosamente en demanda de luces, lo salvó. Una noche, mientras dormía, le pareció ver que mientras él colocaba una escalera en los muros del convento para fugarse, y comenzaba a subir por ella, aparecieron en lo alto de la muralla cuatro venerables damas entre las cuales una aventajaba a las demás en hermosura y majestad. Le pareció ver que éstas le impedían subir, y en vano intentó hacerlo por tres veces, hasta que por fin una de ellas le preguntó cuál era el motivo que le inducía a tomar aquella resolución. Alberto contestó: “Me voy porque veo que mis compañeros hacen grandes progresos en la filosofía, mientras que yo me aplico inútilmente”. Entonces la dama que le había hecho la pregunta, añadió: “He aquí la Reina del cielo, Asiento de la Sabiduría, dirígete a Ella y conseguirás lo que deseas”. Alberto, dirigiéndose a la Celestial Señora, le suplicó que le diese entendimiento para aprovechar en el estudio de las ciencias. María oyó benignamente su súplica y le aseguró que le concedería lo que deseaba, añadiéndole: “Pero para que sepas que esta gracia la has obtenido por mi intercesión, llegará un día mientras estés enseñando públicamente, olvidarás todo cuanto hubieres aprendido”. Aquella visión no fue un sueño, porque a partir del día siguiente, Alberto hizo tan rápidos progresos en las ciencias, que deslumbró a todos por su talento. Explicaba con admirable claridad las cuestiones más difíciles de Teología y Filosofía, llegando a ser el más ilustre maestro de estas ciencias y la lumbrera de su siglo. Alberto contó que le costaban los estudios y una noche intentó huir del colegio donde estudiaba. Cuando llegó a la parte superior de una escalera colgada en la pared, se encontró con la Virgen María. "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy 'Casa de la Sabiduría'? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa”, le dijo la Madre de Dios. “Y para que sepas que fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías", añadió la Virgen. Esto se cumplió. Dos años más tarde, el Santo partió al Cielo muy apaciblemente, sin enfermedades y mientras conversaba con sus hermanos en Colonia. Ya en su tiempo la gente lo llamaba "El Magno", el grande, por la sabiduría admirable que había logrado conseguir. Lo llamaban también "El Doctor Universal" porque sabía de todo: de ciencias religiosas, de ciencias naturales, de filosofía, etc. Era geógrafo, astrónomo, físico, químico y teólogo, y las personas comentaban que el santo "sabe todo lo que se puede saber" y le otorgan además el título de "milagro de la época", "maravilla de conocimientos". MEDALLA CONMEMORATIVA DE SAN ALBERTO MAGNO San Alberto fue el maestro del más grande sabio que ha tenido la Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino. El descubrió la genialidad del joven Tomás. Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el gobierno y en la alta sociedad. Ingresó de religioso con los Padres Dominicos. En Colonia, en París y en otras universidades fue un profesor brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus clases. Tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía, y de rescatar y reconciliar las ideas del filósofo con las cristianas (lo cual perfeccionará luego su discípulo Santo Tomás de Aquino). Escribió 38 volúmenes, de todos los temas. Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos. Y el Sumo Pontífice lo nombró Obispo de Ratisbona, pero a los dos años renunció a ese cargo para dedicarse a su misión intelectual. Murió el 15 de noviembre de 1280, a la edad de 74 años. BENEDICTO XVI ASEGURA LA DOCTRINA DE SAN ALBERTO MAGNO SOBRE LA CIENCIA Y LA FE “San Alberto Magno –dijo el Papa Benedicto XVI en el 2010– nos recuerda que entre ciencia y fe existe amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, mediante su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante camino de santidad”. SU OCASO A los 74 años murió
apaciblemente en Colonia, mientras conversaba con sus hermanos. Era el 15 de
noviembre de 1280. Se había hecho construir su propia tumba, donde todos los
días rezaba el Oficio de Difuntos. Fue beatificado en 1622, y canonizado en
1872 y en 1931, Pío XI, en una carta decretal, lo proclamó Doctor de la
Iglesia e impuso a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su
fiesta. San Alberto, dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el
don raro y divino del espíritu científico. El puede inspirar a nuestra época,
que tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos. San Alberto es
también patrono de los estudiantes de ciencias naturales. Quedaría la culminación de esta empresa colosal para el discípulo predilecto de Alberto Magno, Tomás de Aquino. El Papa Inocencio VI citado en la Encíclica "Aeterni Patris" de León XIII, declaró que con la excepción de los escritos canónicos, las obras de Santo Tomás superan a todas las demás en "exactitud, en su expresión y veracidad en sus afirmaciones", habet proprietatem verborum, modum dicendorum, veritatem sententiarum. Los grandes oradores, como Boussuet, Lacordaire, Monsabre, han estudiado su estilo, y han sido influenciados por él, pero no han sido capaces de reproducirlo. PARA LA TEOLOGÍA Y LA FILOSOFÍA. COMIENZA UNA ÉPOCA NUEVA CON SANTO TOMÁS Fue un cambio profundo y gigantesco. La colaboración de la fe y la razón aseguraba a la Teología fundamento inconmovible (cfr. Santiago Ramírez, Introducción a la Suma). Valorando la Suma, dice Santiago Ramírez: “Santo Tomás se sumerge hasta lo más hondo de los problemas, buceando sus reconditeces más ocultas con una facilidad y agilidad pasmosa. Nada de titubeos, nada de saltos en el vacío, nada de pasos atrás. Montado sobre principios indiscutibles y evidentes, puestos al principio de cada tratado..., se lanza imperturbable al sondeo de las conclusiones más recónditas, avanza con paso firme, explora con ojos de lince, recoge solícito las conclusiones anudándolas fuertemente a sus principios, y sobre ellos vuelve a emerger, exhibiendo su presa a la luz del día, en un lenguaje todo sencillez y transparencia”. SANTA TERESA NO QUERÍA “DEVOCIONES A BOBAS” Y BUSCABA MAESTROS, TEÓLOGOS, CASI TODOS TOMISTAS, He dicho antes, que Santo Tomás estuvo presente a través de ellos en la formación de las hijas de Santa Teresa. El Padre Antonio Royo Marín, O.P., comentando mi Diccionario sobre el pensamiento de Santa Teresa “que es un hallazgo sorprendente comprobar que en casi todos los temas fundamentales de la Suma tiene algo que decir Santa Teresa, aunque sólo sea a veces de manera muy sumaria”. A la Doctora de la Iglesia, la caracteriza sobre todo su don de oración, que a la vez que tiene a Dios tan cercano, se remonta a la trascendencia del hombre y se acerca y llega al hombre y a la mujer de hoy para dar solución a las aspiraciones del humanismo contemporáneo, desencantado ante tantos ídolos caídos, en esta cultura nuestra posmodema de las postrimerías del siglo XX e inicios del siglo XXI. Lejos quedan afortunadamente, los tiempos en que, por no haber teología, la filosofía se encerró en el estudio de la materia como su objeto exclusivo. Y los que por la desorientación e ignorancia del camino cristiano, y de la Iglesia como misterio, han existido algunos monasterios de clausura que llegaron a prohibir la lectura de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, como afirma Menéndez Reigada. DOMINICOS CONFESORES DE SANTA TERESA DE JESÚS Santa Teresa fue una amante y amada de Santo Domingo de Guzmán, Los dominicos influyeron, cual nadie, en su formación mística, como en la intelectual, siempre tratando de amparar y dirigir el espíritu de nuestra Santa. Los dominicos, que ella, agradecida, menciona en <Relaciones>: Son éstos los que ha tratado: fray Vicente Barrón la confesó un año y medio en Toledo, yendo a fundar allí, que era consultor de la Inquisición y gran letrado; éste la aseguró mucho. Y todos le decían que como no ofendiese a Dios y se conociese por ruin, que de qué temía. Con el Maestro fray Domingo Bañes -que es consultor del Santo Oficio ahora en Valladolid- me confesé seis años, y siempre trata con él por cartas, cuando algo de nuevo se le ha ofrecido. Con el Maestro Chaves. El segundo fue fray Pedro Ibáñez, era entonces lector en Ávila y grandísimo letrado, y con otro dominico que llaman fray García de Toledo. Con el P. Maestro fray Bartolomé de Medina, catedrático de Salamanca; y parecióle que éste la diría mejor si iba engañada que ninguno, y procuró confesar con él, y dióle larga relación de todo, lo que allí estuvo, y procuró que viese lo que había escrito para que entendiese mejor su vida. El la aseguró tanto y más que todos, y quedó muy su amigo. También se confesó algún tiempo con el Padre Maestro Fray Felipe de Meneses que estuvo en Valladolid a fundar, y era el Prior o Rector de aquel Colegio de San Gregorio, y habiendo oído estas cosas, la había ido a hablar en Ávila con harta caridad, queriendo saber si estaba engañada, y que si no era razón no la murmurasen tanto; y se satisfizo mucho. También trató particularmente con un Provincial de Santo Domingo, llamado Salinas, hombre muy espiritual y gran siervo de Dios; y con otro lector que es ahora en Segovia, llamado fray Diego de Yanguas, harto de agudo ingenio. (Relaciones 4, 8). "CRISTIANO DE TODOS LOS TIEMPOS". Aunque hijo de su época, Santo Tomás sigue siendo de actualidad. Cierto que han transcurrido siete siglos y que sus limitaciones son claras, mas sus principios continúan firmes y muchas de sus intuiciones permanecen clarísimas. Aparte de sus grandes síntesis, permanece su esfuerzo de intentar armonizar con el Evangelio todas las culturas ajenas al mismo; su constante y valiente búsqueda y defensa de la verdad frente a cualquier instancia; su permanente equilibrio en el diálogo fe-ciencia; en definitiva, su compromiso por el hombre y sus derechos. Ya antes de 1940 hubo una fuerte reacción en contra de los métodos escolástico-tomistas en Alemania, Francia y Bélgica principalmente". Dominicos como Chenu y Charlier primero, Schillebeeckx y Congar después, en línea con otros teólogos como De Lubac, Daniélou, Rahner, Urs von Balthasar y otros, persistieron en una línea de investigación exegético-patrística y de diálogo con otros movimientos; en un afán por penetrar la problemática del hombre secular; en un esfuerzo por hacer comprensible la Palabra de Dios a la mentalidad de los no-creyentes. Considerados durante tiempo como peligrosos y hasta próximos a la herejía, un día fueron llamados a Concilio y su trabajo, realizado en condiciones difíciles, desembocó en la audiencia del magisterio universal. EL VATICANO II ASUMIÓ MUCHOS DE SUS POSTULADOS en gran parte, su nuevo enfoque de teologizar. Hoy puede hablarse de "dos santo Tomás". Existe el Santo Tomás fijado en un conjunto de tesis abstractas y de soluciones prefabricadas. Es el Santo Tomás de los manuales (Billuart, Gonet, Garrigou,) y de ciertos sectores involucionistas, y existe el Santo Tomás lleno de frescura y de originalidad, con sus percepciones creativas, sus intuiciones profundas y sus planteamientos abiertos a los grandes interrogantes de la humanidad. Es el Santo Tomás descubierto por la "nueva teología", promovido por el Vaticano II y asumido por la Orden Dominicana. Sin salirse de España, en esta línea están hoy autores como Martín Gelabert, A. Sanchis, A. Robles, José Luís Gago, A. Escallada, D.Salado y otros. Me siento honrado de caminar en esta línea. Otra corriente ha infravalorado como camino no científico y de categoría no intelectual, la dedicación al estudio, la vivencia teologal, y la formación mística del cristiano interior; ha considerado la iniciación de la familiaridad experimental con el misterio de Dios, como apta para personas menos intelectuales. SANTO TOMÁS Y SANTA TERESA Es verdad que Santo Tomás y Santa Teresa son diferentísimos. Aquel es la razón y el orden y la serenidad intelectual. Esta, el ímpetu del espíritu y la espontaneidad de la intuición maternal. ¡Siendo tan distintos, los dos uncidos al mismo yugo pueden abrir surcos profundamente divinos! Pero además, el motivo de la unión no es su semejanza, sino su complementariedad. Anduvo siempre Teresa en busca de teólogos que le autenticasen su espíritu, y antes de conquistar para su reforma a san Juan de la Cruz, encontró en Avila a Domingo Báñez, célebre comentarista de santo Tomás, que sería profesor en Alcalá, Valladolid y Salamanca, y que, sin duda, no sólo fue su confesor durante seis años, sino también su formador y maestro. No le viene extraña pues, la Suma Teológica de santo Tomás a Teresa, integrada en esa escuela encabezada por el Maestro Báñez, y continuada por otros, si no tan famosos, como los padres Ibáñez y García de Toledo, también dominicos y los que hemos ido mencionando. JUAN DE LA CRUZ SE HA FORMADO EN LOS DOMINICOS. Antes había llegado san Juan de la Cruz, su "Senequita", a quien Santa Teresa elogió: "no he hallado en toda Castilla otro como él, que tanto fervore en las cosas del cielo..., y que es de grandes experiencias y letras" (Cta 282), y éste se ha formado en teología con los dominicos también, en Salamanca. El es quien redujo científica y orgánicamente el cuerpo de doctrina de la fundadora, cimentando sobre los sólidos principios de la teología tomista, las enseñanzas de la vida de perfección a la que ella conducía a sus hijas. Los escritos de la Santa no tienen forma científica. Están llenos de intuiciones profundas, pero carecen de desarrollo sistemático. Suplirá san Juan de la Cruz esta carencia. Mientras ella afirma por intuición, y llevará a la práctica lo escuchado a los maestros, “había de ser muy contínua nuestra oración por éstos que nos dan luz”, él explicará y razonará y argumentará los caminos de la intimidad con Dios. El mismo santo Doctor confiesa, que él "no trata en sus obras de virtudes y sus hábitos y ejercicio, y el de las obras de misericordia, y la guarda de la ley de Dios". No era ese su campo. EL PELIGRO DE UN CRISTIANISMO "HUMANISTA". Una falta de integración del Evangelio con el Antiguo Testamento ha dado un conocimiento de Jesús de forma abstracta y ha dado pie a inventar un poco su figura, y ha podido ser convertido en un personaje sociológico, humanista, romántico y futurista; y su Iglesia en una institución humana más. "Con una lectura parcial del Concilio se ha hecho una presentación unilateral de la Iglesia como una estructura meramente institucional, privada de su misterio", ha constatado el Sínodo de los Obispos a los 20 años del Concilio. Tal afirmación nos da la clave del desmedulamiento a que se ha llegado en la praxis y en la concepción del hecho cristiano. La conjunción de esta "obra" con la Suma Teológica de Santo Tomás, intenta dar vigor nuevo racional a la lectura espiritual, desarbolando a un tiempo las concepciones erróneas, de escaso calado teológíco y bíblico. RAICES DE LA DESCRISTIANIZACIÓN DE LOS PUEBLOS. DEL TEOCENTRISMO AL ANTROPOCENTRISMO. La pérdida del sentido de Dios comenzó en el siglo XVI con la renovación del paganismo, y con el renacimiento de la soberbia y de la sensualidad paganas en los pueblos cristianos. Creció con el protestantismo, que llevaba consigo la negación del Sacrificio eucarístico y del sacramento de la confesión, de la infalibilidad de la Iglesia, de la Tradición, del Magisterio y de la necesidad de guardar los mandamientos para conseguir la vida eterna. Errores graves que, como el cáncer, han introducido en el pueblo y en la Iglesia un principio activo de muerte. Cuando estaba bien cuajado este movimiento de descristianización progresivo llegó la Revolución Francesa, basada en el Deismo y en el Naturalismo, con un Dios, Ser abstracto al que sólo le importan las leyes universales y no se preocupa de las personas indivíduales. Ni existe lo sobrenatural, ni el pecado ofende a Dios. El robo no es pecado, y la que peca es la propiedad individual. De ahí, se precipitan en cadena los errores: el liberalismo, el radicalismo, el racionalismo y, por reacción, el romanticismo, el socialismo y de éste el comunismo con su materialismo dialéctico y ateo, la persecución y negación de la religión como "el opio del pueblo", de la propiedad individual, de la familia, y el reduccionismo de la vida a la actividad económica. En 1917, la Virgen en Fátima, profetizó de éste: "Si no se reza y no se hace penitencia, Rusia extenderá muchos errores en el mundo". Así ha ocurrido hasta nuestros días. El año 1989 ha sido testigo del desmoronamiento del marxismo, pero como estaba larvado, junto al "vacío espiritual provocado por el ateísmo, ha dejado sin orientación a las jóvenes generaciones", según la "Centessimus annus". Las sociedades arrasadas con la moral por los suelos, tratan de dulcificar con eufemismos, pecados y crímenes gravísimos. A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS. Pero ¿se pone remedio a tanto mal grave? Al menos, ¿se sabe ver dónde está el remedio? ¿Se acierta en su diagnóstico? Una predicación con poca solidez doctrinal y sin robustez de fe, que no provoque la conversión del corazón y no construya al hombre interior, y una acción apostólica dañada por el activismo, no serán suficientes. No se puede curar un cáncer con aspirinas. Los brotes de un cierto neoromanticismo, muy pernicioso; la afirmación del yo, el exclusivismo en el apostolado, la independencia, la proclamación a ultranza de los derechos del hombre, muchas veces contra los de Dios y en pugna con la legislación positiva; la vanidad, la presunción y búsqueda de sí mismo y la ostentación de la propia personalidad y la jactancia, pueden hacer estéril la nueva evangelización. La innovación y la predicación de un Jesús de Nazaret fácil, producto del sentimiento y de la imaginación, que todo lo tolera y permite; guerrillero, unas veces, humanista y permisivo, otras; que ni es el Jesús del Evangelio, ni revela genuinamente al Padre, no será el remedio decisivo. Un Jesús falsificado, el Jesús de la Pascua y no el de la Cruz; una separación entre la Pascua y la Cruz, como si la primera fuera la fiesta, y el llanto la segunda, disociables, y no unidas, con ignorancia intolerable y culpable, no trae la Buena Noticia. ¿No dijo Nietzsche: "Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, le ha salido bien, porque el hombre ha creado un Dios hecho a su imagen y semejanza también"? LA ORACIÓN. ES LA ESPECIALIDAD DE SANTA TERESA. De ella sabe muchísimo. Es Maestra indiscutible. La escucharemos, pero antes, vamos a dejar razonar a Santo Tomás, que también sabe lo que dice. Dotado de un singular don de lágrimas, dejó de escribir después de un éxtasis en la misa. Ya todo lo que había escrito le parecía paja. La religión es parte potencial de la justicia, porque no alcanza a poder dar estrictamente a Dios todo lo que la criatura racional le debe. Le da lo que puede y lo ofrece mediante actos, entre otros, el de la oración. Asegura santo Tomás: "Dijo Aristóteles que la razón nos conduce al bien perfecto por medio de la súplica”. En este sentido interpreto la oración, como la entendía san Agustín, cuando dijo que "la oración es una cierta petición" y san Juan Damasceno: "la oración es la petición a Dios de lo que nos conviene" (2-2, 88, 1). Al pedir a Dios que colme nuestras aspiraciones, confesamos su excelencia y su poder, y ésta es la razón por la que la oración es un acto de religión. Podemos y debemos pedir a Dios la gracia y la gloria, que sólo El nos puede dar, pero también bienes temporales, como medios para servirle mejor, considerándolos como añadiduras. Hay clases de oración: Pública, la que se hace en nombre de la Iglesia; privada la que se hace en nombre propio; vocal y mental, según se exteriorice o permanezca en lo interior. La mental es discursiva, o intuitiva y contemplativa. Hay oración latréutica, que reconoce la excelencia de Dios, y se le somete; eucarística, que le da gracias; impetratoria, de petición; propiciatoria, que pide el perdón de los pecados. Dice san Agustín y lo cita Trento: "Dios no manda imposibles; y al mandarnos algo nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos". Y san Alfonso de Ligorio: "El que ora se salva, y el que no ora se condena". HA DICHO JESÚS: "PEDID Y RECIBIRÉIS, BUSCAD Y ENCONTRARÉIS, LLAMAD Y SE OS ABRIRÁ" (MT 7, 7). La razón teológica prueba la eficacia de la oración por la fidelidad de Dios a sus promesas, y es infalible, cuando se piden para sí mismo, con humildad, piedad y perseverancia, cosas necesarias para la salvación. Jesús nos ha dicho constantemente que oremos. El evangelio no tiene sentido si se borra de él la oración. Todos recuerdan las párabolas del amigo importuno (Lc 11, 5 ss) y de la viuda molesta (Lc 18, 1 ss). El que ora así, obtiene siempre lo que pide, porque esa oración, como toda obra buena, tiene a Dios por inspirador y causa primera, que nos impulsa a pedirle porque nos lo quiere conceder. También la oración del pecador es escuchada por Dios, cuando busca o desea un bien que conduce a la gracia y a la gloria, e incluso el cumplimiento de sus justas aspiraciones naturales. La desertización en la Iglesia y las hecatombes del mundo tienen su causa no menor en el abandono de la oración. Sin oración no hay renovación ni vida. Hay que orar siempre sin desanimarse. Dice el Concilio que "desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (GS, 19). Diálogo con Dios, o como define la oración la Mística Doctora: "Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". No le cabe al hombre excelencia mayor que poder sostener un diálogo con Dios, su Creador que, por la revelación de Jesús, sabemos que, además, es nuestro Padre. Diálogo que el mismo Jesús quiere que sea incesante, como nos apunta San Lucas: "Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse..." Y al final de la parábola, dice Jesús: ¿pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos, si ellos le gritan día y noche? (18, 1 ss). Y termina con un lamento: "pero cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?" PODEMOS ESTABLECER DOS PRINCIPIOS: 1) El hombre puede hablar con Dios; 2) El hombre tiene derecho de hablar con Dios. Puede hablar con Dios como ningún otro ser de la creación, porque ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios; el libro del Génesis nos presenta a Adán, tras el pecado, como quien ha roto el diálogo con Dios, avergonzado de sí mismo, como si su conciencia intranquila quisiera que Dios no existiera, porque le tiene miedo. Esta es una de las raíces inconscientes del ateísmo. El pecado ha sido la causa de que Adán renunciara al derecho de hablar con Dios. Pero Dios busca al hombre y le habla, le interroga, demuestra que no renuncia al diálogo con su criatura, buscándola y tomando la iniciativa: "¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?" En su antropomorfismo, el autor sagrado describe a Dios antes del pecado de los primeros padres, paseando por el jardín y, por tanto, dialogando con ellos, pero no después de pecar, cuando "se escondieron entre los árboles del jardín para que el Señor Dios no los viera" (3, 8 ss). TENEMOS LA POSIBILIDAD DE HABLAR CON DIOS. TAMBIÉN TENEMOS EL DERECHO. Pero es que también tenemos necesidad: somos indigentes, pobres criaturas, sujetas a mil necesidades y carencias, y sometidas a todas las pasiones humanas, y víctimas de tantas calamidades, enfermedades, pobrezas y muerte. Somos además criaturas atadas con Dios por el cordón umbilical, que no podemos, aunque queramos, cortar. Pero si lo cortáramos, caeríamos en el no ser, en la nada. Esto que es así física, metafísica y gratuitamente por la gracia, podemos frustrarlo usando mal nuestra libertad que anhela la independencia; que busca, locamente, ser como Dios (Gn 3, 5). Todos los árboles del bosque de la parábola de Jorgënsen, un aciago día, decidieron por unanimidad, prescindir del sol. Y le declararon la guerra. Sus hojas permanecerían cerradas y las corolas de sus flores no se abrirían. Fue su sentencia de muerte. Su suicidio. COMO LOS ÁRBOLES REBELDES, SE PUEDEN LEVANTAR LOS HOMBRES CONTRA DIOS Teórica o prácticamente. Unos, porque no aceptan al Dios que se han imaginado, hosco, gruñón, resentido y vengador, el dios de las batallas. Otros, porque pasan de Dios. La ciencia les ha hinchado. La técnica les soluciona todos los problemas. ¿Para qué necesitan a Dios? El significado verdadero de la teología de la muerte de Dios, es que Dios ha muerto en la mente y en el corazón del ser humano. Pero, si Dios es un ser muerto, ¿cómo dialogar con El? Por eso dijo Jesús: "Cuando venga el Hijo del Hombre, encontrará esta fe en la tierra?". Ese es el problema: la fe. Sin fe la oración no es nada, cae en el vacío, no sirve para nada. Más todavía: El concepto más puro de oración no es pedir, sino dar, ofrecer; alabar, glorificar, bendecir, santificar el Nombre de Dios; no ir a la oración a recuperar fuerzas y salud, que se recuperan, sino a gastarse ante El, como se consume y se agota la lámpara del santuario, y se aja y se marchita un ramo de rosas ante el tabernáculo. ¿Cómo puede hacerse esto sin fe, sin una fe viva, sin una fe llameante? Pero a la vez, la fe se hace imposible sin oración. Es imposible que el pez viva fuera del ámbito de su mar o de su río. Es imposible que los árboles crezcan, florezcan y fructifiquen, sin agua. Es imposible que un edificio sea consistente sin cimientos. Es imposible que un organismo se mantenga vivo y pujante, sin alimento y sin oxígeno; y ¿pretendemos que un hombre, un cristiano, pueda vivir sin oración? Un paso más: ¿podemos esperar que ese cristiano, laico o consagrado, pueda llevar adelante con fruto, su misión de evangelizador? SANTO TOMAS HOMBRE DE ORACIÓN “No nos rechaces en la vejez, cuando nos van faltando las fuerzas no nos abandones, Señor”. Estas palabras del responsorio están inspiradas en el Salmo 70, 9. Tomás retoma estas mismas palabras al comentar la sexta petición del Padre nuestro que dicen: no nos dejes caer en la tentación. Sus lágrimas parecen expresar el deseo ardiente de llegar a la contemplación de Dios, deseo sobre el que tanto escribió, y el temor de verlo debilitarse con la pérdida del vigor juvenil. Tomás fue un enamorado de la cruz y de la eucaristía. Cuando estaba escribiendo la tercera parte de la Suma de Teología, que trata sobre la pasión y resurrección de Cristo y sobre los sacramentos, pasaba largas horas de oración ante el crucifijo. Después de haber escrito sobre un asunto difícil referente a la eucaristía se fue a la Iglesia, se arrodilló ante el crucifijo, colocó su cuaderno ante su divino Maestro y comenzó a orar con los brazos en cruz. El sacristán de la iglesia de San Nicolás de Salerno, Fray Domingo de Caserta, lo sorprendió y oyó una voz procedente del crucifijo que le decía: “Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?” Y Tomás respondió sin pensarlo dos veces: “¡Sólo a ti, Señor!” (non nisi te, Domine!). Esta respuesta coincide plenamente con su doctrina sobre la oración y sobre la esperanza, donde se expresan los anhelos más profundos del corazón humano. El Aquinate enseña que en nuestra oración debemos pedir principalmente nuestra unión con Dios, o a Dios mismo, pues no hay que esperar de Dios algo que sea menor que Dios. "EL OLVIDO DE DIOS HA LLEVADO A LA PROFUNDA CRISIS DE NUESTRA CULTURA" "Nuestra época se caracteriza por un gran vacío y un acusado individualismo". Lo estamos palpando cada día. Pero el problema viene de lejos. Desde hace varios siglos, sufre la humanidad complejo de Edipo. Hoy lo tenemos todo, la ciencia y la técnica creen que pueden dominar todos los acontecimientos, encontrar solución para todas las situaciones, orientar los problemas biológicos, humanos, políticos, sociales y económicos, según los deseos del propio egoísmo, poniendo en estudio y en juego todas las posibilidades de los poderes intramundanos, y esto hace que los hombres de nuestra civilización autosuficiente y autocomplaciente, vean innecesario el recurso al Autor de la Creación, Conservador de la misma y Padre Nuestro de los cielos. "El olvido de Dios" está pues, en la raíz de la profunda crisis de nuestra cultura. Abolido el principio que nos da la vida y que sostiene el cosmos, quedan también anulados los preceptos que, para nuestro bien, El legisló, y de esta manera, no hay posibilidad de que el débil sea protegido, ni de que el más fuerte deje de oprimir, y así, ni hay sanción, ni premio, ni justicia, ni divina ni humana. "Aunque no temo ni a Dios ni a los hombres...", decía el juez impío de la parábola. Esto imprime en nuestra época carácter de vacío de valores y de individualismo e insolidaridad. Esta es la razón más profunda de la crisis de la oración en nuestra época. Que el ritmo frenético de la actividad y de la productividad y de la competitividad se haya exasperado, y que los medios de comunicación nos invadan avasalladores, de la mañana a la noche, son razones marginales, que tampoco ayudan, precisamente, a encontrar un espacio que posibilite tener un contacto con Dios en la oración. Esta situación la hemos de ver los cristianos como un desafío. Vivir en una sociedad que ha olvidado a Dios, nos debe decidir a acordarnos más de Dios. A hacer su presencia en nuestras vidas más ardiente y más continua. Nos debe llevar a la oración. JESÚS ORABA Y oraba con frecuencia, a veces pasaba noches enteras en la oración. Los discípulos, viéndole una vez orando, pacificado y feliz, tranquilo y manso, sintieron el impulso de orar. Y le rogaron: "Maestro, enséñanos a orar". Nos suena hoy a una petición manida y trivial, pero la verdad es que ella expresa el inmenso deseo y el anhelo más profundo del corazón humano. Porque, aunque el hombre sienta tapiado por lo material y lo caduco el fondo de su corazón, todo su ser busca algo, que no sabe lo que es, pero que le falta, y él lo sabe. Lo tengo todo, pero algo me falta, puede decir cualquier hombre ahíto y repleto de cosas. Y es que "nos has hecho, Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti", exclamó el gran San Agustín. Lo tenemos todo, la ciencia y la técnica lo pueden todo, pero nos falta un padre, a quien hemos matado, y ese es el complejo de Edipo, y tenemos frío. Somos como los niños del cuento de Kafka que murieron porque se dejaron encerrar en una caja, cuya tapa nadie se preocupó de levantar. Cueste lo que cueste debemos levantar esa tapa que separa a nuestra sociedad de Dios. Hemos de poner todo nuestro esfuerzo para redescubrir la noción de padre, el calor de un padre, pues sin ese padre, este viejo y pobre mundo nuestro, se está enfriando más y más, día a día. Redescubrir al Padre que Jesús nos ha revelado, es también redescubrir a los hombres como hermanos, porque el Dios de Jesucristo es mi Dios, y mi Dios es el Dios de mis hermanos. Redescubierto esto se acaba la insolidaridad y el individualismo, que sólo ve en el otro un objeto, o un escalón, o un estorbo. Un objeto, y lo utiliza. Un escalón, y lo aprovecha. Un estorbo, y lo persigue, o lo elimina, porque es una amenaza para sus seguridades. Cuando en los mismos ambientes cristianos se ha difundido un concepto casi panteísta de la oración, según el cual, la oración consistiría en el compromiso incondicional de caridad hacia los demás, ya Dios era menos que una sombra. Ha dicho Gustavo Gutiérrez, el padre de la Teología de la Liberación: "Si creo más en los pobres que en Dios, he creado un ídolo". Ver a los demás como hermanos exige ver al Padre, como Padre de mis hermanos y Padre mío, a quien nos hemos de dirigir, con quien debemos dialogar, a quien debemos pedir. A la petición "Enséñanos a orar ", de los Apóstoles, respondió Jesús: "Así oraréis": "Padre Nuestro que estás en el cielo". El hombre es el único ser de la creación que puede establecer relación de diálogo y de comunión con Dios, por su condición de criatura hecha a su imagen y semejanza, con capacidad de conocer y de amar; de ahí que la oración sea una prerrogativa excelente del ser humano, a la vez que una intrínseca exigencia de su precariedad. Por eso hasta los mismos pueblos primitivos y "todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres" (Cf Hech 17, 27) (cf CIC, pg 557). Todas las religiones han orado y oran, incluso aquellas, que creen en un Dios muy diluido y oscurecido por representaciones falsas, y que no tienen clara su esencia personal. Por mucho que haya avanzado la civilización, el hombre se experimenta pobre e indigente, y siente en sí mismo, problemas psicológicos y morales, familiares y sociales; y en relación con el mundo, a menudo se ve asaltado por dificultades que le superan. Como el paralítico de la piscina probática, "no tiene hombre" que le solucione los problemas tan imponentes que le abruman, y se siente impotente. El hombre en "la noche" necesita a Dios, su ayuda, su defensa, su protección. La necesidad de Dios es innata al corazón del hombre. LA ORACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Cuando Dios se revela a los padres del Antiguo Testamento, se hace más explícita la necesidad de la comunión con Dios. Al instinto innato del hombre, se suma la presencia de Dios que se manifiesta y les habla. La Biblia nos relata los encuentros de Dios con los Patriarcas. Antes del diluvio, "dijo Dios a Noé..."; "Yahve dijo a Abraham"... "Jacob tuvo un sueño y Yahve le dijo a Jacob"...; ante la zarza que ardía sin consumirse, Yahve llamó a Moisés de en medio de la zarza: "Moisés, Moisés"... Siempre es Dios el que habla primero, el que tiene la iniciativa, porque el hombre, ante la distancia que le separa de Dios, no se atrevería a hablarle primero. La timidez del inferior ante el superior, debe ser superada por el amor de éste. Tanto más cuanto Dios, movido por su amor, quiere crear un pueblo para tener en quien depositar su misericordia. La respuesta del hombre a la Palabra de Dios es la oración. Podemos decir que la raíz de la oración procede de Dios, que quiere, busca y entabla el diálogo. El hombre escucha y responde a esa llamada con la obediencia. "La obediencia del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo" (CIC pg 558). NOÉ, ABRAHAM, JACOB, MOISÉS, HAN OÍDO A DIOS Y HAN HECHO LO QUE DIOS LES HA IDO MANDANDO, Y HAN SEGUIDO HABLANDO CON EL. Y así se ha ido formando el pueblo de la Alianza. Así nacerá la oración de Israel. Cuando el hombre comprueba que Dios le habla, escucha; ante sus innumerables beneficios, le da gracias; al contemplar su grandeza y su bondad, le alaba, le ofrece adoración; y, asombrado ante su poder y su magnificencia, le pide y le suplica por sus necesidades; acude a El en sus peligros; y, cuando se experimenta pecador, implora el perdón por sus pecados, El Libro de los Salmos es el corazón de Israel en comunión con Dios. "Los salmos alimentan y expresan la oración del pueblo de Dios como Asamblea" (CIC pg 562). Cantan la fecundidad del justo, porque sigue el camino del Señor; Israel grita a Dios ante la cantidad de los enemigos que le acechan; se duerme tranquilo en medio de la difamación, puesta su confianza en el Señor; espera que el Señor le escuchará; confiesa ante Dios su pecado. Israel está seguro porque Dios es su refugio y su fuerza... Dios habla, Israel escucha: "ESCUCHA, ISRAEL, EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS, ES EL ÚNICO DIOS" (DT 6, 4) Pero el pueblo, siempre inclinado a convertir el rezo y el canto en rutina, tiene que ser exhortado por los Profetas a que interioricen su oración. A que no hagan como los paganos que “oran a dioses que tienen oídos y no oyen, lengua y no hablan, no tiene voz su garganta”, y les piden que su oración sea un diálogo con el Dios verdadero. Y que su vida comunitaria y social sea coherente con su oración. Porque "el Señor quiere misericordia y no sacrificios, amor más que holocaustos". Cuando llegue Jesús les argüirá que han convertido la casa de Dios en mercado. “La casa de mi Padre es casa de oración y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”. El hombre tiene un instinto de superación que le induce a ser más, siempre más. Cuando, por error identifica el ser más, con tener más, desea alcanzar tener más cosas, creyendo que es así como es más: Nace así la cultura del materialismo y el afán de tener y poseer, que produce seres insolidarios, insensibles, egoístas, que no piensan, ni buscan, ni desean, más que el tener, como sucedáneo del ser, de lo que nos ha alertado el Concilio. He ahí “la corrupción”."El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene" (G. S., 35) En la escalada del ser más no excluye el ser humano ni siquiera ser Dios. La tentación diabólica a los primeros padres presentó este señuelo: "Seréis como dioses" (Gén 3, 5). Todo instinto inserto en la naturaleza humana ha sido creado por Dios. Si el hombre quiere ser Dios es porque Dios le ha sembrado en el corazón la semilla de Dios. Y le ha llamado a que sea Dios. Esa es la suprema vocación del hombre. Pero, no conseguida como Satanás sugirió, desobedeciendo, sino obedeciendo. El misterio de la Encarnación, la vida de Cristo y el mensaje del evangelio, tienen la finalidad de que los hombres consigamos ser dioses por participación en el amor. Los hombres somos vocacionados a ser uno con la Trinidad. Así nos lo dice Cristo: "Padre, que sean uno, como Tu y yo somos uno". Sólo en esta unión con Dios puede el hombre satisfacer su deseo más profundo. Unión que comienza con la amistad con Dios, con el diálogo y comunicación con El. En ese diálogo el hombre se experimenta a sí mismo y su situación ante Dios, y se sabe criatura necesitada de ayuda e incapaz de darse a sí mismo la plenitud de su existencia y de lo que espera: ¡Mi vacío es tan hondo!... Mis manos se alargan
inútilmente. Sólo Dios, principio y fin del hombre, es suficientemente grande para poder llenar el ansia del corazón del hombre. En ese diálogo y en esa comunicación se realiza la oración. Eso es la oración. Ahí es donde el hombre se encuentra con Dios, y desde ahí le eleva Dios. Cuando Dios habla al hombre y le dirige su Palabra revelándole el misterio más íntimo de su amor, de su providencia, de su bondad y de su misericordia, el hombre, más que reflexionar y pensar razonando discursos, debe dar gracias. Y eso es orar. Pero esa oración sólo es eficaz cuando el hombre se entrega a Dios en espíritu y en verdad, "con toda su mente y con todo su corazón y con todo su ser" (Deut 6, 5). Y en eso consiste la fe. Creer en Dios no significa tan sólo tener la certeza de que Dios existe, sino principalmente, entregarse personalmente a Dios, Nuestro Creador, Principio y fin último de nuestra vida, y Padre Nuestro que está en el cielo. A esa entrega conduce la oración, y la misma oración ya es entrega, porque el hombre inmola en la oración su ser, su tiempo, su voluntad, toda su humanidad. En eso consiste la entrega. Por eso la oración es la manifestación primordial y esencial de la fe en Dios, Creador y Padre. Cuando así se ora, es cuando se está viviendo la fe, fe que responde a Dios, y fe que se vive con responsabilidad de criatura. Fe entregada que crece con la oración; por tanto la oración más verdadera y más auténtica es la que se enraíza en la fe. Esta es la única oración que merece el nombre de tal. Sin embargo, ese es el "punctum dolens" del cristiano moderno. EL MAESTRO DE ORACIÓN POR EXCELENCIA ES JESÚS. Pero para entender su magisterio no podemos olvidar que El ha sido educado en la Teología de Israel. María, su Madre, es la primera que le ha enseñado a El: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen, aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo (aprendió) de su madre..." (cf CIC pg 564). Según refiere Flavio Josefo, las primeras palabras que enseñaban a sus niños las madres de Israel, eran las palabras del "Shemá": "Escucha, Israel, amarás a Yavé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas"(Det 6, 4). Jesús aprendió a orar con su madre y en "las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo" (ClC pg 564), y si su pueblo oraba con los Salmos, es lógico que Jesús también los utilizara para comunicarse con su Padre. Un texto de San Mateo prueba esta afirmación: "Después de haber cantado los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos" (Mt 26, 30). Se trata de los salmos 115-118. Entre otras alabanzas a Yavé, cantaría Jesús cada Pascua: "Yavé defiende a los pequeños, yo era débil y me salvó... ¡Ah, Yavé, yo soy tu servidor, el hijo de tu esclava"... No está muy lejos de la respuesta de María al ángel en la Anunciación, ni del "Magnificat", como vemos, la oración de Jesús. Lo que predomina en la oración de Jesús es el cumplir la voluntad del Padre, que El ha bebido en los salmos, y que plasmará en la oración que enseñe a sus discípulos: "hágase tu voluntad", y que el repite en la “oración de GetsemanÍ”. La carta a los Hebreos abre y cierra la vida de Jesús con su respectiva oración: "Al entrar en este mundo Cristo dijo: "Heme aquí, vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad". "En los días de su vida mortal, habiendo presentado con violento clamor y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y habiendo sido escuchado por su piedad, aprendió, sufriendo a obedecer". A obedecer: "Pase de Mí este cáliz", repetirá en Getsemaní."Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Son abundantes los pasajes del Nuevo Testamento en los que los Evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los acontecimientos más trascendentales de su vida. “Jesús ora cuando Juan lo bautiza” (Lc 3, 21); “Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles” (Ib 6, 12); “mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró” (9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, “Jesús estaba orando en cierto lugar”, (11, 1). “Y antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto”, (Mt 4, 1). “Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio” “Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos” (Mc 14, 36) Y, finalmente, “Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). LOS EVANGELIOS ESTÁN LLENOS DE MANDATOS, EXHORTACIONES Y PARÁBOLAS DE JESÚS PIDIENDO A SUS APÓSTOLES QUE OREN, QUE VIGILEN PARA NO CAER EN LA TENTACIÓN. Y a las multitudes les enseñaba diciendo que “oraran sin desfallecer”, con insistencia, siempre, asegurando que “quien pide recibe, quien busca encuentra, y que al que llama se le abre”. Y para garantizar la eficacia de la oración y persuadir a la confianza en el Padre, refiere la parábola del “hombre que consigue de su amigo unos panes a media noche, cuando él y sus hijos están acostados”, y asegura que cuánto más “el Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre” Pues, si vosotros, que sois malos, “no les dais a vuestros hijos piedras cuando os piden un huevo, o una serpiente cuando os piden pescado, ¿cuánto más vuestro Padre dará su Espíritu Santo a quien se lo pida?” ¿Quién no se sentirá estimulado a orar, y a orar unidos los hermanos, habiéndonos prometido el Señor: "En verdad os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre, que está en los cielos"? Lo importante no es que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. La misión y el carisma de Santa Teresa en la Iglesia es ser pregonera de la oración, como camino de unión con Dios LA ORACIÓN ES LA SOLUCIÓN CLAVE DE LOS PROBLEMAS. Cuando los discípulos de Jesús habían fracasado en el intento de expulsar al demonio, el padre del joven endemoniado se dirigió a Jesús, y le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y donde le coge le tira; echa espuma, rechina los dientes y se pone rígido. He pedido a tus discípulos que lo alejen, pero no lo han conseguido". Cuando le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Por qué no hemos podido expulsarlo nosotros? Jesús respondió: Esta especie sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno" (Mc 9, 28). Habían fracasado los discípulos de Jesús, a quienes él estaba formando para continuar su acción; los mismos que mientras Jesús oraba en Getsemaní, dormían (Lc 22, 45). El Espíritu Santo en Pentecostés les enseñará a decidirse por la oración: "Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra" (Hch 6, 4). Según Santo Tomás “la enseñanza y la predicación brotan de la plenitud de la contemplación”. He ahí el gran remedio que necesita nuestro mundo: la oración. Ha escrito Trueman Dicken: "el único remedio al que Nuestro Señor mismo prometió coronar con el éxito..., no ha sido aplicado seriamente: el remedio de la oración... la oración es la clave indispensable de la situación" (El crisol del amor). Si Santa Teresa pudo corresponder tan vigorosamente a los deseos de Dios fue debido a la oración. De ella le vino todo, porque antes "no entendía como lo había de entender, en qué consiste el amor verdadero a Dios". Pero al "Príncipe de este mundo" le interesa que no se dé con el remedio, y que se vayan dando palos de ciego, a ver si se acierta por casualidad. El problema no está en disparar al blanco, sino en hacer diana. "No luchamos contra la carne y la sangre, sino contra los imperios y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos", que saben lo que se juegan cuando una persona se decide de veras a vivir el misterio de la cruz y del amor. "Les presenta el demonio tantos peligros y dificultades ante sus ojos, que no es menester poco ánimo para no volver atrás, sino mucho y mucho favor de Dios", dice Santa Teresa. EL MÉTODO TERESIANO. La Doctora Mística en sus obras afirma, pero raras veces razona, las verdades cristianas. Sobre todo, vive, ha vivido, exhorta a vivir en cristiano, narra sus experiencias humanas, a veces dramáticas, cristianas y celestiales infusas. Es Doctora sin ínfulas porque es también y a la vez, Madre. Es Madre, no abuela, por eso, con claridad y firmeza, puede y educa a sus hijos, a quienes no consiente, pero comprende, porque ella también se sabe de barro y ha tenido que luchar consigo misma, y porque sabe que "por muchas caídas, como tenga amor de Dios el alma y no deje la oración, el Señor le da la mano tantas cuantas veces caiga, para que se levante". Uno de los tratados más intensamente esparcido por todas sus obras es el amor de Dios y el amor a Dios. Amor a Dios y al hombre, sobre todo en su vocación y valor supremo, la llamada a la identificación con Dios por amor. Con ello se constituye en realizadora de los Mandamientos del Sinaí, que se resumen en amor a Dios y al prójimo y, sobre todo, del Evangelio y del Mandato de Jesús. ¿Cómo podría ser de otra manera si Dios es Amor? Hoy que tanto se horizontaliza el amor, necesitamos oír a Teresa y aprender de ella el amor teologal, pues "si el amor a los hermanos no nace de la raíz del amor de Dios", no amaremos con perseverancia, constancia y con sacrificio a los hermanos, "porque nuestra raíz está muy dañada". Puede ella hablar con autoridad del amor porque el que habita en un fuego luminoso devorador e inextinguible, le abrasó las entrañas en su fuego vivificante. El arquero clavó en su corazón la saeta envenenada y extinguió en ella la raíz de Adán y la creó mujer nueva: Mujer humana para un mundo selvático; mujer celestial para unos hombres mundanos; mujer divinizada para un mundo transfigurado, que aspira a que pase ya "la representación de este mundo afeado por el pecado, y llegue la morada nueva donde habita la justicia que Dios nos prepara y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y de rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano" (GS, 39). Arde la Santa en santa exigencia, pero ésta, si es iluminada y positiva, y lo es su magisterio, se acata y se sigue porque ilumina y porque también es vigorizante y porque ella camina con el discípulo. Como ella camina en la luz, proyecta la luz a los demás. Porque vive en la verdad, arrastra hacia la vida, que ella vive con una manera de ser y de pensar en la que los mandatos y las prohibiciones son expresión de una convicción profunda y fluyen de su ser, no como una ascesis dolorosa, sino como una explosión gozosa que mueve y apasiona. No define ni pontifica, sino que aplica la doctrina a la vida; sólo una definición se ha permitido, la clásica, afortunada y conocida de la oración: "tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". Humildemente explica, y a cada paso como que pide disculpas por atreverse a decir lo que dice. En una palabra: educada. Cuando explica lo que vive con Dios, aunque ahí radica el Doctorado teresiano como "Madre de los espirituales", sólo una vez apela a su derecho a enseñar como Madre y Priora. Más que afirmar indiscutiblemente lo que vive (nuestra sociedad hoy tan dogmática y absoluta, mientras huye de lo dogmático y presume de demócrata), lo refiere como "que le parece". "Le parece que ha oído, que ha visto, que ha sentido", aunque le constan con certeza todas esas percepciones suyas, como quien manifiesta que está pronta a rendirse al Magisterio de la Iglesia y a sus confesores. SANTA TERESA DEMUESTRA MUY ESPECIALMENTE SU ENSEÑANZA EN LA ORACIÓN Y EN LAS VIRTUDES. Sus palabras son teología pero sobre todo, experiencia de quien ha vivido y vive lo que enseña. Las virtudes son frutos de la oración: "para esto es la oración, para que nazcan obras, obras". Obras en su idioma son actos, actos de virtudes, de todas, pero tres son sus predilectas, "virtudes grandes" las llama: la caridad, el desasimiento y la humildad. La obediencia no la incluye en las tres grandes pero, a pesar de eso, es piedra de toque del camino de santidad del que es Maestra. La obediencia para ella es la consecuencia de la humildad y de la fe. Teresa Maestra de virtudes y ¡qué silencio tan clamoroso hoy en torno a ellas!. "Quien ha de hacer algún provecho debe tener las virtudes fuertes". La pobreza de virtudes en los cristianos es causa de escándalo y de esterilidad, de vacío y de desierto. Porque se va la fuerza en el enmarañado trazado de esquemas, y de planes pastorales muy racionalizados, es necesario dar un golpe de timón, un cambio de rumbo según el estilo de Santa Teresa. La conversión del mundo antiguo al cristianismo fue el fruto de la fe encarnada en las virtudes de los paleocristianos, y no el resultado de una actividad muy elaborada y sumamente planificada. "Después que el Señor ya me había fortalecido en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años, muchos", cuando antes, "sin virtudes", "en muchos años solos tres se aprovecharon". Esta es una voz de alarma dirigida a los maestros de todos los tiempos. "La nueva evangelización no va a ser realizada con teorías astutamente pensadas", ha escrito Ratzinger. Debe comenzar con la vida abnegada y virtuosa. En la práctica, el tratado de las virtudes, diseminado por las obras de Santa Teresa, es el más eficaz evangelizador. Si no se practican virtudes, parecerá que se hace, pero no se hace, que se hace el bien, pero para quedar bien. Frutos con gusano dentro, espectaculares, pero inútiles, cuando no dañinos. El tratado original de las cuatro maneras de regar el huerto, está lleno de belleza, e inventiva y energía, y ha conseguido montones de flores olorosas y sabrosas frutas. Ellas solas tienen energía suficiente para llenar de olor a todo el mundo y para construir un mundo mejor, convertido en verdadero paraiso. NOS ENSEÑA Y NOS CONTAGIA SU FE. Esa fe en los grandes misterios y la seguridad del valor de su oración e inmolación con las que ha salvado las almas. Ha llegado al más profundo centro del misterio de la Iglesia y ha sido sumergida en la Verdad y nos da testimonio de la Verdad. ¿Qué mayor magisterio que participar con su Esposo en la Redención por la Sangre de su cruz? Ha comprendido el misterio de la cruz del Redentor y la Misericordia del Padre que lo entrega, y la debilidad del Todopoderoso que baja de los truenos y de los rayos del Sinaí al madero de la cruz ensangrentada, donde se revela en la pobreza su rostro cabal de Dios. Y nos da testimonio del Amor y de la Cruz. Por eso puede cumplir su magisterio sólo con contarnos su vida, vida totalmente en Cristo, como la de San Pablo. No cabe en su estructura mental la trivialización y la mediocridad. Destierra el peligro de superficializar en el pueblo de Dios el misterio de la Iglesia, el designio de Dios de hacernos santos e irreprensibles ante El por el amor. LA GALANURA DEL ESTILO DE SANTA TERESA. Y, aunque es accidental, ¡cómo se realza y queda enaltecido el magisterio de Santa Teresa con la riqueza estilística con que nos lo entrega! Como ofrecer el Sacrificio en cáliz de oro: la Sangre es la misma, pero alegra y deleita el corazón verla tan ricamente presentada en el santo Sacrificio. La teología católica está muy bien representada con el cañamazo del Angélico, pues no en vano el Vaticano II quiere que los misterios sean profundizados y descubierta su conexión bajo el magisterio de Santo Tomás (O.T. 16). También Pablo VI exhorta a que se escuche con reverencia la voz del mismo, pues es tanta la penetración y reducción a la unidad de las verdades más profundas, que su doctrina es eficacísima para salvar los fundamentos de la fe y para lograr un sano progreso. En la Meditación en las grutas vaticanas, con motivo de la gran oración por Italia (15-3- 94), ha dicho san Juan Pablo II: “Desde el corazón de la historia del siglo XIII, es necesario proclamar la figura de un gigante del pensamiento, un genio acaso irrepetible: hablo de Tomás de Aquino, hijo de la Orden de santo Domingo. La síntesis filosófica y teológica por él elaborada constituye un bien sólido y permanente de la Iglesia y de la Humanidad”. No ha de parecer extraño que Santa Teresa tenga temas radicalmente suyos, pues es especialista en ellos: El amor teologal en su doble vertiente divina y humana, y la oración de la que es maestra consumada y que fue el carisma de su vida. Ella fue un ascua de amor forjada en la oración. Y ese es su servicio permanente a la Iglesia y al mundo. ¿QUÉ DICE EL PAPA SAN JUAN PABLO II ACERCA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO? Porque he escuchado varios tipos de comentarios, diciendo que es una doctrina conservadora. ¿Cómo puedo refutarlo, citando algún tipo de documentación? Estimado: Le indico sólo algunos discursos importantes del Papa: Escribía el 17/11/79: ‘Recomendaciones de los doctos y del Magisterio de la Iglesia sobre la doctrina del Aquinate. Las tres dotes aludidas, que acompañaron todo el esfuerzo especulativo de Santo Tomas, son también las que han garantizado la ortodoxia de sus resultados. Esta es la razón por la que el Papa León XIII, queriendo ‘agere de ineunda philosophicorum studiorum ratione, quae et bono fidei apte respondeat, et ipsi humanarum scientiarum dignitati sit consentanea’ (LEONIS XIII Acta, vol. 1 p.256), remitía, sobre todo, a Santo Tomás, ‘inter Scholasticos Doctores omnium princeps et magister’ (ibid., p.272). El método, los principios, la doctrina del Aquinate, recordaba el inmortal Pontífice, han encontrado, en el curso de los siglos, el favor preferencial no sólo de los doctos, sino también del supremo Magisterio de la Iglesia (cf. Encicl. Aeterni Patris, l.c., p.274-en la promoción de un conveniente progreso científico (cf. ibid., p.282). Después de cien años de historia del pensamiento, estamos en disposición de sopesar cuán ponderadas y sabias fueron estas valoraciones. No sin razón, pues, los Sumos pontífices sucesores de León XIII y el mismo Código de derecho canónico (cf. can. 1366 SS 2) las han recogido y hecho propias. También el Concilio Vaticano II prescribe como sabemos, el estudio y la enseñanza del patrimonio perenne de la filosofía, una parte insigne del cual la constituye el pensamiento del Doctor Angélico. (A este propósito me agrada recordar que Pablo VI quiso invitar al Concilio al filósofo Jacques Maritain, uno de los más ilustres intérpretes modernos del pensamiento tomista, intentando también de este modo manifestar alta consideración al Maestro del siglo XX y al mismo tiempo a un modo de hacer filosofía’ en sintonía con los ‘signos de los tiempos’. El Decreto 277). También hoy, insistía él, a fin de que la reflexión filosófica y teológica no se apoye sobre un ‘fundamento inestable’ que la vuelva ‘oscilante y superficial’ (ibid., p.278), es necesario que retorne a inspirarse en la ‘sabiduría áurea’ de Santo Tomás, para sacar de ella luz y vigor en la profundización del dato revelado y sobre la formación sacerdotal Optatam totius, antes de hablar de la necesidad de tener en cuenta la enseñanza de las corrientes filosóficas modernas, especialmente “de las que ejercen mayor influjo en la propia nación”, exige que ‘las disciplines filosóficas se enseñen de manera que los alumnos lleguen, ante todo, a un conocimiento sólido y coherente del hombre, el mundo y de Dios apoyados en el patrimonio filosófico de perenne validez’. En la Declaración sobre la educación cristiana Gravissimum educationis leemos: ‘…teniendo en cuenta con esmero las investigaciones más recientes del progreso contemporáneo, se percibe con profundidad mayor cómo la fe y la razón tienden a la misma verdad, siguiendo las huellas de los Doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino’ (n. 10). Las palabras del Concilio son claras: en la estrecha conexión con el patrimonio cultural del pasado, y en particular con el pensamiento de Santo Tomás, los Padres han visto un elemento fundamental para una formación adecuada del clero y de la juventud cristiana, y, por lo tanto, una perspectiva, una condición necesaria para la deseada renovación de la Iglesia’. No es exagerado por tanto considerar que, gracias a estas solemnes declaraciones del Concilio seguidas de precisas invitaciones del Beato Pablo VI y renovadas por San Juan Pablo II, la doctrina filosófica y teológica de Santo Tomás tiene un auténtico carácter de «autoridad» y un cierto sentido de locus theológicus en la Iglesia, en un escalón superior a aquella de los demás Padres y Doctores de la Iglesia, los cuales sin embargo nada tienen que perder –como el mismo León XIII ha observado y como el mismo Juan Pablo II ha particularmente insistido en los textos referidos arriba de su discurso conmemorativo.
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En este número la sección de Reportaje tiene dos temas: el primero, el trabajo que está realizando el padre Jesús Martí Ballester, en su segunda entrega, y que ofrecíamos la primera entrega el número anterior. El otro tema es también una segunda parte de un trabajo interesantísimo sobre las aportaciones del sacerdote Pedrojosé Ynaraja a la construcción y decoración de la iglesia del hospital San Camilo, en Sant Pere de Ribes (Barcelona). Publicamos en el último número de julio la primera parte. El padre Ynaraja ha tomado como título genérico “Reportaje en torno a mí mismo” REPORTAJE EN HONOR DE SANTA TERESA DE JESUS EN EL QUINTO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO Segunda parte SANTA TERESA FUNDADORA Y ORANTE ¿QUÉ FUERZA MOTRIZ, QUÉ IMÁN OCULTO? POR JESÚS MARTÍ BALLESTER ¿Qué tiene esta mujer que, cuando nos vemos ante su obra, quedamos avasallados y rendidos? ¿Qué fuerza motriz, qué imán oculto se esconde en sus palabras, que roban los corazones? ¿Qué luz, qué sortilegio es éste, el de la historia de su vida, el del vuelo ascensional de su espíritu hacia las cumbres del amor divino? ¿Qué Amor de Padre la educa y la reclama? ¿Qué esfera luminosa, qué amor oculto la busca y la fascina? Se va de aquí, se siente deseada, necesita más fuego de amor, es que la necesita Dios, el que la busca enamorada? Es todo un mundo el que la reclama. Necesita una transformación, parece que Dios la tiene señalada, destinada la tiene para entregarla al mundo como Maestra de oración y de fe radiante, para abrir caminos de esperanza, hecha madre de espirituales, elegida como guía iluminada de almas. Nadie es capaz de entenderla, ni ella misma se conoce pues a Santa Teresa no acaba de conocerla nadie, porque su grandeza excede de tal suerte la capacidad humana que la desborda, como los centros excesivamente luminosos que cuando se les mira de hito en hito, deslumbran y ciegan con su resplandor. Mujer humana para un mundo selvático; mujer celestial para unos hombres mundanos; mujer divinizada para un mundo transfigurado. ARROJÉME CABE EL CRISTO ENSANGRENTADO Nuestro Señor, que vigilaba a esta alma, no había ya de tardar en rendirla por entero a su dominio. Y acaecióle a Teresa que, cierto día que entró en el oratorio, vio una imagen que habían traído a guardar. La imagen era de Cristo, nos dice ella, muy llagado, un lastimoso y tierno Ecce Homo ensangrentado. Al verle Teresa se turbó en su ser de forma tal, porque representaba muy a lo vivo todo lo que el Señor había padecido por nosotros. "Arrojéme cabe Él —nos cuenta—con grandísimo derramamiento de lágrimas. ¿Cómo no había de ser así, si aquel corazón generoso, magnánimo de Teresa estaba destinado a encender en su fuego, a través de los siglos, a miles y miles de almas en el amor de Cristo? Y ya, desde este trance, el espíritu de Teresa es un volcán en ebullición, desbordante de plenitud y de fuerza. Su alma, guiada por Jesucristo, entra a velas desplegadas por el cauce de la oración mental. ¿Qué es la oración para Teresa? ¿Será un alambicamiento de razones y conceptos, al estilo de los ingenios de aquel siglo? No; mucho más sencillo: "No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". En ese "tratar de amistad" vendrán a resolverse todos los grados de oración que su alma y su pluma recorran, hasta las últimas "moradas", hasta el "convite celestial" que San Juan de la Cruz pone en la cima del "Monte Carmelo". ¿Y quién no se siente con fuerzas para emprender el camino de la oración mental? Teresa esgrimirá el argumento definitivo para alentar a los irresolutos: "A los que tratan la oración el mismo Señor les hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con él se pasen los trabajos". NUESTRA CULTURA OCCIDENTAL Ha elegido una formación humana, religiosa y clerical, en la que ha predominado el cerebro y ha dejado atrofiar el corazón, la sensibilidad, los sentimientos. Para no caer en el sentimentalismo, ha caído en racionalismo. Entre hombres, sobre todo, se ha huido de la manifestación de los sentimientos, como propia de mujeres, y se ha quedado la persona, mutilada, deformada, desequilibrada. Como si se escribiera a máquina con dos dedos, o en el ordenador con los diez a toda velocidad, o se tocara el órgano con un solo registro, en vez de utilizar todos los registros, haciéndole rendir al instrumento todas sus posibilidades y todo su relieve, perspectiva, contraste y colorido, y toda su grandiosidad. En nuestras celebraciones eucarísticas, con oraciones excesivamente racionales, sobran palabras y faltan sentimientos. Porque el hombre es algo más de lo que expresan las palabras de un discurso lógico. ¡Cuán enriquecedor resultaría un trasplante de la liturgia oriental con su color, perfume, luz, gestos y ornamentos! Es necesaria una integración de los sentimientos con las ideas, para que el ser humano pueda ser ofrecido a Dios “con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,5). Desde que Santa Teresa de Jesús consiguió su armonía, es una mujer integrada y completa, porque la habitó esplendorosamente la Santa Trinidad que hizo crecer armónicamente y abrillantó toda la riqueza de sus cualidades y las solidificó desde la entraña. Y esto de tal manera que, mientras no fue poseída por Dios en plenitud, sus grandes valores permanecieron bloqueados y sin vida, ni propia ni comunicativa. Al padre Gracián que le pide que cuando vaya su madre, doña Juana Dantisco, a visitarla, se descubra el rostro cubierto por el velo, le contesta:”Parece que no me conoce: quisiérales yo abrir las entrañas”. En contraste, quiere que sus monjas tengan valor más que de hombres. Esta armonía de los valores humanos, que ni son masculinos ni femeninos, porque pertenecen a la persona humana, se da en Teresa y la capacita para formar personas integrales, armónicas, completas, que desarrollan a tope todas sus capacidades, sin temor de caer en sentimentalismos ni en cerebralismos, y sin timideces ni complejos. ¿CÓMO CONSIGUE TERESA ESTA MARAVILLA? TODA CORAZÓN Y TODA CABEZA Y esto de tal manera que, mientras no fue poseída por Dios
en plenitud, sus grandes valores permanecieron bloqueados y sin vida, ni
propia ni comunicativa. En contraste, quiere que sus monjas tengan valor más
que de hombres. Esta armonía de los valores humanos, que ni son masculinos ni
femeninos, porque pertenecen a la persona humana, se da en Teresa y la
capacita para formar personas integrales, armónicas, completas, que
desarrollan a tope todas sus capacidades, sin temor de caer en
sentimentalismos ni en cerebralismos, y sin timideces ni complejos. ¿QUIÉN NO CONOCE A SANTA TERESA DE JESÚS? ¿Y quién es el que ignora que Teresa de Jesús, de Cepeda y Ahumada, nació en Ávila? Fue el 28 de marzo de 1515. Su abuelo, don Juan Sánchez de Toledo, había apostatado de la religión católica. Suerte que los Reyes Católicos, a través del Tribunal de la Inquisición, habían anunciado un edicto de gracia por el que los apóstatas podían reconciliarse con la Iglesia católica, y a esta posibilidad se acogió don Juan, que debió cumplir la penitencia que le impusieron: asistir cada viernes, durante siete semanas, a la procesión de los reconciliados de iglesia en iglesia, en Toledo, con el sambenitillo y sus cruces a sus espaldas. Con don Juan se reconciliaron también sus hijos, Pedro, Álvaro, Rodrigo, Elvira, Lorenzo, Francisco y Alonso, el padre de Teresa. Pensando el abuelo don Juan, mercader sagaz, intuitivo, certero y afortunado, que en Toledo siempre sería mal visto, tanto por católicos, como por judíos, antes de que llegara su prevista ruina económica, emigró con su familia a Ávila, donde se estableció como mercader de tejidos, y cambió su apellido de Toledo, judío, por el de Cepeda de su esposa, por lo que vino a llamarse don Juan Sánchez de Cepeda, apellido que, naturalmente heredará Teresa junto con el dinamismo inquieto, la intuitiva sagacidad y la esplendidez hidalga y generosa del abuelo.
RETRATO FÍSICO Y PSÍQUICO DE SANTA TERESA. Sus contemporáneos nos han dejado su retrato. Teresa era de estatura mediana, más bien grande que pequeña. Medía 1,68. Gruesa más que flaca, y en todo bien proporcionada. De color blanco y encarnado, especialmente en las mejillas. Cabello negro, limpio, reluciente y blandamente crespo. Frente ancha y muy hermosa. Cejas un poco gruesas, de color rubio oscuro. Los ojos negros, vivos y redondos, al reír mostraban alegría, y cuando mostraban gravedad eran muy graves. La nariz, más pequeña que grande. La boca, ni grande ni pequeña. Los dientes, iguales y muy blancos. La garganta ancha, blanca y no muy alta, sino un poco metida. Manos y pies, lindos y proporcionados. Y tenía tres lunares en la cara. Daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabras y ademanes. Tenía particular aire y gracia en el andar, en el hablar, en el mirar y en cualquier ademán que hiciese. Los vestidos, aunque fuesen viejos y remendados, todos le caían muy bien. HERMOSA, DISCRETA Y SANTA... Dice la leyenda que una vez se presentó la M. Teresa, llamada por el rey Felipe II, el cual le preguntó: "Madre Teresa, dícenme de vos que sois hermosa, discreta y santa. ¿Qué decís de ello?" Y que la Santa, sin arrugarse respondió luego: "Señor, lo de hermosa, está a la vista; lo de discreta, parece que nos soy tonta; lo de ser santa ¡sólo Dios lo sabe! La versión directa e histórica la refiere su interlocutor, fray Pedro de la Purificación, durante la fundación de Burgos : "No sé sobre que cosa que tratábamos de imperfecciones en principiantes a servir a Dios, me dijo una vez: - Sepa, padre, que me loaban de tres cosas temporales, que eran: de discreta, de santa y de hermosa. Las dos creíalas yo y persuadíame que las tenía, y lo que creía era que era discreta y hermosa, que era harta vanidad; mas de que me decían que era buena y santa, siempre entendí que se engañaban, y así nunca tuve que confesarme de consentimiento de tal culpa ni me vino vanagloria de esta alabanza". Gracián, que también se lo oyó repetidas veces, lo refiere de otra manera: "Decía que el mundo le había levantado tres testimonios sin algún fundamento: el primero, cuando moza, en decir que era hermosa; cuando oyendo esto se miraba en el espejo, no acababa de atinar por qué le levantaban tan gran mentira. El segundo, de bien entendida, y cuando veía el talento de sus hijas, se avergonzaba en hablar delante de ellas. El tercero, que era buena; y que éste no podía llevar en paciencia cuando conocía sus faltas". La herencia teresiana F.Efrén J. M. Montalva TERESA ES UNA PERSONA DE GRAN SENSIBILIDAD Su psicología está marcada por una gran sensibilidad, que se manifestaba en la expresión de su rostro; sus profundos sentimientos fácilmente le bañaban en lágrimas los ojos de pena, de ternura, de alegría o de compasión. Lloraba con mucha frecuencia, aunque con más parsimonia, en su madurez. Tenía una gracia natural que se llevaba a la gente de calle, y un deseo de agradar fuera de lo común. Juan Rof Carballo ha estudiado su grafismo y ha escrito: «Trazos llenos, vibrantes, contradictorios, muestran el juego activísimo de las fuerzas del inconsciente. Pero todo ello aparece, y esto es lo asombroso, como enmarcado o dominado con suavidad infinita dentro de un yo de extraordinario poder y riqueza». SANTA TERESA, LECTORA. Entre la piedad y la ilusión. Aprendió a leer de niña en el Flos sanctorum y en los Santos evangelios, pero en su adolescencia, iniciada por su madre, doña Beatriz, se emborrachó con la lectura de los libros de caballerías, en cuyas historias atractivas y fascinantes de caballeros enamorados y damas hermosas, adoradas por los hombres que se rendían a sus pies y que eran capaces de desencadenar inauditas hazañas y escenas de amor apasionado, dilató su naciente imaginación y ensanchó su horizonte vital y cultural. Resultado de la lectura de los libros de caballerías, avivado por las novelas su natural instinto femenino en esos años adolescentes de ilusión, aprendió a utilizar todos los resortes femeninos para acicalarse y embellecerse, aunque con un cuerpo en capullo en plenitud de primavera, necesitaba poco para estar espléndida. Nos cuenta ella misma que usaba perfumes y joyas y dicen sus biógrafos que, a la par que cultivaba extraordinariamente la limpieza, tenía muy buen gusto para elegir vestidos y para combinar y armonizar los colores. «Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabellos y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa». Decididamente, femenina. TRERESA SE HA ENAMORADO DE UN PRIMO UN POCO MAYOR QUE ELLA. Naturalmente, comenzó a conocer el amor adolescente y romántico. Y descubrió el amor humano. Gozaba con la compañía de sus primos, un poco mayores que ella, y con sus charlas y vanidades, «nonada buenas». Llegó a enamorarse. Pero con una gran limpieza. Tenía miedo de casarse, pero pensó en ello. Este es un cabo suelto que nos ha dejado la Providencia: La que iba a ser madre de tantas mujeres, no podía quedar en una inmadurez psicológica estéril, cuya causa, en gran parte, es el desconocimiento de la vida y del amor humano. Ella consideró esta situación un extravío, pero estaba muy dentro del plan providencial sobre su misión eclesial. Todo fue muy bonito, pero a don Alonso, su padre, no le resultó tanto y, sin que ella se diera cuenta, pues él sabía que, de haber contado con ella, habría dialécticamente perdido la batalla. SU PADRE LA INTERNA EN LAS AGUSTINAS DE GRACIA La encerró en el monasterio de las Agustinas de Gracia, donde vivirá en compañía de otras muchachas de su edad, y vigilada y acompañada por doña María de Briceño, que tuvo tino para desadormecer a Teresa, quien ya desde entonces comienza a reflexionar en serio en qué estado servirá a Dios, y pide a todas «que la encomendasen a Dios, para que le diese el estado en que le había de servir; mas todavía deseaba que no fuese el de monja». «Comencé a hacer oración sin saber qué era». Comenzó a orar acompañando a Cristo, consolándole y deseando limpiarle el sudor en la Oración del Huerto. No era una oración racional, sino un diálogo vivo con Dios. Es verdad lo que dice, tras su estudio grafológico, Moretti: «Su espíritu se apoya menos en el raciocinio que en la intuición nutrida de un derroche de imaginación». Aquel corazón que había despertado al amor, después de haber experimentado ese sentimiento tan bello y tan grandioso y transformante, necesitaba depositar ese amor en otro corazón más grande, que no estuviera sujeto a la mutabilidad humana, y que durara siempre, eternamente, que será el de Cristo. Se cumple lo que diagnostica Moretti: «Sabe distinguir los sentimientos auténticos y los espurios y, por ende, pone en orden la vida psíquica y orienta el sentimiento, tanto en el trato como en sus relaciones con Dios». TERESA SIGUE ORANDO. Acompañando a Cristo en la oración del huerto, porque es ahí donde le ve más solo. Tiene el Señor una especial necesidad de consuelo en la oración del Huerto. A otra mística contemporánea, Gabrielle Bossis, ha dicho el Salvador: «¡Os necesito tanto en el Huerto de los Olivos! ¡Me hallaba tan solo en mi extremada agonía!». Teresa permanece con El todo lo que le duran los pensamientos. Su corazón femenino, cariñoso y lleno de generosidad, sólo desde el amor y la generosidad podrá dar el salto a la vida religiosa, que es cambiar el objetivo de su amor. Aquellos hombrecillos que le fascinaban van a dejar paso al Hombre Dios, de quien se va a apasionar ardientemente. Ella es así. No puede vivir a medias. Necesita entregarse por entero. Otra vez Moretti: «Se propone fines sólidos, que procura alcanzar, pese a quien pese». Y tercia la Santa: «Paréceme que andaba Su Majestad mirando y remirando por dónde me podía tornar a Él». Una enfermedad la saca del retiro de las agustinas, donde se había hecho querer, como en todas partes siempre. La visita en Hortigosa a su tío Don Pedro de Cepeda, virtuoso y amigo de buenos libros, enriquece el afán de la lectora y cambia el rumbo de sus temas. El tío quiere que le lea a él, y ella, por darle gusto, le lee, y la fuerza de la lectura y la conversación ablandan el barbecho, hacen que se vaya encontrando a sí misma y que recuerde la «verdad de cuando niña, de que todo era nada y la vanidad del mundo y cómo acababa en breve». Las Epístolas de san Jerónimo la enardecen y decide irse al monasterio. A las Agustinas no, que eran excesivamente austeras; a la Encarnación, donde tiene una amiga: Juana Suárez, «que era mucho lo que quería». ENTRA MONJA EN EL MONASTERIO DE LA ENCARNACIÓN. Arrumbados sus planes de matrimonio, lo que le costó una enfermedad por el empeño y la entereza que ponía en sus decisiones, y vencida la negativa paterna con tenacidad, el día de Animas de 1535, cuando acababa de cumplir sus veinte años, salió furtivamente de su casa, y se dirigió a la Encarnación para ser, al fin, monja. Allí la esperaban sus amigas. En el monasterio tuvo que seguir el método racional de oración que le imponía la regla y dejar el suyo vital y afectivo, que era una conversación personal. Como ha de prevalecer el ritmo calculado y casi mecánico del método que le enseña la maestra de novicias sobre su propio modo de orar desde su vida que la conectaba con la Vida y de ella sorbía vida, acusó el desajuste. Comenzó a debilitarse. Era todo muy complicado. No acertaba. Comienza a hacer penitencias. Y el resultado fue fatal. Poco después de la profesión la invadió una gran tristeza, síntoma de una enfermedad psicosomática, que la forzó a dejar, temporalmente, el monasterio. SU TIO PEDRO LE REGALA EL TERCER ABECEDARIO DE OSUNA Hace un año que ha profesado y tiene veintitrés y medio. Cuando pasa por Hortigosa a curarse, camino de Becedas, visita a su tio Pedro que le regala el Tercer Abecedario de Osuna, que la introduce en las quintas moradas. Todo, enfermedad, penitencias, encuentro con su tío y lectura en la soledad de Becedas, son elementos providenciales para la forja de su alma, que están en la base de su Obra y de sus libros, sobre todo en Camino, por ser el más didáctico de todos. Curada, deviene el milagro de san José, y se convierte en la monja fina, pálida y delicada, de palabra fácil, porte gentil y personalidad seductora, que atrae las simpatías, las visitas y las limosnas al monasterio pobre. Retroceso y recuperación. Mal aconsejada, cede a su natural y, «de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión», pierde el fervor y casi su vocación de orante. TIENE VERGÜENZA DE «TENER TAN PARTICULAR AMISTAD» CON DIOS, Y DEJA LA ORACIÓN DADA LA DISIPACIÓN EN QUE VIVE”. «Ayudóme a esto que, como crecieron los pecados, comenzó a faltar el gusto y regalo en la virtud». Y tiene que intervenir Dios de nuevo con la enfermedad de su padre, a quien fue a cuidar «estando más enferma en el alma, que él en el cuerpo». Esto le da la oportunidad de encontrarse con el padre Vicente Barrón, quien le aconseja que vuelva a la oración, cosa que resultó más eficaz que la representación de Cristo «con mucho rigor» manifestándole el desagrado que le producen aquellas amistades y sus charlas en el locutorio que la desangraban, la desinteriorizaban. Siguen diez años de mediocridad, de chalaneo entre Dios y el mundo. «Pasaba una vida trabajosísima». Sufre en la oración, porque no es fiel: «me llamaba Dios pero yo seguía el mundo». Intentaba concertar estos dos contrarios tan enemigos uno de otro». Y no es que fuera mala, era considerada por muy buena, pero Dios la quería mejor, y ella estaba imposibilitando la realización de su llamamiento. DIOS TIENE INFINITOS RESORTES. “Castigabais, Señor, mis delitos con nuevas mercedes». A pesar de la desgana sigue acudiendo al oratorio, haciendo esfuerzos sobrehumanos, más pendiente del reloj que de la oración, «cualquier penitencia acometiera de mejor gana que la oración». El Señor sostiene su perseverancia, y su fidelidad de permanecer apoyada «en la columna de la oración» pone a prueba su «determinada determinación» de orar. Ya no estaba en su mano dejar la oración, «porque me tenía en las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes». Profesar como monja en un monasterio no es sinónimo de penetrar en el misterio de Dios, dejarse quemar en su fuego y permanecer pacientemente en su nube asomada al abismo. Lo primero se puede hacer desde una vida ramplona y vulgar, mediocre. Lo segundo exige una inmensa y dolorosa purificación, devoradora de la mujer vieja. Teresa ha vivido como monja mediocre casi veinte años. A punto de cumplir los cuarenta de su edad la va a tomar Dios por su cuenta, porque la tiene elegida para maestra de la Iglesia de su tiempo, sacudida por el vendaval de la polémica en torno a la oración, cuando además no se aprovecha la energía de la mujer. AMBIENTE ANTIORACIONISTA Y ANTIFEMINISTA En el ambiente hay una corriente antioracionista y antifeminista que Teresa está llamada a corregir y a orientar, como maestra segura de oración y de vida cristiana, de su tiempo y de todos los tiempos. Y, como el mejor médico suele ser el que padeció la enfermedad que ha de curar, la Providencia dispuso que Teresa aprendiera a orar sola, por no haber tenido maestros: «yo no hallé maestro, aunque lo busqué, en veinte años». Tropezando, abandonando, recomenzando, perseverando, saldrá maestra de oración. Veinte años de oración a secas, dura, difícil, árida y seca, ascética, «cuando sacaba una gota de agua se sentía feliz», para poder después, desde su experiencia, enseñar a sacar agua del pozo para regar «el huerto, para que crezcan las plantas y lleguen a echar flores que den de sí gran olor». Dios seguía acosando, pero ¡alerta!, que Su Majestad le está preparando la emboscada. En esta guerra interior de fluctuaciones y titubeos, en este caer y levantarse, a Dios ya le corre prisa, y dirige. EL ULTIMATUM DE DIOS A Teresa: la vista de la imagen de un pequeño «Cristo muy llagado» la sobresaltó de forma tal que decide, «con grandísimo derramamiento de lágrimas, no levantarse de cabe sus plantas hasta que no hiciese lo que le suplicaba: la fortaleciese ya de una vez para no ofenderle». la lectura de las confesiones de san Agustín hincarán más el arpón: «cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, parece que me la dio el señor a mí estuve un gran rato que toda me deshacía en lágrimas, con aflicción y fatiga». LA CONVERSIÓN DE TERESA. El capítulo nueve de la Vida, en que narra su conversión
definitiva, es considerado como el punto clave en la trayectoria vital de
Teresa. Ha rebasado ya el ecuador de su vida. Tiene treinta y nueve años. Le
quedan veintisiete de vida y muchas cosas por hacer. Los planes de Dios sobre
ella son de gran vuelo. Ya es hora de intervenir. Y va a intervenir. TERESA CONSULTA A SUS CONSEJEROS: FRANCISCO DE SALCEDO Y GASPAR DAZA. Escuchan sin entender; escapaba a sus esquemas aquella monja tan desenvuelta y tan enriquecida de Dios, y diagnostican los dos que su espíritu es diabólico. Terrible tortura para teresa: no hace más que llorar. «Fue grande mi aflicción y lágrimas». La incompetencia y terquedad de aquellos romos e intransigentes directores obligó a Teresa a someter su conciencia a unos y a otros y su caso pasó de mano en mano injustamente discutido; lo que le ocasionó un martirio atroz. DESPOSORIO MÍSTICO BAJO EL MAGISTERIO DE JUAN DE PRADANOS. Un poco y llegarán Diego de Cetina, que, aunque joven, la apacigua y comprende, y Francisco de Borja y Juan de Prádanos, gloria a Dios, que aciertan. A este último le cabe el mérito de que, bajo su dirección, alcance Teresa el desposorio místico, que ella encuadra en su sexta morada: «Ya no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles». La gracia que sana. En este momento ha comenzado una nueva vida para Teresa. El Señor ha estado grande con ella. No olvidemos que la grandeza es del Señor, que socorre la debilidad de Teresa. Se puede mirar el privilegio como mérito del privilegiado, y es todo lo contrario; se privilegia la debilidad que necesita ser ayudada, restañada, curada, para poder cumplir los designios del autor de los regalos. Dios la quería más interior. Si su sicología y sus contradicciones interiores son un obstáculo, Él la sanará y las armonizará. Es creada la mujer nueva. Paladinamente lo confiesa teresa en el capítulo veintitrés: «de aquí en adelante es otro libro nuevo, quiero decir otra vida nueva. La de hasta aquí era mía, ésta es de Dios que vive en mí». Teresa estrena vida nueva. Tras los forcejeos de ella, sus vacilaciones y mediocridad, e impotencia, Dios se enseñorea de su timón, porque la necesita transfigurada, transformada, recreada. Y en el crisol de la contemplación ha matado el gusano y ha nacido la mariposa, «la mariposita blanca». Lo que Teresa no ha podido conseguir en tantos años, lo ha logrado Dios con su gracia en un instante. CATARATA DE CARISMAS. VEÍALE AL ANGEL UN DARDO DE ORO Siguen las gracias místicas esplendorosamente, dolorosamente, eficazmente: visiones intelectuales de Cristo, «vi cabe mí o sentí a Cristo que me hablaba»; e imaginarias como la transverberación: «veía un ángel cabe mí en forma corporal... Veíale un dardo de oro con fuego que metía en el corazón y me llegaba a las entrañas...»; y los arrobamientos en público, que la llenaban de rubor y de bochorno. Estaba realmente humillada, acobardada, era tan excesivo el tormento, que hubiera preferido que la enterraran viva. Llegó a pensar irse a otro monasterio, quizá a Valencia, donde no la conocieran. VISITA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA. Sólo alguien que conociera por experiencia los fenómenos tan extraños en que venían envueltas las inmensas torrenteras de amor, podía intervenir con eficacia para serenarla, garantizarla, devolverle la paz. Este santo varón fue san Pedro de Alcántara. «Enseguida vi que me entendía por experiencia, que era lo que yo necesitaba». «Quedamos muy amigos». Es admirable la Providencia que acude en ayuda de Teresa. ¿Cuántos extáticos habría en España en aquellos tiempos? ¿Uno? Pues ese llega a consolar a Teresa en el momento necesario. Más adelante volverá para convencer al obispo de Ávila de que apruebe su fundación. Su intervención fue necesaria y decisiva, porque don Álvaro de Mendoza se había cerrado en banda: no quería admitir la fundación. A pesar de haberle escrito fray Pedro, su decisión se mantuvo inexpugnable. EL OBISPO DE AVILA ESTA OBCECADO. SAN PEDRO DE ALCANTARA LO MADURARA Pero el amor de fray Pedro era más fuerte que la terquedad del Obispo y enfermo como estaba, se levantó de la cama, y quiso que le llevaran cabalgando en un borriquillo a El Tiemblo, donde estaba el Obispo. Le acompañaron Gonzalo de Aranda y Francisco de Salcedo. «Los que de veras aman a Dios todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno alaban, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden». La sangre y la vida darán por ayudar las obras de Dios». Es la piedra de toque que patentiza si se busca a Dios o el prestigio propio y la imagen que por nada del mundo se quiere arriesgar. LA VISIÓN DEL INFIERNO. TERESA HA EXPERIMENTADO EL INFIERNO. Nos lo relata en el capítulo treinta y dos de Vida. «Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado... Quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y amargura espiritual, como si los padeciera en mi carne». Es el golpe definitivo y fulminante de Dios. ¿Qué puede hacer Teresa por Dios, por los hombres, sus hermanos,
por la iglesia? «De aquí gané la grandísima pena que me da de las muchas
almas que se condenan y los ímpetus grandes de ayudar a las almas, que, por
librar una sola de gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de
buena gana». Como mujer de su tiempo antifeminista se encuentra limitadísima.
Por lo menos podrá convertirse ella, «guardar su regla con la mayor perfección»;
«hacer lo poquito que puede» para que, pues «el Señor tiene tantos enemigos y
tan pocos amigos, que esos sean buenos». TERESA SERÁ FUNDADORA. Tras la conversación en su celda con sus amigas cuando salta al desgaire la idea si no podrían ser monjas como las Descalzas y hacer un monasterio con el permiso del Provincial y el del Papa será Fundadora. Se reformará ella y reformará el Carmelo, que tendrá desde ahora un apellido: Teresiano. Tiene cuarenta y cinco años. Toda su alma va a poner en el empeño, pues «Su Majestad le ha mandado que lo procure con todas sus fuerzas», aunque le esperan «grandes desasosiegos y trabajos». Teresa de Jesús fundadora. Se van a cruzar en su camino monjas y frailes, arrieros y alguaciles, albañiles y señoras principales, caballeros y mercaderes, obispos y curas, mesoneros y corregidores, teólogos y confesores, arrieros y duquesas, príncipes, nuncios papales y hasta el mismo rey. Está bien preparada. Fogueada por Dios, puede ya «repartir la fruta»; dará la talla, cruzará Castilla cabalgando a lomos de mula o en carreta, atravesará la nevada sierra de Guadarrama en crueles invernadas, llegará hasta Andalucía y estará a punto de perecer ahogada en el paso difícil de una torrentera burgalesa. Camina ya dentro de la morada del Rey y su actividad es la de Dios. Teresa, mujer en plenitud, superdotada de cualidades humanas. Teresa de Jesús ha ido desarrollando su inteligencia prócer y ha madurado en su estilo y en todas sus capacidades humanas y cristianas. Aquellas preceden a éstas, que han encontrado un buen soporte en las humanas. “LA SARTEN” DE LIMOSNA. DELICADA Y ATENTA CON LOS VECINOS. DIALOGANTE Largo sería el análisis de unas y de otras: Junto con la capacidad para vivir con las personas más dispares, incluso con su atrabiliario cuñado Martín Barrientos, posee veracidad y audacia y tiene un sentido profundo de la justicia, incluso en las menudencias domésticas. Una vecina prestaba a las monjas la sartén que no tenían. Cuando recibieron una limosna, cada una fue indicando en qué gastarían el dinero, y la Madre terció: «en la sartén, en la sartén», y mandó a sus monjas que la compraran, para no abusar de la generosidad de la vecina. Sabe dudar y sabe preguntar: se pregunta a sí misma y pregunta a quienes le pueden informar o dar seguridad. Dialogante por idiosincrasia, es realista y discreta para conseguir sumar voluntades y no le interesa para nada restar amistades ni desestimar o rechazar colaboraciones, conocedora de lo que hay de bueno y de positivo en cada interlocutor que tiene la suerte de cruzarse con ella en su camino. Me ha gustado oír a una artista italiana que, Juan Pablo II la felicitó un día por determinado programa realizado por ella en la Televisión italiana. El Papa, decía la artista, tiene unos ojos tan profundos, quiso decir clarividentes, que, aún entre mis pecados, supo leer si hay algo en mí de bueno. Y he pensado, ¡Juan Pablo como santa Teresa! Conoce el corazón humano y tiene tacto para conducirlo. «ERA COSA DE CIELO VER CON QUÉ TIENTO EXAMINABA EL TALENTO DE LAS PERSONAS. Y a las dos vueltas que daba, calaba y tanteaba los quilates de valor que tenían las mujeres que le venían a hablar para tomar el hábito», dice el médico Antonio Aguiar. Teresa siente un gran respeto por los demás, y adquirirá fama de no hablar mal de nadie: con la madre Teresa «tienen todos las espaldas bien guardadas». Es fiel cumplidora de la palabra empeñada, posee entereza y es muy agradecida, «con una sardina me sobornarán» solía decir. Pero sobre todo lo dicho, es mujer de grandes ideales, lo que le daba un aire de gran señora que compaginado con su porte de pobreza y humildad, la hará más singularmente atractiva. SU DIGNIDAD Y SEÑORÍO LA LLEVAN A QUERER OCULTAR LAS NECESIDADES QUE PASA. Sin pedir a nadie. Lo mismo que a no querer viajar como una pordiosera «en unos borriquillos que las viera Dios y todo el mundo». Su capacidad creativa, que es asombrosa, tiene, en parte, su hontanar en la observación, pues desde niña ha sido como un esponja que ha asimilado todo lo que en su entorno ha visto, ha oído o ha observado, y ha hecho suyo todo lo positivo y ha conseguido irradiarlo a su alrededor. Sensibilísima e intuitiva, como un radar que es capaz de recoger incluso los imponderables que flotan en el ambiente, y que no tienen explicación racional. Como contrapartida lógica, consecuencia de la riqueza de información que capta su radar, posee un temperamento hipersensible que la hace inestable, «otras veces me parece que tengo mucho ánimo... y otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga». SABE CONJUGAR VOLUNTADES Pero ella ha podido y ha sabido equilibrar esta inestabilidad con su gran talento, dominio y sensatez. Si es difícil conjuntar voluntades para la acción, (juntos Doria y Gracián, ¡qué proeza!) ella ha vencido esa dificultad con la gracia de saber hacerse ayudar por todos, haciendo ver que necesitaba los servicios de todos, y así sus obras se convertirán en obras de todos. Hoy diríamos que sabía trabajar en equipo. Siendo líder, arrolladora y convincente, no quiso ser, ni pasó por ser «vedette». Desde la oscuridad de sus monasterios influye y anima a media España, de palabra y con sus cartas, más de quince mil, según Efrén-Steggink, como una gran madre de familia numerosa, que es feliz haciendo felices a sus hijos, mientras aglutina a todos en el trabajo, sabiendo alentar a todos, estimular y conseguir que se sientan necesarios e importantes en la obra común. Cuando desaparezca de la escena del mundo lo que más se echará de menos será su poder aglutinante que ya no podía sortear las borrascas que amenazaban cuartear su Obra. QUIERE QUE TODOS ESTEN ALEGRES Quiere que todos estén alegres, como ella es alegre y efusiva, excelente conversadora, y huye de santos encapotados, («cuanto más santas más conversables»). Junto al lecho de los enfermos es una excelente y cariñosa enfermera, (cuidó a su confesor el padre Prádanos en Aldea del Palo con doña Guiomar, y a su padre, en la enfermedad de que murió). Le gusta el trabajo bien hecho. Siempre amiga de la limpieza y de la gentileza, hacendosa ama de casa, y primorosa en sus labores, de las que aún se conservan reliquias. Y todo esto con una vida interior de gran calado y sublime. ASÍ PUDO SER, Y LO ES AÚN, UNA EXCELENTE FORMADORA. Fruto de nuestra cultura occidental, se ha dado una formación humana, religiosa y clerical, en la que ha predominado el cerebro y se ha dejado atrofiar el corazón, la sensibilidad, los sentimientos. Para no caer en el sentimentalismo, se ha pecado de racionalismo. Entre hombres, sobre todo, se ha huido de la manifestación de los sentimientos, como propia de mujeres, y se ha quedado la persona, mutilada, deformada, desequilibrada. Es como escribir a máquina con dos dedos, o manejar el ordenador con los diez a toda velocidad. Como tocar el órgano con un solo registro, o sacar todos los registros, haciéndole rendir al instrumento todas sus posibilidades y todo su relieve, perspectiva, contraste y colorido, y toda su grandiosidad. En nuestras celebraciones eucarísticas, por ejemplo, con oraciones excesivamente racionales, sobran palabras y faltan sentimientos. Porque el hombre es algo más de lo que expresan las palabras de un discurso lógico. ¡Cuán enriquecedor nos resultaría un trasplante de la liturgia oriental con su color, perfume, luz, gestos y ornamentos! Es necesaria una integración de los sentimientos con las ideas, para que el ser humano pueda ser ofrecido a Dios «con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). TERESA DE JESÚS CONSIGUIÓ SU ARMONÍA, FORMA ASÍ. Fray Juan de Salinas, Provincial de los Dominicos, preguntaba al padre Báñez: «¿Quién es una Teresa de Jesús, que me dicen es mucho vuestra? ¡No hay que confiar de virtud de mujeres! Herido Báñez, respondió: «Vuestra paternidad va a Toledo a predicar y la verá, y experimentará que es razón de tenerla en mucho». El padre Salinas la trató y la examinó en Toledo casi cada día. Más tarde se encontró con el padre Báñez, y éste inquirió: «¿Qué le parece a vuestra paternidad de Teresa de Jesús?». Y el padre Salinas respondió con donaire: «¡Oh, habíadesme engañado, que decíades que era mujer; y a fe que no es sino varón, y de los muy barbados». ESTA ARMONÍA DE LOS VALORES HUMANOS, QUE NI SON MASCULINOS NI FEMENINOS. Se da en Teresa y la capacita para formar personas integrales, armónicas, completas, que desarrollan a tope todas sus capacidades, sin temor de caer en sentimentalismos ni en cerebralismos, y sin timideces ni complejos de ridículo. ¿Cómo consigue Teresa esta maravilla? En su tiempo con la gente con la que trató, por su ascendiente, no impositivo, sino endógeno, actuaba como por ósmosis. Después y hoy, con sus lectores, por ósmosis también. Y por contagio. Gracias a Dios. Y ha podido ser así porque la habitó esplendorosamente la Santa Trinidad que hizo crecer armónicamente y abrillantó toda la riqueza de sus cualidades y las solidificó desde la entraña. Y esto de tal manera que, mientras no fue poseída por Dios en plenitud, sus grandes valores permanecieron bloqueados y sin vida, ni propia ni comunicativa.Teresa, la reformadora. CRISTO ES TRATABLE Escribirá en Camino: «Miradle con tanto padecimiento... perseguido... escupido, negado por sus amigos y desamparado, sin nadie que le defienda, helado de frío, tan solo... cargado con la cruz, sin que le dejaran respirar... y Él os mirará con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros...» Así enseña a orar en Camino, que es como ella en su oración trata a Cristo Hombre. Aunque pocas veces le apea el tratamiento de «Su Majestad», Cristo es «tratable», es humano, es su hermano, su esposo, su padre, su amigo «verdadero», «unas veces de una manera, otras de otra». Pero este Hombre Dios tiene una esposa, que es su prolongación sacramental. Teresa ha visto, ese es su carisma, que entregarse a Cristo, es darse también a la Iglesia, trabajar para engrandecer el cuerpo místico, como María hizo crecer el cuerpo físico de Jesús. La misma compasión que siente por Cristo, la siente por la Iglesia, humillada, perseguida, «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (He 9,5), destruidos los templos, profanados los sagrarios, pero también agonizantes las almas, sobre todo, las de sus sacerdotes. TERESA SABE COMPRENDER LAS FLAQUEZAS DE LA IGLESIA Conoció las flaquezas de la Iglesia, pero no le tiró piedras. La compadeció. Cuando «Noé se emborrachó y medio desnudo se quedó dormido, su hijo Cam vio la desnudez de su padre y corrió a decírselo a sus hermanos» (Gén 9,20). No se mofará Teresa de la desnudez del cuerpo de Cristo. Llorará. Y como «Sem y Jafet que tomaron un manto, se lo echaron a la espalda y caminando hacia atrás, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre» (Ib 23), Teresa cubrirá la desnudez de ese cuerpo. Comprenderá todas las debilidades de los hombres que lo componen y que, aún así, lo construyen (Ef 4,12), y lo integran (1Cor 3,9), y se consagrará a su reconstrucción, se dedicará a restaurar y a hermosear a la esposa de su Esposo, que es también su esposa (Prov 14,1). En su tiempo, otros la escarnecieron, y la rompieron, ella le entregó su vida. Eso es el amor. EN ESPAÑA SUENAN VOCES DE REFORMA Venían sonando desde el siglo XV voces de reforma «in capite et in membris». Teresa las escuchará pero comenzando por reformarse ella, que es también miembro, célula del cuerpo místico, sabedora de que la riqueza de salud de una célula, repercute en todo el torrente vital del cuerpo. Y al revés. La verdad real es que la esposa de Cristo siempre está necesitada de reforma pues, «al recibir en su propio seno a los pecadores, es santa y al mismo tiempo necesitada de purificación constante y por eso busca sin cesar la penitencia y la renovación» (LG 8). Por eso Teresa se «determinó a hacer eso poquito que podía hacer, que es seguir con toda la perfección que pudiera y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo». “VÍA” DEL RECOGIMIENTO ACTIVO Así se designa la corriente oracional mística que se difunde en España durante los siglos XVI y XVII. Teresa de Jesús la denomina con el término de “recogimiento activo”, para enfatizar que constituye un momento especialmente crítico del proceso de oración. Sus antecedentes proceden de la espiritualidad de la baja Edad Media y Renacimiento, que influyeron en Santa Teresa de Ávila, pueden remontarse hasta el Cardenal Cisneros, que propició una apertura a la espiritualidad. Llegan de la Escuela de San Víctor y la alemana del siglo XIV (Eckhart, Tauler) e influyen en San Juan de la Cruz. Grandes figuras quedaron impresionadas por la oración de recogimiento, como Pedro de Alcántara, Luis de Granada, Juan de Ávila, Francisco de Borja, y el cardenal Jiménez de Cisneros. En la segunda mitad del XVI, los libros impresos fueron de edificación, ascéticos y místicos. El Libro de la Oración y Meditación de Fray Luis de Granada, alcanzó 229 ediciones en castellano; y su Guía de Pecadores, 81 ediciones castellanas. Cisneros, convencido de la importancia de la educación para la grandeza de los pueblos y el bien de los individuos, dedicó esfuerzo, tiempo y dinero en la formación del pueblo a través de dos acciones decisivas: la divulgación de la lectura y la creación de centros de enseñanza, como la Universidad de Alcalá. Son conocidos Hernando de Talavera, Fray Alonso de Madrid, Fray Francisco de Osuna, Fray Bernardino de Laredo y San Juan de Ávila. Todos los autores de la época describen una guía espiritual, al modo como Teresa de Jesús intentará con sus Moradas y expresará Juan de la Cruz en las cimas poéticas de su Subida del Monte Carmelo y Noche Oscura. camino éste, basado en la Escritura, la Tradición apostólica, la Doctrina de los Padres y los grandes místicos medievales, pero sobre todo en: la imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. Las “potencias” en esta vía, deben ser silenciadas, según Bernardino de Laredo: la recolección de las potencias, y su silencio y sueño, que no es silencio de palabras, sino callar de entendimiento, serenidad de memoria y quietud de voluntad, sin otra operación que la de la afectiva, empleada en amor. Juan de Ávila, que estudió en la Universidad de Alcalá, ve esta influencia, reflejada en su idea del Cuerpo Místico. El erasmismo fue bien acogido en España, por sus ideas reformadoras, y Cisneros mismo era admirador del pensador de Rotterdam, de cuyo Enchiridion había salido una edición latina en Alcalá de Henares, llegando a invitar a Erasmo a dar clases en esta Universidad, que rechazó. No hay un “erasmismo español”, sino más bien que en el reinado de Carlos I, importantes personajes simpatizaban con las ideas de Erasmo, como el arzobispo de Toledo, Álvaro de Fonseca o el de Sevilla, Alfonso Martínez. LA COMUNIDAD CRISTIANA, ESPOSA DEL CORDERO INMACULADO, CRISTO (LG 6). La Iglesia no es una entelequia, una abstracción. La Iglesia son, somos, los cristianos, aquellos santos y estos pecadores; aquel cura de Becedas y el padre García de Toledo, «buen sujeto para nuestro amigo», los arrieros y los regidores, el obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza, y el gobernador eclesiástico de Toledo, don Gómez Tello. Y sus carmelitas, y sus frailes, sus hijos. Y su «Senequita». Y fray Pedro de Alcántara, y el padre Gracián. Sobre todo el padre Gracián. Aunque al final la defraudará. No estuvo a la altura. Aciertos y errores. Antes, ahora y después. Así va peregrinando la esposa entre «las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» (Ib). Somos hijos y tributarios del pasado, que ha acarreado a nuestra vida y cultura el aire que respiramos y del que vivimos, el terreno de reporte de todos los factores humanos que constituyen el humus sobre el que es el ser que somos, la civilización que ha llegado hasta nosotros, y hasta el pecado que se enraíza en nuestros genes y cromosomas biológicos, llega también hasta las fibras de nuestro espíritu. En la genealogía de Jesucristo hay nombres santos e ilustres: Abrahán, Isaac, Jacob, David, José, María... Pero causa sorpresa encontrar también mujeres tan poco ejemplares como Tamar, tramposa con su suegro Judá e incestuosa; Rahab, prostituta; Ruth, pagana; Betsabé, adúltera con el rey David y madre de Salomón. Si queremos conocer la realidad de la historia, hemos de conocer con madurez la verdad del devenir de la humanidad, aceptando el bien y el mal que han hecho, que hemos hecho los hombres, y admirar la generosidad y el amor de Dios, que quiso que Jesús descendiera a nuestro nivel y participara totalmente de la condición humana, con sus límites y sus debilidades y pecados, y que su Hijo entrara en el torbellino de las conductas de los hombres y que se viera sacudido por el huracán de las humanas pasiones, siendo «uno de tantos» para salvar a la humanidad desde dentro. Así también el nuevo Israel, la Iglesia. “MIRA ESTE CLAVO: DESDE HOY SERÁS MI ESPOSA” Y así, Teresa. 18 de noviembre de 1572. «Díjome Su Majestad: "No tengas miedo, hija, de que nadie pueda apartarte de Mí". Entonces se me representó por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y me dio su mano derecha, y me dijo: "Mira este clavo, que es señal de que desde hoy serás mi esposa; de ahora en adelante, no sólo mirarás por mi honra como Creador y como Rey y tu Dios, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía"» (Relaciones 35). Como verdadera esposa de Cristo Teresa ha sido introducida en el misterio de la Redención, y, con el Redentor, y como Él, abarca la entera historia de la salvación. A nosotros nos cumple conocer a qué pueblo teológico pertenece Teresa, igual que conocemos la ciudad de Toledo donde su abuelo judaizó, y la ciudad de Ávila donde ella nació. Nos enriquece y nos gusta saber qué generaciones espirituales han precedido a Teresa; qué cultura y qué vida religiosa y cristiana ha llegado hasta su cuna espiritual, y en qué ambiente se va a desenvolver su misión de compadecer, restaurar, embellecer y hacer crecer a la esposa de su Esposo. Es evidente que no puede escapar de la ley común de todas las comunidades humanas la historia del pueblo de Dios. Como toda la historia de todos los pueblos ha tenido sus luces y sus sombras. LA HISTORIA DE LA IGLESIA Cuando llega Teresa a la palestra han transcurrido quince siglos y medio de cristianismo, algunos de llameante evangelio, otros con vibración menor, y algunos, desgraciadamente, lejos del camino de las bienaventuranzas. Hasta llegar al siglo XVI, el suyo, y el más fecundo para el evangelio, la Iglesia, y la evolución de su doctrina y espiritualidad, han pasado por muy diversas vicisitudes y alternancias. Tras los Hechos de los Apóstoles, con el recuerdo del Esposo vivo todavía, la comunidad paleocristiana vivió con intensidad enamorada la fe, y se valoró la oración por encima de todas las actividades y de todos los ministerios. Quedaba aún la Tradición de los Apóstoles, que habían decidido abandonar la administración temporal, para dedicarse en plenitud «a la oración y al ministerio de la palabra» (He 6,4); y la oración de la palabra, y la palabra orada, y el testimonio de los Padres Apostólicos, mantenía fiel a la esposa de Cristo y la fecundaba para prepararla a enfrentarse a la lucha y al martirio. De los primeros cristianos decían los paganos que eran «hombres que oran». Y así vivió la Iglesia durante los tres primeros siglos, que quedaron, casi todos ellos, señalados con la sangre de los mártires. Primero Esteban, en Jerusalén. Después, Lorenzo, en Roma. Finalmente, Vicente en Valencia. Y con ellos ¡cuántos obispos y sacerdotes! Las hogueras vivas y las cruces sembraron el suelo del Imperio. A aquellos verdaderos soldados cristianos, incluso hombres laicos y mujeres, vírgenes adolescentes y, hasta niños, no les aterrorizaron ni los tormentos, ni los suplicios, porque estaban arraigados en la raíz inconmovible de los mandamientos divinos y fortificados con las enseñanzas y con la vida del evangelio. «La sangre de los mártires, semilla de cristianos» (Tertuliano). LA PAZ CONSTANTINIANA Al fin, la paz, y con la paz constantiniana, se inician cuatro siglos maravillosos que se extienden hasta el final del período carolingio y de nuestra cultura isidoriana, en los que la Iglesia, respaldada por el Imperio, intentó salvar la cultura, especialmente el Derecho Romano, como medio de civilización de los pueblos bárbaros, a fin de convertirlos en factores nuevos de progreso humano y poder sembrar el evangelio en aquellos surcos nuevos de aquellos hombres nuevos. Comenzó entonces a extenderse el estudio de la Palabra, y la reflexión teológica de los santos Padres invadió las inmensas bibliotecas con su sabia producción. Fueron tiempos desbordados de estudio, oración y predicación. Las obras de los Padres fueron una prolongada reflexión sobre la Palabra, y una escuela evangélica de oración, de kerigma y de estudio. «La fe proviene de la predicación; y la predicación por la palabra de Cristo» (Rom 10,17). Consiguientemente, cuando después de los Padres, falló la predicación, se sucedieron unos siglos de decadencia, que prepararon la invasión musulmana en Hispania. Pero la lucha contra el invasor ejercitó a los cristianos, y a los mozárabes, para enfrentarse al Islam. Brotó de nuevo el estudio y la plegaria, en los pequeños reductos, y en la clandestinidad, hasta que en el siglo XII, se retornó al cultivo de las ciencias sagradas y a la oración, que determinará el apogeo del siglo XIII, que otra vez llena bibliotecas, engendra santos, edifica templos, escribe poemas y hace teología y oración en piedra con las catedrales e imágenes; en colores, con las pinturas y los códices miniados; en verso, con Gonzalo de Berceo, las Cantigas y la Divina Comedia. Y otra vez la noche. Tras este insigne esplendor, sobreviene de nuevo la decadencia de los siglos XIV y XV en los que se produce un eclipse largo del evangelio de Jesús, de teología, de oración, de verdad y, por tanto, de vida evangélica. Occidente es invadido por la corrupción y desolado por las guerras. Los hombres no han podido vivir nunca largos tiempos en paz. EL SIGLO DE ORO DE ESPAÑA. Y después de esta larga noche y oscura, comienza, ¡oh dichosa ventura! a despuntar de nuevo la aurora en el glorioso siglo XVI, justamente llamado «Siglo de Oro», en el que florecen las artes y renace la cultura. En Castilla se crean veinte universidades y hay veintitrés facultades de teología, en las que se explica la palabra de Dios y se escriben libros de piedad, de ascética y de mística. El renacimiento espiritual alcanza todos los niveles, mientras en Europa se desarrolla el Humanismo. Ha germinado un semillero y ha brotado un deseo generalizado de volver a las fuentes y a la interiorización del evangelio, porque la tentación constante siempre, y lo sabían ya bien los profetas del Antiguo Testamento, es la de convertir la religión en fenómeno externo, en ritualizado «rabinismo» no comprometedor de la vida. Algunas órdenes Religiosas, como la Franciscana y la del Carmen, habían recogido el clamor de la Reforma. En España, los Reyes Católicos, apoyados por los obispos Hernando de Talavera y Cisneros, tratan de implantar la Gran Reforma entre el clero y los religiosos. NUMEROSOS ESCRITORES DE ORACIÓN Y DE VIRTUDES CRISTIANAS Fruto de esta inquietud brotan numerosos escritores de oración y de virtudes cristianas, como García Jiménez de Cisneros, primo del Cardenal, y Abad de Montserrat, con su Exercitatorio de la vida espiritual, en el que Ignacio de Loyola incubó sus Ejercicios. Escriben también Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo, Alonso de Orozco, Francisco de Evia, fray Luis de Granada, san Pedro de Alcántara, Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo, y muchos más. Todos ellos serán censurados por causa del erasmismo y alumbradismo y por el peligro de la herejía protestante. La herejía protestante, «Los luteranos de Francia». Teresa oyó hablar de sus desmanes cuando andaba en trance de fundación, y la van a espolear en su afán de mayor austeridad y santidad, que buscará para ella y para sus hijas, como medio de ayudar con mayor eficacia a la Iglesia, evitar que se extienda su rompimiento, extender el ejercicio de las virtudes cristianas y de la oración, según el modelo inflamado de aquellos hombres de Dios del Carmelo. INSTITUCIÓN DE LOS PRIMEROS MONJES Ella ha leído en la Institución de los primeros monjes, que su oración fue tan valiosa cual la de Elías, que en su lucha con los profetas de Baal, atrajo durante dos años la sequía, «Vive Yavé, Dios de Israel, que en estos dos años no habrá lluvia ni rocío, mientras yo no lo diga» y resucitó con su oración, al hijo de la viuda de Sarepta, y «postrado en tierra en la cima del Carmelo, hizo caer una lluvia abundante» (1Re 17). La Institución de los primeros monjes era considerada por los carmelitas del siglo XVI como la regla antigua, resultando así históricamente la fuente primitiva, aunque jurídicamente lo era y lo es la Regla Albertina, como escribe Efrén en Tiempo y Vida. «Lo que leía santa Teresa era, sin embargo, una doctrina espiritual con estructuras de historia legendaria. Aquellas afirmaciones no resisten hoy a la crítica documental. Pero tienen valor de medio para inocular la vinculación a la Madre de Dios y al profeta Elías» (Ib). En la historia de la Iglesia era necesaria esta mujer. Si ella no hubiera sido fiel a su Dios, en la Iglesia habría un vacío enorme cuyas consecuencias y frutos, aunque en su mayor parte son y serán desconocidos, porque están en el misterio escondido con Cristo en Dios (Col 3,3), serían trascendentales. Pero fue fiel y está ahí, sirviendo a su Esposo y a la esposa de Cristo, enamorada de los dos hasta morir de amor por ambos: «Al fin, Señor, soy hija de la Iglesia». TERESA ESCRITORA. La formación de Teresa como escritora viene de lejos. Nadie podía pensar que cuando devoraba libro tras libro de caballerías gastando «muchas horas del día y de la noche, y se apasionaba y se embebía tanto, que si no tenía libro nuevo no estaba contenta», en aquellas lecturas estaba comenzando a germinar el rosal de la escritora, que se inició en el arte de escribir esbozando junto con su hermano Rodrigo, su confidente, su propio libro de aventuras. No cabe duda que estas lecturas le proporcionaban cultura y lenguaje, pero también la iban introduciendo en el conocimiento de las diversas reacciones del corazón humano, lo que contribuyó a dotarla de buenas dosis de psicología. Su enorme capacidad asimilativa depositó en el subconsciente el arte de escribir que, madurado por las lecturas de adulta, espirituales, densas y cerebrales, ha sabido después utilizar genialmente, sin seguir demasiadas reglas gramaticales, que desconocía, pero que han poblado sus escritos de narraciones ágiles y vivas, llenas de imágenes expresadas con brillantez y saturadas de profunda introspección. Del estilo novelesco de sus lecturas le ha quedado la técnica del relato, y de los diferentes caracteres y reacciones femeninas y masculinas en el tema del amor, su psicologismo. Esto en la forma, y en el fondo igualmente ha sabido coordinar la densidad del concepto de sus lecturas serias y trascendentes, con la agilidad y la frescura de las imaginativas y líricas que devoró, creando un estilo propio en el que se engarza la solidez del concepto con la galanura de la narrativa, como afirma Menéndez Pidal: «Aunque Teresa fue toda su vida voraz lectora de los doctos libros religiosos, no sigue el estilo de ninguno de ellos. La austera espontaneidad de la santa es hondamente artística. Aunque quiso evitar toda gala en el escribir, es una brillante escritora de imágenes». MUJER ESCOGIDA Y TRABAJADA EXQUISITAMENTE POR DIOS Quien quedó tan satisfecho de su obra que le dijo un día: «Si no hubiera criado el cielo, por ti sola lo criara». Afortunadamente hoy podemos conocer los caminos por donde anduvo su alma privilegiada, porque en los libros que escribió, nos la dejó esculpida. Donosa y clásica escritora. Teresa es un clásico. Puede mirarse la obra de santa Teresa como obra literaria, que lo es. Otro clásico, fray Luis de León escribió: «En la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con sus libros se iguale» (Carta prólogo en la edición príncipe, 1588). Pero lo principal de la obra de santa Teresa no es su calidad literaria, que la tiene, sino su contenido doctrinal. A la verdad ella no hubiera escrito una sola página por hacer literatura. Escribió para darse interiormente a conocer a sus confesores, para complacer a sus hijas que solicitaban su magisterio, y para obedecer a quienes se lo mandaban. Hubo siempre alguien que le mandó escribir: El padre García de Toledo, Francisco Soto y Salazar, Domingo Báñez, Ripalda, el «Vidriero», el padre Gracián y el doctor Velázquez. LE DICTA DIOS Le dictan. «Es así que, cuando comencé esta última agua a
escribir, me parecía más imposible saber tratar estas cosas que hablar en
griego, así de difícil es. Así pues, lo dejé y me fui a comulgar. Bendito sea
el Señor que así favorece a los ignorantes. ¡Oh virtud de obedecer, que todo
lo puedes! Iluminó Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras
inspirándome cómo lo había de decir, que parece que Su Majestad quiere decir
lo que yo no puedo ni sé. Esto que digo es entera verdad, y así lo bueno que
diga es doctrina suya, lo malo, del piélago de los males que soy yo». Por eso
fray Luis de León no duda que «hablaba el Espíritu Santo en ella en muchos
lugares y que le regía la pluma y la mano». ORDINARIAMENTE ELLA PONÍA EL INSTRUMENTO ADIESTRADO Y AFINADO A veces le inspiraban, pero ordinariamente ella ponía el instrumento adiestrado y afinado por sus copiosas lecturas, entre las que se incluyen las Confesiones de san Agustín, cuyo estilo de diálogo con Dios adopta muchas veces. Hemos visto antes que había leído mucho. Y lo había poderosamente asimilado. Había leído de todo, pero fundamentalmente libros buenos. «Diome la vida haber quedado amiga de buenos libros». Cuando termina de escribir el libro de su Vida tiene cuarenta años. Su personalidad está granada, en plenitud de madurez vital, biológica, humana con la riqueza de sus variadísimas vivencias, y siempre en búsqueda de que le garanticen sus experiencias, todavía reescribe su libro, su "alma", obedeciendo a Francisco de Soto y Salazar, que será después obispo de Salamanca, para enviarlo al padre Juan de Ávila, el más prestigiado criterio de Andalucía, quien «si aceptó leerlo fue, no por pensar que él fuera suficiente para juzgarlo, sino por aprovecharse de su doctrina con la que se ha consolado y podría edificarse con ella». Teresa, a su vez, descansó y se consoló con el dictamen de Ávila, seis años después de la primera redacción, y en vísperas de inaugurar la reforma de los frailes en Duruelo con san Juan de la Cruz y el padre Antonio de Jesús, el de Requena. «CAMINO DE PERFECCIÓN» SU SEGUNDO LIBRO. Creado ya el primer monasterio en Ávila vencidas enormes
dificultades, escrito el Libro de la Vida, pero embargado por su confesor, el
padre García de Toledo, habiendo recibido el consejo del padre Báñez de que
escribiera otro libro, e importunada por sus hijas, que necesitaban tener a
mano y por escrito su entrañable magisterio oral, y conocedora del deseo de
Báñez, toma de nuevo la pluma y, de una manera sencilla y familiar, escribe
unos avisos, que con el tiempo llegarán a ser titulados Camino de perfección.
Murió con el deseo de verlo editado. Un año tardó en editarlo don Teutonio de
Braganza, obispo de Évora, pues lo consiguió en 1583, muerta ya la Santa. El
padre Gracián lo editó en Salamanca en 1585, y san Juan de Ribera en Valencia
en 1587. En 1588, fray Luis de León, después de desenmarañar la madeja del
castigado códice de Toledo, lo editará en Salamanca. Contrasta hoy la frecuencia de comuniones con la poca entrega de los cristianos, puesta en evidencia en la escasez de vocaciones y en la poca coherencia en la práctica de las virtudes evangélicas. Pero también es visible el tiempo tan escaso que se dedica a la acción de gracias después de la comunión. «Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles en la fe, y mueren muchos» (1Cor 11,30). Así como el manjar físico no produce su incorporación sólo por su masticación, sino que es necesaria su absorción y asimilación, la eucaristía no produce sus efectos divinos de cristificación, deificación y trinitación, sino por su atento y cristiano detenimiento en la sobremesa eucarística. En la comida con que alimentamos la vida biológica el corte de digestión es muy peligroso. En la comida eucarística el corte de digestión ocurre cuando se interrumpe la acción de gracias sin haber aprovechado aquel momento precioso de la visita y presencia de Cristo. ¿Quién recibirá a un personaje en su casa y lo dejará solo en la sala de visitas, con una revista a mano para que se entretenga? No se concibe esta incorrección. Sin embargo hoy se dice, ¿dar gracias de dar gracias? Pues sí, es necesario dar gracias porque hemos podido dar gracias, es decir, porque el Señor ha venido a visitarnos y a enriquecernos en la eucaristía. «Muchas almas de vida interior nos han manifestado el dolor que sentían al ver salir en tropel a la mayoría de los fieles inmediatamente después de la misa en que habían comulgado. Si esto continúa así, habrá muchas comuniones, pero pocos verdaderos comulgantes», ha escrito el padre Garrigou-Lagrange. «El decaimiento se debe también al descrédito doctrinario de que ha sido objeto la poscomunión personal por liturgistas aberrantes, secundados por comportamientos pastorales de rechazo y hasta de prohibición», ha escrito Llamera. Pero esto viene de lejos. En la Mediator Dei, ya Pío XII, amonestaba: «Se alejan del recto camino de la verdad, los que ateniéndose más a la palabra que al sentido, afirman y enseñan que, acabado el Sacrificio, no se ha de continuar la acción de gracias, no sólo porque el mismo sacrificio del altar es de por sí una acción de gracias, sino también porque pertenece a la piedad privada y particular de cada uno y no al bien de la comunidad. La misma naturaleza del sacramento reclama la acción de gracias para que su percepción produzca en los cristianos abundancia de frutos de santidad y todos gocemos más abundantemente los supremos tesoros de que tan rica es la eucaristía. Ha terminado la reunión pública de la comunidad, pero conviene que cada uno, unido con Cristo, no interrumpa el cántico de alabanza... Tan lejos está la sagrada liturgia de reprimir los íntimos sentimientos, que más bien los reanima y estimula». Comenta Llamera: «Los epígonos pastoralistas del liturgismo llevan las consecuencias al plano ejecutivo y, no sólo desaconsejan a los fieles la prolongación personal de la poscomunión, sino que la impiden con frecuencia impositivamente, apremiándoles a salir del templo, finalizada la misa». Sentencia Von Balthasar: «Con dos minutos de silencio después de la comunión, ¿cómo se puede satisfacer la necesidad elemental del alma de la paz de Dios, del diálogo de corazón con Él? Y ¿quién, después de recibida la comunión, puede realizar de tal manera los significados de la sagrada comunión?». «Desde ya hace muchos años la acción de gracias después de la misa se hace y no se hace, se hace poco...; debéis dar tiempo al sacramento eucarístico, especialmente en este momento de después de la misa», ha dicho el padre Vicente de Couesnongle, general de los Dominicos. En la Mediator dei, Pío XII afirma: «Jesucristo, después de recibido en la comunión, permanece sacramentado con acción 'presentísima' en el comulgante», no se puede dejar solo al Señor vivo y resucitado, que viene con los manos repletas de sus dones a cristificarnos, a concrucificarnos y a divinizarnos con Él, por Él y en Él, y este es el momento de disponernos para no bloquear la acción de su gracia, y para posibilitar su aumento y el de las virtudes teologales, de las morales infusas y de los dones del Espíritu Santo, que son los que dan la medida de nuestra vida cristiana. Es el momento cumbre, purificativo y acrisolador en que Cristo nos moldea en su corazón. Santa Teresa, con la experiencia que le da el haber recibido en la comunión las mercedes más excelsas, como la visión de la humanidad de Cristo (Vida 28,8), la de la Trinidad, (Cuentas de conciencia 14 y 36 y su desposorio con Cristo, Ib 25), nos exhorta a apreciar más y mejor el banquete eucarístico y su acción de gracias, porque «hay grandes secretos en lo interior cuando se comulga» (Ib 43). Hay que aprovechar, pues, al máximo, los frutos del sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, en el cual se como a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura» (SC 47). No debe influir para abreviar la acción de gracias ni la aridez y la sequedad, ni la falta sensible de devoción, pues en el campo de la fe no sólo no es esencial el sentimiento, sino que no tiene nada que ver, y es un craso error querer medir la inmensidad de la acción de Dios con la intensidad de nuestro sentimiento. Difícilmente se revelará Cristo amigo a los apresurados en salir, que le dejan por sus ocupaciones o recreos. Si comiéramos con discernimiento también se robustecería nuestra fraternidad, como miembros felices de la familia divina. MARAVILLA DE CONSTRUCCIÓN Y DE AMENIDAD Aparte de su excelente doctrina, su trazado didáctico es una maravilla de construcción y de amenidad, de sabiduría y de inaudita pedagogía femenina, programático y práctico para enseñar deleitando cómo llegar a la perfección. Y por añadidura encontramos en él una fuente valiosa de información sobre la situación del cristianismo, y de la vida religiosa y de determinadas actitudes sociales de su tiempo. Queriendo con todas sus fuerzas ayudar a sus dos apasionados amores, a la esposa de Cristo, y «a este Señor mío que tan apretado le traen», por la limitación de los condicionamientos eclesiales y sociológicos de la época, que margina y subestima a la mujer, cuyos derechos Teresa subliminalmente reivindica, se entregará ella y dedicará a sus monjas a la oración, con lo que, sin ruido, alcanzaba la entraña del problema. Y ese es el tema nuclear de Camino de perfección: la oración como causa transformadora de los orantes, y el ejercicio de las virtudes evangélicas que los hagan capaces de poder llegar a la «fuente del agua viva», que, para ella, es la oración perfecta, la contemplación, para ser eficaces con sus plegarias. Pues, aunque Dios escucha toda oración, de oración a oración va mucho. Camino, además, a la vez que es un tratado de oración, es también una práctica de oración teresiana, pues en casi todos los puntos doctrinales intercala conversaciones con el Señor, efusiones afectuosas, peticiones ardientes, alabanzas, acciones de gracias, en comunión con el lector. EN EUROPA NO HAY «PLUMA DE MUJER COMPARABLE A TERESA» Las páginas redactadas por esta mujer han obtenido alabanzas increíbles. fray Luis de León comenzó los elogios «dudando que haya en nuestra lengua escritura igual». Don Juan Valera los confirma confesando que si junto a Cervantes podemos colocar los nombres de Shakespeare, Dante y Ariosto, no hay en la literatura europea «pluma de mujer comparable a Teresa». Su «escritorio» es contemporáneo del «estudio» creado por la italiana Isabela d’Este en el palacio ducal de Mantua. He querido compararlos, ya que a Isabela sus contemporáneos del renacimiento la consideraron brillantísima, «la mujer más brillante de su tiempo». Incluso, «la primera mujer del mundo». Inteligente y bella duquesa, dejó unas cuantas cartas. eso sí, qué preciosidad su estudio, su escritorio, con la pluma de ave y el tintero sobre una mesa maciza, en el rincón exacto de la estancia noble colmada de piezas de arte únicas y libros raros, bajo un artesonado señorial. ¿qué libros escribió su alteza? tres docenas de cartas... demasiado bello el «escritorio» para tan corta cosecha. Conservan en San José de Ávila el escritorio de madre Teresa: su celda. a Isabela d’Este le hubiera complacido tal sencillez. Quizá le hubiera estremecido. Buscando la luz bajo la ventana, un poyo de ladrillos hasta medio metro de altura; justo para que la monja alcance, sentada en el suelo sobre una esterilla. ¿Qué más? nada más, la pluma de ave y el tintero. aquí escribió madre Teresa su Camino; la segunda copia de la vida; parte sustancial de las moradas. y miles de cartas, alteza. a mí sólo me queda una duda: si Teresa miraría de vez en cuando la ventana, cielo azul de día, cielo negro de noche. ¿0 siempre miró hacia dentro? De todos modos, Alteza, el cielo terso de Ávila tiene poco parecido con el cielo virgiliano de Mantua. Tampoco el renacimiento exquisito de la duquesa italiana se parece, Alteza, al renacimiento penitencial de la monja castellana. Vos la duquesa, seguís el consejo de vuestro amigo Lorenzo de Médicis: «¡Cuán dulce es la vida que tan pronto pasa, sed felices mientras podáis serlo!».Ella, la monja, considera ganancia «perder la vida por amor»... ESCRIBIÓ LA MADRE ESTE SU PRIMER CAMINO TODO DE UN TIRÓN. Sin dividirlo en capítulos ni poner epígrafes. Las hermanas lo devoraron. Les cuenta en los tres primeros capítulos la finalidad de su convento, creado para vivir pobres y orando por la iglesia: su modo femenino de ayudar desde retaguardia a quienes combaten en primera línea (predicadores y letrados).Un medio han de usar las monjas para conseguir el fin: la oración. Teresa considera la oración el camino seguro; y a la oración dedica su libro: es verdaderamente guía que introduce al alma en la oración mental; la madre Teresa estima falta de sentido: la oración puramente vocal. los capítulos 4 al 15 exponen tres condiciones previas que una monja de clausura debe cumplir si quiere de veras entrar en clima de oración: primera, ejercer la caridad con sus hermanas; segunda, desasirse de ataduras internas y externas, es decir, olvidar los intereses del mundo, las inquietudes familiares, incluso el apego a la vida, aceptando valerosamente la enfermedad y la muerte; tercera, ejercitarse en la humildad, luz verdadera para entender cómo no somos nada y Dios es todo gasta los capítulos 16 al 18 en avisos muy acoplados a la mentalidad religiosa de su época. la «oración contemplativa» lleva consigo experiencias místicas cuya ausencia podría desasosegar a las monjas creándoles complejo de frustración. MADRE TERESA LES ACLARA QUE DEBEN ACEPTAR CON HUMILDAD EL ESTADO DE ALMAS ORANTES Donde Dios las coloque, sea en los primeros peldaños sea en las alturas: no es perfecta la monja que tiene «más gustos en la oración, y arrobamientos, y visiones o mercedes», sino quien descubra ser «la más ruin de todas, y esto que se entienda en sus obras». El capítulo 19 afronta el estudio de la oración a fondo, parte central del libro. A veces el lector se extravía, por la abundancia de observaciones y experiencias, cuya afluencia Teresa no consigue reprimir: «¡ojalá pudiera yo escribir con muchas manos!», comenta. Expone la manera de iniciar la oración, el apoyo de la oración vocal a la mental y a la contemplativa, los diversos grados a partir del simple discurso; pasa luego de la «oración de recogimiento» a la «de quietud», que representa la primera oración mística. a partir del capítulo 27 apoya sus consideraciones en las palabras del padrenuestro, tejiendo un comentario muy original y sugestivo de cada petición: el «cielo» donde el Padre está, es el alma humana; su «reino», la oración de quietud; «cumplir la voluntad de Dios» equivale a recibir la cruz y practicar virtudes; el «pan de cada día», la eucaristía, el «mal», apegarse a esta vida poniendo en riesgo la «otra», la verdadera. ¿ofrece algún interés al ciudadano corriente de finales del siglo XX, un librito escrito por madre Teresa para sus monjas castellanas de mitad del XVI? pues... tan distintos no somos. EL RÍO BAJA DE LA SIERRA —«UN BORBOLLÓN DE AGUA CLARA, / DEBAJO DE UN PINO VERDE / ERAS TÚ, ¡QUÉ BIEN SONABAS!» (A. MACHADO)— para llegar a la desembocadura convertido en «barro salobre». Machado nos ve en el río, somos el río, agua cansada que viaja ya sucia; pero lleva dentro el recuerdo del alma: «Como yo, cerca del mar,- río de barro salobre, ¿sueñas con tu manantial?» El camino de madre Teresa nos conduce río arriba, río arriba, hacia el manantial. ¿Dónde brota el manantial, dónde hallar nuestro secreto? en la casa de Dios, en el pecho de Dios: «Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, -misterioso hogar. dormiré allí, pues vengo deshecho - del duro bregar». (M. Unamuno). Que por cierto, no son tan fáciles de leer los libros de Santa Teresa como dicen los expertos. Están escritos cuatrocientos años hace, con un estilo lejano del nuestro. Exigen al principio cierta constancia, hasta entrar en su ambiente y acostumbrarse a sus giros. Inesperados, personalísimos. que sorprenden como latigazos. Estimula a sus monjas: «sería cosa terrible y muy recio de sufrir (que fueseis) pocas y mal avenidas ¡no lo permita Dios!». las quiere decididas: «venís a morir por Cristo, y no a regalaros por Cristo». y bien atentas a la presencia íntima que se cumple en sus almas: «por paso que hable», es decir, por quedo que hable, el Señor habita en ellas, habita en nosotros. TAMBIÉN PODRÍA LLAMARSE EL LIBRO CAMINO DE SANTIDAD Con mayor acento actual de iniciativa divina. Su experiencia propia de orante y de cristiana, las confidencias de sus hijas, la observación de sus años en la Encarnación, la asimilación de la lectio divina durante sus veintisiete años de monja y, sobre todo, la inspiración de Dios, que otorga sus luces a quienes Él confía una misión eclesial, son las fuentes de este libro, fundamental para vivir el hecho cristiano, y clásico en la literatura universal. Que se haya escrito a ratos, con muchas, y a veces largas interrupciones, y sin echar mano a libros de consulta, no le resta mérito, al contrario, lo hace más vivo y dinámico. La palabra de Dios en sus obras. Como todas sus obras, también ENRAIZADO EN LA PALABRA DE DIOS Camino está muy enraizado y respaldado en la palabra de Dios, pues aunque su lectura no fue directa, sino a través del Breviario, de devocionarios al uso y de las perícopas de epístolas y evangelios dominicales que pudo leer en la biblioteca de la Encarnación en la traducción de fray Ambrosio Montesino, está muy presente la Sagrada Escritura en la obra escrita de la autora. Pocas veces cita explícitamente, pero existe un río subterráneo en su espíritu que alimenta abundosamente sus imágenes y sus frases; lo que coincide con su experiencia mística que también es Palabra, aunque privada, que no desmiente la Palabra pública, y que es una manera fruitiva profunda de conocer en vivo la Palabra. Ofrecen también un influjo notable de divina Escritura los Morales o Comentarios del Libro de Job, de san Gregorio Magno, que ella había leído y asimilado. Hasta su modo de concebir la oración y de dirigirse a Dios en el diálogo, trae remembranzas de los diálogos de Job con Dios. EN LA LABORIOSA ELABORACIÓN DE CAMINO. He procurado localizar todos los datos revelados, explícitos unas veces, implícitos las más, y esto con intencionalidad doble, la de dejar más asegurada, aunque no lo necesita, la doctrina de la Madre poniendo de relieve sus raíces, y la de hacerla más actual, porque destacando lo mucho que ella amó la Palabra, se aprecia cómo se anticipa a las orientaciones del concilio Vaticano II enaltecedoras y estimulantes de la lectura de la Sagrada Escritura: Así dice la Dei verbum: «Es necesario que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura y se rija por ella. Porque en los sagrados libros, el Padre que está en los cielos, se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe de sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Pues la palabra de Dios es tan viva y eficaz (Heb 4,12), que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados» (He 20,32. AL FIN, MUERO HIJA DE LA IGLESIA. Maltrecha y agotada, obediente a sus superiores, que eran sus hijos, hasta la muerte. Así tenía que ser. En Alba de Tormes a donde la conduce, medio muerta, la obediencia al padre Antonio de Jesús, provincial de Castilla, se paró aquel corazón consumido de amor a Cristo y a la Iglesia, los dos, el único amor de esta mujer excepcional. «Al fin, muero hija de la Iglesia». Fueron sus últimas palabras, y en ellas va encerrado todo el secreto de su vida: el deseo de servir a la Iglesia, «ayudar lo que pudiera a este Señor mío, que tan apretado le traen», y el temor de que la Iglesia no permitiera que ella la ayudara e impidiera el desarrollo de su carisma; que no la quisiera mantener en sus entrañas maternales, que pudo haber ocurrido, y no fue fácil que no ocurriera, pues los «tiempos eran recios». INFLUENCIA DE SUS OBRAS. Por sus escritos ha podido Teresa extender su magisterio, incluso extramuros de la Iglesia Católica. Con sus páginas ha llegado hasta la judía, hoy, gracias a ella, Beata Edith Stein que, en 1921 leyó de un tirón su Vida y encontró la verdad. Ha alcanzado también al patriarca ortodoxo Atenágoras, al primado anglicano Ramsey, y a los también anglicanos Allison Peers, y Trueman Dicken, autor éste de Crisol del amor, un estudio profundo sobre los libros de Teresa y de su compañero san Juan de la Cruz. Y la que en Camino se lamentó del crecimiento de la desventurada secta de los «luteranos», con sus libros ha inspirado en algunos temas, al filósofo protestante Leibniz, y ha conseguido que el también luterano Ernst Schering haya escrito la obra Mística y realidad, basada en las experiencias místicas de ella. Otro luterano, Roger Schutz, ferviente admirador, ha escrito de ella: «Santa Teresa de Jesús compraba, discutía de negocios, escribía, y vivía al mismo tiempo, en su vida profunda, en la intimidad con Dios. Por algo esta mujer ha sido siempre un ejemplo clásico de contemplativo». Lo dice él, que ha fundado Taizé, según el ideal contemplativo. Camino de perfección nos descubre la entraña de una extraordinaria mujer, y de una madre universal, sublimemente divina y tiernamente humana, con la garantía de leer doctrina de la Iglesia que por boca de Pablo VI ha proclamado a santa Teresa «doctora» el 27 de septiembre de 1970. La primera doctora de la Iglesia. DE TERESA DE CEPEDA Y AHUMADA A TERESA DE JESÚS Singular trayectoria. Dios buscó a Teresa, Teresa buscó a Dios y
los dos se encontraron; pero la aventura, que terminó con su muerte en el
seno de la Iglesia «¡al fin, muero hija de la Iglesia!», duró casi sesenta
años. VIDA FECUNDA LA SUYA Desde que siendo niña se reunía con su hermano Rodrigo para leer vidas de santos y repetir muchas veces “¡para siempre, siempre, siempre!” y se escape con él a tierra de moros a que los «descabezasen por Cristo», y decidan ser ermitaños, y construya con piedrecitas pequeños monasterios jugando con sus amiguitas como «que éramos monjas», y a los trece años acuda a la Virgen de la Caridad a decirle que se le ha muerto su madre y que lo sea ella ahora, lo «que le ha valido», y con la lectura de los libros de caballerías haya perdido el fervor de cuando niña, y los flirteos con sus primos que estuvieron a punto de tronchar su vocación..., hasta que la alcanzó la muerte: «Ven, muerte, tan escondida», en Alba de Tormes, ¡qué peripecia tan singular e insólita, qué andadura tan rica y polifacética, qué maternidad tan prolífica y qué acción tan estimulante! Doña María de Briceño, en Nuestra Señora de Gracia, restaurará las heridas de la avidez de sus lecturas, y la afectividad lastimada por sus primos, criadas y parientas, y curará su tibieza que la hacía «enemiguísima del monjío». Una enfermedad la saca del monasterio de las Agustinas, donde se había hecho querer, como en todas partes siempre. La visita en Hortigosa de su tío don Pedro de Cepeda, virtuoso y amigo de buenos libros, enriquece el afán de la lectora y cambia el rumbo de sus temas. El tío quiere que le lea a él, y ella, por darle gusto, le lee, y la fuerza de la lectura y la conversación ablandan el barbecho, hacen que se vaya encontrando a sí misma y empiece a recordar. Monja carmelita en la Encarnación de Ávila.. El empeño que puso en la lucha la enfermó, y la llevaron a curarse a Becedas, donde casi la mataron, cuando andaba ya por las quintas moradas, introducida por Francisco de Osuna a través de su Tercer abecedario, regalo de su tío. Curada, deviene el milagro de san José y se convierte en la monja fina, pálida que la hace tan atractiva. STA TERESA MUERE EN BRAZOS DE ANA DE SAN BARTOLOME Sintiéndose morir dijo Teresa: “Ya es tiempo de caminar.
¡Vayamos muy enhorabuena!” Maltrecha y agotada, rezumando Dios por todos sus
poros, humanísima y celestial, soñadora y realista -equilibrada-,
inteligentísima y práctica, decidida y trabajadora infatigable, haciéndose
presente en toda Castilla y Andalucía con sus cartas, tan humanas y
afectuosas, preocupada, tanto por las necesidades más ordinarias de la vida, como
por el vuelo de sus corresponsales, y obediente a sus superiores, que eran
sus hijos, hasta la muerte. Así tenía que ser. En Alba de Tormes a donde la
conduce, medio muerta, la obediencia al padre Antonio de Jesús, provincial de
Castilla, se paró aquel corazón singular cansado de tanto amar, agotado y
consumido de amor teologal: “Al fin, muero hija de la Iglesia”. Fueron sus
últimas palabras, y en ellas va encerrado todo el secreto de su vida: el
deseo de servir a la Iglesia, “ayudar lo que pudiera a este Señor mío, que
tan apretado le traen”, y el temor de que la Iglesia no permitiera que ella
la ayudara e impidiera el desarrollo de su carisma; que no la mantuviera en
sus entrañas maternales, que pudo haber ocurrido, y no fue fácil que no
ocurriera, pues los “tiempos eran recios”. Vivo sin vivir en mí, Al tiempo de morir Teresa, en la huerta, al pie de la ventana de
su celda, las ramas secas de un arbolito, que nunca llevó fruto, han
reventado en una prodigiosa floración, cubriéndolo todo de armiño; ha
repicado sencillamente a gloria con las campanillas blancas y sonrosadas de
sus fragantes florecillas, que llenaron el aire de perfume... ¡en octubre, y
en la meseta castellana! "Levántate, amada mía, ven a mí, porque ha pasado el invierno, y brotan flores en la vega y la viña en flor difunde perfume". Y de la primavera de gracia que, a su muerte, dejaba la Madre en la Iglesia con sus hijas e hijos y sus libros: “Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra; mas ahora que vive en el cielo, la conozco y la veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros” (Fray Luis de León). BREVE PONTIFICIO LUMEN HISPANIAE DE PABLO VI Por el que Santa Teresa es nombrada Patrona de los escritores católicos españoles. Otorgado por el Papa Pablo VI el 18 de septiembre de 1965. Lleva por título: “Lumen Hispaniae” Luz de España. “Los escritores católicos de España, cuya profesión debe emplearse cada día en la salvación y bien de los hombres, sobre todo en estos tiempos en que un aluvión tenebroso de libros y revistas influye tanto en la ruina de las almas: “Para que aquellos en quienes recae la mayor responsabilidad de los libros y revistas que se publican tengan a quien volver los ojos en tan importante tarea y encuentren refugio en donde ampararse, Nos accedemos gustosamente a este ruego. Así pues, oído el parecer de la Sagrada Congregación de ritos tras conocimiento cierto y madura deliberación, con la plenitud de nuestra Autoridad Apostólica, en vigor de este breve y de una vez para siempre, nombramos y declaramos a la virgen Santa Teresa de Jesús patrona principal de los escritores españoles católicos, con todos los honores y privilegios litúrgicos que corresponden a los patronos principales de organizaciones y asociaciones”. Sirvan estas líneas para conocer otro patronato de la Mística Doctora. Dice Santa Teresa: EN LAS MANOS DE DIOS “Vuestra soy, para Vos nací, Soberana Majestad, Vuestra soy, pues me criasteis, ¿Qué mandáis, pues, buen Señor, Veis aquí mi corazón, Dadme muerte, dadme vida:
LA EXPOSICIÓN DE LAS EDADES DEL HOMBRE "Teresa de Jesús, maestra de oración", presenta aravés de imágenes a una Santa de la que se quiere destacar su magisterio en el campo de la oración y también en el de la vida Una de las cosas que hacen especiales las exposiciones de Las Edades del Hombre es la posibilidad de que sean las imágenes las que hablen y, en este caso, lo hacen sobre Santa Teresa. El resultado lo podrán vivir los miles de visitantes que se espera que pasen por las cuatro sedes de la exposición ‘Teresa de Jesús, maestra de oración’ durante los próximos meses, en unas visitas donde se resalta el magisterio de Santa Teresa en el campo de la oración y también en el de la vida. Este descubrimiento comienza en Ávila, en el convento de Gracia, la primera de las sedes de la muestra y donde se presenta el capítulo ‘Os conduje a la tierra del Carmelo’. En él se hace referencia a los orígenes de la orden en la que Teresa de Jesús entró en el año 1535 y se hace con la presencia directa que ofrece Gracia puesto que allí ingresó Teresa y pudo descubrir su vocación. En este lugar se incluyen 15 piezas con las que se habla del origen del Carmelo, la Virgen del Carmen o los primeros santos carmelitas. En ellas se puede encontrar la Virgen del Carmen atribuida a Francisco Salzillo o la ‘Entrega del escapulario a Simón Stock’ del taller de Gregorio Fernández y que se lleva muchas de las miradas al entrar en Gracia. ASPIRACIONES DE VIDA ETERNA Vivo sin vivir en mí ¡OH HERMOSURA QUE EXCEDÉIS! ¡Oh hermosura que excedéis Oh ñudo que así juntáis Juntáis quien no tiene ser NADA TE TURBE Nada te turbe, Eleva tu pensamiento, ¿Ves la gloria del mundo? Ámala cual merece Del infierno acosado Id, pues, bienes del mundo; |
REPORTAJE EN HONOR DE SANTA TERESA DE JESUS EN EL QUINTO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO Tercera parte LOS CLÁSICOS HONRAN A SANTA TERESA DE JESÚS TESTIMONIO DE AZORÍN Y DE GERARDO DIEGO SOBRE SANTA TERESA Por Jesús Martí Ballester Los escritores españoles han reconocido su calidad y su mérito. Azorín ha dejado escrito un testimonio sobresaliente de la Vida del que dice que es el libro más hondo, más denso, más penetrante que existe en ninguna literatura europea. A su lado, los más agudos analistas del yo, son niños inexpertos. Y eso que no ha puesto en este libro sino un poquito de su espíritu. Pero todo en esas páginas, sin formas del mundo exterior, sin color, sin exterioridades, todo puro, todo denso, escueto, es de un dramatismo, de un interés, de una ansiedad trágicos. Ha escrito Gerardo Diego que Teresa escribe como es; es ella escribiendo, y como la habita Dios es Él quien escribe por ella y es Él el que pone el brillo a todas las calidades humanas con que la había enriquecido. Los libros de Teresa nos cuentan su gran amor por la lectura."Era tan extremo lo que en esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece que tenía contento" Vida, 1,2. "En casa de Teresa de Jesús sus padres - los dos - saben leer y leen. Y enseñan a sus hijos a hacerlo y les transmiten el gusto por la lectura". Y esto en una época en que, según nos dicen, el 80% de la población era analfabeta. Y admiramos su gran facilidad para escribir: "Santa Teresa escribe, no tanto como habla, sino como es. Es escribiendo, lo es en su totalidad y unidad". Gerardo Diego. Teresa de Jesús "fue una mujer extraordinariamente inteligente y activa y siempre ha sido admirada por grandes escritores de todos los tiempos: desde fray Luis de León, su primer editor, a los poetas de la generación del 27, como Pedro Salinas, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Luis Cernuda; en 1970 Pablo VI la nombró Doctora de la Iglesia". A SANTA TERESA LA ENSALZAN LOS CLASICOS Si la prestigiosa figura del doctor Gregorio Marañón (1887-1960) proyectó su luminaria sobre buena parte de la cultura española del pasado siglo, el despliegue de su intensa actividad científica y humanística alcanzó también una gran repercusión internacional. En uno de estos preámbulos evidencia su rotunda admiración por la Santa de Ávila, al tiempo que radiografía sintéticamente lo más granado de su personalidad humana, espiritual y literaria. Precisamente esta última es la que, según Marañón, nos permite captar la grandeza y la eficacia de la monja castellana en los otros planos de su existencia, pues no solo toda su vida está escrita por ella misma en su autobiografía, sino que, por extraño que le sea el tema tratado, en su obra literaria “deja jirones de su personalidad, como deja el cordero copos de su lana entre las zarzas”. Este hecho de dejar trasparentar su vida en todo lo que escribe –inconsciente y nunca pretendido por la mística abulense, si bien transformado en arte– es, para el célebre amante de Toledo, una de las notas más auténticas de la superioridad de un escritor. En este ámbito, raro será, desde su tiempo al nuestro, el escritor o pensador que, siquiera sea una vez, no se haya sentido tangente al pensamiento de Santa Teresa. Sus páginas pasman y cautivan a cristianos y no cristianos, arrebatan incluso a los incrédulos. Más aún, su espíritu sigue hoy en día latiendo en cada una de sus palabras, hasta el punto que, cuando se abre ahora cualquiera de sus libros, emana de él un vivo perfume, el mismo que tenía cuando lo escribió –empuñando la pluma por obediencia– con su mano cansada por el trabajo del día. Un sentido humano vital, jubiloso, chispeante a veces de auténtica gracia popular, hace inmortal la obra literaria de la Santa en todas las lenguas del mundo. Pero no solo se vislumbra este talante en su obra literaria. Lo más extraordinario que hay en nuestra doctora de la Iglesia es que aquella actualidad de sus palabras a través de sus siglos se da también en la vigencia de su espíritu en cada uno de sus discípulos. En efecto, su itinerario de perfección –que alcanza cimas inaccesibles– ha cubierto las naciones de conventos, transformándolo en camino de increíble largura. Para Marañón, “es un espectáculo maravilloso ver en el libro de ´Las Fundaciones´ estremecerse, arder, estallar el impulso creador, que no dejó jamás en sosiego a la Santa”. De la nada surgieron sus monasterios, en los que para Teresa de Ávila solo contaba la responsabilidad de tener una nueva casa de Dios. Ella les comunicó no solo su pasión mística, sino también su alegría, que no es fugaz ruido venido del exterior, sino serena y transparente efusión brotada en lo más profundo del manantial humano. Este hontanar único es el que permite explicar, según el ilustre médico de cuerpos y almas, cómo –a pesar de que al principio de cada una de sus empresas se la tuviese por loca sin serlo– hoy en día se percibe con claridad científica que “la razón está amasada con aquellas presuntas sinrazones y no con el razonamiento complaciente de los espíritus críticos incapaces de siembra alguna”. Por todo ello se comprende que Santa Teresa sea, en la historia de la espiritualidad católica, el motor esencial de ese instante supremo de la especie humana que es el misticismo español. Supone un momento superior en esa trayectoria precisamente porque no se contentó con soñar sin más, ni siquiera con vivir su sueño de amor divino, sino porque además fue por antonomasia ´la Fundadora´, errante por todos los caminos. Basta leer su vida para comprender el heroico proceso de una lucha que le permitió alcanzar el sometimiento de su carne mortal al alma sublimada por el sacrificio. Es así como franqueó las fronteras ante las que se detienen la mayor parte de los hombres, perdiéndose en el horizonte sin límites de lo excepcional. Pero –al igual que sucede con otros seres excepcionales como la Santa andariega–, “gracias a ella prosigue el mundo en su ascensión inexorable”. ¹Cfr. Prólogo de GREGORIO MARAÑÓN a Le Livre des Fondations de Sainte Thérèse de Jesús, Paris, Desclée de Brouwer, 1952, Dr. Gregorio Marañón. «Toda su vida está escrita en cada línea que escribió. Por extraño que le sea el tema tratado, deja girones de personalidad, como deja copos de lana el corderón entre las zarzas. Este arte inconsciente de transparentar la vida del autor en todo lo que escribe, es una de las notas más auténticas de la superioridad de un escritor». «No se ha podido escribir mejor, porque tampoco se ha podido vivir existencia mejor, toda entendimiento y voluntad abierta» dice Emilia Pardo Bazán. Gestación de su primer libro: su «Vida». Cuando empezó a ser invadida por las mercedes de Dios en la oración, se apresuró a pedir consejo y a desvelar su alma a sus consejeros algunos ya citados, y se encontró bloqueada al intentar manifestar lo que ocurría en su alma, el misterio. ¿Cómo podrá decir su vida, su alma henchida de Dios? Una cosa es vivir, experimentar; otra decir lo inefable. Y aún no se le ha dado este carisma. Forcejea. Ha leído la Subida del Monte Sión de Bernardino de Laredo y se ha visto reflejada allí, al pie de la letra. Subrayó los pasajes con que él describe lo que a ella le ocurre y entregó el libro a sus consejeros. Esta narración tan original de su vida, la relación escrita dirigida al padre Pedro Ibáñez y las diversas Cuentas de conciencia, constituyen el embrión del libro de la Vida, que, por mandato del padre García de Toledo, terminó de escribir en junio de 1562, cuando ya gozaba del carisma de efabilidad. Teresa escribe «como quien tiene un dechado delante, del que está sacando aquella labor». A SANTA TERESA DE JESÚS DE JOSÉ MARÍA PEMÁN Don José María Pemán en todas las dimensiones de su vida pública y privada puso de manifiesto su condición de hombre creyente, de intensa vida cristiana y profundas convicciones espirituales y religiosas, entre las que figuraba su íntima devoción a Santa Teresa de Jesús. En este sentido, son muchas las evocaciones de la monja carmelita que se pueden encontrar en la vasta bibliografía del patriarca andaluz de las letras españolas del siglo XX. En innumerables ocasiones –en el ámbito teatral, en el cinematográfico, en el televisivo, en su poesía, en su oratoria de homenajes y de discursos…– es glosada por Pemán la figura de la primera mujer Doctora de la Iglesia, de cuyo nombre dijo “que causa respeto. Es un nombre que se acerca a nosotros: como si le conociéramos todas sus entrañas semánticas, todos sus prestigios históricos.” A este respecto expondré los rasgos más significativos de la simpática epístola que, con el título de ´Carta a la Madre Teresa de Ávila´, publicó el 26 de octubre de 1963 en la página 3 del diario ABC. El objetivo general que en ella persigue es resaltar la armónica convivencia entre la santidad extraordinaria y la humanidad ordinaria de la monja castellana, acogiéndose el literato gaditano a la apoyatura de esta última para la mejor vivencia personal de su fe (“ser ´santo´ parece en tus páginas más fácil y hacedero que en las páginas de muchos autores de hoy ser ´hombre´ simplemente“). Para ello, parte del reconocimiento de que en la relación con la divinidad no siempre se ha dado históricamente la facilidad que hoy se posee para entender al Dios Hombre. Esta cercanía actual de la humanidad santísima de Cristo encuentra en la descalza abulense un precedente sin igual, de modo que su enorme sed de divinidad no solo fue saciada acudiendo al pozo del Dios hecho Hombre, sino bebiendo de su agua hasta obtener la sabiduría necesaria que le llevó a ser la primera mística de la plena humanidad de Jesús (“con tanto bulto y verdad que casi espantabas a tus confesores”). Esta anticipación en el tiempo permite que, ahora, en “esta edad tan apretada del mundo”, vayamos “a tu pozo por agua los que tenemos mucha sed y no poco susto”. En esta navegación por la humanidad de Santa Teresa, Pemán toma como brújula los tres lunares que, entre nariz y boca, lucía el lado izquierdo de su rostro, así como la irónica actitud que adoptó respecto de su retrato realizado por fray Juan de la Miseria. Pero, en su cabotaje, el popular académico se embarca no en dirección al puerto de la perfección última de la Doctora de la Iglesia, sino al archipiélago de las ´faltillas leves´ registradas en su vida. Entre ellas cita su escrupulosidad y su gusto por las joyas, el buen atavío, el buen aseo y los libros de caballería. Esta última afición sería precisamente la que, una vez entregada por completo a Dios, le llevaría a hacer ´caballería a lo divino´, salvarse ´por haber quedado amiga de los buenos libros´ y salvar a millones de almas con los suyos, cuya lectura –aun versando sobre letras divinas– resulta asunto “mucho más humano y gracioso que leer a los escritores que ahora escriben para divertirnos”. Se trata, en definitiva, de una literaria carta escrita con toda la respetuosa familiaridad, la cordial sencillez, la lírica amenidad y la humilde devoción característica de la obra de un hombre que, frecuentemente a lo largo de su vida –incluso en su postrera enfermedad y en las vísperas de su muerte–, halló sabiduría y consuelo con las lecturas de quien, desde 1965, fue la Patrona española de su oficio. Un ejemplo de la mística española es el famoso Soneto a Cristo Crucificado, que, muestra el penetrante individualismo y la devoción interior típica de la ascética y mística españolas: Soneto a Cristo Crucificado No me mueve, mi Dios, para quererte, Tú me mueves, Señor; muéveme el verte Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, No me tienes que dar porque te quiera; Esta primorosa y emocionante poesía ha sido atribuida a Santa Teresa de Jesús. Esta primorosa y emocionante poesía ha sido atribuida a Santa Teresa de Jesús, a San Francisco Javier, a San Ignacio de Loyola y también a un oscuro fraile, misionero agustino, llamado fray Miguel de Guevara. Ninguna atribución se basa robre pruebas suficientes o, siquiera, de probables suposiciones. Para Federico Carlos Saiz de Robles “podemos atribuirlo sin menos razones a Lope, alguno de cuyos sonetos místicos tienen parecidas perfección, ternura recóndita, contrición desmedida y tersura idiomática”. Para la crítica moderna este soneto es de autor desconocido. Es un soneto que en no puede faltar en ninguna antología de la poesía castellana. SANTA TERESA DE JESÚS Y SAN PEDRO Teresa de Jesús tuvo algunos amigos especiales dentro de la Biblia. Creyentes grandes que le ayudaron a vivir la fe, que le dieron luz para seguir el evangelio y le sirvieron de inspiración. Uno de ellos es Pedro. Él y Teresa comparten una experiencia fundamental que cambió sus vidas radicalmente. Tal vez por eso, Pedro acude muchas veces a la pluma de Teresa. Los dos llegan con una invitación que hoy sigue siendo necesaria en la vida de cada creyente y de la Iglesia. Lo que transforma la vida de ambos es el encuentro con Jesús. Lo hace inmediatamente, porque algo cambia en ellos, pero no es un cambio total repentino, aunque Pedro deja sus redes al instante (en cuanto Jesús dice: «Venid conmigo») y Teresa entra en un convento a los veinte años y hace su profesión «con gran determinación y contento», como ella misma dice. No basta dejar las redes ni «todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El». Teresa dirá: «Los que quisiéremos ser vuestros hijos verdaderos y no renunciar la herencia, no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son cinco llagas». Teresa ha heredado y hecho propia la fe madurada por Pedro: el Jesús que llama y fascina es, también, el Siervo de Dios. Pedro y Teresa tendrán que recorrer un largo camino que va de la autosuficiencia a la confianza. De una cierta presunción al abandono. Tendrán que dejar de creer que las propias fuerzas bastan para vivir el camino que abre Jesús y ceder el protagonismo, dejarse llevar por la corriente de amor que ha asaltado sus vidas. Teresa recuerda las negaciones de Pedro como el gran paso de su vida: «Salió de aquella quiebra no confiando nada de sí, y de allí vino a ponerla [la confianza] en Dios». De ella misma, dirá: «Suplicaba al Señor me ayudase; mas debía faltar… no poner en todo la confianza en su Majestad y perderla de todo punto de mí». Los dos entendieron que había que rendirse, abandonarse a algo mayor. No con afán destructivo, sino por el deseo que despierta el encuentro con Jesús y la necesidad de salir de la propia ceguera, al comprender que aleja del amor. «Rendida y confiada» creía Teresa que era posible avanzar en el seguimiento de Jesús. Y Pedro, después de su negación, firmaría las palabras de ella: «Considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié; de mí, muchas veces». Por eso, ni Pedro ni ella desesperaron. Teresa acude a Pedro para animar: «Pensaba muchas veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones son gran cosa». Sabe que el miedo puede abortar un camino de alegría. Y muy gráficamente, dirá que no hay que ser como sapos ni «solo cazar lagartijas». Andar con cuidado, sí. Buscar maestros, también. Pero es importante «tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos… podremos llegar a lo que muchos santos». La figura de Pedro le suscita fortaleza y autenticidad, y añade: «¡Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras!». Recordará que Pedro, cabeza de la Iglesia, era un sencillo
pescador, sin otro abolengo. Le interesa recalcar que no hay que «hacer caso
ninguno del linaje las que de veras quieren ser hijas de Dios». Le importa
que se haga visible que la verdadera dignidad viene de la fraternidad, del
Padre que une a todos los seres humanos. Aunque el apóstol aparece en más ocasiones, entra en escena en un momento clave de las VII Moradas, cuando Teresa explica para qué tanta oración y por qué seguir un camino espiritual: para vivir y servir como Jesús. Lo que Pedro ha recibido –igual que Teresa–, toda la experiencia de fe y amor que ha vivido, tiene un fin: «Que nazcan siempre obras», obras de amor. Vivir desde el encuentro con Jesús define al cristianismo.
Teresa escribirá: «No está el negocio en guardarnos de los hombres… ni en
tener hábito de religión o no… ni en lo que toca al cuerpo… sino en contentar
a Dios» —que era lo que hacía Jesús. Es lo mismo que Pedro decía: «Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres». Después, los dos sentirán la
urgencia de compartir y comunicar: «No podemos dejar de proclamar lo que
hemos visto y oído». La autora de esta entrada es la hermana Gema Juan, del Carmelo de Puzol, que la ha publicado en su blog, NADA TETeresa de Jesús, 500 años.
¿CÓMO LEER A TERESA DE JESÚS? Recomendación de Daniel de Pablo Maroto en su libro “Biografía de Teresa de Jesús: Cómo leerla y por donde comenzar Es tarea difícil aconsejar a los lectores cómo tienen que leer las obras de santa Teresa, porque cada uno lo hará a su gusto y manera, según sus preferencias o necesidades. Por si acaso sirve mi palabra escrita, aconsejo que no comiencen a leer a la Santa por las Moradas porque es posible que abandonen la lectura después de leer algunas páginas. En mi opinión, conviene comenzar leyendo los primeros capítulos de la Vida, del uno al décimo y después pasar hasta el 23-24, para enlazar con la historia de San José, capítulos 32-36 y dejar, de momento, la lectura. Después, leer directamente todo el texto de las Fundaciones, el Camino de Perfección, en la segunda redacción, autógrafo de Valladolid. Una selección de las Cartas, para concluir con los capítulos dejados de la Vida, 11-22, 25-31 y 37-40 Y, al final, las Moradas. No es más que un consejo de amigo. Si los lectores más avezados a los textos teresianos encontrasen otro camino mejor, que Teresa les acompañe y que saquen mucho fruto. COMENTARIO A “LAS FUNDACIONES” DE SANTA TERESA DE JESÚS FEDERICO GARCIA LORCA “Inútil pensar para comprender el espíritu de aquella mujer ideal. Ella logró ser Dios mismo en esas andanzas dolorosas de la vida, bien que sufrió su gran pasión muerte por la carne, pero al fin desató a su sangre y a su corazón de su alma” La literatura mística. Santa Teresa. El Libro de las Fundaciones. La culminación de la mística española se extendió en un período que puede abarcar de 1560 a 1600. Dos figuras emblemáticas (junto a Fray Luis de Granada y a Fray Luis de León) destacan en este período: San Juan y Santa Teresa. Pero ello no debe hacernos olvidar que hay otros místicos españoles en esos años. Podemos citar a Pedro Malón de Chaide (1530-1589), agustino autor de “La conversación de la Magdalena”, y a dos franciscanos: Diego de Estella (1524-1578), autor de “Meditaciones devotísimas del amor de Dios”, de un gran vigor intelectual, y a Fray Juan de los Ángeles (1536-1609) con una amplia y abundante obra: “Diálogos de la conquista del espiritual y secreto reino de Dios” y“ Triunfo del amor de Dios”. Una característica peculiar de la literatura religiosa del período es la estrecha unión entre la Mística y la Ascética. Místicos, en el sentido más propio de la palabra serían Fray Juan de los Ángeles, Santa Teresa y san Juan de la Cruz. Estos dos últimos por encima del primero en cuanto valores literarios, religiosos e incluso filosóficos. Viene esto a demostrar que la escuela carmelitana es la culminación de la Mística española universal. No hay que olvidar que Teresa de Jesús (Ávila, 1515-Alba de Tormes, 1582) fue desde niña amiga de los libros. Entre sus primeras lecturas se encuentran los libros de caballería, el Abecedario Espiritual de Osuna, Bernardino de Lorenzo e incluso Erasmo, aunque este último fue pronto abandonado y nunca reconocido. Parece que Santa Teresa estaba ya desde niña destinada a la vida monacal. Gustaba de jugar a los conventos y a edificar monasterios. A los 18 años ingresa en el convento abulense de la Encarnación. En 1560 empieza la reforma carmelita. La Orden había perdido mucho de su primitiva austeridad y la Santa se propuso restablecerla. Esta reforma debió suscitar grandes discordias en la Orden, entre los “descalzos” (reformados) y los “calzados”. A los calzados se unieron nuevos enemigos, que no dudaron en llevarse los escritos de Santa Teresa, concretamente El Libro dela Vida, incluso hasta la Inquisición. Es interesante el capítulo de la “persecución” por parte de la Inquisición hacia Santa Teresa. Dice Menéndez y Pelayo que el creer que la Inquisición persiguió a santa Teresa no tiene fundamento. No hubo tal persecución, sino que Santa Teresa era una mujer que hablaba y escribía de temas teológicos y místicos, y por ello, según Menéndez y Pelayo la conducta que llevó a la Inquisición con la Santa “nos parecerá prudentísima”. Además de “El Libro de La Vida” Santa Teresa plasmó en su obra todo el contenido de la teología mística. Así tenemos: “Camino de perfección”: como una vía para llegar a Dios a través
de la oración mental y vocal. “Concepto del Amor de Dios”: donde comenta el Cantar de los cantares “Constituciones”: donde recoge las reglas del la Orden Reformada. “Epistolario”, etc. En lo literario, J. Caminero piensa que la obra de Santa Teresa
no es sino un intento de conciliar la raíz empírica de su experiencia mística
con las conclusiones sacadas de sus lecturas. Las relaciones de la escritora
con el ambiente social de su tiempo se basan en una radical aceptación de la
“santa ignorancia” y en una actitud antiliteraria, que sacrificando lo más
brillante del ornato retórico la lleva a escribir por obediencias por
necesidad de comunicarse. Sus ideas estéticas están basadas en el
ensimismamiento, la elevación y el olvido del paisaje. El Libro de las Fundaciones sale a la luz por primera vez en
1630 (edición de Amberes), en obsequio al Conde Duque de Olivares (conservado
hoy en el Escorial). Tiene esta edición multitud de notas y apostillas,
muchas de ellas tachadas, achacadas al Padre Ripalda, rector del colegio de
la Compañía de Jesús en Salamanca o al Padre Gracián. Así, considera la BGA “profanación al intercalar en aquel
escrito pensamientos no inspirados y ocurrencias frívolas e impertinentes y
borrar palabras en el texto mismo, cuando la misma Teresa no se atrevía
algunas veces a borrarlo”. Hay que buscar el origen de Las Fundaciones en el mismo Libro de
La Vida, ya que en los capítulos 32 a 36 se detalla la fundación de San José,
primer convento reformado. Cada nueva fundación suponía una nueva aventura
debido a los esfuerzos y sinsabores que ello conllevaba. Era. Pues, necesario
que todo ello fuera recogido por escrito para que quedase constancia. En 1753
el jesuita Padre Ripalda le ordena a Santa Teresa que vaya relatando esas
fundaciones. A ella no le parece buena idea el ser elegida ya que dice estar
muy ocupada por otros asuntos y, haciendo gala de su gran modestia dice
sentirse “algo apretada por ser yo para tan poco, y con tan mala salud”. Empieza a escribir definitivamente y, según nos aclara el
Prólogo el 24 de agosto de 1573, escribiendo la historia de los ocho
conventos de monjas que llevaba fundados (primera parte del libro: 20
primeros capítulos). Primera etapa: Prólogo y capítulos del 1 al 9. La
segunda etapa (1574) iría de los capítulos 11 al 20 (Alba de Tormes). Santa Teresa quiso dar por terminada la relación de Las Fundaciones en la tercera etapa que va del capítulo (Segovia) al Epílogo, ya que no se veía capaz de afrontar nuevas fundaciones. Pero con la ayuda del Padre Doria y del rey Felipe II terminaría
por fundar los conventos de Villanueva de la Java, Palencia, Soria y Burgos,
correspondientes a los capítulos 28 a 30. estos capítulos finales ya no eran
provenientes de apuntes o notas sino que fueron redactados así como iban
sucediendo, ganando así el texto en veracidad descriptiva. La imprenta, pues, no era el objetivo final de sus escritos por
ir destinado a “difusión interior”; sabía que serían leídos atentísimamente,
no sólo por las monjas, a quienes en algunos escritos debía de aleccionar,
sino sobre todo por confesores e inquisidores que, como he referido antes,
recelaban si sus éxtasis y su reforma monacal “eran demonio”. Todo lo relatado en el libro está sujeto a la Divinidad. Abundan las transposiciones de lo cotidiano a lo divino. Es, pues, la forma que tiene Santa Teresa de contarnos que cualquier cosa que ocurra en la vida, cualquier situación, nos hace ver la mano de Dios en ello (“¿De dónde pensáis que tuviera poder una mujercilla como yo para tan grandes obras, sujeta, sin sólo un maravedí ni quien con nada me favoreciese?...Mirad, mirad, mis hijas la mano de Dios...”) F.27, 11 y 12. A destacar también a lo largo de toda la obra es la humildad con la que Santa Teresa habla de ella misma y de sus monjas. Otro objetivo de la Fundaciones sería el de dejar constancia de aquellos que hicieron posible la reforma y la fundación de los conventos, con nombres y apellidos, pero por otra parte se muestra la Santa cauta al obviar los nombres de aquellos que lo entorpecieron. La novedad en el Libro de las Fundaciones radica en que, al contrario de otras crónicas de la época, que eran meras copias documentales, aquí no es el documento lo que importa sino el propio recuerdo. No se trata de escribir una cronología histórica o algo por el estilo, sino el ir poniendo sobre el papel los recuerdos de unos viajes cargados de penurias y de problemas que tienen como finalidad el engrandecimiento de Dios. Estilo. Según Menéndez Pidal, Santa Teresa escribió cuando su formación estaba ya completa. Escribió, por tanto, apoyada en los recuerdos. Una causa de la indomable espontaneidad teresiana es la improvisación llevada a grado extremo. La reformadora redacta siempre arrastrada por la rápida afluencia de ideas (“¡Ojalá pudiera yo escribir con muchas manos!”). Camino de Perfección, XXXIII. De ahí elipsis incesantes, concordancias troncadas, paréntesis enormes que hacen perder el hilo del discurso, razonamientos inacabados por desviación del pensamiento, oraciones sin verbo. Recordemos el lema estilístico de Juan Valdés “escribo como hablo”, pero Santa Teresa propiamente ya no escribe como habla sino que habla por escrito, así que el hervor de la sintaxis emocional rebasa a cada momento los cauces gramaticales ordinarios. Santa Teresa aquí se diferencia enormemente con el Padre Granada, nunca vuelve atrás para releer lo escrito. Así, concentrada intensamente en la propia subjetividad, prescinde por completo de todo uso estilístico. Le ruborizaba el empleo de tecnicismos. Siempre el lenguaje teresiano muestra su atractivo fuera o en posición de todo lo que pudiera llamar “literatura”. El estilo de Las Fundaciones es más correcto que en sus otros libros anteriores. Mejora el modo de narrar, hay más soltura en la escritura, el orden y el enlace de ideas y hasta en el modo de redondear los períodos (debido, quizás, al trato de gente, a los viajes, etc.). De genio alegre y jovial, carácter sencillo, candoroso y puro. La crítica de situaciones o personajes está llena de agudeza, pero sin malicia alguna. Al tiempo que habla con sus monjas, Santa Teresa autoreflexiona
en monólogo. Dialoga con Dios y cobra el discurso tono de oración. Incluso
Dios participa en el lenguaje del coloquio hablando con la carmelita. RELACIÓN DE SANTA TERESA CON ANA DE JESÚS Desde el momento en que la M. Teresa conoció a Ana de Jesús y
vio en ella sus virtudes, pasó a ser su hija predilecta, que junto a María de san José fueron los pilares
de la santa en su vida y en su sucesión. Podía estar tranquila la M. Teresa al dejar Andalucía en 1576 para partir de nuevo a Castilla, sabedora de que los Conventos que se habían fundado allí, estaban en buenas manos. LAS FUNDACIONES En España La primera salida de Salamanca es en 1575 a Beas de Segura. Allí conocerá en abril de ese año al P. Jerónimo Gracián, que por entonces era Visitador en Andalucía. En octubre de 1578, también conocerá en el convento de Beas a San Juan de la Cruz, cuando consigue escaparse de la cárcel y después del capítulo de Almodóvar. Ana, al igual que las otras monjas, quedan impregnadas por la presencia del santo y gozan de su dirección espiritual. En enero de 1582, por consejo del P. Gracián y San Juan, Ana
parte para otra nueva fundación, esta vez en Granada, acompañada por San Juan
de la Cruz y seis monjas, donde se funda el convento el 21 de enero. En julio de 1586, otra nueva fundación se abre camino, la de Madrid, espina que tenía clavada la M. Teresa de fundar allí y no conseguirlo, y es Ana de Jesús, cuando el 17 de septiembre, canta misa Monseñor Neroni y se erige el Convento bajo la advocación de santa Ana. En Madrid conoce a la hija de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, con la que traba buena amistad. Desde Madrid, prepara las fundaciones de Huarte y Valencia. Y vuelve en 1586 a Salamanca para ser Priora. En Europa La elegida para Francia era María de san José, que la M. Teresa
había dejado por Priora en Sevilla y luego pasó a ser Priora de Lisboa. Ésta
fue mandada en secreto a Cuerva (Toledo) y en extrañas circunstancias murió a
los pocos días. Así cambian las cosas, y la candidata elegida fue Ana de San
Bartolomé, aquella que estuvo de enfermera de la santa en sus últimos años y
a su cuidado desde que se rompió el brazo en Sevilla. La acompañarían otras
cinco monjas. La dirección negociadora de tal proyecto correspondió a Pierre
Bérulle, que, junto con otros, portaban cartas de Enrique IV, rey de Francia,
para el Rey de España y para el Embajador francés Barrault, además de una
bula "In Supremo", con fecha 13 de noviembre de 1603. Bérulle
estaba conforme en que fuera a París Ana de Jesús, pero la postura del Padre
General, Francisco de la Madre de Dios, era negativa, llegando a tener
discusiones, y al final el P. General tuvo que cambiar de postura; incluso
Ana de San Bartolomé que la recomendó, le cedió las riendas como capitana,
por tener más experiencia en conventos que ella. Los franceses la llamarían
la "valerosa española". Al año siguiente, el 14 de enero se funda otro en Pontoise,
quedando de Priora Ana de San Bartolomé y un tercero en Dijón, el 21 de
septiembre, donde el 4 de octubre Ana enfermó allí de peste y se sanó con el
velo de la santa. La trama del Carmelo Después de la muerte de Santa Teresa, la separación de los descalzos se hacía cada vez más inminente, y el P. Nicolás Doria empezó su escalada de puestos, hasta llegar a ser nombrado Visitador General de los Descalzos, e imponiendo su autoridad consiguió dividirlo, y los más perjudicados fueron Jerónimo Gracián y María de san José, los que menos, quizás por su silencio, San Juan de la Cruz, que fue destinado como simple fraile a La Peñuela (La Carolina) Ana de Jesús, que, tras la muerte de María de san José, fue la
candidata para la nueva fundación de París. PROCESOS DE BEATIFICACIÓN El mismo año en que muere Ana, (1621), se inicia un proceso ordinario de beatificación y canonización en las sedes de Malinas, Tournai, Cambrai, Arras y Amberes. Las declaraciones continuaron y se sucedieron hasta 1642, sin que el proceso siguiera adelante. En 1872, se retoma la causa de beatificación. Para ello, el P.
Bertolo Ignacio, carmelita belga y definidor general, edita una buena guía de
documentos procesales de la M. Ana, que llamó "Tableau Chronologique des
principaux témoignages... de la vénérable mére Anne de Jésus", en
Bruselas. Y en 1904, otro decreto sobre la validez del proceso apostólico, sin llegar a declarar las virtudes heroicas. Influencia Cuando la M. Teresa escribía el libro de Las Fundaciones,
compartían celda en Salamanca y Ana estaba al tanto de todo lo que escribía
la santa. Años más tarde, cuando le sorprendió la Inquisición a la santa por
el libro de su vida, ésta le consulta a Ana. Ella era la mejor conocedora de
la obra de Teresa. Al ver por primera vez al santo, maltrecho y muy acabado, Ana manda a dos monjas que le cantasen las liras en loor a los trabajos, que al oírlas quedó en éxtasis. Muchos autores atribuyen esas liras a que fueron escritas por Ana, hoy en día no se conoce con exactitud su autor. Ana fue la que, años después de muerta la santa, recopiló toda su obra y en 1587, estando en Madrid conoció a Fray Luis de León, que le entregó dicha obra para su posterior publicación con el nombre de Los libros de la madre Teresa de Jesús, fundadora de los monasterios de monjas y frailes de Carmelitas Descalzos de la primera Regla, Salamanca, 1588. Cuando partió a Europa, el P. Jerónimo Gracián también la animó a escribir, y así escribió su Viaje a París, como años antes le pidiera Gracián escribir Relación de la fundación de Granada. SU OBRA EL REY DE REYES Mirad al Rey de los reyes —Ana de Jesús Los poemas de Ana no tienen mucha relevancia, pero sí sus declaraciones, escritos, actas y epistolario. Apenas nos han llegado obras autógrafas suyas, sino copias. Algunas de sus obras han desaparecido. Nos ha dejado una gran cantidad de cartas y documentos. Es una pena que las cartas que le escribió la M. Teresa a Ana de Jesús, fueran quemadas por ella, mandadas destruir por la misma Madre, en aquellos años que tenían problemas con los Calzados. Ana lo recuerda con dolor en 1597. RAINER MARIA RILKE POETA EL DISCURSO FEMENINO DE SANTA TERESA DE ÁVILA, DEFENSORA DE LA MUJER RENACENTISTA 1. A principios del siglo XVI, los eruditos de teología, ética, derecho y medicina continúan el debate medieval sobre la cuestión de la inferioridad femenina. El sexo femenino, se presume, padece de deficiencias mentales y físicas. Aunque conceden los eruditos que la mujer no es un monstruo, siguen preguntándose, "¿Es la mujer un ser humano?" 2. Los médicos, de acuerdo con los filósofos y teólogos, producen una justificación 'natural' para relegar a la mujer a la casa. Según sus percepciones, la inferioridad femenina proviene de los efectos psicológicos de sus humores fríos y húmedos que ponen en duda el control de sus emociones y la racionalidad. 3. El dominico Daniel Soto (1494-1560) recomienda que las mujeres, las cuales manifiestan una pobreza de razón y una blandura de mente, se excluyan del sacerdocio junto con los hermafroditas, monstruos y dementes. 4. Los argumentos intelectuales de los eruditos sobre la
deficiencia natural femenina justifican la exclusión de la mujer de la
jerarquía eclesiástica y de la educación teológica. La presunción tácita que
la mujer no es totalmente humana determina su posición de otra en el orden
sociosimbólico. Al quedarse excluida del sistema patriarcal, la mujer es
marginal, negativa, inferior y silenciosa. La autoridad social, que sitúa a
la mujer fuera de la representación, se refleja hasta en la voz narrativa. El
discurso místico es el único género en el cual la mujer actúa y habla de una
manera pública. Según Paul Julián Smith, la sociedad limita la expresión de
la mujer a un espacio interno o psicológico. 6 La abyección abre un espacio por donde puede existir su jouissance, aunque todavía queda circunscrito por el discurso tradicional. Según Jacques Derrida, el acto de escribir requiere el coraje de perderse la vida, la naturaleza, para permitir el acceso a la mente. 7 El acto teresiano de escribir es resultado de su muerte a la vida material que le permite el acceso al conocimiento de Dios. En esta experiencia mística su feminidad se sobrepone a la nada y la Santa acepta jubilosamente la sujeción. El conocimiento místico va más allá de su sexo por trascender las limitaciones femeninas. 8 Los lugares comunes de género simbólicamente asocian a la mujer con la aguja y al hombre con la pluma para significar que el discurso femenino es un acto silencioso, un lenguaje oral. El autoritario discurso escrito es patrimonio de los hombres. Santa Teresa escribe específicamente para su propio sexo en la tradición de la cultura mujeril, la tradición subcultural, en un estilo que evita la formulación estructural de una lingüística formal. OBRA MAESTRA DEL GRECO Y no puedo dejar de aludir, queridos lectores, a la obra maestra de El Greco, El Expolio, ese impresionante cuadro de la catedral de Toledo, donde lo divino eclipsa a lo humano en aquella para Cristo la más humillante escena. Inmensa belleza y grandeza combinadas con humildad; sufrimiento de Nuestro Señor cuyo rostro irradia «una serenidad tan sublime… y una resignación en su mirada tan llena de infinita esperanza…»; digno padecimiento escogido por amor; tristeza divina entre una turba que le humilla y blasfema. Magnífico ejemplo de dignidad humana a la luz de lo divino. Ojos de Cristo mirando hacia el cielo, mientras con su mano toca su pecho, como expresión de plegaria y de dolor, en palabras de Al. Busuioceanu. Todo un ejemplo de mística y de verdadera verdad. El Cristo de las visiones de Santa Teresa es muy similar al del impresionante cuadro del Greco. En primer lugar su incomparable belleza: «De ver a Cristo me quedó impresa su grandísima hermosura…” En segundo lugar, nos sobrecoge La Majestad y la humildad en bellísima conjunción. En tercer lugar, Santa Teresa aprende cómo es el misterio de un alma sublime, encarnada en un cuerpo que padece y sufre hasta la extenuación por amor. Y todo esto podemos contemplar en esa grandiosa pintura. Asimismo la Santa carmelita, en una de sus visiones, se ve a sí misma como a Cristo, rodeada por una turbamulta que la amenaza y, como Cristo, eleva sus ojos al Cielo: «Vime estando en oración en un gran campo a solas, en derredor de mí mucha gente de diferentes maneras que me tenían rodeada…Alcé los ojos al Cielo y vi a Cristo…que tendía la mano hacia mí…». Dignidad de Cristo inocente y sufridor. Toda una lección de amor. AMOR, con mayúscula, sublimado con la paleta del pintor y la palabra poética de la santa. *María Jesús Pérez Ortiz es filóloga, catedrática y escritora. |
En este númer REPORTAJE EN HONOR DE SANTA TERESA DE JESUS EN EL QUINTO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO Cuarta parte TERESA DE JESÚS, EL NACIMIENTO DE UNA ESCRITORA ESTE AÑO SE CONMEMORA EL QUINTO CENTENARIO DEL
NACIMIENTO DE SANTA TERESA DE JESÚS POR JESÚS MARTÍ BALLESTER Conmemoramos este año el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515), a la que podemos considerar como nuestra primera gran escritora. Ella y san Juan de la Cruz son figuras cumbres, a la vez, de la mística y de la historia de la literatura, admirables ejemplos de esos "frutos tardíos" que caracterizan nuestra literatura. En Europa, la literatura mística se da en la Edad Media; en España, en la segunda mitad del siglo XVI, la época de Felipe II. Escribe Santa Teresa el Libro de su Vida por mandato de su confesor: "Como me han mandado... para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho". Su finalidad es "que vean las misericordias de Dios". Se dirige a sus hermanas y a todo el que comienza la vida espiritual. Sorprende Santa Teresa por su unión de mística y espíritu práctico, su capacidad de gestión: por ejemplo, trataba a banqueros y mercaderes. Era de familia judeo-conversa. Américo Castro definió su "mística y humana femineidad", su "palabra de mujer". Une el milagro y lo cotidiano. Puede resumirse esa actitud en la metáfora: "También entre los pucheros anda el Señor". Todo
determina un estilo muy personal. Escribe con llaneza, con errores
sintácticos; usa un "estilo de ermitaños, sin novedades ni melindres:
para que, por muy menudo y con claridad, dijera mis grandes pecados y ruin
vida". Lo que
más impresión le causaba, en la lectura, era una palabra terrible, que la
santa repite tres veces: "Espantábanos mucho el decir que pena y gloria
eran para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchas veces tratando
de esto y gustábamos decir muchas veces: ¡para siempre, siempre,
siempre!" (con estas mismas palabras concluye Gustav Mahler el final de
La Canción de la tierra, en la que pone música a poemas de Li-Tai-Po y otros
autores chinos clásicos). Al margen de las creencias religiosas nadie puede negar que Santa Teresa de Jesús es una de las glorias de la cultura española y una extraordinaria escritora. Teresa de Jesús concede a los libros un lugar privilegiado en su existencia. La aportación genuina teresiana se fragua en el contacto con los textos. Porque Teresa no sólo da importancia a los libros a través de su labor de escritora, sino también como lectora. Los inicios de Teresa como escritora se nutren de experiencias plenas, afianzadas y reconocidas en gran medida por sus conocimientos como lectora. Una elaborada estrategia le permite poner por escrito la sabiduría que va adquiriendo a lo largo del tiempo. Y es que Teresa salva las dificultades con la pericia de una maestra del lenguaje que se apoya en la sencillez y en la suavidad de vida. SANTA TERESA DE JESÚS ENTRE LAS “ESCRITORAS”. LA SANTA, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL Por JAVIER LOZANO Poco se puede decir de santa Teresa de Jesús que no se sepa ya. Una adelantada a su tiempo que abrió camino y que renovó el mundo en el que vivía. Poeta, mística, apóstol insaciable y maestra espiritual que siglos después sigue siendo un referente y cuyo ejemplo ha cambiado la vida de reyes, nobles y gente sencilla. Es Santa Teresa, una de las grandes figuras de la Iglesia y de la literatura. La santa nacida en 1515 tuvo una vida de aventura. Conoció a varios de los que más tarde serían también grandes santos de la Iglesia, quiso de niña ir a la tierra de los musulmanes para ser mártir, tuvo una vida de fe convulsa hasta que se encontró con Cristo en sus visiones místicas y en la oración de la que tanto habla. Y pese a su santidad también sufrió mucho por las persecuciones internas en la Iglesia, incluso por la Inquisición. Para la posteridad queda la fundación de las carmelitas descalzas y sus escritos. Una santa a conocer y a continuación leerán cinco aspectos que muestran la grandeza de esta mujer justo cuando se cumple el V Centenario: UNA MUJER AVANZADA A SU TIEMPO Santa
Teresa fue una mujer adelantada a su tiempo. Hizo cosas impensables para una
mujer hace cinco siglos. Impulsó una orden, abrió numerosos conventos y
renovó a la Iglesia gracias a su ímpetu y personalidad arrolladora. Pero si es reconocida en el seno de la Iglesia no lo es menos fuera de ella. Su importancia en la historia, especialmente en la de España es evidente. Hasta en tres ocasiones ha sido proclamada copatrona de España, aparte de la actual patrona, la Inmaculada. En primer lugar Felipe III emitió un real decreto en 1617 nombrándola patrona del reino cuando sólo era beata. Por ello, en cuanto fue canonizada Felipe IV volvió a retomar este asunto y en 1627 fue nombrada "sin perjuicio o del Patronato de Santiago Apóstol en todos los reinos de España", firmaba el Papa Urbano VIII. Por último, las Cortes de Cádiz decidieron reestablecer por unanimidad el 28 de junio de 1812 el título de patrona a Santa Teresa. Además, varios colectivos la han reclamado para su protección. Es patrona de los escritores y de los abogados y ajedrecistas.... UNA GRAN SANTA AMIGA DE GRANDES SANTOS La vida de santa Teresa coincide con el siglo de Oro, del que ella es una de sus protagonistas, y es también un tiempo en el que España dio grandes santos a la Iglesia. La santa abulense se rodeó de algunos de ellos. En su camino se cruzaron y tuvieron gran importancia personajes como san Juan de la Cruz, con el cual colaboró estrechamente, así como san Pedro de Alcántara y san Francisco de Borja. Con san Juan de la Cruz, el otro gran maestro del misticismo, realizó la reforma del Carmelo. El encuentro entre ambos fue providencial y aunque 25 años más joven que ella llevaron una gran obra de renovación en la Iglesia. "El padre fray Juan de la Cruz es una de las almas más puras que Dios tiene en su Iglesia. Le ha infundido nuestro Señor grandes riquezas de sabiduría del cielo", escribía santa Teresa de él. San Pedro de Alcántara fue un gran amigo y su consejero que la ayudó y dio paz a la hora de lanzarse a la reforma del Carmelo. Fue el primer biógrafo de la santa tras su muerte dedicándola tres capítulos en su autobiografía. Con Francisco tuvo también varios encuentros antes de que fuera elegido tercer General de los jesuitas. ADMIRADA Y PERSEGUIDA POR SU RENOVACIÓN Su obra ahora se ve bonita y encomiable pero la realidad es que fue muy dura para ella. En el siglo XVI ser mujer no ayudaba en su misión. Tras ver de Dios que debía hacer la reforma del Carmelo encontró la incomprensión en una parte de la Iglesia. De hecho, la obra misionera que estaba realizando fue perseguida llegando Teresa a comparecer ante el Tribunal de la Inquisición en 1575. Finalmente, el Papa la apoyó y su misión pudo florecer. También tuvo problemas por sus numerosos escritos. De hecho, se quemó uno de sus libros tras la petición de su confesor. Pero a pesar de los sufrimientos que tuvo por la persecución y debido a su precaria salud, santa Teresa no se dejaba amilanar, sobre todo cuando de lo sagrado se trataba. Para defender su obra trató con reyes y la nobleza y fue hasta donde hizo falta para proteger los conventos que sembró por toda España. APÓSTOL INSACIABLE; ESCRITORA PARA LA ETERNIDAD Era monja pero sobre todo tenía un alma de misionera, que conjugaba a la perfección con su maestría para la vida espiritual. Además, a todo esto unía su magistral pluma. Ya fuera sobre su experiencia vital o para la formación de sus monjas la obra de santa Teresa es prolija y misionera. En su vida escribió varios libros y cientos de cartas además de sus bellas poesías. Pese a su intensa actividad en la que no paraba de fundar conventos y viajando por todos los rincones tuvo tiempo para dejar para la historia obras como Libro de la Vida, Camino de Perfección, Meditación sobre los Cantares, Exclamaciones, Fundaciones, Constituciones, Moradas del castillo interior. Su vida literaria iba unida a su vida misionera. En 1562 el papa Pio IV le permitió trasladarse al convento de San José en Ávila surgiendo así la reforma del Carmelo. Teresa no perdió el tiempo y en apenas veinte años fundó hasta 16 conventos por toda España hasta que en 1582 falleciera en Alba de Tormes. UNA VIDA DE PELÍCULA La vida de santa Teresa es digna de una película de aventuras. Fue intensa, agitada, con grandes alegrías y sufrimientos. También de dudas existenciales pero curadas por el amor de Dios. Un amor que ya manifestaba desde niña. Su celo apostólico quedó de manifiesto a la corta edad de seis años cuando junto a su hermano Rodrigo se escapó de casa para ir a la tierra ocupada por los musulmanes y ser mártir. Su adolescencia la pasó entre libros de caballería, de ahí quizás ese espíritu valiente. En su vida había una gran relación con la vida religiosa pero no le atraía e incluso le gustaba algún chico. "Comencé a pintarme y a buscar aparecer y ser coqueta", escribiría más tarde la santa. Ante esto, su padre decidió internarla en un convento pero una enfermedad la devolvió a su casa. Ingresó en el convento de la Encarnación y de nuevo una enfermedad que a punto estuvo de matarla volvió a obligarla a volver a su casa. Tras volver al convento vivió unos años oscuros y de grandes dudas. Muy duros para ella. Y fue a la edad de 40 años cuando tuvo su gran conversión. Aquí comenzaron sus visiones místicas, y sus miedos a que proviniesen del demonio, y también sus grandes escritos que nos dejaron algunas de las frases más bellas que existen: "vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero". En esta nueva vida surgió también su idea de reformar la Iglesia y emprendió la difícil tarea de ser una adelantada a su tiempo y regar de conventos España, creando una orden y luchando contra viento y marea. Su alma era tan misionera que lloró pensando en la necesidad que había de evangelización en la recién descubierta América, un lugar al que soñaba ir pero que no pudo conocer. “TERESA DE JESÚS NO SÓLO ES PATRIMONIO DE LA IGLESIA. Escritora única creó la primera autobiografía de no ficción en lengua romance y una innovadora en la expresión”. Así lo afirma Rosa Navarro, filóloga, catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y comisaria de la exposición Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad. 'Teresa de Jesús no sólo es patrimonio de la Iglesia, es una escritora única' Y es la escritura la espina dorsal de su vida. La literatura fue, junto a la religión, la gran pasión de la vida de Teresa de Jesús. Ambos planos conformaban su binomio terrenal y místico. Y bebían entre sí. “Fue una mujer lectora y escritora”, ha querido recalcar Navarro, además de pionera de la escritura testimonial y biográfica. “Sus obras han dado el discurso a la exposición y el material a los artistas”. Por
eso, obras de Rubens, Zurbarán, Ribera, Giordano junto a piezas
de Alonso Cano o Gregorio Fernández van recorriendo la
vida la Santa enlazando esos pasajes con el testimonio que dejó escrito en
el Libro de la vida. El libro, aseguró en el Libro de la vida, era “una compañía u escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos en la oración”. Sin él, “era luego disbaratada el alma; con esto los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma. Y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más; otras leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía”. TERESA DE JESUS ES UNA ESCRITORA DE LOS PIES A LA CABEZA Otra de las lecturas clave de su vida fue Las Confesiones de San Agustín, que le sirvió de guía para canalizar la introspección y escribir su obra maestra. Pero no fue su única obra importante porque, a petición de sus confesores, superiores o las propias monjas, su producción se centró en la parte más didáctica de la fe en textos como “Camino de la perfección”, el “Libro de las fundaciones” (donde deja constancia de su espíritu emprendedor en un retablo único de la España del siglo XVI que narra a modo de crónica y doctrina la fundación de los 17 conventos, 15 creados por ella personalmente) y “Castillo interior o Las moradas”. UN 'ALMA' PERSEGUIDA QUE PLANTÓ CARA El ánimo lector y escritor de santa Teresa alcanza su plenitud en el “Libro de la vida”, al que llamaba “su alma”. "El alma lo tienen los 'ángeles", escribiría en clara alusión al Santo Oficio, que censuró y requisó su obra durante 12 años. “Habla del alma porque la escritura era su otro yo. Teresa de Jesús es una escritora de los pies a la cabeza que se proyecta en su obra, explica Navarro. El libro se publicó en 1586, cuatro años después de su muerte, y gracias al interés de la emperatriz María, hermana de Felipe II. Teresa escribe como habla, es sencilla, se llevaba mal con el latín y quiere divulgar su experiencia de la fe y Cristo para que le perdure y para sus hijas. Y lo hace con una claridad y una belleza expresiva que captó la atención de los otros dos grandes humanistas de la historia: Fray Luis de León, quien editó su obra cuatro años después de su muerte, y san Juan de la Cruz, con quien refundó la Orden del Carmelo. “Santa Teresa escribe, no tanto como habla, sino como es. Es escribiendo, lo es en su totalidad y unidad”, expresó Gerardo Diego. "Teresa es pueblo y habla como un oro", dijo Dámaso Alonso y Azorín ensalzó su lenguaje por encima del de Cervantes, porque en él la lengua española ya está hecha y en Teresa vemos cómo se va haciendo. Lorca la definió como la "flamenquísima y enduendada. Flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases magníficos, que lo hizo; no por presumir de guapa delante de fray Juan de la Miseria ni por darle una bofetada al Nuncio de Su Santidad, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende (no cuyo ángel, porque el ángel no ataca nunca) la traspasa con un dardo". El Libro de la Vida es un hondo ejercicio de introspección y, a la vez, la historia de una mujer religiosa, inteligente y lectora del Siglo XVI'. Esto asegura la comisaria para hablar de la autobiografía de la mística donde recoge su vida y sus experiencias más famosas. "Utiliza términos de verdadero esposo al referirse a Dios. Su percepción de Cristo es pasional, de enamoramiento", ha explicado el padre Dobado.. También destaca por un lado María Magdalena (representada en un lienzo de El Greco y San José en una obra de Ribera).
LA MUJER TRANSGRESORA Pero no sólo se enfrentó a la Inquisición, Teresa de Jesús tuvo al enemigo en casa y plantó cara a todos los órdenes establecidos: institucional, eclesiástico y patriarcal. Fue una adelantada a su tiempo. Su interés por refundar a los Carmelitas le valió la reclusión durante cuatro años en una celda en Toledo por querer instaurar la igualdad para toda la comunidad y el principio de pobreza. "Tenía alma de líder, contagió su inquietud a un grupo de compañeras. Su celda se fue convirtiendo en un núcleo humanístico de reforma: por la cultura al enriquecimiento del espíritu”, escribe Víctor García de la Concha en el catálogo de la exposición explicando las bases del surgimiento de los carmelitas descalzos. Además, fue una gran diplomática que mantenía relaciones estrechas con el rey Felipe II hasta los nobles de la Casa de Alba, donde se guardó un ejemplar de su Libro de la vida que posibilitó su impresión tras su muerte, y sus coetáneos humanistas. "No se asustaba. Decía que no debía ni tenía honor y por eso hablaba en libertad", ha asegurado Navarro. Y "les venció a todos. Hoy sólo quedan para la historia ella, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León". Y siguió rompiendo moldes, ha destacado el padre Juan Dobado. "Fue la primera mujer que funda una orden masculina y también la primera que entraría en el Vaticano en una escultura, además de la Virgen María, claro". “Es una mujer excepcional que hoy tiene mucha validez. En los tiempos recios, como los que vivimos ahora, esta mujer supo poner determinación, fuerza, coraje y energía para salir adelante”. “Esta exposición sirve para recrearse, pensar y repensar y reconfortarse las mujeres en esa lucha constante que acompañó a Santa Teresa durante su vida”, ha señalado Ana Santos, directora de la BNE. Gian Lorenzo Bernini, “El éxtasis de Santa Teresa”. Mármol, 1652. Nunca podría faltar Bernini, pero como pasa siempre que se trata de un genio que ha producido múltiples obras maestras, la pregunta es: ¿cuál de sus obras? El éxtasis de Santa Teresa fue encargado a Bernini por el cardenal Federico Cornaro para ser colocado donde iría su tumba, en la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. Sería el punto focal de la renovación de la capilla y Bernini trabajó en ella entre 1647 y 1651. La elección de erigir una estatua a Santa Teresa de Jesús, escritora mística y reformadora del siglo XVI devino no sólo de que la iglesia pertenecía a la orden de los carmelitas descalzos, orden fundada por la santa, sino también a la veneración de su figura en plena contrarreforma. Santa Teresa había sido beatificada en el año de 1614 por el papa Paulo V y canonizada en 1622 y era objeto de una especial devoción, al igual que otros místicos como San Carlos Borromeo y San Juan de la Cruz, este último también escritor y amigo personal de la santa. La santa está representada en éxtasis místico, en la transverberación que la colmaba de dicha y amor. Bernini la representó de acuerdo al siguiente texto de la propia Santa Teresa que se encuentra en el prólogo del Libro de la Vida: «Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal… No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo de a gustar a quien pensare que miento… Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado». El ángel, que está flotando sobre el cuerpo de la santa, está a punto de clavar el dardo amoroso en su corazón y la contempla con la cabeza ladeada con una expresión de dicha y ternura. Detrás se disponen los rayos de luz divina hechos en bronce dorado. Contemplando esta obra maestra, uno no puede dejar de pensar que Bernini superó la mera afectación barroca para ingresar en el universo que sólo está reservado para los grandes místicos. En este mismo sentido, el poder ver la gloria a través de la creación y contemplación del arte más sublime que está restringido a unos pocos espíritus que, como Bernini, han trascendido el mundo para convertirse en inmortales. Julián González
SANTA TERESA DE JESÚS Y EL GRECO: CAMINOS HACIA LO INEFABLE Santa Teresa, nació en Ávila en 1515 en el seno de una noble familia. Dotada de gran fantasía, manifestó desde su más temprana edad gran predisposición hacia la aventura. Era muy moderna feminista, divertida, financiera, estratega. Y, sobre todo, escritora genial. Pese a su débil salud, su carácter fuerte le permitió fundar 18 conventos y llevar a cabo la reforma del Carmelo, como clara muestra del resultado de su elección entre las dos posibilidades que le brindaba la vida religiosa, la acción y la contemplación pura. Teresa se compromete a la acción, asumiendo su condición. No obstante, tras numerosas vacilaciones sufridas durante años, se adentra en la vida de la contemplación pasiva guiada por San Pedro Alcántara y San Juan de la Cruz. Al mismo tiempo, escribe sus obras bajo la espada de Damocles de la Inquisición. La relación entre la obra de El Greco y la mística es un problema muy complejo que viene provocando intensas discusiones entre los investigadores durante más de un siglo. Existen opiniones diversas. Están los historiadores de Arte del siglo XIX e inicios del XX que consideraban que el Greco era un pintor visionario y ocupado de lo trascendental, un representante del espíritu severo de la mística española, siendo su obra una experiencia de la comunicación sobrenatural con Dios, a la manera de las visiones de los grandes místicos. El pincel de El Greco convierte las formas pictóricas en símbolos vagos de los pensamientos inexpresables y éxtasis que sustituían a las palabras de San Juan de la Cruz. Sainz Rodríguez ha señalado que los críticos de arte del siglo pasado calificaban de místicos todos los temas religiosos de sus cuadros. Así, el investigador francés P. Lefort escribió en 1893 que el Greco es ...uno de los pintores que mejor han expresado la fe altiva y el carácter sobre los contemporáneos de Felipe II. Barrés atribuía a la obra del Greco que sus cuadros completaban los tratados de Santa Teresa de Jesús y los poemas de San Juan de la Cruz. En realidad, esta identificación entre metafísica y mística españolas y la pintura del pintor griego fue algo fortuito, resultado del “descubrimiento” del Greco al principio del siglo. Barrés, escritor, se aprovechó de la fama del Greco para hacerle pregonero de sus propias ideas. Tenía gran estima por el misticismo español, que oponía al humanismo italiano. (Sainz Rodríguez, Introducción a la historia de la literatura mística). DIFERENCIAS ENTRE LA ASCÉTICA Y LA MÍSTICA La
palabra “mística” viene del
griego μυστικός mystikós ‘misterioso’,
‘enigmático’, propiamente ‘relativo a los misterios religiosos’. Desde los
Padres de la Iglesia tuvo una significación amplia: “manifestaciones de la
vida religiosa sometida a la acción extraordinaria sobrenatural de la
Providencia”. “Relación sobrenatural de la criatura con Dios, a la que es
imposible llegar por las fuerzas naturales o por las ordinarias de la
Gracia”. Definición más descriptiva: “Misticismo es el conocimiento
experimental de la presencia divina, en el que el alma tiene, como una gran
realidad, un sentimiento de contacto con Dios”. La ascética se puede definir como “la propedéutica humana que conduce al misticismo”. La ascética depende solo de la voluntad humana, la mística depende de una gracia extraordinaria divina. Tres vías establecen los tratadistas para alcanzar la unión beatífica: 1. La Vía Purgativa: Etapa ascética. El alma se purifica de sus vicios con la oración y la mortificación. 2. La Vía Iluminativa: Corresponde ya a la mística. El alma, libre de sus defectos, comienza ya a participar de los dones del Espíritu Santo y a gozar de la presencia de Dios. 3. La Vía Unitiva: Se llega al final de ella a la completa unión con Dios. El mundo ya no significa nada y el alma queda a solas con la divinidad y está en absoluta entrega amorosa y gozosa pasividad. Los éxtasis que a veces experimenta el místico son meros fenómenos accesorios para ello. El ascetismo tiene amplios precedentes en la Edad Media, pero la mística del Siglo de Oro español aparece como una absoluta novedad. ¿Con qué razón se llama a España el país de los místicos? Teniendo en cuenta que sólo ha tenido mística en el Siglo de Oro, no parece muy plausible esta afirmación. Quizás se confunda la mística con la ascética. En realidad España sería más bien un país de ascetas. RAZONES DE LA MÍSTICA EN EL REINADO DE FELIPE II 1. El comienzo de la literatura mística en España coincide la terminación de la Reconquista contra árabes y judíos en el 1492. La tensión de la lucha contra los protestantes remueve el fermento semítico, acumulado durante siglos de estrecha convivencia con los árabes. Se explicaría su esencial carácter medieval y lo tardío de su florecimiento. La Reconquista había tenido el carácter de cruzada en defensa del Cristianismo. Al terminar la empresa reconquistadora y la conquista del Nuevo Mundo, quedaba un vacío que fue llenado con la mística. La mezcla de espíritu caballeresco-religioso de la Reconquista favoreció la corriente literaria de la mística durante el reinado de Felipe II. 2. En la Edad Moderna se estableció un contacto con los países germánicos que habían tenido una larga tradición mística en la Edad Media. 3. La mística del siglo XVI es la vía de escape, dentro de la religiosidad ortodoxa, del espíritu del erasmismo y del individualismo renacentista, reprimido tras el Concilio de Trento (1545-1563) y la Contrarreforma (1560-1600). 4. El estado de corrupción de la Iglesia al final de la Edad Media provoca la reforma del Cardenal Cisneros (1436-1517). Las costumbres de la Iglesia dan un cambio radical, lo que provoca la literatura ascética. 5. A estas razones de índole religiosa hay que añadir razones de índole profana: Difusión de las teorías neoplatónicas sobre el amor, el ideal del Cortesano y la exaltación de los libros de caballerías. El neoplatonismo penetra en España con los Diálogos de amor del judío español León Hebreo (1460-1520). Sus teorías sobre el amor influyen en los poetas italianos. El ideal del perfecto caballero cortesano: El Cortesano (1528) de Baltasar de Castiglione (1478-1529) introduce el código de la cortesía del galán y caballero. Los hombres se someten a torturas de adelgazamiento. Esta obra juega el mismo papel que jugó Emilio o De la educación (1762), de Rousseau, en el siglo XVIII. Libros de caballerías: “El ambiente de exaltación religiosa, mezclado con la galantería neoplatónica y el espíritu caballeresco y emprendedor del Reconquistador de antaño, produjo en España una especie de «caballero católico», galante y guerrero. Sus rasgos de carácter coinciden con los típicos del activismo, de la energía y sobrevaloración del valor y de la voluntad de nuestra raza” (Américo Castro). Es característico de esta época el santo que en su juventud fue un galán, caballero y guerrero, y a partir de sus años maduros se hace sacerdote y termina en los altares canonizado por la Iglesia: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, etc. RASGOS DE LA MÍSTICA ESPAÑOLA Carácter de la mística española: Carencia de tradición medieval y posible influjo semítico a través de Raimundo Lulio (1232-1316). Es la última de las manifestaciones colectivas de la mística teológica cristiana. Su tendencia más genuina es de carácter ecléctico. España. La ascética sí posee una
ininterrumpida tradición nacional desde Séneca y su estoicismo. De ahí el
carácter “moralista” de la literatura religiosa española, “concordando así
con nuestra filosofía nacional, en la que predomina la ética (personalista)
sobre la metafísica” (Américo Castro). “El misticismo abstracto no es
típicamente español, éste es siempre más psicológico que ontológico, más
experimental que doctrinal, es motor y raíz de la acción” (Sainz Rodríguez) En el pueblo individualista de los aventureros conquistadores y de las libertades regionales, nacen los místicos que afirman la personalidad humana y sostienen el libre albedrío; el pueblo de la filosofía de Séneca produce unos místicos moralistas y activistas; el pueblo que engendra la gran literatura realista del siglo XVII lleva esta técnica artística a las metáforas de los místicos; el pueblo en el que imperan el conceptismo y todo el casuismo teológico de los manuales de la confesión y de las leyes del honor es el que produce unos místicos con gran finura psicológica. El español reconquistador vivió siglos de activismo y acción intensas por la conquista del ideal religioso de la unidad nacional. Una vez llevada a cabo la Reconquista, este espíritu combativo y aventurero se vuelca en la conquista de América. Tras los primeros cincuenta años de activismo imperial, surge la mística en el momento de iniciarse la crisis del humanismo intimista. El humanismo muestra la imposibilidad de ir más lejos en el terreno de la acción. El español no quiere entrar en las vías del racionalismo moderno, viendo al mismo tiempo que los ideales imperiales se van terminando y la época gloriosa tiene sus límites expansivos. Se comienza a ver que no es posible mantener un imperio tan enorme; esto llevó al español a sentir las cosas de este mundo como pasajeras. Así comienza el espíritu barroco con la sensación de “desengaño”. Desengaño ante las glorias de este mundo, pasajeras y fugitivas. El español de la época de la mística va a emplear el espíritu de voluntad combativa, propio de reconquistador y del conquistador, en la salvación de los valores perennes, la salvación de su alma (“¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”). En el
ambiente de un pueblo individualista de aventureros conquistadores y de
libertades regionales, nace una mística que afirma la personalidad humana y
defiende el libre albedrío. La España de Séneca produce una mística moralista
y activista. La mística española revela la gran finura psicológica que
encontraremos más tarde en la casuística teológica del siglo XVII. POSIBLES INFLUJOS SOBRE LA MÍSTICA ESPAÑOLA Teoría ahistórica: La teoría de Jean Baruzi sostiene la originalidad de los místicos españoles que descubren sus símbolos personales independientemente de otros. Así la Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz es su gran creación personal. “La mística es una filosofía popular que dio a la raza española el alimento espiritual para muchas generaciones”. Teoría sintética: Para Gaston Etchegoyen, la mística española es fruto de una fusión sintética de formas más antiguas. Las metáforas de Santa Teresa son síntesis de metáforas latinas o de escritores que ella conocía. Etchegoyen no distingue entre símbolos esenciales y adornos accesorios. Teoría secular: Dámaso Alonso se basa en la tradición española de tratar “a lo divino” temas profanos. Así los símbolos de los místicos españoles se derivan de la poesía profana y secular, popular o culta. Dámaso Alonso estudia las deudas de San Juan de la Cruz con la poesía de Garcilaso de la Vega, con el romancero y con los cancioneros populares. Teoría arabista: Miguel Asín Palacios resalta el influjo de la mística arábigo-española sobre los místicos del Siglo de Oro. Así ve afinidades entre San Juan de la Cruz y el místico mahometano Abenarabí, natural de Murcia, que floreció en la primera mitad del siglo XIII. Pero no prueba Asín Palacios cómo llegó San Juan de la Cruz a estos escritos. Está probada la influencia árabe en los escritos del filósofo y místico Raimundo Lulio, cuyos libros tuvieron difusión por toda Castilla en el Renacimiento. Felipe II se interesó por adquirir las obras del gran mallorquín para el Escorial. Más probable es que la influencia de Lulio fuera a través de la mística franciscana a la que se habían incorporado tales doctrinas. Teoría germánica: Esta teoría sostiene el influjo de los místicos alemanes Eckart, Taulero, Suso, el flamenco Ruysbroeck, Gerson, y Tomás de Kempis. Según esta teoría, estos místicos representan la tradición medieval que muestra la doble vertiente: intelectualista o racional (Santo Tomás de Aquino) y la puramente mística con predominio del sentimiento amoroso (escuela franciscana). La mística del Siglo de Oro es la expresión definitiva de la expresión mística cristiana y se enlaza directamente con los místicos medievales y con la tradición patrística, aunque otras corrientes de pensamiento (neoplatonismo, corrientes renacentistas, etc.) hayan influido directamente en ella. Según Hatzfeld, Oriente y Occidente ha contribuido a la formación de los místicos españoles, como ha sido el caso de casi todos los fenómenos de la civilización española. Ambas influencias se pueden concretar en dos autores místicos, a quienes conocían los españoles: Raimundo Lulio y Juan van Ruysbroeck; sin hacer falta buscar fuentes más remotas como las de Eckart o Ibn Arabí. Pero frente a estas teorías hay que decir que la determinación de las fuentes de la mística española no explica el fenómeno de su aparición histórica. No es resultado de corriente imitativa ni recepcionista de otras corrientes. Como señala el hispanista Otis H. Green, los primeros místicos españoles, Bernardino de Laredo, San Pedro de Alcántara, etc. fueron los más originales y los más espontáneos, los que vinieron luego utilizaron ya toda la literatura de que disponían no para inspirarse o para expresarse, sino para buscar autoridad o confirmación ortodoxa en sus vivencias. Sólo en el cuarto período de compilación aparecen los doctrinarios. LA ASCÉTICA Y LA MÍSTICA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA La mística española es un producto tardío, cuando en otras naciones es medieval. En España la mística es transitoria y breve, mientras que la ascética posee una ininterrumpida tradición nacional, que para algunos autores se remonta ya al estoicismo del filósofo romano Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), natural de Córdoba. El predominio de la ética personalista frente a la metafísica dio a la literatura religiosa un carácter moralista. El misticismo abstracto de un Meister Eckhart (1260-1328) no es español, el español es más psicológico que ontológico, más experimental que doctrinal, es motor de la acción. SANTA TERESA Y CONCHA ESPINA Lecturas de Santa Teresa y Concha Espina por el Día del Libro. La concejal de Cultura, Juncal Herreros, ha recordado que este año se cumple 500 años del nacimiento de Santa Teresa, y se ha seleccionado a Concha Espina para la lectura de sus libros. LA PRUEBA DE MI VERDAD Este verso de Teresa de Jesús resume lo que pretende ser la exposición de la BNE sobre su vida y obra en la conmemoración del V centenario de su nacimiento. El discurso de su vida marca el camino, y sus palabras ilustran ese transcurso vital que comienza el 28 de marzo de 1515 y se apaga en octubre de 1582 para empezar a brillar como ejemplo para todos: en 1588 fray Luis de León editará sus obras y hablará de la “elegancia desafeitada” de su escritura y del deleite que da leerla, y en 1622 la canonizará Gregorio XV. Teresa es una apasionada lectora desde niña, y esa condición indispensable para que pudiera ser excepcional escritora se mostrará con sus lecturas, con los libros que cita;la exposición, es un homenaje a esta gran creadora. Fue persona frágil de salud, pero fortísima en voluntad y decisión; y así se pone de manifiesto su elección personal, su toma de hábito de carmelita, y la búsqueda del sentido de esa vida no solo para sí, sino para las carmelitas que quieren vivir, como ella, en pobreza y oración. Sus fundaciones son fruto de la gran reformadora. Teresa escribe una prosa visual gracias a las imágenes que crea, para que sus lectoras puedan entender lo que quiere describir y contar. Necesitaba imágenes para su vivencia espiritual, y supo recurrir a la realidad que le rodeaba para expresar las experiencias que quería describir. Imitándola, la exposición quiere hacer visibles las alegorías que utiliza, y acompañarlas con las creaciones artísticas que ilustran su obra. Los rasgos de su personal escritura podrán verse en manuscritos que se expondrán por primera vez en la Biblioteca Nacional, con bellas obras pictóricas, ilustraciones de lo que dice en sus textos. Sus escritos son una escuela de análisis del alma, y su obra ha dejado una hondísima huella en el mundo. Mostrarlo de manera visual y atractiva de “La prueba de mi verdad”, para abrir su obra a futuros lectores. ETAPAS DE LA MÍSTICA ESPAÑOLA: 1. Desde la Edad Media hasta 1500 en España se produce una recepción de la mística medieval extranjera (Ruysbroeck de Holanda, Taulero de Alemania). El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517) fomenta la mística y ordena traducirla al español. 2. Período de asimilación en el reinado de Carlos V (1516-1556): Doctrinas importadas expuestas por primera vez “a la española” por Hernando de Talavera (1428-1507); Fray Alonso de Madrid (1485 – 1570): Arte para servir a Dios (1521); Fray Francisco de Osuna (1497-1540): Abecedario espiritual (1525-27), de gran influencia en Santa Teresa; Fray Bernardino de Laredo (1482-1540): Subida del Monte Sión (1535); Fray Juan de Dueñas: Remedio de pecadores 1545); Fray Pablo de León: Guía del cielo (1555); San Juan de Ávila (1500-1569): Audi, filia, (1557). 3. Período de intensa producción nacional en el reinado de Felipe II (1527-1598): De 1560 a 1600, época de la Contrarreforma, el Iluminismo reprimido. La mística florece entre los carmelitas: Fray Luis de Granada (1504-1588), Fray Luis de León (1527-1591), Malón de Chaide (1530-1589), Santa Teresa de Jesús (1515-1582), San Juan de la Cruz (1542-1591), San Pedro de Alcántara (1499-1562), Fray Juan de los Ángeles (1536-1609), Francisco de Borja (1510–1572), Cristóbal de Fonseca (1550-1621), Beato Alonso de Orozco (1500-1591). 4. Decadencia doctrinal: Período que dura hasta el siglo XVII. No hay creadores místicos, sino teólogos y retóricos que compilan las doctrinas de los místicos con aparato teológico y escolástico: Padre Luis de la Puente (1554-1624), Fray Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658) y el heterodoxo Miguel de Molinos (1628-1696). ESCUELAS Y DOCTRINAS División por órdenes religiosas, teniendo en cuenta que cada orden tenía una tradición y una preferencia por un teólogo o por otro. Una orden seguía a Santo Tomás de Aquino (1225-1274), otra a Juan Duns Escoto (1266-1308), otra a San Buenaventura (1217-1274), etc. Una favorecía más el sentimiento religioso, otra al intelectual, otra a la influencia profana. Se puede clasificar la mística de la siguiente manera: Ascetas dominicanos: Fray Luis de Granada, su prototipo. Ascetas y místicos franciscanos: Pedro de Alcántara, Juan de los Ángeles, Fray Diego de Estella. Místicos carmelitas: San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Jerónimo Gracián. Místicos agustinos: Fray Luis de León, Malón de Chaide, Beato Alonso de Orozco, Cristóbal Fonseca. Ascetas y místicos jesuitas: Francisco de Borja, Luis de la Puente, Alonso Rodríguez, Álvarez de Paz, Juan Eusebio Nieremberg. Clérigos seculares y laicos: Juan de Valdés y Miguel de Molinos, místicos heterodoxos. La clasificación más exacta es la que sigue las tres grandes corrientes de la teología mística: Escuela afectiva, en la que predomina lo sentimental frente a lo racional, teniendo presente la Imitación de Cristo y su Humanidad, del Cristo hombre: Franciscanos (Fray Juan de los Ángeles), agustinos (Malón de Chaide). Escuela escolástica: Búsqueda del conocimiento de Dios por la doctrina metafísica. Dominicos (Fray Luis de Granada), jesuitas (Luis de la Puente, Juan Eusebio Nieremberg). Escuela ecléctica o española: Carmelitas (Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz). Síntesis de lo afectivo e intelectual, de la actividad y la contemplación. Estilo literario de la literatura mística Los místicos crearon una expresión figurada, conceptual y a veces realista. Las metáforas de la lengua literaria moderna proceden de Santa Teresa o de otros místicos, y pasaron a otras lenguas. En la mística recibe el español clásico su forma definitiva, fundiendo lo vivo de la lengua hablada popular con lo culto del latinismo renacentista y lo poético del estilo bíblico. De la lengua de los místicos nace el barroco literario: la tendencia a extremar lo real en símbolos espirituales y lo simbólico espiritual en imágenes reales. El Barroco del siglo XVII será la exageración de este estilo dentro de un equilibrio humanístico: noche oscura; muero porque no muero; gozosa pena; música callada... Las dos figuras supremas de la mística española son Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y San Juan de la Cruz (1542-1591). Representan la cima en la mística española. Su aparición fue preparada por los ascetas de tendencia mística de otras órdenes religiosas: Pedro de Alcántara, Bernardino de Laredo, Francisco de Osuna y Fray Luis de Granada. Común a estos místicos es la combinación entre la vida contemplativa, y la vida de acción. Todos caminaron entre las cosas ce Dios y las de la tierra, así pueden unificar en sus vidas y en sus escritos las corrientes de la mística especulativa y la empírica, lo ideal y lo real. Movida por la lectura de las Confesiones de San Agustín, y contra la voluntad de su padre, ingresa en la Encarnación, adoptando el nombre de sor Teresa de Jesús. Sus ejercicios ascéticos le quebrantaron la salud. Su enfermedad dejaría secuelas que la acompañarían toda su vida: fuertes dolores de cabeza e insomnio. A partir de 1550 empezó a sentir sus experiencias místicas. Una visión de las penas del infierno la movió a reformar la orden de las carmelitas, volviendo a darle su pureza y severidad primitivas. Sufre una etapa de gran sequedad espiritual hasta los cuarenta años, en que escribe su primera obra. Comienza su etapa de febril actividad y funda su primer convento de carmelitas descalzas. Las carmelitas calzadas la denuncian a la Inquisición. Es confinada en Toledo para evitar que siga fundando conventos. Pero recibió la ayuda de su director espiritual, Domingo Báñez, y de Fray Juan de la Cruz y, sobre todo, de los jesuitas, unidos a la Santa en su lucha contra la Reforma protestante. El conde de Tendilla se interesa por ella y mueve a Felipe II a conseguir que el Papa convirtiera a los carmelitas descalzos en provincia independiente. SU MUERTE Muere
en Alba de Tormes. Santa Teresa fue canonizada en 1622. En 1970 nombrada
Doctora de la Iglesia. A su cuerpo desenterrado e incorrupto, se le corta una
mano para enviarlo a Lisboa, un pie para Roma. En 1585, Gracián mandó
separar del cuerpo la mano, guardada en el convento de las Carmelitas de
Lisboa hasta 1920. Tras la revolución, la mano pasó a las Carmelitas de
Ronda. Al estallar la Guerra Civil, la mano pasó a manos de los republicanos.
En 1937 pasó a manos de los nacionales, y en Burgos, Franco se la
apropió y la tuvo en la mesita de noche y la trasladaba consigo. OBRAS Sus escritos revelan gran sentido psicológico. Condena los éxtasis y “arrobamientos que no son más que abobamientos” en muchas monjas “flacas, que por cada cosita lloran”. Decía a sus monjas que fueran “varones fuertes que espanten a los hombres”. Santa Teresa escribía por mandato o ruego de otras personas, sobre todo de su confesor. Su expresión comete errores sintácticos por escribir improvisadamente. Evita todo artificio literario, su estilo reproduce el “habla por escrito”, de forma vivaz y plástica, llana, espontánea y natural, el habla común de las gentes de Castilla la Vieja, pura y castiza con ciertos arcaísmos que todavía eran vivos entre el pueblo. En ella sigue aún vivo el espíritu renacentista de “escribe como hables”. Comete errores e incorrecciones gramaticales, pero “con gracia”. Tenía gran predilección por los diminutivos. Famosas son sus paradojas y metáforas cuando expresa sentimientos difíciles: que muero porque no muero, borrachez divina, celestial locura, la gozosa pena en que me anego, desasosiego sabroso del alma, mil desatinos santos, frases de las que ella decía que eran “palabras sin concierto que sólo Dios concierta”, Justifica estas frases: no soy quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento, ni sé después cómo lo acerté a decir. De su prosa decía Fray Luis de León: “En la forma de decir y en la pureza y facilidad de estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ella se iguale”. OBRAS AUTOBIOGRÁFICAS: Libro de las fundaciones (1573-1582) La obra
se presenta como una continuación del Libro de la vida. Fue escrita a
petición del padre Ripalda. Relata la fundación de 18 conventos, documento
sobre los orígenes de las carmelitas descalzas. Es su última obra de estilo
cuidado. Especial interés tienen los retratos psicológicos de las personas
eclesiásticas que describe. Este
libro, que Santa Teresa también llamó Libro grande o Libro de
las misericordias de Dios, describe su ascensión al misticismo. El libro
tiene como un sabroso encanto de intimidad y voz confidencial parecido a
las Confesiones de San Agustín, pero sin intelectualismo. El libro,
escrito por consejo de su confesor, entra dentro del género epistolar: “vuesa
merced”, “vuesas mercedes”. En esta obra se mezclan detos autobiográficos y
datos más propios de un tratado doctrinal. Consta de cartas dirigidas a San Pedro de Alcántara y a sus confesores, relatándoles los favores que había recibido de Dios. Son estos documentos muy interesantes porque en ellos se muestra la autora en toda su humanidad; son sus momentos de buen humor y sus momentos bajos. OBRAS ASCÉTICO-MÍSTICAS: Camino de perfección (1564-1567) El Camino de Perfección está escrito entre los años 1564 y 1567 y da consejos a las carmelitas del Monasterio de San José en Ávila, del que era priora, para mostrarles el camino de perfección de la vida monástica, enseñarles a orar y mover a todos para la salvación de sus almas. La obra consta de 42 capítulos. En los primeros 26 capítulos entrega varios consejos para el progreso en la vida contemplativa (la pobreza, el amor al prójimo, la humildad, la oración). En los últimos 15 capítulos hace una meditación sobre las palabras del Padrenuestro. En esta obra Santa Teresa renuncia al concepto del honor de la época: la contemplación es compatible con ciertas imperfecciones humanas, pero jamás con el orgullo del honor. Es una obra puramente ascética con intención pedagógica y apologética contra la Reforma protestante. Las Moradas (1571), Castillo Interior. Es su
obra cumbre. Descripción de su vida contemplativa, describe la vida
espiritual como un castillo: “Todo de diamante y claro cristal, en donde hay
muchas habitaciones, como moradas hay en el cielo”. En total son siete
moradas o “aposentos”. El
padre Jerónimo Gracián, que la estimulaba para que escribiera Las
Moradas, justificaba la tendencia de santa Teresa a la imprecisión en el
uso de las palabras relacionadas con la experiencia mística:
“Un éxtasis, en cuanto se une nuestra voluntad con la de Dios, se
llama unión; en cuanto eleva las potencias y las levanta, se llama
vuelo del alma; en cuanto es conocimiento de Dios, se llama mística
teológica, etc. Todos estos nombres son verdaderos y declaran algo de
este espíritu”. |